jueves, 5 de febrero de 2015

Introducción de la pagina: ENTRA TÚ Y TODA TU CASA

Introducción de la pagina:

ENTRA TÚ Y TODA TU CASA



Hablar de matrimonio es hablar de ilusiones, de cuentos de hadas y de príncipes azules. Un hogar cristiano deambula en el deseo de un pedazo de cielo en la tierra. Pero, las ilusiones desilusionan y los cuentos no siempre tienen finales felices.
La fe es una herramienta de Dios que te permite ver más allá de lo que los ojos naturales te permiten observar. La fe se manifiesta justo en el momento en que tomamos la decisión de dejar nuestros anhelos en las manos de Dios, confiando en sus promesas.
El hogar cristiano es producto de la fe; no pretende ser esa cosa ilusoria que luego se esfuma en la realidad cotidiana.
El relato bíblico de los hogares que sirvieron a los planes de Dios, te van a mostrar algo más real que un ideal. Te darán el descanso de saber que estas personas y sus hogares no eran perfectos.
Martín-Moreno González[1] sostiene que “esta es la primera gran saga de la Biblia, un cuento de sueños de inmigrantes y de promesas divinas que sirve como obertura colorista e inspiradora a la historia subsiguiente de la nación de Israel (…). El relato bíblico de la vida de los patriarcas es una historia brillante de la familia y de la nación. Su poder emocional deriva del hecho de ser el relato de las profundas luchas humanas de padres, madres, maridos. Mujeres, hijas e hijos. En cierto modo es una historia de familia típica, con todos sus gozos y tristezas, amor y odio, engaño y astucias, hambre y prosperidad. Es también una historia universal y filosófica sobre la relación de Dios con la humanidad, sobre la devoción y la obediencia, sobre el bien y el mal, sobre la fe, la piedad y la inmoralidad. Es la historia de Dios que se escoge una nación, de la promesa eterna que Dios hace de tierra, prosperidad y crecimiento”.
Entendamos que el hogar es racional. Es un lugar, no un espacio. Es un lugar mental.
Este producto mental encierra lo que la casa nos afectó. Es lo que va con nosotros donde quiera que estemos. Es un lugar idealizado cómodamente. Donde nos sentimos seguro. Es la esfera a la que pertenecemos. Pero ese lugar de pertenencia no se limita a un espacio físico.
Un hogar cristiano es la historia de una casa escogida por el Señor. Una casa con promesas, no solo de prosperidad y crecimiento, sino de bendición generacionales. Es el recado del Señor que te inspira y te alienta a formar esta clase de hogar con un paradigma familiar Cristo-céntrico.
Cuando hablamos de hogar cristiano, nos referimos a una construcción mental que da seguridad en Dios, en sus promesas terrenales y de Vida Eterna. Y en los cristianos.
El trabajo más eficaz del diablo recae en esto: hacer de nuestros hijos personas sin hogar, sin lugar, sin constructo mental que traspase nuestras generaciones. Nuestro embate contra estas artimañas es dejar un legado y formar un carácter cristiano semejante al carácter de Cristo.
El mundo patriarcal, aunque tenía un contexto histórico diferente al nuestro, necesitaba la decisión personal de los constructores del hogar la cual era traspasar esta relación a sus descendientes. Por eso Dios eligió a Abraham, porque él daba la seguridad de que desarrollaría este carácter relacional de hogar, enseñando a sus hijos a conocer y valorar el Amor de Dios y su propósito.
En conclusión, te propongo: Trabaja por tu legado. Que te vean orar en los momentos difíciles. Que te vean avanzar en la adversidad. Que disfruten de tu alabanza en medio de las tormentas de la vida. Deja legado en tus hijos para que ellos lo transmitan a tus nietos. Edifica un carácter belicista por la salvación y las bendiciones de Dios.
Entonces, ora y no te canses de orar; predica, y no te canses de predicar; amonesta y exhorta; cree y no te canses de creer. Te invito que construya a través de la fe en Jesús el Arca en que se salven tú y tu descendencia.
No podemos salvar a nuestras familias sin Dios. Pero, Dios tampoco lo hará sin nosotros.

Dios mira hacia abajo con ojos de gracia, sobre aquellos que sinceramente miran hacia arriba con ojos de Fe. 

Matthew Henry