lunes, 8 de septiembre de 2014

MIRAD, Y GUARDAOS DE LA LEVADURA DE LOS FARISEOS Y DE LOS SADUCEOS.

Entonces Jesús les dijo: Mirad, y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos. Mateo 16:6

Al meditar en estos mandamientos de Jesús, primeramente voy a destacar el carácter imperativo de los verbos utilizados: Mirad y Guardaos. Esta orden del Maestro y Señor de nuestras vidas nos obliga a hacerlo detenidamente, es decir, con una mirada profunda y no superficial sobre el concepto de fariseo, (el más común usado en nuestro medio), y el de saduceo.
Observemos históricamente. Estos dos grupos representaban la mayoría y minoría gobernante políticamente, en su relación con el imperio romano, y espiritualmente como eje gobernante sobre el Israel histórico de los tiempos de Jesús.
Durante la era del Nuevo Testamento, aquellos que eran saduceos, eran aristócratas. Ellos tendían a ser ricos y mantenían posiciones de poder, incluyendo la de los jefes sacerdotales y el sumo sacerdote, ocupaban la mayoría de los 70 lugares del concilio gobernante llamado el Sanedrín. Trabajaban duramente para mantener la paz, mediante la aceptación de las decisiones de Roma.
Religiosamente, los saduceos eran más conservadores que los fariseos en un área importante de la doctrina. Los fariseos concedieron a la ley oral la misma autoridad que a la Palabra de Dios escrita, mientras que los saduceos consideraban que solo la Palabra escrita era de Dios y trabajaban arduamente para preservar la autoridad de ésta, especialmente los Libros de Moisés (Génesis a Deuteronomio).
Por estar los saduceos más preocupados por la política que por la religión, no se ocuparon de Jesús, hasta que se volvieron temerosos de que Él pudiera atraer la no deseada atención de Roma. Fue en este momento que los saduceos y fariseos se unieron y conspiraron para llevar a Cristo a la muerte[1].
Los saduceos dejaron de existir en el año 70 d.C. Puesto que este partido existía por sus lazos políticos y sacerdotales, cuando Roma destruyó Jerusalén y el Templo los saduceos fueron también destruidos.
En contraste con los saduceos, los fariseos eran en su mayoría hombres de negocios de la clase media, y por lo tanto estaban en contacto con el hombre común. Los fariseos eran tenidos por el hombre común, en una estima más alta que los saduceos. Aunque ellos eran una minoría en el sanedrín, y mantenían un número minoritario de posiciones como sacerdotes, ellos parecían controlar las decisiones, haciendo del sanedrín algo más importante de lo que lo hicieron los saduceos, nuevamente debido a que tenían el apoyo de la gente.
Religiosamente, ellos aceptaban la Palabra escrita como inspirada por Dios. Para el tiempo del ministerio terrenal de Jesucristo, esto habría sido lo que es ahora nuestro Antiguo Testamento. Pero ellos también le concedían igual autoridad a la tradición oral, e intentaban defender su posición diciendo que ésta se remontaba hasta Moisés. Esto no era nada más que legalismo.
Estas tradiciones se habían desarrollado a través de los siglos, y se añadían a la Palabra de Dios, lo cual está prohibido[2], y los fariseos buscaban obedecer estrictamente estas tradiciones junto con el Antiguo Testamento.
Como dije anteriormente, aunque los fariseos eran rivales con los saduceos, se las ingeniaron para hacer a un lado sus diferencias en una ocasión, el juicio de Cristo.
Mientras que los saduceos dejaron de existir después de la destrucción de Jerusalén y del Templo, debido a su naturaleza altamente política, los fariseos, quienes estaban más preocupados con el estado religioso de Israel, continuaron existiendo mucho después de la destrucción de Jerusalén.
De hecho, los fariseos estuvieron en contra de la rebelión que trajo la destrucción sobre Jerusalén en el 70 d.C., y después de esto, fueron los primeros en hacer las paces con los romanos. Los fariseos también fueron responsables por la compilación de La Mishna, un importante documento con referencia a la continuación del judaísmo más allá de la destrucción de su lugar central de adoración, el Templo.[3]
Luego de esta breve mirada histórica, deseo que observemos la doctrina de estos grupos de líderes espirituales que logran atravesar los tiempos. Su logro se basa en fortalezas mentales siempre con raíces en el ego ministerial que busca lo propio antes que lo de Cristo y, por ende, su Cuerpo que es la Iglesia como congregación y el mandato de ésta, que es la atención espiritual para salvación de todas las personas.
La fuerza de contaminación de estas doctrinas fue equiparada por Jesús con los atributos de la levadura, que es un hongo microscópico que tiene una importante capacidad para realizar la descomposición mediante fermentación de diversos cuerpos orgánicos, produciendo distintas sustancias. Por ejemplo, el uso de la levadura en el pan, hace que éste aumente considerablemente su tamaño. Para ello, sólo es necesario guardar un poco de masa fermentada del día anterior y agregarla a la nueva.
Pero, como hemos dicho, el Señor se estaba refiriendo a la levadura desde una perspectiva espiritual. En este sentido, él la veía como símbolo de algo negativo, y podemos considerar algunas de las razones para establecer este paralelismo: La levadura se extiende por toda la masa y cambia su naturaleza, operando exactamente igual que el pecado en el hombre. Tanto la levadura como el pecado de doctrinas erróneas son fuerzas muy poderosas. Ambas tienen una gran tendencia a incrementar gradualmente su esfera de influencia. Y las dos actúan de forma invisible.
Una doctrina errónea tiene la capacidad de cambiar la naturaleza santa del mensaje de la iglesia, y contaminar congregaciones y generaciones de sinceros cristianos de manera invisible y sutil. Mirar y guardarse de ellas es el mandato de Cristo.
Entonces, miremos y nos guardemos detenidamente de estas doctrinas.
Observemos primeramente a los saduceos:
Como dije anteriormente, estos grupos insistieron sólo en que estaban comprometidos con las leyes que se encontraban en el Pentateuco (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento)  y rechazaban “las tradiciones de los ancianos”, las interpretaciones de la ley que habían sido transmitidas, como hacían los fariseos. En esto no tuvieron reproches del Señor.
Pero si en el hecho de que no creían en la resurrección, ni en los espíritus o ángeles: Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos profesan estas cosas, dice Hechos 23:8. Tampoco creían en la recompensa o el castigo después de la muerte, ni en el cielo o el infierno.
Dice la Palabra de Dios que Aquel día, vinieron a Él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su esposa, y levantará descendencia a su hermano.
Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; y el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su esposa a su hermano; así también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será esposa, pues todos la tuvieron?
La pregunta de los saduceos seguramente era un arma teológica muy preciada y utilizada en los debates doctrinales. Quizás hasta este momento se encontraba invicta ante sus oponentes. Por lo tanto, veamos a este pasaje como un choque doctrinal. Y así lo entiende la gente maravillándose de la doctrina triunfadora, que es la de Cristo.
Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, no conociendo las Escrituras, ni el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casan, ni se dan en casamiento, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo.
Pero en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
Y oyéndolo la multitud, se maravillaban de su doctrina. Mateo 22:23-33.
Jesús los acusó de dos faltas a las cuales debemos tener presentes en nuestras vidas. Dice que no conocían las Escrituras y el poder de Dios.
Ellos tenían su fuerte doctrinal en los libros del pentateuco y es, justamente, una declaración en el libro de Éxodo 3:6 lo que Jesús usa para mostrar su error. Es increíble que en la revelación de lo que más custodiaban es donde estaba su error doctrinal.
El conocimiento de la Escritura no es solamente el intelectual. Lo peor que nos puede pasar, (y que con más frecuencia pasa), es que lleguemos a  un conocimiento sin revelación del inspirador de la Palabra, o sea, el Espíritu Santo de Dios.
Debemos clamar para que el don de revelación y discernimiento de vida a nuestra lectura diaria de las Escrituras, a fin de ser llevado a toda verdad por el Espíritu Santo conforme a las promesas de Jesús[4].
Intentemos ver dentro de nuestra doctrina aprobada si descubrimos esta levadura, o no.
La observaremos cuando aceptamos algunas porciones de la palabra de Dios, pero rechazamos el resto; tales como sólo prestar atención a las palabras de Jesús, pero no las cartas apostólicas. O al revés, aceptar las palabras de sus apóstoles, pero sostener que todas las enseñanzas de Jesús en el evangelio son enseñanzas del Antiguo Testamento. Las palabras de los apóstoles son con tanta autoridad[5]como lo fueron las palabras dichas por Jesús durante Su ministerio terrenal[6].
Otra contaminación doctrinal es cuando aceptamos el razonamiento humano por encima de la revelación divina. Esta levadura no nos permitirá aceptar una doctrina bíblica a menos que “tenga sentido”. Esta es una posición peligrosa de sostener, puesto que Dios ha escogido para confundir la sabiduría y la arrogancia con la locura del mensaje del evangelio.[7]
El otro grave error de los saduceos era que no conocían el poder de Dios. El desconocimiento nos lleva a rechazarlo influenciados por el racionalismo. Descartamos el poder de Dios cada vez que rechazamos cualquier doctrina, cualquier promesa de las Escrituras si las concebimos como físicamente imposibles. Tal como la creación del mundo, el nacimiento virginal, los milagros de Jesús, la resurrección de los muertos, etc.
Una vez que aceptamos la premisa que para Dios todas las cosas son posibles, no podemos rechazar el testimonio o la doctrina bíblica debido a que no ajustamos nuestras ideas preconcebidas de lo que es posible.
En cuanto a la levadura de los fariseos, aquí tenemos mucho más para observar y guardarnos.
Vimos anteriormente que estos grupos religiosos adoptaron también “las tradiciones de los ancianos”, es decir, las interpretaciones de la ley que habían sido transmitidas. En nuestros días podemos ver estas levaduras doctrinales en líderes que enseñan las tradiciones de hombres proclamadas como doctrinas.[8]
Miremos con atención el siguiente relato bíblico.
Entonces vinieron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan sus manos cuando comen pan.
Pero Él respondió y les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?
Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldijere a su padre o a su madre, muera de muerte. Pero vosotros decís: Cualquiera que dijere a su padre o a su madre: Es mi ofrenda todo aquello con que pudiera ayudarte, y no honra a su padre o a su madre, será libre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.
Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo se acerca a mí con su boca, y de labios me honra, pero su corazón lejos está de mí. Pero en vano me honran; enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Y llamó a sí a la multitud, y les dijo: Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
Entonces vinieron los discípulos, y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra? Mas Él respondió y dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.[9]    
En esta narración, Jesús los describió como “ciegos guías de ciegos” y esto se manifestaba en que dejaron sin efecto los mandamientos de Dios por sus tradiciones. Fueron hipócritas, enseñando una cosa y practicando otra. Hicieron sus obras para ser vistos por los hombres.
Además, Mateo relata con detalles otra enseñanza, en cuanto a la doctrina de los fariseos, en Mateo capítulo 23. Observemos detenidamente el error de ellos y lo que debemos hacer:
Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos, diciendo: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos: Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo, pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen en hombros de los hombres; pero ellos ni con su dedo las quieren mover.
La enseñanza de ellos era conforme a los mandamientos de Dios dado a Moisés, por lo tanto debemos guardar la Palabra enseñada.
El error mayor es enseñar y no poner por obra en la vida personal lo que se predica. Debemos cuidarnos de hacer real y viva la Palabra de Dios en nosotros porque en ella se basa nuestra relación personal y de amistad con Cristo.
Muchas personas acusan a aquellos que insisten en guardar los mandamientos de Dios como legalistas, y ser de esta forma los “fariseos” de hoy – pero consideremos que Jesús nunca criticó a los fariseos por su estricto apego a la misma ley. Su crítica se basó en que dejaron sin efecto los mandamientos de Dios por sus tradiciones. Sobre todo por dejar algunos mandamientos de Dios sin cumplir mientras hacían otros.
Sí se llama a alguien legalista por observar estrictamente los mandamientos de Dios, ¡entonces Jesús era un legalista! En tanto que la ley estaba en vigor, Él esperaba ser enseñado en ella y guardarla hasta el mínimo detalle.[10] Él esperaba que Sus discípulos sobrepasaran a los fariseos en su justicia.[11]
No nos olvidemos que Jesús dijo que sus discípulos expresarían su amor por Él por medio de guardar Sus mandamientos. Él prometió Su amor y amistad a aquellos que guardaran su palabra.[12]
Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas; y las salutaciones en las plazas, y ser llamados por los hombres: Rabí, Rabí.
Mas vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis vuestro padre a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en el cielo. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
Ahora vemos que parte de la levadura contaminante de los fariseos es amar la atención y el trato especial de otros. Jesús nos enseña que el que es mayor entre vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; porque ni entráis, ni a los que están entrando dejáis entrar.
Con su doctrina evitaron que otros encontraran el camino al reino de los cielos.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y por pretexto, hacéis largas oraciones; por tanto llevaréis mayor condenación.
Usaron su religión para hacer dinero e impresionar a otros.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
No hicieron mejor a la gente, ¡los hicieron peores!
¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor.
¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
Y decís: Cualquiera que jura por el altar, no es nada; pero cualquiera que jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor.
¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él, y por el que en él habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquél que está sentado sobre él.
Hicieron distinciones que Dios no hizo.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y omitís lo más importante de la ley; la justicia, y la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer lo otro.
¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de desenfreno.
¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros, por fuera a la verdad, os mostráis justos a los hombres; pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
Aunque eran muy rigoristas en algunos mandamientos, ignoraban algunos otros.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos participado con ellos en la sangre de los profetas.
Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros también colmad la medida de vuestros padres!
¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
Por tanto, he aquí yo os envío profetas, y sabios, y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis; y a algunos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matasteis entre el templo y el altar.[13]
Honraron a los hombres de Dios que fueron antes que ellos, pero se asemejaban más a aquellos que persiguieron al pueblo de Dios.
Para resumir: Debemos guardarnos de:
Enseñar y practicar tradiciones de hombres, en lugar de los mandamientos de Dios.
Enseñar una cosa, mientras practicamos otra.
Hacer cosas para ser vistos por los hombres, usando vestiduras especiales buscando ser llamados por títulos religiosos.
No mostrar a la gente el verdadero camino al reino de los cielos.
Usar la religión para hacer dinero e impresionar a los demás.
Hacer distinciones donde Dios no las hace.
Insistir en algunos mandamientos, pero omitir otros por considerarlos innecesarios.
Tratar de legalistas a aquellos que se esfuerzan por guardar los mandamientos de Cristo como una manera de desviar la responsabilidad en nuestra vida.
No solamente debemos guardarnos de ésta tan sigiloso y sutil contaminación leudante de la doctrina farisaica, sino que debemos preocuparnos por elevar nuestra justicia por sobre esta superficial manera de vivir el evangelio.
Nuestra pascua es Cristo: el pan de Dios sin más levadura que la semilla del Reino de Dios.[14]





[1] Juan 11:48-50; Marcos 14:53; Marcos 15:1.
[2] Deuteronomio 4:2; Apocalipsis 22:18-19.
[4] Juan 14:26.
[5] Juan 13:10; Hechos 2:42; 1 Corintios 14:37.
[6] Mateo 28:20; Hechos 20:35.
[7] 1 Corintios 1:18-31.
[8] Marcos 7:1-51.
[9] Mateo 15:1-14.
[10] Mateo 5:17-19.
[11] Mateo 5:20.
[12] –Juan 14:15, 21,23; 15:10,14.
[13] Mateo 23:1-35.
[14] Lucas 13:21. 1 Corintios 5:6-8.