Mi insatisfacción actual es un fuego metido en mi interior que no me permite estar tranquilo. No es la intranquilidad del peligro ni el presentimiento del desastre. Es el desvelo profundo de mí ser ante tu llamado que descompagina mis agendas y proyectos, y sólo tengo la certeza que hay un sueño. Un sueño del Espíritu. Un deseo de mi Dios en pos de sus propósitos con mi vida. El celo por ese sueño me consume.
Derramo mi insatisfacción delante de Jesús: Pídeme
lo que quieras. Dime que hacer. Agonía mía es mi quietud. Si no me contestas
siento que muero. Muero si no hago tu voluntad.
Una vida dentro de mí quiere salir; soy como la
mujer cuando siente dolor de parto, pero no tiene la fuerza suficiente porque
el tiempo no ha llegado. Así, te digo, fallezco cada momento que no veo tu obra
hacerse en mi tiempo, y tengo temor de desperdiciar lo que te pertenece sin
glorificarte acorde con tus dichos.
Mi insatisfacción oculta es saber que todavía
no fue, pero será. Es el carcelero que no me permite liberarme de mi llamado.
El mensajero que no me deja olvidar. El martillo que golpea la roca. El vocero
de tus profecías; atalaya que en las alturas de mi esperar me alienta y dicta
tu palabra, para jamás descuidar.
Me llamaste por mi nombre y te respondí:
--¡Heme aquí, Bendito Señor!--. Hoy te digo: --Siempre estaré. Hasta el día que
tu voluntad se haga ver en mí--.
Mientras escribo pienso en vos. Sólo te pido
que si estas tranquilo como estás, entonces, deja este texto y sigue tu vida.
No es para ti. Yo estoy en un proceso de Dios. Estoy insatisfecho y quizás lo
esté por mucho tiempo, o quizás este es el último minuto de esta sensación. No
lo sé. Pero decidí no volver a estar satisfecho hasta que Dios no cumpla su
deseo en mí.
Creo que la respuesta del Señor a Habacuc es mi
respuesta, diciéndome que escriba la visión, y la declare en tablas, para que
corra el que leyere en ella. Que acepte y te diga, que aunque la visión tardará
aún por un tiempo, más se apresurará hacia el fin, y jamás mentirá; aunque
tardare, debemos esperar, porque sin duda vendrá, no tardará.
Escribo mis reflexiones porque creo que a vos
te pueden servir. Mientras, permito que los héroes de la fe me cuenten sus
vivencias, porque a mí me sirve. Los dos estamos delante de Dios; mirando más
allá y creyendo que nuestro Señor lo hará.
Sin lugar a dudas, el testimonio de los que
creen en Cristo vence los tiempos. Allí buscó una palabra. Para mí, para vos,
para tantos que no están conformes con lo que ven y con lo que oyen. No están
conforme consigo mismo. Sienten que éste es su tiempo, y se termina. Saben que
esta es su generación. Por sus huesos corre un fuego y por su alma un clamor, y
una sola meta tienen sus anhelos: conocer los desvelos de Cristo y satisfacer
su corazón.
Hoy, busco en la revelación del testimonio de
los héroes de la fe, mi gran nube de testigos, y pido a Dios: --Háblame de sus
experiencias y aprendizajes ante la insatisfacción. Porque busco a mi alrededor
y no hay nadie. Sólo me queda tu Palabra. Callaré y esperaré; y buscaré en tu
sabiduría. Sé que allí encontraré algo más real que un ideal. El descanso de saber
que ellos no eran perfectos, pero tenían fe y un sólo deseo: amarte y
complacerte--.
Tabla de contenido
INSATISFACCIÓN
Mi insatisfacción es como un pozo del cual quiero salir, pero
no puedo. El lodo de un sueño no satisfecho, o una visión en proceso es para mí
como la cisterna donde Jeremías quería hacer pie y fugarse, pero se hundía en
el fango. Aquella cárcel profunda desde la cual oíste su voz; en la cual le
respondiste: --No temas, yo te ayudo--.
La oscuridad es extensa pero la luz al final del túnel me
habla. Un punto de fuego en medio de mi descontento. Un vacío de certezas en
las cosas que se ven, pero que contrastan con mí pensar cristiano que vacila y
reflexiona, como un amarre de mi fe, en las cosas que no se ven.
Es un aliento oír a David confesar que un día tú lo sacaste
del pozo de la desesperación y del lodo cenagoso, que pusiste sus pies sobre
peña, y en sus alturas lo hiciste andar. Oír a Moisés contarme todo tu proceso con
él en el desierto, o a Jonás, o Pablo, o tantos hombres y mujeres de Dios que fueron
seducidos por ti, y los venciste, y aunque decían que no se acordarían más de
ti, ni hablarían más en tu nombre; no obstante, había en sus corazones como un
fuego ardiente metido en sus huesos; trataron de sufrirlo, y no pudieron.
Pienso en Jeremías y me convenzo que sufrimos la misma ansiedad
porque tu palabra se cumpla. O en Habacuc y tu respuesta diciéndole que escriba
la visión, y la declare en tablas, para que corra el que leyere en ella. Que aunque
la visión tardará aún por un tiempo, más se apresuraría hacia el fin, y jamás
mentiría. Se llena mi alma y se calman mis ansiedades al saber que aunque
tardare, debo esperar, porque sin duda vendrá, no tardará.
Mi insatisfacción actual es un fuego metido en mi interior
que no me permite estar tranquilo. No es la intranquilidad del peligro ni el
presentimiento del desastre; es un desvelo profundo en mí ser ante tu llamado,
que descompagina mis agendas y proyectos, y sólo pienso que hay un sueño. Un
sueño tuyo. Un deseo de mi Dios en pos de sus propósitos con mi vida.
Intento mirar más allá creyendo que un día tú lo harás. Aunque
en mi fragilidad humana puedo dudar y creer que me engaño, muy a pesar de esto,
cierro los ojos y creo que un día será. En aquel entonces nacerá mi luz como el
alba, y mi salvación se dejará ver pronto; e irá mi justicia delante de mí, y
tu gloria, ¡Oh, Dios!, tu gloria será mi retaguardia.
Mientras espero, lucho. No puedo darme el lujo de no creer.
No puedo, aunque a veces lo pienso, dejar de soñar; no obstante miro como un
espejismo lo que tú harás. Soy de los que pelean y cree. Soy de los que
lucharan hasta el último día, y si no llegare, moriré creyendo, y esperando.
Prefiero estar delante de ti y decirte que lo he intentado, a bajar mi cabeza
avergonzado por el abandono anticipado del desafío puesto delante de mí.
Pero esto no quiere decir que sueñe poco. Ni tampoco que
espero las migajas que caen de tu mesa. Sueño todo. Porque tú lo puedes todo.
Aunque soy sincero al decir que mi merecimiento es todo lo contrario, no
merezco tu todo sino mi nada. Hasta soñar es misericordia. Porque aún el pensar
que tú hagas algo con mi vida es una dadiva de tu sacrificio.
El tiempo es el mayor aliado de la desesperación. Cierro mis
ojos y digo: Para ti un día es como mil años y mil años como el día de ayer.
Para mí diez años es una vida porque mi mortalidad es demasiado pasajera.
Miro a Caleb y reflexiono. Cuarenta años en el desierto y
delante de él la puerta de la Tierra Prometida. Oigo lo que lo rodea: quejas y
desencanto, miedo a la lucha y las fuerzas que se van por no creer. Sin
embargo, Caleb está ahí. Escucha. Opina. Luego calla. Sabe que tendrá que
esperar.
Cuarenta años más es una vida. Contempló caer a su lado mil,
y diez mil a su diestra; creyó que a él no llegaría, y no le llegó. Con sus
ojos miró y vio la recompensa de los que no creyeron, porque puso a Jehová, que
es mi esperanza, al Altísimo por su habitación.
Esperó toda una generación y cuando llegó el día, Caleb seguía
estando allí. El desierto no logró quebrar su espíritu. Su cuerpo estaba fuerte
para la guerra. Era un conquistador. ¡Dame esa dadiva! ¡Permíteme estar en pie,
tanto en cuerpo como en alma y espíritu, para el día en que tú lo hagas!
La fe es tan contraria a mi naturaleza, pero mi
insatisfacción puede ser su mejor aliada.
No hay fe en la naturaleza humana, no puedo encontrarla en
mi ser. Por eso mi carne sufre bajo el látigo del tiempo y la burla de la
decepción; siento que soy espectáculo delante de mis sentimientos, y gime mi
alma ante ti. Lucho por sujetar mis pensamientos y llevarlos cautivos a tus
pies. Cierro los ojos y honró con mis llantos tu trabajo interno en mí, obra que
hará salir agua de la roca de mi corazón al oír tu palabra.
Oigo la voz del ángel de Jehová que me toca, y me dice:
--Levántate y come, porque largo camino te resta--.
Salgo de la cueva donde me metí, y te escribo. Un grande y
poderoso viento rompe los montes, y quiebra las peñas delante de ti; pero tú no
estás en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero tampoco estás en el
terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero, Dios, no estás en el fuego. Y
tras el fuego un silbo apacible y delicado. Cubro mi rostro con el manto que me
has dado, y oigo tu voz: --¿Qué haces aquí?--.
Me aterra esta cueva, pero a la vez me acoge. Me esconde del
peligro. Es una máscara que me permite hacer creer a los demás que todo está
bien; que tengo fe, que sigo peleando. Pero dentro de la cueva se manifiesta la
verdad. Tengo miedo y lloro. No siento que sólo yo he quedado. Todo lo
contrario. Siento que solamente yo no estoy. Miles doblaron su rodilla ante la
apostasía y otros miles no lo harán jamás. No me encuentro entre los primeros y
bendigo a los últimos; yo estoy en una cueva sin poder responderte qué hago
aquí.
Derramo mi insatisfacción delante de ti. Pídeme lo que
quieras. Dime que hacer. Agonía mía es mi inquietud. Si no me contestas siento
que muero. Muero si no hago tu voluntad. Una vida dentro de mí quiere salir,
como la mujer cuando siente dolor de parto, pero no tiene la fuerza suficiente
porque el tiempo no ha llegado. Así, te digo, fallezco cada momento que no veo
tu obra hacerse en mi tiempo, y tengo temor de desperdiciar lo que te pertenece
sin glorificarte acorde con tus dichos.
Ayúdame a responder: --¿Qué hago aquí?--.
Tu Espíritu me trae al monte de Dios. Antes te revelaste en
el huracán, el terremoto y el fuego; ahora, en cambio, estos fenómenos son las
señales que preceden al silbo apacible y delicado en el cual te haces presente,
diciéndome: --Paz contigo. Ten calma. Yo soy--.
Mi insatisfacción oculta es saber que todavía no fue, (pero
será). Es el carcelero que no me permite liberarme de mi llamado. El mensajero
que no me deja olvidar. El martillo que golpea la roca. El vocero de tus
profecías; el atalaya, que en las alturas de mi esperar, me alienta y me dicta
tu palabra para jamás descuidar.
Me llamaste por mi nombre y te respondí: --¡Heme aquí, Señor!--.
Hoy te digo: --Siempre estaré. Hasta el día que tu voluntad
se haga ver--.
Necesito que me enseñes la profundidad del creer. Porque fe
es obra o espera. Puede ser el no hacer nada o el hacerlo todo. El quedarme
quieto o arriesgar hasta lo sumo.
Puedes estar pidiéndome que espere hasta que vea tu
salvación por sobre mis enemigos. Porque no habrá para qué peleé en este
caso, sino que esperar es estar parado, quieto, firme y sin temer, viendo la
salvación que Dios hará hoy conmigo; porque los egipcios que hoy me afligen,
nunca más para siempre lo veré. Porque, Tú ¡Oh, Señor! pelearás por mí, y estaré
tranquilo.
O quizás, como a Moisés, me preguntas: --¿Por qué clamas a
mí?-- Y me ordenas marchar alzando mi vara sobre el mar y dividirlo en fe, y
pasar por en medio, en seco, a la otra orilla en pos de mi llamado a celebrarte
fiesta y servirte, dejando todo a mi espalda para nunca más volver.
Encuentro direcciones diversas y no sé cuál es el camino a
tomar. Las circunvalaciones me inquietan. La crisis direccional me lleva a
clamarte. Estoy dispuesto a dejarlo todo y avanzar por fe, pero, ¿Estarás
conmigo? ¿Es tu voluntad? ¿Debo quedarme quieto, y esperar? ¿Qué hago aquí?
Tú te presentas delante de mí. Tu espada está en tu mano. En
mi confusión voy hacía ti, y te digo: --¿Eres de los nuestros, o de nuestros
enemigos?--.
Me respondes: --No; más como Príncipe del ejército de Jehová
he venido ahora--.
Me postro sobre mi rostro en tierra, y te adoro; y te digo: --¿Qué
dice mi Señor a su siervo?--.
Y tú, Príncipe del ejército de mi Dios, me respondes:
--Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo--.
Me descalzo y siento el suelo de Dios en mi pie; el lugar de
su morada penetra mi cubierta exterior. Necesito la sensibilidad perdida por mi
calzado. Necesito que me sensibilices ante tu presencia. Sensibiliza mi vida
espiritual para oírte como los santos y gozarme como sólo los salvos pueden
hacerlo. Y así lo haces, porque he entrado en tu santidad para entregar toda mi
vida a ti. ¡Haz, Espíritu de Dios, conforme Cristo, tu voluntad en mí!
Príncipe del ejército de Dios, dime: ¿Cuál es mi trinchera?
¿Qué directivas debo seguir? ¿Cuál estrategia concuerda con tus planes? Suplico
que me digas que deje todo y vaya donde tú quieras, o con un simple ¡Espera! me
conformo. Agonizo por una palabra tuya. Una sola palabra ¡Dios!, y bastará para
mí. Sólo una que salga de tu boca.
Cualquiera sea la dirección que me marques tiene el triunfo
asegurado porque eres por siempre vencedor. Pero si tu presencia no va conmigo,
déjame en este desierto. Ahora, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que
me muestres tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; ¿Y en
qué se conocerán que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que
tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los
pueblos que están sobre la faz de la tierra?
Muéstrame tu gloria. Si caminas quiero caminar, si te
detienes quiero parar, y esperar. Abre mis ojos. Quiero verte delante de mí de
día en una columna de nube para guiarme por el camino, y de noche en una
columna de fuego para alumbrarme. Quiero ser guiado en todo momento como en
aquellos tiempos del desierto. Así, te suplico, Espíritu Santo de Dios, guíame.
Sé que físicamente no veré nubes ni fuego delante de mis
caminos, pero en el espíritu veré mayor gloria, te veré a ti, Espíritu de
verdad, el cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero yo
te conozco, porque moras conmigo, y estás en mí. No seré un huérfano jamás.
¿Quién me puede ayudar? ¿Quiénes sintieron alguna vez en su
interior una insatisfacción como la que carcome mis huesos? Quizás, como Elías,
me equivoco en creer que sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.
A lo mejor no son siete mil los que no doblaron sus rodillas ante la
satisfacción de este siglo, sino millones, que siguen luchando, y esperando,
siendo guiados por tu Espíritu.
Quiero encontrarlos y que me encuentren. Que me cuenten sus
desvelos, aciertos y errores. Que me hablen de la fidelidad y la misericordia
de Dios. Que me testifiquen diacrónicamente el trabajo del Señor. Todos, los
que están peleando la buena batalla de la fe en este tiempo y los que descansan
de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen inmortalizadas en las
palabras.
Padre, sé que el testimonio de los que creen en Cristo
vencen los tiempos. Ayúdame a encontrar en ellos una respuesta a mi
insatisfacción. Espíritu Santo de Dios, inspirador divino ¡Favoréceme! Porque
conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti.
¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por
tanto, yo hablo lo que no entiendo; cosas demasiado maravillosas para mí, que
no comprendo. Oye, te ruego, y hablaré; preguntaré, y tú me enseñarás.
TESTIMONIO VIVO
Sin lugar a dudas, el testimonio de los que creen en Cristo
vence los tiempos. Tú, Bendito Dios, no eres Dios de muertos, sino de vivos.
El relato bíblico de la vida de los patriarcas es una
historia brillante de la familia y de la nación de Israel. Su poder emocional
deriva del hecho de ser el relato de las profundas luchas humanas de padres,
madres, maridos. Mujeres, hijas e hijos. En cierto modo es una historia de
familia típica, con todos sus gozos y tristezas, amor y odio, engaño y
astucias, hambre y prosperidad. Es también una historia universal y filosófica
sobre la relación de Dios con la humanidad, sobre la devoción y la obediencia,
sobre el bien y el mal, sobre la fe, la piedad y la inmoralidad.[1]
En esta verdad buscó una palabra. Para mí, para vos, para
tantos que no están conformes con lo que ven y con lo que oyen. No están conforme
consigo mismo. Sienten que éste es su tiempo, y se termina. Saben que ésta es
su generación. Por sus huesos corre un fuego y por su alma un clamor, y una
sola meta tienen sus anhelos: ¡Conocer tus desvelos, oh Cristo, y satisfacer tu
corazón!
Busco en la revelación del testimonio de los héroes de la
fe, mi gran nube de testigos, y pido a Dios: --Háblame de sus experiencias
y
aprendizajes ante la insatisfacción. Porque busco a mi alrededor y no hay
nadie. Sólo me queda tu Palabra. Callaré y esperaré, y buscaré en tu sabiduría.
Sé que allí encontraré algo más real que un ideal. El descanso de saber que ellos
no eran perfectos, pero tenían fe y un sólo deseo: amarte y complacerte--.
Todo el universo es una gran conferencia sobre tus hechos,
grandeza y sabiduría. Los cielos cuentan tu gloria, el firmamento proclama la obra
de tus manos. Un día cuenta al otro la noticia, una noche a la otra se la hace
saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra
resuena su eco, ¡Sus palabras llegan hasta los confines del mundo! (…)
Tu ley ¡Señor! es perfecta: infunde nuevo aliento. Tu
mandato ¡Jesús! es digno de confianza: da sabiduría al sencillo. Tus preceptos
son rectos: traen alegría al corazón. Tu mandamiento es claro: da luz a los
ojos. Tu temor es puro: permanece para siempre.
Tus sentencias son verdaderas: todas ellas son justas. Son
más deseables que el oro, más que mucho oro refinado; son más dulces que la
miel, la miel que destila del panal. Por ellas queda advertido tu siervo; quien
las obedece recibe una gran recompensa.
¿Quién está consciente de sus propios errores? ¡Perdóname
aquellos de los que no soy consciente! Libra, además, a tu siervo de pecar a
sabiendas; no permitas que tales pecados me dominen. Así estaré libre de culpa y
de multiplicar mis pecados. Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis
pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío.[2]
«La Biblia revela la mente de Dios, el estado moral y
espiritual del hombre, el camino de salvación, el castigo del pecador no
redimido y la bienaventuranza del creyente. Sus doctrinas son santas, sus
preceptos obligatorios, sus historias verdaderas y sus decisiones inmutables.
Léelo para ser sabio, créelo para estar seguro, practícalo
para ser santo. Es luz que dirige, pan que sostiene y consuelo que alegra. Es
mapa del viajero, báculo del peregrino, brújula del navegante, espada del
soldado y la carta magna del cristiano.
En la Biblia está el paraíso restaurado, el cielo abierto y
las puertas del infierno descubiertas. Cristo es su gran tema, nuestra
salvación su buen propósito y la gloria de Dios su meta. Debe ocupar la mente,
gobernar el corazón y guiar los pies. Léelo con lentitud, con frecuencia y con
oración.
Es mina de prosperidad, un paraíso de gloria y un río de
placer. Nos es dado en esta vida, será abierto en el juicio y será recordado
eternamente. Trata del deber más grande, recompensará la labor más excelente y
condenará a todo aquél que juega con su sagrado contenido».[3]
Cierro mis ojos y te adoro, Señor. Sé que encontraré
respuesta. No habrá silencio para mí. Siento que tengo el gran privilegio de
conferenciar con el testimonio vivo de mis hermanos en la misma fe, a través de
tu palabra eterna.
Me siento humilde a tus pies. Enséñame como a un niño,
instrúyeme como cuando pequeño. Háblame. Cuéntame. Revélame.
NO PIERDAS LA PAZ Y EL GOZO
Yo quiero hablar primero. Quiero hacerlo porque soy el
primero. Porque no se puede hablar de insatisfacción sin conocer que es lo que
realmente satisface. Yo conozco una satisfacción que ninguno de ustedes han
conocido, pero la conocerán. La satisfacción de vivir en una relación personal
y única con Dios, reservada para el día de la manifestación de los hijos de
Dios.
Hablé con el Padre. Su voz es dulce e inexplicable. Fue mi
deleite ponerle nombre a los seres vivos creados y gozar de su compañía. Oí su
voz directamente. No por profetas, ni ángeles, ni mensajeros. Una comunión
única. Una comunicación que sólo los ángeles, poderosos en fortaleza y que
ejecutan su palabra; y los ancianos y los seres vivientes, que se postran sobre
sus rostros y adoran a Dios por siempre, la conocen.
Lo oí diciéndome: --Fructifica y multiplícate; llena la
tierra, y sojuzgadla, y señorea--. Y fue así. Yo existí en aquella gloriosa
tarde y mañana del día sexto.
Reposé con el Creador en el séptimo. Viví su reposo. El sosiego
de la santidad e inocencia sin pecado. La paz completa con Dios, conmigo mismo,
con mi prójimo, y con la naturaleza. No sabía lo que era la vergüenza, ni el
miedo. No había razón para esconderme. No había cueva para mí, sino la libertad
de caminar por medio de la creación de Dios, mirándolo a los ojos.
El séptimo día es diferente de cualquier otro, porque es el
único en el que Él iba a habitar. Dios creó el séptimo día santificándolo y
bendiciéndolo para Él Mismo. La palabra santificado significa apartado,
separado, o santo. Jesús es el séptimo día, y debido a que los hombres fuimos
creados en el sexto día, la raza humana fue colocada en una posición donde le
es fácil entrar al reposo de Dios con muy poco esfuerzo.
Un esfuerzo necesario. Porque si Josué nos hubiera dado
reposo, Dios no habría hablado de otro día después de éste. Queda, por tanto,
un reposo sagrado para el pueblo de Dios. Pues el que ha entrado a su reposo,
él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las suyas.
Creo que el Espíritu Santo estaba intentando cambiar la
mentalidad del pueblo de Dios en esos días de la misma manera como lo está
haciendo en la actualidad. El mundo físico no es la respuesta para nuestra
condición espiritual. El mundo está girando en su miseria debido a que rehúsan
entrar en el reposo de Dios a través de la persona de Cristo.
El día sábado no es un día religioso, ni tampoco un día del
calendario de la semana. Por lo tanto, la labor de entrar en Su reposo habla
acerca de rasgar el velo mental, que ha atado y restringido tu espíritu,
impidiendo que puedas conocer a Cristo.
Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios; entra en
aquel reposo descansado de tus ansiedades al volcarlas sobre él. Jesús tiene
cuidado de ti.
Vi al Padre plantar un huerto en Edén. Caminé por ese jardín.
Mis pulmones humanos se llenaron de ese aire que no sé cómo describirlo, porque
es terrenal pero también celestial. Totalmente puro. Anhelo aquella naturaleza
santa.
Yo caminé y mojé mis pies en el río que salía de Edén y que
regaba el huerto. Su agua era cristalina y transparente cuya belleza es
imposible describir. La pureza y santidad de su creador se manifiesta en su
creación. Entonces, como describírtela.
Desde el Edén se repartía en cuatro brazos. El nombre del
uno era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; y
el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice. El nombre
del segundo río es Gihón; éste es el que rodea toda la tierra de Cus. Y el
nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates.
¿Por qué te hago esta descripción geográfica? Porque no
quiero que pienses que te hablo de un lugar lejano en el espacio. No. Te hablo
de un lugar en esta tierra, hoy contaminada y gimiente. Te cuento del mismo
lugar donde pisan tus pies, del mismo aire que respiran tus pulmones, de los
árboles que ven tus ojos, los cuales, aunque no han perdido la total belleza de
su creador, están tan insatisfecho como yo.
Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la
manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad,
no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción,
a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque toda la creación gime a una, y a una está con dolores
de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino también yo, y vos. Aunque tenemos
las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos,
esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.
AYUDA QUE SATISFACE
Quiero decirte que en aquel huerto sentí una insatisfacción común entre nosotros.
Un día me sentí solo. Puedes pensar que decir esto es
ofender la presencia de Dios. Yo también lo creo, pero no puedo mentirte. Me sentí
solo. Y Dios pensó en mí, y dijo: --No es bueno que el hombre esté solo; le
haré ayuda idónea para él--. Y formó, pues, de la tierra toda bestia del campo,
y toda ave de los cielos, y me las trajo para que viese cómo las había de
llamar; y todo lo que llamé a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puse
nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo. Pero seguía
insatisfecho porque no se halló ayuda idónea para mí.
Entonces, la insatisfacción no es un estado solamente de la
raza caída. Es de siempre. La insatisfacción es el motor que nos empuja a
buscar. Dios es el que sacia esa insatisfacción, como lo realizó conmigo, así lo
hará con vos.
El Creador me hizo caer en un sueño profundo, y mientras dormía,
tomó una de mis costillas, y cerró mi carne en su lugar. Y de mi costilla que
Jehová Dios tomó hizo una mujer, y la trajo delante de mí. Entonces me di
cuenta: mi satisfacción es hueso de mis huesos y carne de mi carne; y la llamé
Varona, porque del varón fue tomada.
Una de nuestras más significativas insatisfacciones la
satisface sólo el amor. Un compañero o compañera del peregrinar mortal es la
ayuda idónea que endulza nuestros días. Si Dios te bendice con un cónyuge que
ame y persiga tu visión ¡Qué bendición! Si todavía no, espera, el Salvador lo
hará. Contágialo de tu pasión por Cristo.
Principalmente, procura gozar de la vida con quien amas,
todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos
los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con
que te afanas debajo del sol. ¡Pobre de aquél que no es amado o no tiene a
quien amar! Mejor dicho ¡Miserable de aquél que no siente la insatisfacción por
amar y ser amado!
Cierro mis ojos y pienso en ella. Miro más allá de lo
físico, de lo emocional y lo efímero. ¡Cuánto me bendijo Dios cuando te cruzó
en mis caminos! No imagino ni quiero imaginar otra vida sin ti, sin tu amor y
compañía. Tus ojos son mi espejo y lucharé para que los míos solamente reflejen
tu belleza.
Dios halló ayuda idónea para ti. Quizás gozas mirándola o
mirándolo a tu lado en este momento. A lo mejor aún lo estás esperando, solo
quiero que sepas que en la omnisciencia de Dios tu ayuda tiene nombre y
apellido. ¡Espera!
Pero la ayuda idónea que necesitas no solamente es en
relación a un compañero o compañera de vida. Quiero enseñarte un misterio
grande, una verdad profunda que no puede ser descubierta por el poder humano pero
que ahora ha sido revelada por el Espíritu, es decir, la unión espiritual de
Cristo y la iglesia representada por la alianza matrimonial.
En el matrimonio natural, el esposo y la esposa combinan los
elementos del ser humano perfecto; siendo el uno incompleto sin la otra. Así
Cristo, Dios hombre, se complace en hacer de la iglesia, el cuerpo, un adjunto
necesario a él, quien es la Cabeza. Jesús es el arquetipo de la Iglesia, de
quien y según quien, como modelo, ella es formada. Él es su Cabeza, así como el
esposo es la cabeza de la esposa. Cristo nunca permitirá que poder alguno le
separe a él de su esposa, pues están unidos indisolublemente.
La iglesia de Cristo es tu ayuda idónea. Es la congregación
de los redimidos que lavaron sus pecados en la sangre del Cordero de Dios. Es
la congregación de fe, de adoración y de salud, porque es terapéutica en Jesús,
porque el amor lo sana todo, y Dios es amor.
Ven. Observemos a la iglesia. Abre tus ojos físicos y
espirituales. Ocupemos nuestro lugar. Nos ubiquemos en una posición donde
podamos ver al conjunto de las personas, los sucesos y el movimiento intenso de
fervor y de entusiasmo. Un suave murmullo llena el aire y un manto de sumisa
alegría los labios. Los rostros se ven impactados y deseosos. Lámpara son los
ojos que parecen encendidos por una luz que iluminaría el mismo silencio. El
corazón se precipita y el olor del amor es tan palpable como el aroma de los
lirios de los valles como el perfume de la rosa de Sarón; una fragancia a suave
ungüento derramado.
Cerremos los ojos y percibamos el dulce decir del amor; es
el murmullo de corazones que sólo se escucha con el alma. Se encienden los
anhelos y se silencia el infierno; nadie puede interferir ni ser ajeno:
--Eres para mí un manojito de mirra, que reposa entre mis
pechos. Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi--.
--¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores, y el olor de tus ungüentos que todas
las especias aromáticas! Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
miel y leche hay debajo de tu lengua; y el olor de tus vestidos como el olor
del Líbano--.
Observa a la iglesia. Cada uno de los que la componen es de
alto precio. ¡Todo lo que tienen para dar! Cierra tus ojos; aspira
profundamente y llénate del perfume que exhala. Es un grato bálsamo. Dios
llevándonos de victoria en victoria y manifestando en todo lugar por medio de
nosotros el olor de su conocimiento. ¿Puedes percibirlo? Hay tantas personas
que entran a sus congregaciones y sus sentidos espirituales están atrofiados
por falta de uso, no logran percibir el perfume del amor congregacional
estimulado en el conocimiento de nuestro Señor.
Conocer a Cristo va mucho más allá del plano lógico
conceptual. El canal por el cual se desplaza este conocimiento es básicamente
espiritual, basado en una relación personal con Dios a través de Jesús. Porque
para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se
pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte y a aquéllos olor de
vida para vida.
¡Qué grande es este misterio! Cuando caminas por las calles
o en tu hogar o dónde quiera que estés; Dios manifiesta ante todos que tú
conoces a Cristo. Es un perfume que no sé puede percibir con los sentidos
naturales, pero la gente lo percibe en su interior. Es el grato olor de Jesucristo.
Cuando la iglesia se reúne en el Nombre del Señor y ora,
adora y alaba a Dios, exhala olor a un ungüento muy especial que se eleva al
cielo, hasta la presencia misma de Dios. Nuestra oración perfuma los cielos de
los cielos. Tu ofrenda es olor balsámico, sacrificio acepto, agradable a Dios. Cuando
andamos en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por
nosotros, entonces, el olor de la iglesia es de ofrenda y sacrificio a Dios en
olor fragante.
La gracia es la puerta abierta para entrar en la casa de
Dios. Es un llamado a todos, sin hacer acepción de personas ni diferenciar en
ellas, pero con un característico requisito: creer en Jesús y aceptarlo como
único y suficiente Señor y Salvador de nuestra vida, reconociendo, arrepentido,
todos nuestros pecados. Lo que no quiero que equivoques es el ánimo de la
gracia. Eres llamado a libertad pero no es el espíritu de ésta una vía libre
para hacer lo que queramos, sino una suma de responsabilidades.
La iglesia exhala olor a Jesús cuando anda en amor, pero no
en cualquier clase de amor, en amor sacrificial, de entrega por los demás como
Cristo se entregó por nosotros. Hoy estás en la puerta de la casa de Dios,
decidido a sentarte y servirte de los beneficios del reino de Cristo, pero
quiero que sepas que existe la responsabilidad de hacer agradables la morada
del Padre. Exhala olor de vida para vida.
Tu congregación es una comunidad de personas redimidas que
lavaron su vida de todo pecado en la sangre de Jesús. Es un lugar donde Dios
reúne y expone al mundo espiritual su Gloria. Donde el Señor manifiesta su
principal pensamiento: congregarnos para ser el fiel testimonio del gobierno y
la Shekinah Santa, la presencia gloriosa de Dios en el santuario terrenal. Todo
figura de lo celestial. Porque su voluntad eterna es congregarnos junto a Él
por siempre. Un pueblo que glorifique su Nombre y lo haga conocer.
Quien quiera ver la Gloria del Señor debe observar a la
iglesia. Cada uno de nosotros somos un milagro. Somos la manifestación de la
Gracia y el Poder del Señor para redimirnos. Somos el testimonio del poder de
la Sangre de Jesús para salvar. Tú eres un milagro de Dios.
El perfume del amor es la fragancia del sacrificio. El aroma
de la elección, de la decisión de amar y dar todo por quien se ama. Aspiro con
fuerza y lleno mi ser interior con este ungüento que me dice: --¡Decidí amarte!
¡Decidí amarte!--.
Jesús, mírame. Quiero verme reflejado en tus ojos. El brillo
de tu vida es la luminosidad de la mía. Sólo quiero ser una lágrima que corra
por tus mejillas. Sufre conmigo. Calla de amor, y abrázame. ¿Cuánto valor tiene
la humedad de mis ojos echa río en tu presencia?
Mírame. Aquí estoy. Sólo quiero ser un destello en tus
mejillas, ¡Y bastará! El universo es inmenso ¿Qué soy yo en medio de lo mortal
y lo eterno? ¿Cuán potente es mi grito si no puedo dejarlo salir de mí adentro?
Prisioneros en el silencio sólo se liberan en mi llanto, callado y solitario
caudal de mis sentimientos.
Busco dos ojos en los cuales verme; no lo encuentro. Si lo
encontrará, aun así, no bastaría. Sólo los tuyos son remansos de amor que sacia
el alma mía. Me veo en ti y siento que existo. Sin un destello de tu vida en la
mía, soy muerto aun viviendo.
Porque tú vives, vivo; Porque tú amas, amo. Porque me
escuchas, clamo. Porque estás aquí, espero. Porque existes, soy fuerte; avanzo;
lloro; canto. Me caigo y me incorporo, una y otra vez; y sigo caminando.
¡Contigo caminando!
Miro el cielo y te veo ¡Mirándome! Eres el espejo donde se
reflejan todas mis esperanzas. La luz de tus ojos lo dicen todo. Todo por lo
que puedo creer. La humedad que moja tus
pómulos expresan todo el amor que necesito. La faz de tu rostro me explica, en
un lenguaje descifrado por mi corazón, que te importo de una manera tal, que si
pudieras morirías otra vez, sólo por mí.
No es necesario. Sólo mírame. Cuando lo haces, sé que me
amas y que ese amor no cambia ni mengua. Mírame. Y te devuelvo en mi mirada un
dialogo de pasión que nadie comprenderá, sino aquel que estuvo en la escuela
del amor donde tú me enseñaste a amar eternamente ¡Así!
¡Jesús! Tu mirada busca tus manos. ¿Quién recorrerá y
borrará las profundidades de tu carne traspasada? ¿Lo hará el tiempo mortal, o
el eterno? Eres el Dios atravesado por amor. Tus heridas son marcas
imperecederas. Pasaran los tiempos de los tiempos y aún en la eternidad veremos
tu humanidad glorificada. ¡Tus heridas, allí estarán! Señales eternas de un
Dios derramado por nosotros como ungüento. ¡Perfume del amor sacrificial!
Me parece percibir un frío lejano recorriendo las huellas
que los clavos dejaron en tus pies. La sensación de los latigazos que laceraron
tu espalda es tan manifiesta hoy como hace dos mil años. Tus heridas no se
cerraron y tus llagas siguen sanando.
Tu frente santa es coronada desde siempre y perpetuamente. ¡Cristo!
eres Rey desde y hasta la eternidad. Pero tu condición de coronado por los
hombres hace que tiemble mi sensibilidad por el estremecimiento de pensar, otra
vez, en aquella corona de espina en tu sien. Avizoro la humedad eterna de tu
sangre sobre mí. Sangre que nunca se seca; prosigue limpiando pecados, lavando
maldades, hermoseando vidas sucias, inmerecidamente, por pura gracia.
Abre sus ojos buscándote entre la multitud. Te ve y sonríe
satisfecho. Eres el fruto de la aflicción de su alma. ¿Cuánto te preocupa lo
que los demás piensen de Jesús? ¿Crees que podía salvarse a sí mismo? ¿Dios
podría haberlo librado, si le quería?
Cuando pienso en su sufrimiento se compunge mi corazón.
¡Cómo quisiera ir a esa cruz y ser quien lo baje! Desearía ser quien secará su
sudor y saciará su sed. A veces miro mi corazón y reflexiono. Mil preguntas
pasan por mi mente. ¿Te habría comprendido? ¿O te hubiera abandonado huyendo
cobardemente entre los arboles del Getsemaní?, escondido de arbusto en arbusto;
o quizás, me hubiera arrimado al fogón de tus injuriadores para negarte, una y
otra vez, entre maldiciones.
¿Quién merece tu amor y perdón, y tu eterna misericordia? ¿Cuál
consideras que es el precio por una gota de la sangre de Jesús?
El perfume del amor es la fragancia del sacrificio; el aroma
de la elección, de la decisión de amar y dar todo por quien se ama. Aspira con fuerza
y llena tus pulmones y exhala pasión: --¡Decide amarle! ¡Decide amarle!--. Dile,
y hazlo Señor de tu vida.
¡Jesús! Te pongo como un sello sobre mi corazón, como una
marca sobre mi brazo. Porque fuerte es como la muerte el amor que tengo por ti;
duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. Las
muchas aguas no podrán apagar mi amor, ni lo ahogarán los ríos. Si alguien se
atreviese a ofrecerme todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo
menospreciaría.
Mi vida es un frasco de alabastro con perfume. Entraré por
detrás, tímidamente, consciente de mi condición; atrevido e indigno a una mesa
que no merezco. Llorando regaré con lágrimas tus pies, y los enjugaré con mi
humillación; besaré tus pies, y mi unción para ti será un ungüento derramado en
sacrificio.
PRODUCTO DEL PECADO
Una ayuda idónea para mí no fue mi mayor crisis de
insatisfacción. La redención de mi cuerpo es la principal.Sé que también es
tuya y de todos los escogidos. Porque yo sufrí lo que tú sufres, con una
significativa diferencia: tú naciste con este cuerpo donde el pecado mora. Y yo
sé que en ti, esto es, en tu carne, no mora el bien; porque el querer el bien
está en ti, pero no el hacerlo.
Yo no fui creado así. Sé lo que es un cuerpo santo, lo perdí
en un segundo de pecado. Quiero que esto corruptible se vista de
incorruptibilidad otra vez. Y que esto mortal de inmortalidad. Que mi cuerpo
sembrado en deshonra, resucite en gloria; lo sembrado en debilidad, resucite en
poder. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias
doy a Dios, por Jesucristo Señor mío, quien satisfizo lo que nadie puede
jamás.
Mira cuál amor te ha dado el Padre, para que seas llamado
hijo de Dios. Ahora eres hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que has
de ser; pero quiero que sepas que cuando él se manifieste, serás semejante a
él, porque le veras tal como él es. Recién entonces conocerás aquella superior
satisfacción de la cual te hablé al principio. Por ahora, si tienes esta
esperanza en ti, purifícate a ti mismo, así como él es puro.
Sin lugar a dudas, mi superior vacío se produjo el día en
que me rendí al pecado. Aquel momento cuando mis labios tocaron aquella manzana
y mis dientes penetraron en ella y fui vencido por el mal, no porque el fruto
contenga un embrujo maligno ni sea malo en su esencia, (no somos la Bella
durmiente), todo lo contario, sino porque mi Señor me dijo que no, y yo dije
sí. Lo culpe de egoísta, de que no quería compartir conmigo y Eva lo suyo,
cuando nos lo dio todo.
Vimos que el árbol era bueno para comer, y que era agradable
a los ojos, y codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó Eva de su fruto, y
comió; y me lo dio también a mí, y comí así como ella. Y nuestros ojos fueron
abiertos, y conocimos que estábamos desnudos; y por primera vez, la voz de Dios
me atemorizó, porque lo oí que se paseaba en el huerto, al aire del día; y me
escondí de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
Y me llamó Dios preguntando: --¿Dónde estás tú?--.
Dime, ¿Qué le responderé?
Yo me escondí entre los arboles del huerto, pero cualquier
escondite es igual que la cueva. ¿A dónde me iré de su Espíritu? ¿Y a dónde huiré
de su presencia? Si subiera a los cielos, allí está Dios; y si en el Seol hiciera
mi estrado, he aquí, allí estás. Si tomara las alas del alba y habitara en el
extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá su diestra.
¿Quién quiere huir de su presencia? En ella hay plenitud de
gozo; delicias a su diestra para siempre. Pero cuando desobedecemos, y se ve
fracturada nuestra comunión con él, entonces lo dulce se sabe amargo, y lo
delicado, vil.
No lo dudes, la mayor insatisfacción es la que produce el
pecado. Nos hace querer huir de Dios. Tratamos de independizarnos escabulléndonos
de él.
Déjame recordarte lo que escribió David en una situación
semejante:
Ten
piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de
tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de
mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante
de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus
ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu
juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y
en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en
lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Escucha la insatisfacción producida por el pecar contra
Dios:
Purifícame
con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír
gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de
mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón
limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti,
y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y
espíritu noble me sustente.[4]
Sufro cuando hago mías sus palabras. Yo sé lo que siente.
Porque Dios no quiere sacrificio, que nosotros daríamos; no quiere holocausto
ni mi inmolación. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al
corazón contrito y humillado no despreciará Dios.
Ese corazón contrito por el pecado y humillado delante de la
voluntad de Dios es el que mira la cruz de Jesús, y reconoce que sin su sacrificio
por el pecado no hay salvación. Confiesa su muerte y resurrección como la
voluntad decretada y expresada por el Padre, para satisfacer, no tu insatisfacción,
sino la de su propia justicia divina por nuestro pecado. ¡Vuélvete a Dios, el
cual es amplio para perdonar y restaurar!
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro, quien
satisfizo al Padre en su sacrificio por mi pecado. Verá, mi Señor Jesús, el
fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho. Verá mi fidelidad, y
contemplará la tuya, y dirá: --¡Hijo amado, en quien mi alma tiene su
contentamiento!--.
EL DON NO ES COMO LA FALTA
Por mi parte, todavía estoy insatisfecho esperando
la adopción, la redención de mi cuerpo. Miro la Simiente y quiero ser revestido
eternamente de Cristo. Quiero ser a semejanza de Jesús. Quiero comer de él, del
Árbol de la vida privado una vez para mí por mi desobediencia.
Desde mi historia de vida, solamente puedo repetirte, una y
otra vez, que la mayor insatisfacción siempre será producto de desobedecer a
Dios. Por este motivo, aférrate a la fidelidad. Se fiel a Cristo. No se trata
sólo de ser obediente a lo que dice en su palabra, sino ser participante de una
relación personal con el Verbo de Dios.
El Pacto de su sangre te une a Jesús en entrega y fidelidad.
Ser obediente a Dios, en este contexto, se vuelve más radical: estar
comprometido en un pacto con Dios significa ya no sólo un actuar, sino un SER.
Es decir, no actúas fielmente sino que eres fiel.
Muchas personas proceden o pretenden conducirse de una
manera cristiana. Carácter es lo que somos en esencia, en la oscuridad cuando
nadie nos mira, decía Moody. Entonces, nosotros no actuamos como personas
fieles que desean que los demás confíen en uno, somos fieles. Tu carácter debe
ser fiel ante los ojos de tu Señor, que todo lo ve.
Toda tu fidelidad pasa por tu relación personal con Jesús. Serás
fiel a tu esposa o esposo porque lo amas. Si fallara este amor, ten un sostén
firme ante toda tentación que es el superior amor a Cristo. Cuando humanamente
dudes en dar tu fidelidad a tus superiores en tu trabajo secular, o cuando
luches en tu interior sobre el merecimiento de fidelidad de las personas que te
rodean, entonces, que te supere tu lealtad a Cristo, y por amor a él, sé
siempre fiel.
Mira la fidelidad de Dios mostrada a la humanidad, aún a
costa de mis malos actos. Porque el don no fue como la transgresión; porque por
mi transgresión murieron los muchos, pero superabundó para los muchos la gracia
y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede
como en el caso de mi pecado; porque ciertamente el juicio vino a causa de un
solo pecado para condenación, el mío, pero el don vino a causa de muchas
transgresiones para justificación.
Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte,
mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la
abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por mi
transgresión vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la
justicia de Jesús vino a todos los hombres la justificación de vida.
¡Cuánto me gozo! No por mi pecado. Sino porque así como por mi
desobediencia los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la
obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Porque la ley se
introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado abundó, sobreabundó
la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia
reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
Lo más maravilloso es que al pecado que mora en ti, Dios lo
crucificó en la carne de Jesús. Esa gracia que te ofrece el Padre al aceptar en
tu corazón el sacrificio de Cristo, arrepintiéndote de todos tus
transgresiones, también me alcanza a mí, y todos los seres humanos. ¡Cuán
preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!
Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy
contigo.
UN ABISMO LLAMA A OTRO
Yo sólo puedo decirte que Dios quiere y puede suplir todas
nuestras insatisfacciones, pero no quitará de ti este sentimiento.
Te dará la
promesa para que trabajes en ella. Y cuando su respuesta allá saciado tu vida,
y te sientas satisfecho, entonces te dará otra insatisfacción para que corras
tras ella.
Si sufres este vacío interior, sin poner tu mirada en los
propósitos de Dios, puede convertirse en una carga pesada de sobrellevar. Ese
no es el fin. Lo que el Creador quiere es movilizarte. Escribir la visión y que
corra el que la leyere. Este apresurarse no es en el sentido físico de
fatigarte, sino en el espiritual de hacer lo que el Espíritu te guie. Si es
esperar, espera. Si debes dejar todo y avanzar, avanza. Si es hora de clamar,
clama.
¡Implora! Haz tuyas las palabras del Salmo 42: ¡Como el
ciervo que brama por las corrientes de las aguas, así gime a Dios mi alma!
Porque tienes sed de ti, del Dios vivo; y se pregunta: --¿Cuándo vendré, y me
presentaré delante de Dios? Y me saciare en él--.
Sabes que, un abismo llama a otro a la voz de las cascadas
de Dios. Deja que todas sus ondas y sus olas pasen sobre ti en su presencia.
Pero es inevitable que cuando el abismo de la insatisfacción por tu llamado, la
salvación de tus hijos, la respuesta en lo material o sentimental sea saciado,
o cualquiera sea, vuelvas a sentir insatisfacción.
Este abismo saciado llama a otro a la voz de las cascadas de
Dios. Entonces vuelves a sentir esta pasión y, otra vez, sus ondas y sus olas
pasan sobre ti y, otra vez, eres saciado por Dios. Pero, luego, un abismo
vuelve a llamar a otro para que tu vida no se estanque, y vivas de victoria en
victoria, de poder en poder. La insatisfacción producida por el Señor es el
motor que genera e impulsa tus sueños.
Los abismos responden a la voz de las cascadas de Dios. Yo
no lo entendí y me escondí, porque tuve miedo. Pero Dios me dio una promesa.
Guió mis ojos a la simiente de la mujer. A Dios tomando mi humanidad y
restaurando lo que yo arruiné; recuperando el señorío que entregué a Satanás al
rendirme al pecado.
El abismo de la insatisfacción que responde a la voz de las
cascadas de Dios no puede robarte la paz, ni el gozo de la salvación. Porque en
Jesús has sido justificado por la fe y tienes paz para con Dios. Esta paz es
primeramente un cambio en las relaciones de Dios para contigo; y luego, a
consecuencia del mismo, es un cambio de tu parte para con él. Dios, primeramente,
nos ha reconciliado a sí mismo por Jesucristo; y nosotros, por la otra, poniendo
nuestro sello a esto, somos reconciliados con Dios.
También tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual
estamos firmes. Es decir, la misma fe que primero nos da paz para con Dios es
nuestra entrada a este estado permanente, que en el favor de Dios gozamos. Como
me es difícil distinguir esta gracia de la paz antes mencionada, te digo que es
solamente otra fase de la misma, más bien que cosa nueva, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria.
Más aún nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que esta
desesperación interna por hacer la voluntad de Dios produce paciencia. La
paciencia soporta con calma aquello que quisiéramos fuera quitado, ya sea esto
la privación del bien prometido, la continuada experiencia de males positivos,
o el esperar los tiempos de Dios para el cumplimiento de lo que el Padre dijo
que haría.
Entonces, gloríate en las tribulaciones de las
insatisfacciones por las cuales estás pasando, porque producirá paciencia en
ti; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no
avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en tu corazón por el
Espíritu Santo que te fue dado.
Confía en el Señor Jesús que lo dio todo por ti. No permitas
que la insatisfacción que sientes, y que es producida por el querer y hacer que
Dios pone en tu corazón, te nuble la paz y el gozo. No debe suceder así. Confía
en el Señor que te llamó y en el Espíritu Santo que te guía, te enseña, y
glorifica a Jesús en ti.
Santifica al Señor tu Dios en tu corazón, en tu alma, en
toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Si
todo está dispuesto en ti para glorificar el Nombre de Jesús, Dios lo hará.
Cada uno de nosotros podemos decir cuales cosas nos
satisfacen.
A algunos, quizás, la práctica de algún deporte; a otros viajar o pintar, escribir o leer. La satisfacción es un estado mental. Satisfacción es la confianza o seguridad del ánimo, también, el cumplimiento del deseo o del gusto. Satisfacer es aquietar las pasiones de la voluntad saciando un deseo, apetito, pasión, entusiasmo, etc.
A algunos, quizás, la práctica de algún deporte; a otros viajar o pintar, escribir o leer. La satisfacción es un estado mental. Satisfacción es la confianza o seguridad del ánimo, también, el cumplimiento del deseo o del gusto. Satisfacer es aquietar las pasiones de la voluntad saciando un deseo, apetito, pasión, entusiasmo, etc.
Quiero hablarte de mí mayor satisfacción. Me gusta caminar,
pero no solo. Me satisface caminar con una grata compañía. Quien camine junto a
mi debe satisfacer el momento de comunión. Tomó su mano, en silencio o
compartiendo pensamientos, no interesa, es su presencia caminando conmigo lo
que me llena.
Un día decidí no caminar solo y elegí quien lo haga a mi
lado. Ese día decidí que Dios sea por siempre mi compañero de camino. Decidí
caminar con el Señor porque esta era mi mayor satisfacción; la sorpresa es que
también era la del Señor. Sentía su complacencia en cada paso que dábamos
juntos. ¡Bendita satisfacción que un día, sin darme cuenta, me llevó con él,
sin ver muerte!
El testimonio de mi caminar es haber agradado a Dios, lo
cual sólo es posible por la fe; porque sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es
galardonador de los que le buscan.
No creas que fui favorecido con apariciones visibles del Creador.
No. Aprendí a vivir por fe. Creo en su existencia y en el gobierno moral de
Dios, como compensador de sus adoradores diligentes. Mi galardón es Cristo
mismo, diligentemente buscado y acompañado, en parcial comunión aquí, a ser
gozada plenamente allá.
En cuanto a lo que te satisface, no te rompas la cabeza pensando
en si es tuyo o del Señor. Porque aquellas satisfacciones que vienen de hacer
lo que te gusta, conforme a tu talentos y dones, también son la satisfacción
del Padre, porque él las puso en ti. Si te gusta escribir, y lo disfrutas al
hacerlo, Dios goza con vos porque lo dispuso entre tus atributos para ser usado
en su honor.
Entonces, no se trata tanto de buscar el remedio para la
insatisfacción sino que te satisface en Dios. Fijarte en tus talentos y dones y
encontrar lo que realmente te agrada. La victoria, el triunfo, la corona, el
acabar la carrera y mirar el podio de los vencedores ocupando tu lugar tiene un
sólo objetivo que lo consigue: el vivir acorde a los pensamientos de Dios, lo
que debe significarte como caminar con el Señor en trato constante y familiar.
A mí me desespera el paso del tiempo. Me exaspera que mi
existencia en esta tierra se acabe y se malgaste en tantas cosas que, quizás,
ni la pensó el Señor para mí. Necesito que me hable cada día, hora, minuto,
segundos; porque mí tiempo se escapa entre los dedos de la mortalidad y mi
mayor deseo es cumplir su deseo conmigo. La única manera que encontré de saciar
mi ansiedad fue caminar en intima comunión con Cristo.
Sabía que un día le vería a los ojos y sería semejante a él.
Pero ese día quería verme reflejado en los suyos y notar en ellos el dulce
brillo de la satisfacción. --¡Dame, te pido, el don de hacer tu voluntad! ¡Quiero
ser tu contentamiento en cada paso que demos juntos!--, era mi oración de
camino.
SIN DISTANCIA ENTRE TÚ Y CRISTO
¿Cuál es el valor de tu fidelidad congregacional sino cumples
el porqué de tus capacidades, sino explotas al máximo tu historia personal,
dones y talentos, subordinándolos al servicio de Dios, y de los demás?
Si caminas con el Señor, entonces, no hay distancia entre su
corazón y el tuyo. Lo que te hace feliz a vos es su felicidad. Lo que te da
satisfacción hacer, lo satisface a Jesús. Lo único que nubla esta relación es
cuando los dones y talentos puestos en ti son desperdiciados al ser usado para
aquello que no glorifica su nombre; o son enterrados en el olvido antes que ser
multiplicados.
En el Nuevo Testamento, la palabra talento no se refiere a
dinero acuñado, sino a una unidad de referencia general, siempre de valor
bastante alto, pero casi nunca uniforme. No se refiere tanto a las aptitudes
naturales que una persona puede tener, sino a algo que una persona encomienda a
otra. También encontramos, en cualquier diccionario, la definición de talentos
como capacidad intelectual; aptitud para el desempeño de una ocupación o
realización de una cosa.
Tú eres mayordomo de los dones, talentos y bienes que Dios
te otorgó. No hay mayor satisfacción que multiplicar todo lo que tienes. Ser
mayordomo significa ser el encargado de la administración de los bienes o
empresa de otro, encierran una idea de administración y superintendencia,
control de asuntos domésticos y servicio en bien del amo. Entonces, esa es tu
tarea: Multiplicar lo que te hace feliz al hacer y, a la vez, complace el
corazón de Dios ¡Así de sencillo!
¿Dónde se halla un mayordomo fiel y prudente a quien su
señor deja encargado de los siervos para repartirles la comida a su debido
tiempo? Dichoso el siervo cuyo señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con
su deber. Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes.[5]
Tú tienes deberes como mayordomo del Señor, pero debes
cuidarte del pecado de emplear lo de tu dueño a favor de tus propios intereses.
La virtud primordial del mayordomo ha de ser la fidelidad ante su propio Señor
en el uso del tiempo, talentos y posesiones. La responsabilidad que tienes es
que debes generar un espíritu multiplicador recorriendo la vida con Dios.
Entonces, camina con Jesús entendiendo que el reino de los
cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó
sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno
conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.
Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con
ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó
también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y
escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de
aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros
cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he
ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo
y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu
señor.
Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo:
Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos
sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido
fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Pero llegando también el que había recibido un talento,
dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y
recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento
en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente,
sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto,
debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo
que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene
diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no
tiene, aun lo que tiene le será quitado.[6]
Los siervos de Cristo aquí te representan a ti que, por tu
profesión cristiana, estás enteramente sujeto a él. Sus bienes significan todos
sus dones y dotes, ya sean innatos o adquiridos, naturales o espirituales que
te dio. Así como todo lo que tienen los esclavos pertenece al dueño, así Cristo
tiene derecho a todo lo que te pertenece, todo lo que pueda usarse para bien, y
él exige la apropiación de ello a su servicio; o, mirándolo de otra manera, tú
primero se lo ofreces a él, por no pertenecerte a ti mismo, ya que comprado fuiste
por precio, y Cristo te lo entrega de nuevo para que sea puesto a buen uso en
su servicio.
Es cierto que la proporción y diversidad de dones es
diferente en cada uno de nosotros, a pesar de esto, se requiere de todos la
misma fidelidad, y somos recompensados por igual; por tanto, hay igualdad
perfecta. Dios nos reparte a cada uno de nosotros conforme a nuestra facultad,
es decir, nuestra capacidad natural alistada en el servicio de Cristo, y también
las oportunidades providenciales para emplear los dones que nos ha concedido, no
malgastándolo, sino simplemente haciendo uso de él.
Ahora, observando al siervo adjetivado por Jesús como malo y
negligente, vemos que el proceder de este siervo parece ser el de una persona
ansiosa de que el don no fuese mal usado o perdido, a fin de que estuviese
listo para ser devuelto, a su debido tiempo. El sentido es obvio: --Sabía que
eras una persona a quien sería imposible servir, persona a quien nada le
agradaría, que exigiría lo que es impracticable, y que estaría descontenta con
lo que hubiera ganado. Y tuve miedo de hacer peores las cosas al usarlo para
obtener ganancia alguna y fui, y escondí tu talento en la tierra--. Así
secretamente consideran los hombres a Dios como un amo duro, y virtualmente,
echan sobre él la culpa de su propia inutilidad. Este pasaje describe la
conducta de todos aquellos que encierran sus dones para no usarlos en el
servicio activo de Cristo, aunque no los degradan a usos indignos.
Malo quiere decir: falso de corazón; en claro contraste con
los otros que enfáticamente fueron llamados buenos siervos. El término
negligente es añadido para señalar la naturaleza de su maldad; cuya maldad
consistía, según parece, no en hacer algo en contra de su señor, sino
simplemente en no hacer nada a favor de él. Simplemente la demanda hecha a su
siervo era de una ganancia útil por el don que le había confiado.
CAMINA EN PAZ CONTIGO MISMO
Dios tuvo un Diseño Profético original y fue que tú vivas en
comunión con tu Creador en eterna paz y santidad. Con este fin te hizo a su
Imagen y Semejanza. Te formó con sus manos y sopló aliento de vida en ti. Te
creó, es decir, te idealizó conforme a su visión profética derramando dones,
talentos y capacidades en ti.
La desobediencia de nuestros primeros padres seccionó este
plan determinando la suspensión momentánea de esta idea eterna en la mente de Dios.
Pero el Creador mantenía firme la visión de caminar unido a ti. La voz de los
profetas seguían proclamando el pensamiento del Señor: --Porque yo sé los
pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y
no de mal, para daros el fin que esperáis--. El Espíritu Santo producía fruto
de labios: --Paz, paz al que está lejos y al cercano, dijo Jehová; y lo sanaré--.
Esa paz llegó. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz
para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos
entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en
la esperanza de la gloria de Dios.
Esta fe centrada en la persona y obra de Jesús, el Hijo
Unigénito de Dios y la Segunda Persona de la Trinidad Divina, en su muerte por
nosotros como paga por el pecado derramando su sangre que nos liberta de éste y
la condenación eterna, nos encauza en el Diseño Profético original de Dios:
levantar hijos que caminen en íntima relación personal con él.
Las consecuencias del pecado te afectaron desde antes de
tener conocimiento de esto. El lugar donde naciste, tu situación
socioeconómica, tu familia, tu herencia genética, la formación de tus
actitudes, percepciones, valores y pensamientos influenciaron negativa y positivamente
en ti.
El paso inicial en este caminar con Dios, por los senderos diseñados
por él, es que estés en paz. Jesús dijo: --La paz os dejo, mi paz os doy; yo no
os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo--.
Necesitas estar en paz con tu historia de vida. Tu lugar de
nacimiento. La vida que te tocó vivir. Con la riqueza y la pobreza. Con tu
familia y cada persona con la cual te cruzaste en el camino de tu existencia. Necesitas
caminar con Dios en paz contigo mismo.
La aceptación de uno mismo es darse cuenta de quién uno es.
Proceso lento y dificultoso, en la medida que los conflictos no resueltos,
miedos, culpas, baja autoestima, ego distorsionado, convertidos en deterioros
del carácter y en adicciones diversas, nublan nuestra mirada interna.
La aceptación de uno mismo puede ser concebida como el empujón
para cambiar nuestro contexto interno y externo. Esto no significa que es una
aceptación estática, todo lo contrario, la resistencia al cambio se transforma
en una barrera para nuestro desarrollo personal en la búsqueda del caminar con
Dios en íntima relación.
Es necesario que te mires. Hay un potencial tremendo en ti.
Todo lo sufrido. Todas las circunstancias vividas dieron forma a tu carácter,
tu personalidad y la forma de pensar y de verte a ti mismo y a los demás. Dios
puede y quiere transformar todo para bien.
Tu congregación está esperando que los talentos y
capacidades depositadas en ti se usen para edificación. Dios es el más ansioso
en usarte. Porque las almas se pierden. Porque muchos sufren. Porque el tiempo
pasa y esta es tu vida. Vendrán otras personas y otras generaciones, pero esta
es la tuya y este es tu tiempo.
Mira a Jesús. Su figura yace colgada y moribunda. En algún
lugar espiritual se festeja el gran triunfo sobre la vida física del sustituto
carnal del infortunio de millones de seres humanos. El moribundo lo sufre todo:
sed, traición, abandono, desamparo, pobreza, hambre, dolor, sufrimiento;
soledad total. La carne se desgarra y la sangre abandona su cuerpo. La luz se
apaga de a poco, suavemente. El hálito de vida se va y con sus últimas fuerzas
se encomienda a Dios.
En las profundidades del infierno, como una bestia, celebran
el desenlace final al ver que los ojos del desahuciado se cierran. De pronto lo
comprende. En aquel momento un grito derrotado sacude al mundo de la oscuridad.
Lo que cree su triunfo es su derrota total, la muerte de quien entiende es su
víctima no lo es tal.
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la
ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus
caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su
consejero? El propósito de Dios se
cumplía y el trigo moría para dejar salir de él la vida celestial contenida en
su cuerpo humano. Dios triunfó en Jesús al mostrarnos que existen propósitos
eternos en el Señor. Que Cristo murió crucificando en su carne el Pecado y,
libres de él, podemos encontrar el caminar íntimo con el Padre.
Cada lágrima derramada. Cada momento de soledad y abandono.
El dolor y el hambre. El silencio y el bullicio. La triste despedida y notar
que nadie te mira; nadie presta atención en ti. Mirar la violencia, los gritos,
las contiendas y el desamor; tantas palabras hirientes; tanta falsedad y
traición. Responde: ¿Quién te separará del amor de Cristo? Si Dios es por ti, ¿Quién evitará que camines
con Dios? Ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades,
ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra
cosa creada te podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, tú
Señor. No hay distancia entre tu corazón y el suyo.
Dios tiene la capacidad para usar cada una de las
circunstancias negativas y positivas de tu vida para moldearte a fin de que su
propósito eterno, desde antes de que naciste, es más, desde antes de la
fundación del mundo, se cumpla en ti. Porque, sin lugar a dudas, todas estas
circunstancias dieron forma a tu carácter, tu personalidad, la forma de pensar
y verte a ti mismo y a los demás. Dios puede y quiere transformar todo para
bien.
¿Quién puede consolar como lo haces tú? ¿Quién puede
comprender al que vive tus situaciones pasadas? ¿Quién conoce el dolor del
hambre, el rostro del abuso o el daño de la traición? Tu historia de vida es
tuya. Puede haber otras que se asemejen pero ninguna igual a la tuya, ni ésta
similar a las de los demás. Tu niñez, tu percepción, lo que tus ojos vieron y
tus oídos oyeron; lo que sufriste o disfrutaste; todo eso ha hecho de ti lo que
eres.
Dentro de tu historia personal hay un potencial sobre el
cual Dios fue diseñando un diseño Profético a fin de que, llegado este momento,
comiences a descubrirlo y a encauzar tu vida, familia y ministerio en los
planes del Señor para ti. Es una nueva historia donde Dios quiere manifestar su
propósito.
A la vez, tu naturaleza moral y vida espiritual dejaran un
legado de la misma manera que las de tus progenitores lo hicieron en ti,
depende de vos decidir qué clase de legado quieres dejar.
Legado es un rasgo intangible o una característica que uno
deja a la próxima generación.
Desde esta óptica vemos que muy pocos dejan un legado digno
a sus hijos. Muchos ni siquiera dejan un buen recuerdo en sus descendientes. De
allí, es que muy frecuentemente escuchemos a algunas personas no desear ni
siquiera sonreír como sus padres. Otros, sin darse cuenta, transitan por los
pasos dejados por sus progenitores: una herencia de violencia familiar, o un
legado de alcohol corren por sus venas y su mente, a veces, son pensamientos de
adulterio y deshonestidad que gobiernan sus vidas. Un cúmulo de rasgos de una
idiosincrasia alejada de los propósitos de Dios es su herencia.
Una personalidad independiente, dispuesta a superarse por
fuerza propia y que no acepta el gobierno del Señor sobre su vida, grafican a
personas que han sido formadas bajo el sistema de este mundo. Son enseñadas a
competir y maquinar para ir delante de los demás. Ganar es su pasaporte a la
aceptación. Están siempre decididos a controlar a las personas y circunstancias
para sus propios fines, por lo que le es difícil ceder el control de su vida a
Dios.
Otros sólo tienen un legado de fracaso. Fracasan en su
matrimonio porque sus padres fracasaron, también sus abuelos, etc. No se
atreven a soñar, porque hacerlo es simplemente agigantar la herida de su
frustración. Los más, fueron formados en una aceptación de Dios distante. Él,
allá en el cielo, y ellos, lejanos acá en la tierra. De vez en cuando se ganan
unos favores con unas fiestas religiosas. Basta ser un buen padre, un buen
esposo, un buen vecino; creen que esto es caminar con Dios.
Escribe tu propia historia. La historia que se escribe paso
a paso, en el caminar diario con Jesucristo. Acaso te preguntas: ¿Por qué no
puedo ser feliz? ¿Por qué no puedo disfrutar de mis logros? ¿Por qué no gozo de
mi familia, si lo tengo todo? Quizás reconozcas que el Espíritu Santo de Dios
debe trabajar en tu interior; sanar tus heridas y renovar tu mente para que
puedas ver con la visión del Señor. Tu gozo debe ser sanado, tus percepciones
restauradas, tus propósitos encauzados. Dios quiere hacerlo. ¡Clámale! Él te
responderá; y te enseñara cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
Las herencias psicológicas no se rompen con una oración sino
a través del discipulado, recibiendo la Palabra de Verdad hasta que los
pensamientos sean cambiados y por ende las conductas. Es una manera de pensar
que debe reemplazarse por los pensamientos correctos. Por eso nos reunimos en
la congregación, para cambiar la mentalidad, para derribar fortalezas mentales
erigidas por el diablo.
Cuando vamos a la iglesia al principio no ocurre nada, pero
al volver una y otra vez a la reunión, empezarán a caer algunos ladrillos,
luego otros y otros más, pero Dios dará el mazazo final para que caigan todas
las fortalezas mentales. Todo muro que no haya sido levantado por Dios en tu
mente será derribado por el golpe del Espíritu con su Palabra.[7]
Dios quiere hacer una renovación mental en ti. El Espíritu
Santo de Dios es el agente encargado de revelarte a Cristo, a fin de que puedas
observar la gloria de Jesús y, de esta manera, mirando como en un espejo la
gloria del Señor, seas transformado de gloria en gloria en la misma imagen de
Cristo. Entonces, tú, con gloria creciente, reflejas a quien camina a tu lado,
y siendo transformado, recuperas e irradias en los demás la imagen de Dios en ti.
EN PAZ CON TU PERSONALIDAD
El trabajo del Espíritu Santo de Dios en tu interior no es el
trabajo de un día. Es un proceso donde el Señor utiliza los dones derramados en
su iglesia. Es una labor donde es necesario dejarte moldear y trabajar por el
Señor. Por
ese motivo es necesario que vivas caminado con Cristo en el corazón, por fe, a
fin de agradar a Dios. Este caminar se manifestará en tu personalidad.
Tu personalidad fue impactada por tu historia de vida, medio
ambiente y herencias recibidas. Puede ser definida como el conjunto general de
rasgos mentales, de carácter, comportamiento, temperamento y emociones; es
decir, las formas constantes e identificables en las que una persona difiere de
las demás. Ahora, el término personalidad involucra mucho más que los rasgos de
una persona, sean estos positivos o negativos. Podemos definir a la
personalidad como un patrón de comportamiento que incluye sentimientos y
pensamientos los cuales, (según la psicología), se mantienen a lo largo de la
vida de un individuo.
Entendamos que la personalidad define las características de
una sola persona; son aspectos que lo distinguen de los demás. En algunas
ocasiones nos vemos diciendo “es que él o ella es así; es su manera de ser”. Lo
que estamos expresando es una descripción de su personalidad, la cual lo hace
único.
Tu historia de vida es tuya. Tu personalidad y forma de ver
la existencia, a ti mismo, a tus prójimos y a Dios es única de la misma manera
en que tú eres único. De cara a tu misión y visión profética, debes entender
que de ninguna manera tu personalidad es estática e inamovible. Tampoco es una
maldición. Todo lo contrario, es un regalo de Dios.
El don de Dios Padre se manifiesta en tu personalidad al
igual que en tus talentos. Capacitado de una forma de pensar, de sentir, de
percibir al mundo, te lanzas a la aventura de caminar con Dios transformando lo
negativo y reforzando lo positivo de tu personalidad.
Cuando inicias tu caminar con Dios, por medio del nuevo
nacimiento al aceptar a Jesús como Señor y Salvador de tu vida, lo haces con
una nueva mentalidad que se renueva, una nueva voluntad, un nuevo obrar,
incluso un nuevo carácter y modo de ser. Cuando permitís al Espíritu Santo
obrar sobrenaturalmente en ti y colaboras con Dios rindiendo tu ser a él, tu
mentalidad se renueva y se encauza en la sintonía del Espíritu.
No dejaras de ser tú mismo en tu propia individualidad personal,
pero sí potenciarás y canalizarás todo tu dinamismo, talentos y capacidades
para el servicio a Dios y el prójimo. Porque lo que es imposible al hombre
solo, es posible al hombre con Dios.
Es fundamental reconocer las diferencias que hay entre
Talentos y Dones espirituales. Un talento es el resultado de genética y/o de
entrenamiento, mientras que un don espiritual es el resultado del Poder del
Espíritu Santo. Un talento puede ser poseído por cualquiera, cristiano o no
cristiano, mientras que los dones espirituales solo son poseídos por cristianos. Si bien, tanto los talentos como los dones
espirituales deben ser usados para la gloria de Dios y para ministrar a otros,
los dones espirituales están enfocados en estas tareas fundamentalmente,
mientras que los talentos pueden ser usados enteramente para propósitos no
espirituales.
A una persona (sin importar su creencia en Dios o en
Cristo), le es dado un talento natural como resultado de una combinación
genética (algunos tienen una habilidad natural para la música, arte, o
matemáticas) y su medio ambiente (crecer en una familia musical lo ayudará a
uno a desarrollar un talento por la música), o, simplemente, porque Dios deseó
dotar a ciertos individuos con ciertos talentos.
Con respecto a los dones espirituales, estos son dados a los
creyentes por el Espíritu Santo al momento de poner su fe en Cristo para el
perdón de sus pecados. En ese momento el Espíritu Santo le otorga al nuevo
creyente el o los dones espirituales que Él desea que tenga.
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el
mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay
diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el
mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de
ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro,
dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro,
profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de
lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace
uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.[8]
Existe el profundo misterio de Dios caminando
individualmente con el hombre y, a la vez, con el pueblo del hombre. Es decir,
camina contigo y con tu pueblo, el pueblo de Dios, un pueblo dotado de todo don
espiritual.
Un Pueblo que desechando toda malicia, todo engaño,
hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desea, como niños recién
nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezca para
salvación. (…) Acercándose a él, piedra viva, desechada ciertamente por los
hombres, más para Dios escogida y preciosa.
Un pueblo que, como piedras vivas, se edifica como casa
espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables
a Dios por medio de Jesucristo. (…) Un pueblo que es un linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncie las
virtudes de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.[9]
Un pueblo solícito en guardar la unidad del Espíritu en el
vínculo de la paz; un cuerpo, y un
Espíritu, como fuimos también llamados en una misma esperanza de nuestra
vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es
sobre todos, y por todos, y en todos.
Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la
medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva
la cautividad, y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que
también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que
descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para
llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a
otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.[10]
El don del Padre se manifiesta en personalidades que, según
la gracia que nos es dada, sirven al propósito del Señor en la congregación
eclesiástica: si el de profecía, usado conforme a la medida de la fe; o si de
servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la
exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el
que hace misericordia, con alegría. Tanto como el don de hospitalidad, de
martirio o de celibato. Todos estos dones, entre otros, serán usados por el
Señor en concordancia con el regalo del Padre en nuestra personalidad.
Todo lo que recibimos es de Dios. Nuestro cuerpo, el aliento
de vida y nuestra personalidad son de Cristo y para Cristo, porque son dones
del Padre. Todo es de Dios. Toda gracia con la cual la vida es adornada, la
gracia que perdona el pecado; todo talento natural que poseemos, los dones que
ponemos al servicio de la iglesia, cualquier función que podamos desempeñar,
Dios lo dio, Dios lo hizo, es el don de Dios.
CAMINA CON DIOS SIRVIÉNDOLO
Cuando desarrollas una actividad que va de acuerdo con tu
formación personal y eclipsa los pensamientos de Dios en lo que haces, entonces
sentís la paz de hacer su voluntad que se traduce en un gozo procedente de
Dios. Esto no quiere decir que sea fácil, pero las dificultades, el cansancio y
las adversidades, se superan más fácilmente con el gozo que produce saber que
estas dentro del caminar con Cristo.
»No dejes que otro día se te vaya. Comienza a clarificar lo
que Dios quiere que hagas… y hazlo. Comienza evaluando tus dones y recursos.
Tómate un tiempo, mira honestamente en lo que eres bueno y en lo que no lo
eres. Haz una lista. Pregúntales a otras personas su opinión sincera. Diles que
estás buscando la verdad y no cumplidos.
Los dones espirituales y las habilidades naturales son
siempre confirmados por otros. Si piensas que has sido dotado para ser maestro
o cantante, y otra persona no está de acuerdo contigo, ¿Qué crees? Si quieres
saber si tienes el don de liderazgo, ¡pues mira sobre tus hombros! Si nadie te
sigue, no eres un líder.
¿Dónde he visto frutos en mi vida que otras personas puedan
confirmarlos? ¿En que he visto que soy exitoso? La mejor manera de descubrir
tus dones y habilidades es experimentando en las diferentes áreas de servicio.
Muchos libros llegan a descubrir este proceso al revés.
Enseña: Descubre tu don espiritual para que conozcas qué ministerio se supone
que tienes. Realmente esto opera de manera opuesta. Comienza sirviendo,
experimenta en diferentes ministerios y descubrirás tus dones.
Hasta que realmente no te involucres en el servicio, no
sabrás para qué eres bueno. Tienes docenas de habilidades y dones escondidos
que no sabes que lo tienes, porque nunca los has puesto a prueba. No trates de
encontrar tus dones antes de enrolarte a servir en algo. Simplemente, empieza a
servir ya.
Descubres tus dones involucrándote en el ministerio. Intenta
enseñar, dirigir, organizar, tocar un instrumento o trabajar con los jóvenes.
Hasta que no te involucres en el servicio, no sabrás para qué eres bueno. «[11]
Todo es de Cristo, por Cristo y para Cristo. Consagra tu
vida al Señor; eso es caminar con Dios agradándolo por medio de la fe.
Todo lo que eres; todo lo que tienes; toda tu fuerza y
vigor; todo tu futuro le pertenece al que murió por ti. Valora los dones dado
por el Padre. No entierres tu talento y bendice a tu congregación. Jesús
es tu galardón.
Noé miró e impactaron sus ojos. Y se llenó el aire de una
relación: Dios – hombre – naturaleza. La palabra pacto llenó mi mente. Pensé en
la visión de un profeta sobre mí. Pensé en el Arco Iris.
INSATISFACCIÓN
Comprendo tu insatisfacción, pero déjame decirte que Dios
también puede estar muchas veces insatisfecho. No te confundas. No sólo
nosotros sentimos esta sensación. Su satisfacción sólo puede ser suplida por
ti. Yo he intentado ser su contentamiento. Por el amor que tengo por mi Señor,
te lo suplico, ¡Satisfácelo!
Lo suyo no es una debilidad ni consecuencia de no saber
dónde ir o que hacer; es producto de un accionar ajeno. Es resultado de un amor
profundo que desilusionó. Es la insatisfacción del amor no correspondido.
Buscar lo merecido y encontrar lo contrario; dar amor y recibir odio;
entregarlo todo y encontrar la espalda y el beso traidor.
Dios no encontró mejor manera de explicar este descontento
que enviar al profeta Oseas a amar a una mujer amada de su compañero, aunque
adúltera, como el amor del Padre con los seres humanos, los cuales miran a
dioses ajenos, y aman la idolatría.
Isaías cantó un día un cántico de Dios. Quiero cantar con
vos la misma canción que nació en su corazón santo, es el cantar de mí Amado a
su viña. Dice que tenía el Señor una
viña en una ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de vides
escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella
un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres.
Ahora, juzguemos entre Dios y su viña. ¿Qué más podía hacer el
Señor a su viña, que no haya hecho en ella?
¿Cómo, esperando que diese uvas, ha dado uvas silvestres? (…)
Ciertamente su pueblo es la viña de Jehová de los ejércitos, son planta
deliciosa suya. Dios esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí
clamor.[12]
Un día, Jesús tuvo hambre. Vio una higuera y vino a ella, y
no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti
fruto. Y luego se secó la higuera.
El Mesías fue constituido heredero de todo, y por quien
asimismo hizo el universo; el cual, es el resplandor de su gloria, y la imagen
misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su
poder. Sin embargo, no encontró lo que merecía encontrar en su creación. En el
mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo
suyo vino, y los suyos no le recibieron.
¿Qué más podía hacer el Señor a su viña, que yo no haya
hecho en ella? ¡Indescriptible gracia de Dios! Porque a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni
de voluntad de varón, sino de Dios.
Cuando miras este mundo ¿Qué observas? ¿Estás satisfecho?
Mucha gente lo está. Pero no puede tu corazón estar tranquilo ante tanta maldad
que causa mucho dolor. No puede ni debe conformarse, aunque se intente
naturalizar lo malo, llamándolo bueno, y a lo bueno, llamándolo malo.
Hablar del mundo y su maldad me llevaría horas de
disertación. Ahora, cuando Jesús mira a la iglesia, la congregación de los
santos redimidos por su sangre, ¿Qué mira? ¿Qué busca, y qué encuentra en ella?
Dime, ¿Qué más puede hacer el Señor por ella, que ya no lo haya hecho? ¿Qué
merecemos?
¿Qué más puede hacer el Señor por la iglesia? ¿Qué pediría
yo a Dios que haga por ti? En medio de mi perversa generación, hallé gracia
ante los ojos de Dios. Te conceda el Señor la voluntad para consagrar tu vida,
tus ojos, tus pensamientos, y todo tu ser en obediencia a su Espíritu. Que
aunque veas lo que veas en medio de tu congregación, jamás aparte los ojos de
tu Salvador. Satisfácelo.
LA GRACIA TE SATISFACE
Dios no cambia, es el mimo de ayer, de hoy, y de siempre.
Miles de años atrás, el Señor vio que la maldad de los hombres era mucha en la
tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal. Y se arrepintió de haber hecho hombre en la tierra,
y le dolió en su corazón. Y dijo: --Raeré de sobre la faz de la tierra a los
hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las
aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho--.
Todos decían neciamente en su corazón: --No hay Dios--. Se
corrompieron, y hacían abominable maldad. Dios desde los cielos miró sobre los
hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que lo buscara. Cada
uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido; no había quien haga lo
bueno, no había ni aun uno.
¿Qué más podía hacer el Señor conmigo y mi generación? La
respuesta es una sola: Destruirla. Sin embargo, yo hallé gracia ante los ojos
de Dios y fui un canal por donde corrió su benevolencia para quienes quisieran
creer. Apenas siete personas se salvaron.
Tú eres el conducto por medio del cual corre la gracia de
Dios, eres el vaso donde el Señor depositó su misericordia, ¿Cuántos se
salvaran por tu testimonio?
Quiero definir a la gracia como el favor inmerecido, aquello
que se otorga sin mérito por parte del que lo recibe. También deseo
distinguirla de la Justicia y de la Misericordia. La justicia consiste en
recibir lo que se merece; la misericordia, en no recibir lo que se merece.
Justicia es lo decidido por Dios, juez justo, con mi
generación. Sociedad confiada que ignoró a su Creador. Desconoció las
advertencias que transmití de parte de mi Señor; se burló de mi pregón. Porque
en mis días estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta
el día en que entré en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se
los llevó a todos. No lo comprendieron porque nunca aceptaron el pensamiento de
Dios ni se rindieron a su voluntad; nunca reconocieron la maldad de sus actos y
sus pensamientos internos, los cuales eran sólo el mal. Corrupción,
maldad y violencia era el camino de los hombres.
Misericordia es lo que recibí al no recibir lo que merecía.
No merecía ser salvado. Dios lo sabe, y yo lo sé. Pero Dios me manifestó su
plan de salvación. Me ordenó construir un arca y no fui rebelde. Intenté
ser un varón justo. Pero soy consciente que no recibí lo que merecía, lo cual
es misericordia.
Más allá de la justicia y de la misericordia, hallé gracia
en Dios. Por lo tanto puedo decir como Pablo: Por la gracia de Dios soy lo que
soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que
todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.
Cuando una persona trabaja ocho horas al día y recibe un
pago justo por su tiempo, eso se llama salario. Cuando una persona compite con
otra y recibe un trofeo por su desempeño, eso es un premio. Cuando una persona
recibe un reconocimiento apropiado por sus muchos años de servicio y sus altos
logros, eso es un reconocimiento. Pero cuando una persona no es capaz de
ganarse un salario, ni de ganar un premio, y ni merece reconocimiento vemos un
cuadro del favor no merecido de Dios. Esto es lo que estoy tratando de decirte
cuando hablo de la gracia de Dios.
Cuando junto al Apóstol Pablo digo que su gracia no ha sido
en vano conmigo, me refiero a que no me aproveche de su amor. Adulterio y
manipulación es semejante en maldad y jamás lograran dar satisfacción. Sólo el
amor satisface. Intenté que mi camino sea diferente. Decidí caminar con Dios.
No me conforme al dicho popular que dice: lo hago porque todos lo hacen. No. Yo
no. Porque los caminos de este mundo no son mis caminos, porque no son los
caminos de Dios.
Mi amistad con el sistema pecador de este mundo sería enemistad
con mi Señor. No solamente eso, sería adulterio y me sobrevendría el clamor del
Apóstol Santiago: ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es
enemistad contra Dios? Cualquiera, pues,
que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que
la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos
anhela celosamente?[13]
Tomé una conducta de vida. Esa conducta está regida por amar
a Dios con todo mi corazón, y con toda mi alma, con toda mi mente, y con todas mis
fuerzas. Y a mí prójimo como a mí mismo. No es de mi autoría, le pertenece a
Jesús.
El amor es muy poderoso, un bien grandioso y completo. El
amor aligera toda carga, y suaviza los lugares ásperos. Aguanta cualquier cosa
difícil como si nada, y convierte la amargura en algo dulce y aceptable. Nada
es más dulce que el amor, nada es más fuerte, nada es más alto, nada es más ancho,
nada es más placentero, nada es más lleno y mejor en el cielo o en la tierra, pues
el amor es nacido de Dios.
El amor vuela, corre y brinca de gozo. Es gratis y sin
restricción. El amor no conoce límites, pero fervientemente trasciende toda
atadura. El amor no siente la carga, no toma crédito por su esfuerzo, e intenta
hacer cosas más allá de sus fuerzas. El amor no ve algo como imposible, pues se
siente capaz de lograr todas las cosas. Es extraño y efectivo, mientras que
aquellos que no lo tienen desmayan y fracasan. El amor no es inconstante ni
sentimental. Tampoco pone su empeño en vanidades, como flama viva y como
antorcha ardiente se mueve hacia arriba y con seguridad sobrepasa cualquier
obstáculo.[14]
Amor a Dios es llorar por su insatisfacción, y satisfacerlo
con mi propia vida. Mi conducta de vida es que él se sienta satisfecho conmigo.
Una vez más, te lo suplico, ¡Satisfácelo!
En cuanto a la salvación, es imposible alcanzarla con tus
propios méritos. La gracia salvífica te otorga la vida eterna, algo que
obviamente no mereces. Pero debido al amor y la ternura de Dios manifestadas en
Jesús crucificado, recibís la gran bendición de tu redención.
La gracia es el gran regalo aportado por Cristo e
inmerecidamente apropiado por ti. La gracia salvífica no requiere, y de hecho
descarta, todo mérito humano. Es debida a Dios y dada por él, debido a quién es
él, y no a quienes somos nosotros.
Pero me resisto al aprovechamiento de la gracia. No hay amor
en la manipulación. Cuando dos cónyuges encuentran un punto de debilidad o
necesidad en el otro y es usado para manipular, entonces el amor ha sido sofocado
y no gobierna o no se le permite gobernar la vida de aquella persona. Porque el
amor es todo lo contrario, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta. Todo lo da. El amor nunca deja de ser.
LA FE SATISFACE A DIOS
Pongo mi alma en esta declaración: Por la gracia de Dios soy
lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más
que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.
No te imaginas cuantas veces quise desmayar, pero su gracia
me confortó. Cuantas veces puse mi rostro como un pedernal; y callé, aun ante
lo justo; y soporté, porque su gracia me fortaleció. Si te contará de mis
lágrimas y mis desvelos, temo que veas en mí más de lo que debes ver. Sólo mira
mi fe.
Porque sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que él que se acerca a Dios crea que existe, y que es galardonador de
los que le buscan. Es fundamental para satisfacer a Cristo. La fe debe ser tu
respuesta a esta gracia.
Por esa fe, cuando fui advertido por Dios acerca de cosas
que aún no veía, con temor preparé el arca en que mi casa se salvase; y fue esa
fe la que condenó al mundo, y fui hecho heredero de la justicia que viene por
la fe.
Debes responder con fe a Dios en medio de tu insatisfacción.
Una respuesta que te haga trabajar con temor en la preparación de aquellas
cosas que aún no ves. Si tu insatisfacción es servir a Dios en un nivel
superior al actual, entonces eleva tu búsqueda, obediencia, entrega y
dedicación, porque de ello dependerá el temor y la fe manifiesta.
Si tu insatisfacción es por el alejamiento y la dureza de
tus familiares del Señor, o alguien en particular, entonces apunta en oración
al objetivo, siempre con acción de gracias por fe en la respuesta de Dios, y
por tener la seguridad de que esa es su voluntad.
Si tu insatisfacción es por las deudas u otro tipo material,
entonces vuelca toda tu ansiedad sobre Cristo, porque él tiene cuidado de ti.
Pero modera tus gastos y adora a Dios con tus bienes.
Yo sé lo que es trabajar sin ver. No saber de qué me hablaba
el Señor cuando me decía la palabra: diluvio. Construí un arca en medio de un
desierto. Enclavada en tierra seca y pregonando las roturas de todas las
fuentes del grande abismo, y la abertura de las cataratas de los cielos, en
medio de la sequedad. En medio de las burlas; clavo tras clavos; sosteniendo a
mi familia y alentándola a creer. Ser el loco de mi tiempo, sólo por mi fe.
Comprendo tu insatisfacción, pero más te comprende Jesús. Él
también estuvo muchas veces insatisfecho. Te repito, no te confundas. No sólo
nosotros sentimos esta sensación. Su satisfacción sólo puede ser suplida por
ti. En que seas un siervo fiel, en lo poco, y en lo mucho. No por vos, por
Cristo. Que al mirarte sienta que tú eres su satisfacción; se alegrará
haciéndote bien, se gozara en ti, y callará de amor.
¿Puedes pensar en la insatisfacción de Dios al ver tu tiempo
y tu generación? Así fue en todos los tiempos. En mis tiempos miró y me
encontró a mí, y su gracia no fue en vano. Yo he intentado ser su
contentamiento.
En los tiempos de Cristo obtuvo la mayor, superior y suprema
satisfacción, no comparable con nada ni nadie. Dios miró a Jesús y no pudo
contener su felicidad y testificó desde el cielo, diciendo: --Este es mi Hijo
amado, en quien tengo complacencia--. Otra vez: --Tú eres mi Hijo amado; en ti
tengo contentamiento--. Una vez más: --Este es mi Hijo amado; a él oíd--.
Hoy, en tu tiempo, Dios te mira y quiere mirar fe. Por el
amor que tengo por mi Señor, te lo suplico, satisfácelo.
MIRA LA SEÑAL DEL PACTO
El Señor está buscando un vaso donde derramar su favor
inmerecido. Dios quiere depositarla en ti como lo hizo conmigo. Un vaso que
abarque generaciones; volcando su gracia a tus hijos y a los hijos de tus hijos,
hasta la consumación final de la confianza que el Señor depositó en ti al
llamarte a su servicio.
Sin duda, la gracia de Dios estuvo sobre mi vida. Por ella, fui
hecho por Dios un vaso de su misericordia. No sólo poseía la gracia de Dios,
sino que era portador de ésta; y ofrecí, en mi integridad y fe, gracia del
Señor al que quisiera aceptarla. Sólo tenían que imitar mi obediencia y
construir el arca.
Dios me hizo un miembro de su consejo comunicándome su
decisión de destruir por agua aquel mundo. Me instruyó en cómo construir un
arca en la cual sería salvo de su ira, tanto yo como mi casa, incluidos los
animales. Luego llovió sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; aquel
día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los
cielos fueron abiertas; y Jehová cerró la puerta del Arca.
Y las aguas crecieron, y alzaron el arca, y se elevó sobre
la tierra. Y subieron las aguas y crecieron en gran manera; y flotaba el arca
sobre la superficie de las aguas. Y todos los montes altos que había debajo de
todos los cielos, fueron cubiertos. Y murió toda carne que se mueve sobre la
tierra, así de aves como de ganado y de bestias, y de todo reptil que se
arrastra sobre la tierra, y todo hombre. Todo lo que tenía aliento de espíritu
de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió.
Imposible es que puedas siquiera imaginar ese espectáculo.
Me dolía el corazón con apenas pensar en los días antes del diluvio, y en tantos
rostros que no vería más. Todo alrededor era agua. Pero se acordó Dios de mí, y
de todos los animales, y de todas las bestias que estaban conmigo en el arca; e
hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas. Y se
cerraron las fuentes del abismo y las cataratas de los cielos; y la lluvia fue
detenida. Y las aguas decrecieron gradualmente de sobre la tierra; y se
retiraron al cabo de ciento cincuenta días.
Un día se secó la tierra. A la orden de Dios salimos del
arca, y edifiqué un altar a Jehová, y tomé de todo animal limpio y de toda ave
limpia, y ofrecí holocausto en el altar. Y percibió Dios olor grato; y dijo en
su corazón: --No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque
el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a
destruir todo ser viviente, como he hecho--.
Entonces estableció el Creador un pacto conmigo, y con mis
descendientes después de mí; y con todo ser viviente que estaba conmigo; aves,
animales y toda bestia de la tierra, desde todos los que salieron del arca
hasta todo animal de la tierra. Que no exterminaría ya más toda carne con aguas
de diluvio, ni habría más diluvio para destruir la tierra.
Y dijo Dios: --Esta es la señal del pacto que yo establezco
entre mí y vosotros, y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos
perpetuos: Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto
entre mí y la tierra. Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra,
se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me acordaré del pacto mío, que
hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más
diluvio de aguas para destruir toda carne. Estará el arco en las nubes, y lo
veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda
carne que hay sobre la tierra--.
Percibió Dios olor grato, el agradable bálsamo de la
adoración sacrificial, y respondió con un pacto eterno. Percibió el mismo aroma
de la ofrenda de Abel. El holocausto de Jesús por el pecado del mundo llegó
hasta él, y se compungió de corazón. Cristo es el perfume del amor
sacrificial de la Divinidad.
El amor se manifiesta en hechos sacrificiales, siempre que
queremos demostrar que amamos debemos renunciar a lo propio para dar. La
Divinidad no tenía otra manera de demostrar su amor por nosotros que no sea
dando lo más sacrificial, a su Hijo Unigénito para que creyendo en él tengamos
vida eterna.
Ven. Te enseñaré a edificar un altar. Pon las piedras en su
lugar y acomoda la leña, toma, ahora, tu ofrenda. ¿Cuál es el
sacrificio agradecido por su amor? Tu vida es un frasco de alabastro con
perfume de nardo puro de mucho precio ¡No lo desperdicies! Derrámalo en ofrenda
al servicio del Señor; riega con lágrimas sus pies y enjuágalos con tu
humillación; bésalos, y todo tu ser será un ungüento derramado de sacrificio.
Adórale.
Dios me enseño ese día que es un Dios de pacto. Fui
protagonista y receptor del primer pacto bíblico, sombra del supremo
manifestado en el Monte Calvario. Allí mira Dios la cruz de Cristo y se acuerda
del pacto sellado con la sangre de Jesús. Yo miró el arco en los cielos y me
acuerdo que un día, el Señor hizo un pacto conmigo y mis descendientes.
¿Y tú? ¿Qué miras al mirar los cielos? Nunca estarán vacíos
para vos. Así te dice el Señor, Dios Todopoderoso: --Porque esto me será como
en los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre
la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. Porque los
montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi
misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene
misericordia de ti--.
Mira los cielos; ellos están abiertos para vos, y tus hijos,
y los hijos de tus hijos, hasta incontables generaciones. Un Arco Iris nace en
un hombro tuyo y termina en el otro cruzando tus lomos; manifiesta el pacto de
paz de Dios contigo que jamás se quebrantará.
La mujer se levantó y todos centraron sus ojos en ella.
Descubrí en el silencio reinante la imagen de una madre. Princesa. Señora de
muchedumbres, de naciones; reyes de pueblos salieron de ella.
El respeto y la atención cuando se habla se consiguen detrás de una fe que dice algo.
El respeto y la atención cuando se habla se consiguen detrás de una fe que dice algo.
LOS ATAJOS MENTALES
La insatisfacción de no producir lo que tú mismo, tu familia,
amigos, conocidos, o el mundo con todos sus condicionantes culturales e
históricos esperan de ti, pueden hacerte equivocar.
Los estándares dominantes en cada tiempo es el mayor peso en
tu mochila para poder accionar en fe. Intentan equivocarte en el camino. Te
ofrecen acortamientos rápidos y fáciles, tanto del esfuerzo como del tiempo. Plantean
salidas instantáneas para que ingreses en el molde que ellos mismos han
impuesto, y del cual son esclavos.
Hay parámetros seculares que van determinando la meta en
diferentes búsquedas. Según los tiempos y los patrones sociales y culturales,
los esquemas mentales populares van cambiando y naturalizando conceptos e
ideas. No sabemos cómo, pero somos amoldados a esa manera de pensar y objetivar
el logro. Intentan unificar en un sólo criterio, y quienes no encajan en lo
determinado son incluidos en diferentes estereotipos sociales. Lo religioso es
motor y socio permanente en este tipo de juicio social.
En la vida de Job, la posición religiosa y popular, de la
cual sus parientes, amigos y paisanos eran parte, interpretó sus desventuras
como castigo divino por grandes pecados. Su esposa aceptó la opinión común y lo
instó a acelerar el fin inevitable maldiciendo a Dios. Luego, Job fue visitado
por tres amigos, Elifaz, Bildad y Sofar, también sabios ellos, ricos y
poderosos, como lo había sido él. Cuando vieron sus penurias compartieron la valoración
popular. Las expresiones de dolor de Job provocaron una larga y vehemente
discusión que terminó con la intervención de un hombre más joven, Eliú.
Al final del libro, Dios interviene y dirige sus palabras a
Elifaz, porque él había sido el más delantero de los tres amigos; los discursos
de los otros no eran sino eco de los de él. El Señor hizo hincapié en que ellos
no habían hablado de él lo recto, como su siervo Job. El discurso de los amigos
estaba fundamentado en los estándares dominantes de la época al asegurar que las
calamidades siempre prueban la culpa particular.
Cuando todos alrededor lo logran y tú no, y ves levantarse
las murallas y ceñirse las coronas, pero tus muros son invisibles y tu frente
sólo ciñe esperanza. Y no puedes dar a tu Señor lo que deseas, simplemente
porque sufres dolores de parto pero das a luz nada. Entones, la fe lucha con la
desesperación del tiempo. El camino se hace largo y los senderos son muchos. Te
aborda y fascina la idea de llegar antes por un atajo a la promesa, pero si
conoces a Dios comprenderás que él no obra así.
Los senderos no son otra cosa que una trampa trabajada en tu
mente, utilizando la sutil mentira del príncipe de este mundo y sus armas
seculares. Pero tú, aunque andas en la carne, no militas según la carne; porque
las armas de tu milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta
contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo.
Todas las cosas son puras para los puros, más para los
corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia
están corrompidas. No debes andar como los que no conocen a Dios, o aquellos
que conociéndolo, aun así, andan en la vanidad de su mente, teniendo el
entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en
ellos hay, por la dureza de su corazón. Despójate del viejo hombre que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renuévate en el espíritu de tu
mente; vistiéndote del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad.
Deja que el Espíritu Santo de Dios renueve tu mente. Abandona
la falsa percepción del mundo en cuanto a ser un ganador. Entiende que muchas
veces perder es ganar. Comprende el valor de la inversión, pero con visión de
los tiempos eternos. Lo que es perder la vida para salvarla. Dejarlo todo para
ganar a Cristo. Conviértete en un especializado mercader que cuando ve una
perla preciosa reconoce su valor, por sobre cualquier otra perla; y lo vende
todo para comprarla porque sabe que es la mejor de todas las perlas habidas y
por haber. Sabe diferenciar un tesoro cuando lo encuentra, y da todo por
conservarlo.
Tu llamado es tu mejor tesoro. No lo que ven tus ojos, sino
la promesa de Dios, aunque aún no lo veas totalmente cumplida. Obedecer a Jesús
es tu ofrenda más preciada; y ser hallado fiel el día de su venida, la más
profunda adoración.
En cuanto a mí, nací estéril. No lo sabía. Un día, cuando
llegó el precioso momento de dar a luz para mi señor, descubrí que el intento
humano es vano cuando el Creador no da su gracia. Y lo intenté muchas veces, en
cada intento decía: --Hoy será--. Pero la desilusión era la respuesta.
¿Cómo miraría a los ojos a Abraham? ¿Cuáles palabras explicarían
que no pueda darle un hijo? ¿Con qué fuerzas soportaría mirar a los herederos y
no al propio? La ausencia jugaba en mi tienda y la privación se adueñaba de mis
caricias y mis besos. Sobre todo, me pesaba la terrible mochila de la creencia
religiosa y popular sobre la esterilidad.
Hay tantas cosas que podemos hacer por nuestros medios, y
tantas otras que no serán satisfechas por el accionar humano. Que no me hubiera
comprado mi esposo por verme feliz. Elcana decía a Ana: --¿Por qué lloras? ¿Por
qué no comes? ¿Y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez
hijos?--. No comprendía, jamás podría ser lo que no es.
Hay insatisfacciones que nadie los puede suplir por más
buena intención que tengan. Aunque la obra de Dios llene los cielos y la
tierra, si tú no haces la parte que te corresponde, tu insatisfacción seguirá
contigo. Es mala la envidia. Es un sentimiento que no quiero albergar ni tú debes
hacerlo tampoco. Deseo el crecimiento de los demás, quiero que den hijos, ¡Sólo
lloraba por tener el mío!
Elisabeth se recluyó en casa por cinco meses, luego de
quedar embarazada por milagro de Dios, diciendo: --Así ha hecho conmigo el
Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres--. Dijo
esto porque en mis tiempos se consideraban la esterilidad como señal de
desaprobación divina; era, por tanto, motivo de desprecio, solía mirarse como
oprobio y pena de algún pecado oculto.
Yo conozco esas miradas. ¿Qué pensarían de mí? ¿Con qué me
presentaría delante de los príncipes si mis pechos estaban secos, y el regazo
de mi señor vacío? ¿Cuáles serían sus comentarios ocultos?
Tú no pienses así. Si jamás fueron estériles pueden que
murmuren, pero si tienen conciencia y notan la diferencia entre el obrar humano
y el divino, callaran en temor reverente.
Agar fue un atajo para mí. Un triste sendero que me sacó del
camino seguro, largo pero verdadero. Me dio satisfacción pasajera, efímera, y
luego remordimiento y pesar. Por ese motivo, entremos por la puerta estrecha; porque
ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos
son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino
que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. No busques lo fácil, ni
siquiera por Dios; no sirve la buena voluntad humana, sino hacer su voluntad
divina.
Un día, Dios hizo un pacto con Abram cambiando su nombre por
Abraham, diciéndole que le había puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y a
mí también me cambió la manera de llamarme, no sería llamada nunca más Sarai,
sino Sara, porque sería bendecida, y daría a luz un hijo; sí, me bendeciría, y vendría
a ser madre de naciones; reyes de pueblos saldrían de mí.
¿Cuál fue la reacción de Abraham? Se postró sobre su rostro,
y se rió, y dijo en su corazón: --¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y
Sara, ya de noventa años, ha de concebir?--
Después, se apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando mi
señor sentado a la puerta de nuestra tienda en el calor del día. Y alzó sus
ojos Abraham y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando
los vio, salió corriendo de la puerta de la tienda a recibirlos, y se postró en
tierra, y dijo: --Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que
no pases de tu siervo--. Ellos accedieron.
Entonces Abraham fue de prisa a la tienda, y me dijo: --Toma
pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos debajo del
rescoldo--. Luego corrió a las vacas, y agarró un becerro tierno y bueno, y lo
dio al criado, y éste se dio prisa a prepararlo. Tomó también mantequilla y
leche, y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos; y él se
estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron.
Y le dijeron: --¿Dónde está Sara tu mujer?-- Y él respondió:
--Aquí en la tienda--. Entonces dijo: --De cierto volveré a ti; y según el
tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo--. Y yo escuchaba a
la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. Y me reí de Dios, diciendo: --¿Después
que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?--. (Recordatorio:
Abraham también se rió anteriormente).
Entonces, Dios decidió llevarme a Gerar.
Gerar me enseñó a no reírme de las promesa de Dios, sino a reír
con Dios y con todos los que oyeren lo que mi Señor hizo conmigo.
Quizás, en tu caminar con Cristo, has llegado a Gerar y te
tocó pasar la noche allí. A lo mejor es el momento en que debes aprender a reír
con Dios.
INSEGURIDAD
Gerar significa: lugar inseguro. También: Peregrinación, combate,
círculo o recipiente circular.
Es una de las llamadas “ciudad en tierra de los
filisteos” que en mis tiempos se hallaba situada al sur de Gaza y en la
frontera con Egipto. No es buen lugar para residir. Es inseguro y no logramos
hacer pasos firmes. Allí peregrinamos, combatimos y damos vueltas como en un
círculo. En aquel lugar pasé noches. Allí conocí a Dios de manera diferente y
personal. Jamás me olvidaré de mi Dios, el Dios que se manifestó en medio de mi
inseguridad.
Mi noche en Gerar fue aquella en la que perdí todo lo que
era la seguridad de mi vida.
En Egipto, mi esposo me pidió que hiciéramos pacto de que
donde quiera que vayamos, yo diría que es mi hermano, (en realidad medio
hermano). Le fue bien a Abram por esta causa; y tuvo ovejas, vacas, siervos,
criadas, asnas y camellos. Faraón me llevó a su casa y la intervención de Dios
me ayudó.
No aprendimos, y el pacto siguió en pie. Aquí en Gerar,
Abraham me pidió no declarar que era su mujer y no me pareció mal. Pero Gerar
era tan peligroso como Egipto, aunque nada como el mentir deliberadamente.
El temor a la gente entre quienes nos hallábamos tentó a mi
esposo a hacer uso de nuestro pacto de engañar. Fue un engaño, deliberado y
premeditado; no hubo ninguna presión repentina sobre Abraham; un acto de
desconfianza en Dios, sorprendente de todas maneras, y capaz de producir
efectos desastrosos entre los paganos cuyas tendencias perversas no tardaron en
manifestarse.
Los reyes orientales por muchos siglos han reclamado el
privilegio de llevar a su harén cualquier mujer soltera que les guste. El padre
o hermano podrá lamentar tal acto como una calamidad, pero nunca se hace
resistencia ni se discute el supuesto derecho real. Y Abimelec rey de Gerar
envió y me tomó para hacerme suya.
Ahora, que estábamos en medio de presión, esas
circunstancias me ayudaron a comprender ¡Qué difícil es percibir y saber los
caminos que puede tomar un hombre atemorizado! ¿Cómo podemos saber el accionar,
y a dónde nos llevará éste, cuando estamos bajo presión? ¿Qué es capaz de hacer
el otro, y cuál nuestro compromiso bajo peligro?
Cuando buscas por los rincones y no encuentras a nadie, y la
amistad y las palabras de consuelo desaparecen, entonces preguntas: ¿Quién será
por mí?
Me parece ver a los discípulos de Cristo corriendo entre los
arboles del Jardín de Getsemaní, asustados y confusos, abandonando a su
maestro; a Pedro calentándose del frio y gritando bajo maldición no conocerlo.
Al hermano entregando a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos levantándose
contra los padres, haciéndolos morir. ¿Qué harías tú bajo presión de muerte?
¿Qué haría yo? No sé. Entonces, intentó no juzgar. Solamente cierro mis ojos y
percibo como avanza la noche en Gerar.
¿Cómo podía negarme? ¿Me escucharía mi esposo? ¿Pensaría en
mí? Quizás te sea difícil comprender, pero no sería dificultoso si viviéramos
la misma época y el mismo contexto social y cultural. Sabía, al ver la guardia
del rey Abimelec que venía para tomarme y llevarme a él, que mis noches en
Gerar serían inseguras e insatisfechas.
Las noches en Gerar son aquellas en que Dios quita de tu
alrededor todo lo que te gratifica. Es la noche de la inseguridad, de las
vueltas en círculo como Israel en el desierto.
No sé cuáles fueron tus satisfacciones lejos de esta ciudad
en tierra de los filisteos. Quizás fueron tus estudios, y ya no; tal vez tu
trabajo o tus seres queridos. A lo mejor una amistad que parecía inquebrantable
y hoy, por muy poco se remató en el altar de la traición. La desilusión del
amor humano. La venganza y la falta de perdón ante tus errores de quienes
parecían incondicionales. Su ausencia cuando más lo necesitas. No lo sé.
A veces, el Señor quita todo aquello que nos da seguridad y
pone sus insatisfacciones. Te trata como a Abraham en Egipto, para que no te
conformes a su comodidad y sigas el camino trazado una vez en Ur de los
caldeos. Para que no te satisfagas con lo pasajero y observes lo eterno; para
que comprendas que él, sólo él, te ama incondicional y eternamente.
Aquella noche no pude dormir. Perfumada y preparada para ser
violada, espere que mi apropiador viniera por mí. No aguarde a Abraham. Él no
vendría. Armaría a sus criados, los trescientos dieciocho o más por su sobrino
Lot, pero no por mí, y lo comprendo, aquí en Gerar sería suicidio. Entonces,
¿Qué esperar? ¿En quién esperar? ¿Quién o qué sería hoy mi seguridad?
Cierra tus ojos conmigo, y repite:
De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. Señor, oye mi voz; estén
atentos tus oídos a la voz de mi súplica. Dios, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas
reverenciado.
Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he
esperado. Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a la mañana, más que
los vigilantes a la mañana.
Espere Israel a Jehová, porque en Jehová hay misericordia, y
abundante redención con él; y él redimirá a Israel de todos sus pecados.[15]
EN GERAR NO VALE LA FE AJENA
La fe de Abraham fue siempre la estrella de nuestra historia
de vida. Su relación con Dios nos guió siempre y acepté lo que mi esposo decía
era su dictado. Esta noche es una noche sin estrella. No es su fe la que me va
a salvar.
En Gerar no sirve para mucho la fe de tu madre o tu padre, ni de tu conyugue o tu pastor. Por una simple razón, no están. Te encuentras solo. No hay profetas ni predicadores. No está Moisés para hablar con Dios ni Abraham para que diga que dice el Señor.
Gerar son aquellas situaciones que nos transportan a una
lejanía espiritual, emocional y a veces, como en mi caso, físicas. Son esos
lugares distantes de todo y de todos. Donde los silencios son patentes y los
abismos profundos. Las sombras invaden y asustan los espectros del valle de
sombra de muerte. En el cual los sueños se desvanecen y no queda un motivo
significativo para seguir creyendo. El silencio tiene voces y los vientos traen
peregrinos mensajes para un lejano destinatario con un incierto remitente.
Gerar es soledad, sana soledad de Dios. Entre sus sombras
sobreviven las experiencias espirituales de tantos escogidos que pasaron por
ella. Cada uno con una intención diferente, con aciertos y errores, con
batallas personales y congregacionales; hombres y mujeres derribando fortalezas,
y aprendiendo.
Es el lugar donde podemos encontrarnos con nosotros mismo. A
solas con nuestros defectos y debilidades, con nuestros desafíos y terrores.
Donde los demás son parte distante y presente graficando en nuestros
pensamientos, todo aquello en lo cual debemos cambiar, y nunca lo lograremos
por nuestros propios medios. Las miserias y los tesoros personales salen a la
luz, y somos responsables de verlos o no.
Es el lugar donde puedes encontrarte con Dios. Porque la gracia del Señor es la que te llevó a Gerar; te atrae con lazos de amor y
te dice. --¡No desesperes! He aquí que yo te atraje y te llevé al desierto, para
hablar a tu corazón. Yo te conocí en el desierto,
en tierra seca--.[16]
Te atrajo a Gerar con el
fin de sacarte de en medio del ruido aturdidor de los afanes cotidianos, y tus
vanos esfuerzos por agradarlo mediante tus propios méritos. Cristo está en tu
desierto, amándote. Porque tú eres la porción de Dios; eres la
heredad que le tocó.
Te halló en tierra de desierto, y en
yermo de horrible soledad; te trajo alrededor, te instruyó, te guardó como a la
niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus
pollos, extiende sus alas, los toma, y los lleva sobre sus plumas. Así, Dios revolotea
alrededor tuyo y extiende, todo el día, hacía ti sus manos, te toma de tu
diestra y te dice: --No temas, yo te ayudo--. Te lleva bajo su protección al
cumplimiento de sus propósitos con tu vida, familia y ministerio. Míralo. Allí
está, en Gerar, amándote, supliendo y actuando como el autor y consumador de la
fe.[17]
Te va a sorprender ver cómo puede surgir
la fe en medio de las crisis. Gerar puede ser para ti la noche más oscura o
puedes dejar que tu fe ilumine todo a tu alrededor.
Las horas eran largas. Pensé en aquel Dios del cual me reí.
Era el Dios de Abraham que me hablaba del tiempo de la vida y de que yo daría a
luz un hijo. Mi reloj marcaba que era tarde. Mi tiempo había pasado. ¿Después
que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?
En aquella circunstancia me reí del Señor porque me hablaba
de milagros. Me platicaba de imposibles hechos realidad, de fe. Mi reloj decía:
--La hora está avanzada--. El de Dios indicaba: --¿Hay para mí alguna cosa
difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, tendrás
un hijo--.
Esta no es una noche para la risa. Pero si una oportunidad
para ejercer mi propia fe. Comprendí que Abraham y su fe no estarían para
librarme, ni para hablar y buscar respuesta en Dios. Sólo mi oración y mi fe me
pueden salvar:
--Ten compasión de mí, oh Dios, pues hay gente que me
persigue. Todo el día me atacan mis opresores, todo el día me persiguen mis
adversarios; son muchos los arrogantes que me atacan. Cuando siento miedo,
pongo en ti mi confianza. Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y
no siento miedo. ¿Qué puede hacerme un simple mortal?
Todo el día tuercen mis palabras; siempre están pensando
hacerme mal. Conspiran, se mantienen al acecho; ansiosos por quitarme la vida,
vigilan todo lo que hago.
¡En tu enojo, Dios mío, humilla a esos pueblos! ¡De ningún
modo los dejes escapar!
Toma en cuenta mis lamentos; registra mi llanto en tu libro.
¿Acaso no lo tienes anotado? Cuando yo te pida ayuda, huirán mis enemigos. Una
cosa sé: ¡Dios está de mi parte! Confío en Dios y alabo su palabra; confío en
el Señor y alabo su palabra; confío en Dios y no siento miedo. ¿Qué puede
hacerme un simple mortal?
He hecho votos delante de ti, oh Dios, y te presentaré mis
ofrendas de gratitud. Tú, oh Dios, me has librado de tropiezos, me has librado
de la muerte, para que siempre, en tu presencia, camine en la luz de la vida--.[18]
En Gerar, Dios se convirtió en mi Dios personal. Isaac no
nació por la fe de Abraham. Dios cumplió su promesa por mi fe. Por esta
fe, que aun siendo estéril, me permitió recibir fuerza para concebir; y di a
luz aun fuera del tiempo de mi edad. Porque en la noche de Gerar creí que Dios
era fiel para hacer lo que había prometido. Que nada es difícil para él. Y de
ese uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en
multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
En Gerar aprendí mi más grande e impresionante lesión,
entendí que Dios es fiel. En Gerar engendre fe y di a luz milagros. Puse en
sincronización mi reloj con el reloj de Dios; desde ese día el tiempo no me atemorizo
más. El Señor Jesús puede hacer en un segundo lo que nosotros no lograremos en
toda una vida. Aprendí que él es Señor del espacio y del tiempo.
APRENDE A REÍR CON JESÚS
En aquella noche, Dios vino a Abimelec en sueños, y le dijo: --He
aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con
marido--.
Pero Abimelec no se había llegado a mí, y dijo: --Señor, ¿matarás
también al inocente? ¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi
hermano? Con sencillez de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto--.
Y le dijo Dios en sueños: --Yo también sé que con integridad
de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así
no te permití que la tocases. Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido;
porque es profeta, y orará por ti, y vivirás.
Y si no la devolvieres, sabe que de cierto morirás tú, y todos los tuyos--.
¡Cuántas misericordias de mi Señor! Si las pongo en balanza
pesarían más que todas las arenas del mar. Me gozaré y alegraré en su
misericordia, porque ha visto mi aflicción; ha conocido mi alma en las
angustias. No me entregó en mano perversa. Porque se movió en medio de la
oscuridad de mi noche. Me guardó del mal destino determinado para mí. Ahora
comprendo, lo que no pasó es porque Jesús decidió que no pase.
¿Cuántas cosas pueden suceder en una noche en Gerar?
En aquella vigilia, mi Dios cerró las matrices de todas las
mujeres de aquel reino. Entonces comprendí: Jesús es el
Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David; es quien abre y ninguno
cierra, y cierra y ninguno abre. Si Dios tiene poder para cerrar las matrices y
que ninguno pueda abrirla, también tiene el poder para abrir mi matriz y
cumplir su promesa.
Cuando amaneció en Gerar, porque siempre amanece, Dios me
visitó. No culpé a Abraham, lo comprendí. Luego de aquella experiencia en Gerar
tuve noches con mi esposo y concebí un hijo, porque fiel es Dios quien lo
prometió. Todo por mi fe. Una fe que no la conseguí en ningún seminario. No fui
a grandes campañas ni a congresos renombrados. Viví mi noche en Gerar y fue
suficiente para mí.
Si estás en un lugar inseguro que es como un círculo donde
das vuelta y vuelta, sin llegar a ningún lado. Si tienes la promesa y el diablo
pone delante de ti mil atajos seductores, que pretenden aliviar tu carga y
acortar los tiempos. Por amor a Jesús te lo pido, espera en Dios. Fiel es quien
prometió.
Pasa tu noche en Gerar. No tengas miedo. No culpes a nadie.
No te desesperes. Escucha. El Espíritu Santo te hablará en esta noche larga y
oscura, será tu consuelo y fortaleza, tu pronto auxilio en tus tribulaciones.
No habrá improductivos en la tierra de nuestro Señor. Dios levanta del polvo al
pobre; y al menesteroso alza del muladar, para hacerlo sentar con los
príncipes, con los príncipes de su pueblo. El hace habitar en familia a la
estéril, que se goza en ser madre de hijos. Aleluya.
Regocíjate conmigo, tú que no das a luz; levanta canción y
da voces de júbilo. Tú que nunca estuviste de parto. Ensancha el sitio de tu
tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa;
alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano
derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará
las ciudades asoladas. No temas, pues no serás confundido; y no te avergüences,
porque no serás afrentado, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu
juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria.
Sabes una cosa, Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo
oyere, se reirá conmigo. ¿Quién dijera a Abraham que Sara habría de dar de
mamar a hijos? Pues le he dado un hijo
en su vejez. Aprendí a reír con Dios y no de Dios.
En la madrugada de Gerar, cuando salga el sol y el lucero de
la mañana brille, Dios te demostrará que nada es difícil para él. Te mostrará
su buen humor; y reirá con vos.
Ríete con Dios. Es mejor reírse con y no de él y, menos, que
él se ría de nosotros. Porque un día, el que mora en los cielos se reirá; el
Señor ridiculizará a los que no creen. Yo publicaré el decreto; ha dicho
Jehová:
--Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las
naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra--.
Un día, Dios se reirá de los que no han creído en el
cumplimiento de todas las cosas que de Jesús están escritas, quitándolo del
madero, lo pusieron en el sepulcro. Más Dios le levantó de los muertos. Es el
Evangelio anunciado, el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres,
la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús.
Dios se reirá de los que no creen en ti. Cuando Dios haga
contigo lo que ha dicho, entonces serás como los que sueñan. Entonces tu boca
se llenará de risa, y tu lengua de alabanza; en aquel tiempo dirán entre las
naciones: --Grandes cosas ha hecho el Espíritu Santo con éste--. Grandes cosas
ha hecho Jesús con nosotros; estaremos alegres. El que con lágrimas siembra, con
regocijo cosecha. El que llorando esparce la semilla, cantando recoge sus
gavillas.
Ríete con Dios y deléitate en su buen humor.
¿Qué respondería yo al mensajero de la reina airada y de corazón endurecido, que juraba venganza por sus sacerdotes muertos? ¿Claudicaría hoy entre dos pensamientos?
Claudicar entre dos pensamientos es gravitar titubeando entre la confianza y la incredulidad; entonces eres semejante a la onda de la mar; llevado por fuerza exterior que puede ser todo viento de doctrina, ideologías seculares o estructuras de pensamiento que se levantan en contra del conocimiento de Dios y de Cristo. O por una fuerza interior, como dice Hengel, tu propia inestabilidad. Ya echado sobre la ribera de la fe y la esperanza; ya arrollado al abismo de la incredulidad; una vez, elevado a la cima del orgullo mundano, otra, arrojado a la arena de la desesperación y aflicción.
Cierro mis ojos y se llena mi mente con las palabras de
Josué desafiando a Israel a no divagar en doble ánimo:
--Si mal os parece servir a
Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron
vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los
amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová--.
En cuanto a mí, tuve miedo y huí para salvar mi vida. El
milagro en el Monte Carmelo no solucionó milagrosamente mis problemas de la fe.
Observa el mapa de mis huidas: Atravesé de norte a sur los
dos reinos de Israel y de Judá. El monte Carmelo dista 250 kilómetros de Beerseba
y es el último pueblo antes del desierto, en el sur de Judá. Yo iba solamente a
la entrada del desierto para ponerme a salvo, pero Dios me llevó mucho más
allá. Caminé cuarenta días y cuarenta noches al encuentro de mi Señor. Jesús
mismo fue al desierto como una prueba necesaria, y nosotros también necesitamos
en ciertos momentos ir al desierto, o que Dios, a la fuerza, nos ponga en el
desierto, es decir, a solas con nuestra pobreza, para saber mejor cuánta falta
nos hace él.
Mi camino solitario anuncia el itinerario que habrán de
emprender los que buscan a Dios y su voluntad santa. Por más que necesitemos el
apoyo del cónyuge, de los compañeros, de la Iglesia, cada uno sigue su propio
camino, y encuentra a Dios a solas.
PURIFICA TU CORAZÓN
El desierto era intenso. Sus sombras se transfiguraban en mi
mente y sentía la terrible persecución de mis pensamientos. Pero, ¿Eran mis
especulaciones irreales y producto de mi estado de ánimo? No. Eran muy reales,
y tenían un nombre: Jezabel.
Entré a Jezreel lleno de esperanza. La visión del pueblo
postrado y adorando a viva voz aún resonaba en mi cabeza. ¡Jehová es el Dios,
Jehová es el Dios! era un eco en mi interior. Ahora no tenía la vida que tuve
en el monte Carmelo. También había una escondida respuesta llegada con el
fuego: Yo era su siervo.
A veces, tanta exaltación es desfavorable cuando el corazón
tiene debilidad de ánimo. Jamás divagaría en mi fe por Dios y su poder ante los
dioses paganos, pero en medio de una fuerte persecución me sentí y quise morir.
Sin dudas, soy un hombre sujeto a pasiones semejantes a las tuyas,
pero, sin embargo, oré fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre
la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oré, y el cielo dio lluvia, y
la tierra produjo su fruto. Entonces, ¿Qué es imposible para ti? ¿Cuál es el
misterio de los espacios y los tiempos que Dios no quiera revelarte? Sólo
mantén firme y sin fluctuar la profesión de tu esperanza, porque
fiel es el que prometió.
El monte Carmelo es un promontorio escarpado, que se
extiende desde la costa oeste de Palestina, a la bahía de Acre, por varios
kilómetros, hacia el este, hasta las colinas centrales de Samaria. Me di cuenta
que ningún lugar podría haber sido mejor para que los millares de Israel estuvieran
de pie sobre aquellos declives. En ese lugar la roca se levanta casi como una
muralla perpendicular de más de 200 pies de altura, al lado del valle de
Esdraelón. Esta muralla hacía visible la prueba por toda la llanura, y por las
alturas de alrededor, donde estaban las multitudes mirando.
Todos me divisaban y yo podía observarlos casi a los ojos.
Acercándome a todo el pueblo, les dije: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros
entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de
él. Y el pueblo no me respondió palabra.
¿Qué respondería yo al mensaje de la reina airada y de
corazón endurecido, que juraba venganza por sus sacerdotes muertos?
¿Claudicaría hoy entre dos pensamientos?
Ten cuidado, nada debe hacerte desertar del camino trazado
delante de ti. Pero cuando hay dos o más pensamientos que compiten, entonces se
tornan peligrosas las decisiones y lo que nunca nos imaginaríamos que haríamos,
lo hacemos; y lo que nunca diríamos, lo decimos.
Claudicar entre dos pensamientos era el motivo de tanta
degradación espiritual en el reino del norte, Israel. Un claudicar que comenzó
con el rey Salomón y sus concubinas, luego continuó con Jeroboam y con Nadab su
hijo. Luego Baasa, Ela, Zimri, Tibni, Omri y finalmente Acab, fueron
el riel por donde circulaba la apostasía del pueblo. Y Acab hijo de Omri hizo
lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él.
Porque le fue ligera cosa andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, y
tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a
Baal, y lo adoró.
Israel es un pueblo de doble ánimo, es decir, hoy piensa una
cosa y mañana otra. Es una nación que fluctúa entre dos modos contradictorios
de comportarse. Pienso en ellos y tengo la impresión de que a veces tienen
doble alma, la una dirigida hacia Dios, la otra hacia otra cosa. Por este
motivo, no es de extrañar la gran persecución que Jezabel instigó y llevó
adelante contra los profetas de Jehová, con una acción o inacción cómplice del
pueblo.
Las insatisfacciones en tu interior puedes traducirla como
una pelea de prioridades, deseos u objetivos, ese no es el problema; el
problema real es el doble animo que pueden provocar en ti, lo cual, sin dudas,
te harán inconstante en todos tus caminos.
Por eso, el bendito consejo del Señor dice que si tienes
falta de sabiduría, debes pedirla a Dios, el cual da a todos abundantemente y
sin reproche, y te será dada. Pero debes pedir con fe, no dudando nada; porque
el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada
de una parte a otra. No pienses, si actúas así, que recibirás cosa alguna del
Señor, relacionándolo con la sabiduría espiritual necesaria para encontrar los
por qué y para qué de tu insatisfacción.
Claudicar entre dos pensamientos es gravitar titubeando
entre la confianza y la incredulidad; entonces eres semejante a la onda de la
mar; llevado por fuerza exterior que puede ser todo viento de doctrina,
ideologías seculares o estructuras de pensamiento que se levantan en contra del
conocimiento de Dios y de Cristo. O por una fuerza interior, como dice Hengel,
tu propia inestabilidad. Ya echado sobre la ribera de la fe y la esperanza; ya
arrollado al abismo de la incredulidad; una vez, elevado a la cima del orgullo
mundano, otra, arrojado a la arena de la desesperación y aflicción.[19]
Una persona que gravita entre dos pensamientos es como una
barca sin timonel en alta mar, que lucha contra mareas diferentes; no sabe
dónde va, ni a dónde quiere llegar. Mi exhortación a Israel frente
al altar de Jehová que estaba arruinado, y al cual arreglé colocando doce
piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, era uno mismo
con el cual quiero llegar a tu conciencia: ¿Hasta cuándo claudicarás entre dos
pensamientos? Ya es tiempo de afirmar los ánimos en la roca fuerte, anclando en
la certeza de la fe y la confianza en que Cristo gobierna nuestra vida, y tiene
el control de todas las cosas.
Acércate a Dios, y él se acercará a ti. Si el Espíritu te
redarguye de pecado, entonces, limpia tus manos que son los instrumentos
externos de acción. Sólo los limpios de manos pueden ascender al monte del
Señor (justificados por medio de Cristo, el único que fue puro, y como tal
ascendió allá). Si sientes variar tus pensamientos en doble ánimo, purifica tu corazón
de
todo adulterio espiritual y de toda mundanalidad. Tu corazón es la fuente
interior de toda impureza. Es de donde provienen los dobles ánimos que dividen
tu satisfacción entre Dios y el mundo; el de doble ánimo tiene el mal en el
corazón: el pecador lo tiene asimismo en las manos.
Sométete a Dios para que seas humilde, y resiste al diablo
porque bajo su bandera, el orgullo y la envidia están alistados; soporta las
tentaciones que vienen por su intermedio. La fe, oraciones humildes y la
sabiduría celestial, son las armas de la resistencia. El lenguaje es guerrero:
¡Sométete! como el buen soldado que se pone en completa sujeción a su capitán. ¡Resiste!
al diablo, quien quiere impedir tu acceso a Dios; firme y sin temor, y huirá
derrotado, como huyó de Cristo.
Acércate a Dios con corazón sincero, porque él ama la verdad
en lo íntimo, y en lo secreto te hará comprender sabiduría. Aproxímate en plena
certidumbre de fe, purificado tu corazón de mala conciencia, y lavado tu cuerpo
con agua pura.
Dile al Señor: Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame,
y seré más blanco que la nieve. Con corazón verdadero, sin hipocresía,
perfecto, en la verdad y en plena certidumbre, así quiero estar ante ti. Sin
mala conciencia, consciente de la culpa expiada, limpiada y quitada en mí por
tu sangre preciosa.
Tanto los corazones como los cuerpos son purificados. Las
purificaciones legales fueron con la sangre de víctimas animales y con agua, y
sólo podían purificar la carne. La sangre de Cristo purifica tu corazón y tu
conciencia. El sacerdote aarónico, al entrar al lugar santo, se lavaba con agua
en el lavabo de bronce. Los creyentes, como sacerdotes de Dios, son lavados una
vez por todas en cuerpo (en distinción de los “corazones”) en el bautismo. Como
tenemos una naturaleza inmaterial y otra material, la purificación de ambas se
expresa por “corazones” y “cuerpo”, el hombre interior y el exterior; así el
hombre entero, material e inmaterial.
El bautismo, sin embargo, no es meramente el quitamiento de
la inmundicia material, ni un acto operado por eficacia intrínseca, sino un
sello sacramental al hombre exterior, de un lavamiento espiritual. El cuerpo incluye
todo el hombre material que necesita purificación, y es redimido, tanto como el
alma. El cuerpo, una vez contaminado del pecado, es lavado, a fin de ser
preparado como el santo cuerpo de Cristo, y por el cuerpo de Cristo, para ser
espiritualmente una ofrenda pura y viva. Sobre el agua pura, símbolo de la consagración
y la santificación.[20]
Los pretéritos perfectos, purificados los corazones y lavado
el cuerpo (Griego, en singular), indican un estado continuo producido por un
hecho realizado una vez por todas, es decir, tu justificación por la fe por la
sangre de Cristo, y tu consagración a Dios, sellados sacramentalmente por el
bautismo de tu cuerpo.
Examina tu interior: dime hacia dónde corren tus anhelos;
dónde se inclinan tus deseos. Oye los latidos del Espíritu como se escucha el
sonido del viento, con atención, parecen decir nada y lo dicen todo; escucha y
él te revelara sus secretos. Luego, mantén firme, sin fluctuar, la profesión de
tu esperanza, porque fiel es Jesús quien te prometió. Dios
es fiel a sus promesas, pero el hombre a menudo es infiel a sus deberes.
Ten presente: todo aquel que tiene esta esperanza en él, se
purifica a sí mismo, así como él es puro.
LARGO CAMINO TE RESTA
Se disiparon rápidamente todas mis brillantes visiones del
porvenir.
Es probable, sin embargo, que en el estado de ánimo en que se
encontraba el pueblo, Jezabel no se habría atrevido a echar mano violenta sobre
mí, y quizás hizo todo lo que podía hacer, amenazarme y nada más. No lo sé.
Sólo puedo decirte que los ojos del mensajero y sus pocas palabras produjeron
un derrumbe interior de toda mi confianza, como quien derriba un castillo de
papel.
Esta depresión mental, repentina y extraordinaria, posiblemente
vino por una confianza demasiado grande inspirada por los milagros obrados en el
monte Carmelo, y por la disposición de la gente que estuvo allí. A lo mejor si
hubiera quedado firme e inmóvil, la impresión en la mente de Acab y del pueblo habría
producido buenos resultados. Quizás fui exaltado sobre medida, y ahora,
quedando solo, en vez de mostrar el espíritu indomable de mártir, huí de mí
puesto de deber.
La amenaza produjo el efecto deseado por Jezabel, porque de
repente me faltó la fe, y huí de la región del reino hasta las partes más
septentrionales del territorio de Judá; no me creí seguro aun allí, así que
despedí a mi siervo, resolví buscar refugio en las montañas solitarias de
Sinaí, y allí se apoderó de mí un deseo por la muerte.
No vale la pena pensar en el pasado; no te rompas la cabeza
imaginando lo que hubiera sido si habrías actuado diferente. Durmiendo debajo
de un enebro, un ángel me tocó, y me enseño a mirar y alimentarme de la
provisión divina; me enseñó a levantarme y comer, porque largo camino me
restaba.
Quiero ser el ángel que toque tu corazón y te despierte de
tu sueño; te saque de tu torbellino de pensamientos y te provea la providencia
del cielo. El enebro en medio del desierto no es lugar para ti, sólo es
pasajero. Levanta tus ojos y mira: Largo camino te queda por delante.
Fui por el desierto un día de camino. Y me senté debajo de
un enebro; deseando morirme, dije: --Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues
no soy yo mejor que mis padres--. La respuesta de mi santo y buen Dios fue
movilizar el ejército del cielo por mí, y enviar su ángel.
Su providencia me mejoró y me levanté, y comí y bebí; y
fortalecido con aquella comida caminé cuarenta días y cuarenta noches hasta
Horeb, el monte de Dios. ¡Cuánto deseo que tú hagas lo mismo! Y que yo pueda
causar en ti lo que el Espíritu Santo causó en mi interior, guiándome en mi
depresión y soledad al único lugar donde podía encontrar a Dios, la profundidad
del desierto.
Una vez más, observa el mapa de mis huidas: Atravesé de
norte a sur los dos reinos de Israel y de Judá. El monte Carmelo dista 250
kilómetros de Beerseba y es el último pueblo antes del desierto, en el sur de
Judá. Yo iba solamente a la entrada del desierto para ponerme a salvo de las
amenazas de Jezabel, pero Dios me llevó mucho más allá. Porque el Señor tiene
pensamientos muchos más elevados que los desvaríes humanos. Aún de aquellos
planes o deseos que, aunque son buenos, se distancian de los de Dios como el
cielo de la tierra.
Dios te trata como lo hizo conmigo y con el profeta
Ezequiel, a quien le mostró las aguas que salían de debajo del umbral de la
casa, representando el agua de vida que sale del trono de Dios y del Cordero.
Su trono fue erigido en el templo de Jerusalén, de allí ha de correr sobre toda
la tierra. El Mesías es el templo y es la puerta; de su costado herido fluyen
las aguas de vida, siempre en aumento, tanto en ti como en tu corazón.
Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su
mano; y midió mil codos, y lo hizo pasar por las aguas hasta los tobillos.
Midió otros mil, y lo hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego
otros mil, y lo hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y
era ya un río que él no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera
que el río no se podía pasar sino a nado.[21]
Buscando en las cosas de Dios, encontrarás algunas fáciles
de entender, como las aguas hasta el tobillo; otras más difíciles, como las aguas
hasta la rodilla o los lomos; aun otras fuera de tu alcance, de las cuales sólo
podes adorar en la profundidad de su presencia. Cosas demasiado maravillosas
para ti las cuales hoy quizás no entiendas, pero mañana lo harás. Fe no es
confianza en lo que sabes o en lo que ves; es seguridad en lo que esperas y
convicción en lo que no ves.
Ora conmigo: --Señor, tú me examinas, tú me conoces. Sabes
cuándo me siento y cuándo me levanto; aún en la distancia me lees el
pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son
familiares. No me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, Señor, ya la
conoces. Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu
mano. Conocimiento tan maravilloso rebasa mi comprensión; tan sublime es que no
puedo entenderlo.
¿A dónde podría
alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? Si subiera al
cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también
estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los
extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría, ¡Me sostendría tu mano derecha! Y
si dijera: --Que me oculten las tinieblas; que la luz se haga noche en torno a
mí--, ni las tinieblas serían oscuras para ti, y aun la noche sería clara como
el día. ¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz!
Mis huesos no te fueron desconocido cuando en lo más
recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo
entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en
tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de
ellos. ¡Cuán preciosos, oh Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la
suma de ellos! Si me propusiera contarlos, sumarían más que los granos de
arena. Si terminara de hacerlo, aún estaría a tu lado--.[22]
Yo iba solamente a la entrada del desierto para ponerme a
salvo, pero Dios me llevó mucho más allá. Caminé cuarenta días y cuarenta
noches al encuentro de mi Señor. Mi camino solitario te anuncia el itinerario
que habrás de emprender si a quien buscas es a Dios y su voluntad santa. Por
más que necesites el apoyo de tu cónyuge, o tus compañeros, o tu Iglesia, cada
uno sigue su propio camino, y encuentra a Dios a solas. Levántate
y come, porque largo camino te resta.
Caminé cuarenta días y cuarenta noches al encuentro de Dios.
En el camino de Beerseba a Horeb hay ancha expansión de médanos, cubiertos de
retama (no enebro), cuyas altas y anchas ramas, de hojas blancas, dan una
sombra alegre y refrescante. Mi benévolo Dios no perdió de vista a este pobre
fugitivo, me vigilaba y, ministrando a mis necesidades milagrosamente, me
permitió terminar mi viaje en un estado mental mejor, aunque no del todo
correcto, pero si debido a la provisión sobrenatural.
En la soledad de Sinaí, Dios apareció para instruirme. ¿Qué
haces aquí, Elías? fue una pregunta penetrante dirigida a alguien como yo, que
había sido llamado a una misión tan ardua y tan urgente como la mía. Por una
terrible manifestación del poder divino reconocí que quien me hablaba era Dios.
No en el grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas
delante de Jehová; no en el terremoto ni en el fuego. Tras el fuego un silbo
apacible y delicado. Dios me hablaba, cuando lo oí me cubrí el rostro con mi manto,
y salí, y me puse a la puerta de la cueva.
¿Qué haces aquí, Elías? No me pidas que te cuente lo que le
contesté, ya te dije, no vale la pena recordar errores pasados. Solamente
quiero decirte que mi atención fue atraída, se me quitó el mal humor, fue
tocado mi corazón, y se me mandó volver sin demora a la tierra de Israel, y
seguir con la obra del Señor allí. Por esa bendita y formidable
manifestación del poder divino reconocí que quien me hablaba era Dios, y que su
sueño aún no había acabado en mí.
¿Puedes reconocer tú lo mismo? ¿Oyes la voz de Dios? Quizás
estás esperando las terribles manifestaciones del Espíritu por manos y bocas de
un eminente profeta. A lo mejor esperas que como un rayo caiga el poder de Dios
y electricidad recorra tu cuerpo. Tal vez Dios lo haga; quizás no esté en el
viento, ni en el terremoto, ni en el fuego; a lo mejor está sentado a la orilla
de tu cama viéndote llorar; callando de amor por ti; esperando la oportunidad
para atraer tus ojos a él, y contarte el sueño que soñó al crearte.
Para convencerme de que una nación idólatra no quedaría sin
castigo, Dios me comisionó para ungir a tres personas que estaban destinadas
por la providencia a vindicar la disputa de Dios con el pueblo de Israel. Me
dijo: --Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y
llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por
rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que
sea profeta en tu lugar. Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo
matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará--.
Ungir se usa como sinónimo de nombrar, y se aplica a todos
los mencionados, aunque sólo a Jehú le fue derramado el aceite consagrado sobre
su cabeza. Los tres fueron destinados a ser instrumentos eminentes en efectuar
la destrucción de los idólatras, pero de maneras distintas. Pero de las tres
unciones, yo, personalmente, ejecuté una sola, la de Eliseo, al ser llamado
para ser mi ayudante y sucesor, y por éste fueron cumplidas las otras dos.
Dios satisfizo el celo ardiente de este errante, pero
sincero y piadoso profeta; el Señor procedió a corregir la impresión errónea
bajo la cual había estado luchando, la de que yo era el único adherente a la fe
de nuestros padres en el país; porque Dios, quien ve en secreto, sabía que
había 7.000 personas que no habían rendido homenaje (literalmente, “besado la
mano”) a Baal.
--Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas
no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron--, me dijo el Señor.
Siete mil es una cantidad múltiplo del número siete, considerado el número
perfecto. No desesperes, siempre va a ver un resto o remanente fiel, es decir,
ese pequeño grupo elegido por Dios para llevar a cabo sus designios, a pesar de
la infidelidad o el pecado de la mayoría. El Señor hará que quede.
YO HARÉ QUE QUEDEN SIETE MIL
Me olvide que Dios es el que hace.
En el vaivén de mis
pensamientos no honré a Dios con mis labios alabando sus proezas. No invoque su
nombre; dando a conocer sus obras en los pueblos. No hubo salmos para él ni
publicación de todas sus maravillas; no me gloríe en su santo nombre; ni me
alegre como deben alegrarse el corazón de los que buscan a Jehová.
Escucha: Busca a Jehová y su poder; busca siempre su rostro.
Acuérdate de las maravillas que él ha hecho, de sus prodigios y de los juicios
de su boca, Él es Jehová nuestro Dios; en toda la tierra están sus juicios. Se
acordó para siempre de su pacto; de la palabra que mandó para mil generaciones,
la cual concertó con Abraham, y de su juramento a Isaac. La estableció a Jacob
por decreto, a Israel por pacto sempiterno, Diciendo: --A ti te daré la tierra
de Canaán como porción de vuestra heredad--.
Cuando eran pocos en número, y forasteros en ella, y andaban
de nación en nación, de un reino a otro pueblo, no consintió que nadie los
agraviase, y por causa de ellos castigó a los reyes. No toquéis, dijo, a mis
ungidos, ni hagáis mal a mis profetas.
Trajo hambre sobre la tierra, y quebrantó todo sustento de
pan. Envió un varón delante de ellos; a José, que fue vendido por siervo.
Afligieron sus pies con grillos; en cárcel fue puesta su persona. Hasta la hora
que se cumplió su palabra, el dicho de Jehová le probó. Envió el rey, y le
soltó; el señor de los pueblos, y le dejó ir libre. Lo puso por señor de su
casa, y por gobernador de todas sus posesiones, para que reprimiera a sus
grandes como él quisiese, y a sus ancianos enseñara sabiduría.
Después entró Israel en Egipto, y Jacob moró en la tierra de
Cam. Y multiplicó su pueblo en gran manera, y lo hizo más fuerte que sus
enemigos. Cambió el corazón de ellos para que aborreciesen a su pueblo, para
que contra sus siervos pensasen mal. Envió a su siervo Moisés, y a Aarón, al
cual escogió. Puso en ellos las palabras de sus señales, y sus prodigios en la
tierra de Cam. Envió tinieblas que lo oscurecieron todo; no fueron rebeldes a
su palabra.
Volvió sus aguas en sangre, y mató sus peces. Su tierra
produjo ranas hasta en las cámaras de sus reyes. Habló, y vinieron enjambres de
moscas, y piojos en todos sus términos. Les dio granizo por lluvia, y llamas de
fuego en su tierra. Destrozó sus viñas y sus higueras, y quebró los árboles de
su territorio. Habló, y vinieron langostas, y pulgón sin número; y comieron
toda la hierba de su país, y devoraron el fruto de su tierra. Hirió de muerte a
todos los primogénitos en su tierra, las primicias de toda su fuerza.
Los sacó con plata y oro; y no hubo en sus tribus enfermo.
Egipto se alegró de que salieran, porque su terror había caído sobre ellos.
Extendió una nube por cubierta, y fuego para alumbrar la noche. Pidieron, e
hizo venir codornices; y los sació de pan del cielo. Abrió la peña, y fluyeron
aguas; corrieron por los sequedales como un río. Porque se acordó de su santa
palabra dada a Abraham su siervo. Sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus
escogidos. Les dio las tierras de las naciones, y las labores de los pueblos
heredaron; para que guardasen sus estatutos, y cumpliesen sus leyes. Aleluya.[23]
En cuanto a mí, me olvide que Dios es quien hace, y no yo. Su
Espíritu Santo en nosotros es quien convence al mundo de pecado; quien
glorifica a Cristo y convierte las vidas; quien hace maravilla con su poder, y
hecha fuera demonios manifestando que el reino de Dios ha llegado. El que
produce en nosotros el querer y el hacer. Quien nos consuela y fortalece; nos
da sabiduría y revelación; nos unge para hacer su obra; nos ayuda en nuestras
debilidades, porque a veces, ni siquiera pedir como conviene sabemos, y él
intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo
nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él
perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del
sepulcro y te cubre de amor y compasión; él colma de bienes tu vida y te
rejuvenece como a las águilas. El Señor hace justicia y defiende a todos los
oprimidos. Dio a conocer sus caminos a Moisés; reveló sus obras al pueblo de
Israel. El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor.
No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente. No nos trata
conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades. Tan grande es
su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos
de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el
occidente. Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre
con sus hijos.[24]
Todo es gracia. Yo dije: --He sentido un vivo celo por
Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto,
han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he
quedado, y me buscan para quitarme la vida--.
Dios es el que hace que siempre quede algo. A mí me demostró
que sólo él, por su gran fidelidad y misericordia, hizo que quede un remanente
santo. Me creí el único y más sufrido y perseguido siervo de Dios. Me olvide de
Abdías, y de los cien profetas fieles escondidos de cueva en cueva, de
cincuenta en cincuenta, alimentados con pan y agua. Me creí el más fiel y no
podía percibir que yo comía de boca de los cuervos que me traían pan y carne
por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo de Querit, que
está frente al Jordán, porque Dios me sustentaba. Que aún a una viuda pobre
mando alimentarme, y su gracia hizo que la harina de la tinaja no escasee y el
aceite de la vasija no mengue.
Me olvide de su gracia; porque es su gracia la que hace que
siempre quede un remanente, que siempre quede algo positivo hacía él en
nuestros corazones.
Jesús es quien hizo que quede una palabra de perdón y
restauración para aquella mujer encontrada en pleno hecho del adulterio, y a
quien iban a ejecutar. Él hizo que quede y sobre poder para sanar a la mujer
que sufría de flujo de sangre; solamente Jesús hizo que de cinco panes y dos
peces se alimentasen cinco mil. Él es quien no quiebra la caña cascada ni apaga
el pabilo que humea; quien sopla y da vida a lo muerto, y levanta del suelo al
postrado.
Nunca digas que ya nadie piensa en ti, Jesús hará que
alguien quede; mira a tu alrededor, siempre habrá alguien. Nunca digas que ya
no tienes fe, Jesús es el autor y consumador de la fe; él hará que siempre
quede en ti un remanente. No digas: --No queda esperanza--. Mira la cruz,
observa la tumba vacía, y luego, levanta tus ojos al cielo y verás a Cristo
intercediendo por ti. Nunca digas: --no tengo nada--, la harina de la tinaja no
escaseara y el aceite de la vasija no menguara; confía en Dios.
No digas que no queda sueño de Dios por cumplir en tu vida.
Te sorprenderás del largo camino que te resta. Come y bebe, y vuelve sobre tus
pasos, y unge a tu esposo y esposa, unge a tus hijos y nietos, unge a tu
vecino, conocidos y familiares; levanta profetas y reyes poniendo en ellos el
doble del espíritu que hay en ti. No seas escaso.
Sigue tu camino hasta el día en que veas abrirse los cielos,
y no te prometo un carro de fuego con caballos de fuego ni que subirás al
cielo en un torbellino. Tampoco te aseguro que tus discípulos clamaran: --¡Padre
mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!--.
Lo que si te prometo es que verás a Cristo en las nubes, así
como le vimos irse. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de
arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero. Luego tú y los que vivimos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en
el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, aliéntate, y alienta
a tus oyentes, los unos a los otros, con estas palabras.
Soy un hombre sujeto a pasiones semejantes a las tuyas. Si
Dios lo hizo conmigo, también lo hará con vos. No olvides, es su gracia en
nosotros lo que nos hace ser lo que somos. Cuídate de no claudicar entre dos
pensamientos, y si sientes en ti un doble ánimo, entonces, purifica tu corazón
en oración y ayuno en la profundidad del desierto con Dios.
Por tanto, no soy tan superior a ti como para no poder
figurar como ejemplo aplicable a un mero mortal como vos. Sólo me puse humilde
en la mano de Dios y deje que él haga con mi vida. También soy ejemplo para ti
en cuanto a mi relación con el corazón del Padre y mi oficio de profeta. Celoso
por la honra de Dios, y estando de un parecer con Dios respecto a la apostasía,
oré para que la idolatría nacional fuese castigada con un juicio nacional, la
seca; y con la profesión de arrepentimiento de parte de Israel, imploré
fervientemente que fuese quitado el castigo, y así hizo Dios.
La oración intensa y ferviente, sin fluctuar, vigorizada por
el Espíritu, como de aquellos que obraron milagros, la oración eficaz del
justo, es siempre oída. Porque el justo mismo es uno que se esfuerza por evitar
las faltas y demuestra su fe por sus obras.
Tus oraciones tienen poder de cerrar y abrir el cielo, para
que llueva o no llueva, para atar o para desatar. Usa su poder para glorificar
el nombre de Jesús, donde quiera que estés.
Por sus oraciones y ayunos, sus
cualidades de liderazgo, poderosa elocuencia y confianza en el propósito de
Dios, que hicieron de él un gran líder y un hombre de Dios. Su respuesta al
peligro me fascina: --Un hombre como yo, ha de huir--.
Quiero hacer mías sus palabras: Acuérdate de mí, oh Dios, y
dame la gracia de la entrega por mi prójimo. Has memoria, en orden a esto, y no
borres las misericordias que hacemos en la casa de Dios, y en tu servicio.
Nehemías habla, y todos callan. Mis pensamientos se
silencian reverentes. Escucha.
DESPIERTA TÚ QUE DUERMES
En todos los tiempos, cuando Dios tomó la decisión de
ejecutar su palabra por causa del pecado, buscó para ver si había un hombre que
hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de él, a favor de la
tierra, para que no la destruyese. Siempre buscó a alguien.
Es su inmensa
misericordia lo que lleva a su Espíritu a indagar en los corazones. Su búsqueda
es encontrar un instrumento humano que ejecute su voluntad; alguien que tome su
encargo, y lo lleve al fin encomendado por su gracia.
Se desvela su corazón buscando a esa persona dispuesta a
dejarse usar. Sus ojos se pasean por la tierra; escudriña; penetra las almas;
busca un medio, un canal sin saturación por dónde corra su poder. Encuentra a
Pablo, y dice: --instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en
presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel.--.
Instrumento es un vocablo muchas veces usado por el Apóstol
para ilustrar la soberanía de Dios en la elección. Pues a Moisés dice: --Tendré
misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me
compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios
que tiene misericordia--. Entonces, desarrolla tu salvación con temor y
temblor, porque es Dios el que en ti obra tanto el querer como el hacer, según
su buena voluntad.
Lo que no debes ignorar es que el fundamento de Dios siempre
estará firme, teniendo el mismo sello en toda época: Conoce el Señor a los que
son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.
Porque en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino
también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos
viles. Así que, si te limpias a ti mismo, serás un instrumento para honra,
santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.
Dios es quien viene a tu encuentro. Mira desde los cielos;
ordena; decreta; expresa; busca y, finalmente, llama. Y ese llamamiento es una
insatisfacción.
Cuando esto sucede, lo que pasa en tu interior es que
comienzas a descifrar los latidos del Señor. Sus desvelos se hacen palpables a
tus sentidos espirituales. Dios no quiere ver más pecado y depravación, y tú
tampoco lo puedes vivir ni verlo vivir. El Señor dice no a la soledad, y tus
ojos buscan y consuelan a los solitarios. No puedes estar tranquilo y disfrutar
lo tuyo si en un hospital, en la cárcel, en las calles de tu ciudad, o en
cualquier lugar, alguien no tiene un consuelo o una palabra alentadora.
Cuando Cristo dice no al estómago vacío, tú no puedes
disfrutar tu alimento sin pensar en el necesitado. Quieres encontrarlo.
Acariciarlo. Hablarle. Alimentarlos y abrigarlos.
Piensa en Jesús y respóndeme: --¿Dónde está?--.
Te responderé que anda por el mundo con hambre y sed,
forastero en medio de su propia sociedad, desnudo, enfermo, en la cárcel. Un
día te dirá: --tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber;
fui forastero, y me recogiste; estuve desnudo, y me cubriste; enfermo, y me
visitaste; en la cárcel, y viniste a mí--.
Entonces, le responderás diciendo: --Señor, ¿cuándo te vi
hambriento, y te sustenté, o sediento, y te di de beber? ¿Y cuándo te vi
forastero, y te recogí, o desnudo, y te cubrí? ¿O cuándo te vi enfermo, o en la
cárcel, y vine a ti?--. Y respondiendo te dirá: --De cierto te digo que en
cuanto lo hiciste a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hiciste--.
Cuentan que en una noche bien fría, llevaron a un hombre
temblando ante el juez por haber robado una pieza de pan. El hombre explicó que
su familia estaba muriendo de hambre y necesitaba esa pieza. No tenía trabajo.
Sin esperanza alguna y todo en su contra, el hombre en desesperación, agarró la
barra de pan y la escondió debajo de su chaqueta.
Atrapado ahora en su crimen en contra de la sociedad, estaba
parado delante del juez quien declaró: --Es necesario que te castigue. No
podremos tener excepciones cuando se trata de la ley. Así que tu castigo será
una multa de diez dólares--.
Mientras que el juez estaba mirando al hombre desesperado y
temblando, puso su mano en su bolsillo en su pantalón debajo de su toga y sacó
un billete nuevo de diez dólares y dijo: --Aquí están tus diez dólares para
pagar tu multa. Entrégalo inmediatamente al alguacil. A propósito, continuó el
juez, voy a multar a cada persona en esta sala de juicio con cincuenta centavos,
por el simple hecho de vivir en una ciudad donde un hombre tiene que robar una pieza
de pan para que su familia pueda sobrevivir--.
Con esas palabras el alguacil tomó su sombrero y empezó a
pasarla y colectar cincuenta centavos de cada persona en la sala. Luego volteó
hacia el ladrón, le entregó $47.50 dólares y con el dinero en la mano, salió de
la sala de juicio el hombre más contento del mundo.[25]
Yo sé que tú quieres satisfacer a Dios. Te mueres por hacer
lo que el Señor te envió a realizar. Lo sé. Lo percibo en tus ojos húmedos que
mis ojos no ven. Traspaso los espacios en el silencio del papel delante de ti,
el cual ocupa mi lugar de interlocutor por sobre los tiempos, y diviso el latir
de tus sentidos espirituales que confiesan en tu interior que Dios te está
hablando.
Tus ojos se abren a la revelación de Dios. Sacudes la
pachorra egocéntrica y secular de los que duermen en la litera del egoísmo, y
escuchas a Cristo: --Bienaventurado si piensas en el pobre; en el día malo te
libraré. Te guardaré, y te dará vida; serás bienaventurado en la tierra, y no te
entregaré jamás a la voluntad de tus enemigos. Yo mismo te sustentaré sobre el
lecho del dolor; mulliré toda tu cama en tu enfermedad--.
Cuando el Creador desea llevar adelante su decisión con una
generación utiliza un verbo que grafica lo que me sucedió a mí, lo que te
sucede a vos, y pasa en el corazón de muchos. Ese verbo es “despertar”, lo
cual, en el contexto de lo que te estoy diciendo, podemos referir de manera
semejante con la insatisfacción. No nos deja dormir satisfecho mientras no
abrimos nuestro corazón para oír y satisfacer su inquietud.
Nos despierta de nuestro adormecer en nuestra propia comodidad.
Nos arrastra fuera de nuestro círculo. Nos hace ver el dolor ajeno; nos da
lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despierta mañana tras
mañana, despierta nuestro oído para que oigamos como los sabios. Nos hace
sufrir el sufrimiento del otro. Nos desvela lo referente a su obra.
Sería muy necio si creyera o te dijera que mi compasión por
mi pueblo y su estado calamitoso fue de siempre. No. Un día lo supe, y Dios despertó
esta insatisfacción en mi corazón. Y oré, ayuné, estuve triste, y clamé. Sabía
en mi interior que la comida del rey nunca sería igual. Mi cama abrigada y
cómoda perdió todo su valor. La ciudad de Susa, que la albergué como propia por
todo lo que me permitió progresar, perdió todo su esplendor. Nunca volvería a
estar satisfecho hasta que no vea los muros de Jerusalén y sus puertas
reedificadas.
No es lo material, es lo que significaba para mi gente. Los
muros eran protección, sus puertas significaba salir del oprobio; era el lugar
donde se sentaban los príncipes y sabios de mi país. El Templo nos permitía
creer que Dios no nos abandonó; dar la razón a los profetas, profesando la fe
de que el Dios de nuestros padres seguía siendo nuestro Señor. Entonces, no era
sólo lo material sino lo que simbolizaba y significaba para mi pueblo.
Únicamente su Espíritu podía despertarme y sacudirme de mi
sueño en el palacio del rey Artajerjes para llorar por
Jerusalén. Y enfrentar a mis adversarios; convencer a mi gente; y ser quien,
con la ayuda de Dios, los despierte de su letargo. Los sacuda por amor a
Jerusalén, nuestro Dios y nuestro pueblo, y reedifiquemos. Una mano en la
espada, y la otra en la obra. Y la trompeta siempre cerca llamando a la unidad.
Únicamente Dios podía despertar el espíritu de Ciro rey de
los persas, el cual hizo pregonar, diciendo: --Jehová, el Dios de los cielos,
me ha dado todos los reinos de la tierra; y él me ha encargado que le edifique
casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su
pueblo, sea Jehová su Dios sea con él, y suba--.
Nadie más que nuestro Dios podía despertar el espíritu de
Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de
Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; para que
trabajen en la casa de Dios.
Quién más que el Espíritu de Dios puede despertarte y
hacerte pensar que hay un trabajo por realizar y no te dejará hasta que lo concluyas.
¡Y cuánto me alegro! Si no fuera así, respóndeme: ¿Dónde estarías en este
momento? ¿Leerías este escrito? ¿Te preocuparía el deseo de Dios? Dormirías el
sueño de los mortales que sólo piensan en esta vida. Que no pueden ver más allá
de sus narices. Que no saben ni palpan la inmortalidad y languidecen por temor
a la muerte.
No te equivoques, si algo nos diferencia de los demás y su
egoísmo es que el Espíritu de Dios nos despertó para oír el corazón de Dios.
Jesús es en nuestro interior y su amor se perfecciona en nosotros. Es el
distintivo de nuestra religión, la verdadera religión.
RELIGIÓN VERDADERA
Hablar de religión es un tema muy difícil, controvertido y
divisorio.
Pero esto tiene su eje en el caos de religiones y filosofías de factura
humana que existen. Entonces, no voy a hablar de instituciones religiosas sino
de la verdadera religión en los términos en que lo hace el apóstol Santiago.
La actual resistencia a emplear la palabra religión, tanto
para el contenido de la fe cristiana, como para su expresión en el culto y el
servicio, emana de la convicción de que el cristianismo no es simplemente una
religión más, sino que difiere de todas las demás en que su contenido ha sido
divinamente revelado y su expresión externa, por parte de los creyentes, no es
un modo de alcanzar la salvación sino acción de gracias por la misma. Pero no
quiero que ignores que también es sinónimo de devoción, piedad, fervor,
adoración, observancia, credo, doctrina, teología, y más.
A veces se confunden al legalismo con la religión y, otras,
con la superstición. Mi fervor y obediencia seguramente hubiera sido tildado
por algunos en estos términos. Apartarse del mundo santificando nuestros ojos,
oídos o labios es religiosidad, en el mal sentido de la palabra, para aquellos
que no quieren compromiso y sólo desean alivianar la cruz. Por ese motivo creo
apropiado conceptualizar para evitar confusión.
Se puede aplicar propiamente el término de superstición a
todo sistema de creencias que no se relaciona directamente con el Dios Trino,
sino que sitúa seres intermedios en una falsa cadena mediadora y con
influencias sobre diferentes aspectos de la vida y del medio en que se
desenvuelven las personas. Así, la magia, la adivinación, los sortilegios, la
evocación a los muertos, y una multitud de prácticas paganas entran dentro de
lo que se puede designar como superstición.
El legalismo reduce al hombre a la condición de esclavo en
vez de exaltarlo a la de hijo, y el sentir característico del esclavo es el temor.
Pablo creía que la religión dominada por la ley no puede resultar nada más que
en temor. Pero la fe del cristiano está regida por la gracia, merced a la cual
es hijo del amor y no esclavo de la ley. Entonces, un legalista es aquel
que antepone a toda otra consideración la aplicación literal de las leyes.
Santiago dice que la religión pura y sin mácula delante de
Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus
tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.[26]
En relación, déjame decirte que es el distintivo de la vida cristiana. La
aspiración y deber del cristiano es vivir en toda piedad y honestidad, este es
el origen de toda verdadera teología y de todo verdadero pensar.
Hay ciertas religiones que separan al hombre de su prójimo.
Pueden hacerle dejar la vida del mundo por la vida de contemplación, meditación
y oración, como es el caso de los monjes y ermitaños. Pero la oración, la
contemplación y meditación, siendo grandes y esenciales resultan imperfectas, truncadas,
si no vienen a parar en la acción.
Es cierto que hay ocasiones cuando nos retiramos para buscar
al Espíritu de Dios, pero nos retiramos sólo para volver más capaz de hacer
frente al mundo, o sea, de ayudarle, y de vivir con nuestros semejantes. El
cristiano no vive con Dios para evitar a su prójimo, sino para poder solventar
mejor el problema de vivir juntos y llevar la carga del otro, acercándolos a
Cristo.
Las congregaciones nueva testamentaria causaban fascinación
entre sus contemporáneos justamente por su calidad solidaria. Hechos de los
apóstoles relata cómo compartían el pan con sencillez de corazón. Y la multitud
de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo
propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. (…) Así
que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían
heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a
los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
Amarnos como él nos amó es el rasgo nuevo que nos dejó Jesús
de sí mismo. El amor de Cristo para su pueblo al dar su vida en rescate por nosotros,
es del todo nuevo, y por consiguiente como una norma y medida para el amor de unos
a otros. Sin embargo, no es algo que trascienda la gran ley moral, que es el viejo
mandamiento, sino aquella ley en una forma nueva y peculiar. Por esto, se dice
que es tanto nuevo como viejo.
En esto conocerán todos que somos sus discípulos. Discípulos
de aquel que entregó su vida por los que amaba. Si tenemos ese amor los unos
con los otros, por amor de Jesús, y como uno en Cristo; el mundo creerá en
nuestro discipulado y por consiguiente en Jesús, porque el mundo sabe muy bien
que son extraños a semejante amor.
La verdadera religión, no está confinada a los recintos de
la iglesia, y no se limita a la adoración, liturgia y ritual de la iglesia. Se
manifiesta en el mundo. Sólo así sabrán que eres uno con Jesús y que has hecho
tuya su doctrina.
Piensa en esto. La verdadera religión empieza en el hogar. Si
quieres ser un verdadero siervo de Cristo y de su iglesia debes recordar que el
primer deber que impone la religión ataña a tu propia familia.
Si el trabajo en la iglesia de un hombre o una mujer implica
desatender a su familia, entonces, esto es irreligión, no religión. Jesús dijo
que donde estén dos o tres reunidos en su nombre él está en medio de ellos; y
se ha sugerido que esos dos o tres son padre, madre e hijos. No sé si será así
o no, pero sí es completamente cierto que el verdadero cristianismo debe
empezar en el hogar, así como también es cierto que no debe quedar ahí, sino
alcanzar a la iglesia y al mundo.
Una de las grandes realidades desatendidas por la vida
cristiana es que inspiración y revelación están moralmente condicionadas. Dios
sólo puede decirte lo que eres capaz de entender y de recibir. Cuanto más cerca
vivas de Dios, más puede su Espíritu revelarte. El gran pensador debe ser
primero un gran hombre. Para aprender de Cristo debes primero obedecerle. Bien
puede ser cierto que el hombre que dice no poder entender la fe cristiana, en
realidad, no quiera entenderla, e incluso puede tener miedo de entenderla.
Entonces, es importante buscar la revelación de tu
insatisfacción. Piensa dónde está la esencia de lo que te fastidia. Sabes que
en mi caso mi preocupación es mi pueblo en Jerusalén y dónde quieran que estén.
¿Cuál es tu desvelo? Ubica geográficamente donde apunta tu brújula, ¿Por qué?
¿Tu afán es en pos de tu propia satisfacción o la de los demás? Piensa. La verdadera
religión no separa al hombre de su prójimo. Nuestra pasión por Dios debe
contener, como parte esencial de ella, amor fraternal. La verdadera religión se
ocupa tanto de Dios como del hombre.
En santidad, entrega y dedicación sirve al Señor Jesús y su
obra, Dios te revelará sus propósitos. A los íntimos el Espíritu Santo les
revela sus secretos. Que se acuerde el Señor de ti, y de todos lo que has hecho
por su pueblo y por tu prójimo, y no aparte jamás su misericordia de tu vida.
DESAFIADO POR DIOS
La historia me
situó ante un gran desafío, un desafío de Dios.
En el año 587 antes de
Jesucristo, Judá sufrió la misma ruina que Israel, es decir, la cautividad, (la
tribu del norte por mano de Asiria y la del sur por los babilonios). Babilonia,
en el transcurso del tiempo, sustituyó a los asirios como el Imperio mundial
dominante en esos días.
En el año 538
antes de Jesucristo se originó un tremendo cambio, no sólo en las condiciones
de la comunidad judía en el exilio sino en toda la historia del antiguo Cercano
Oriente. Ciro el persa, quien en poco tiempo se había hecho con el poder en su
patria y había comenzado una serie de conquistas extensas en los últimos años,
entró en Babilonia triunfante y de allí en adelante fue considerado el soberano
indiscutible de todo lo que previamente era el Imperio Babilónico.[27]
Aunque mi
posición personal era muy buena, no fui indiferente al Pueblo de Dios. En
aquellos tiempos tenía un cargo en el palacio del rey Artajerjes como encargado
de las bebidas, puesto de confianza en ese tiempo en que los reyes temían ser
envenenados. Tenía mi porvenir
asegurado; sin embargo deje todo por el servicio del Señor. Como copero del rey
se esperaba que sirviera como un compañero discreto, de modo que tenía
considerable influencia al poder ser parte de la conversación y dar consejos
informales.
Por medio
de lo que posiblemente fue una pregunta inocente recibí noticias de una
catástrofe reciente: Vino Hanani, (…) y me dijo: --El remanente, los que
quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y
el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego--.
Cuando oí
estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré
delante del Dios de los cielos. Y dije: --Te ruego, oh Jehová, Dios de los
cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los
que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos
tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y
noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos
de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos
pecado. (…)
Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu
siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre;
concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón.
Porque yo servía de copero al rey--.[28]
Al escuchar las
noticias reconocí que Dios me estaba llamando a una clase de servicio completamente
diferente, para el cual mi posición y experiencia me habían preparado en forma
única. Dios despertó mi espíritu a fin de dejarme usar en una empresa
asombrosa. Evidentemente, tal magnitud correspondía con lo que pedía de
sacrificio. Con tanto en juego, dejé los detalles del momento y busqué la
manera adecuada de hablarle al rey, poniéndome en las manos de Dios.
Me dijo el
rey: --¿Por qué está triste tu rostro?
Pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón--. Entonces
temí en gran manera. Y dije al rey: --Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará
triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está
desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?--.
Me dijo el
rey: --¿Qué cosa pides?-- Entonces oré al Dios de los cielos, y dije al rey: --Si
le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a
la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré--.[29] Hice
propio el lenguaje profético de Dios y comencé a declarar hecho lo que aún era
un sueño en mi mente: ¡La reedificaré!
Fe es declarar dando por hecho lo que aún no es. Es ver el fin antes del
principio. La confesión de los labios es
aceptación al desafío; es fe en Dios. Confesar es estar de acuerdo con el
Señor, porque la confesión responde a su santidad. Si hablas de acuerdo a lo
que Dios dice, entonces, estas aceptando que él es veraz.
Y me lo
concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí. Aunque todavía
faltaba contagiar a los habitantes de la Ciudad Santa de mi visión y, de esa
manera, sumarlos a este desafío. Logré el permiso necesario para ir a Jerusalén
y reconstruir los muros derribados desde hace tanto tiempo. Al llegar,
inspeccioné los muros de Jerusalén. Más allá de todo mi entusiasmo, probé mi
vocación con cautela:
Primero, me dediqué
físicamente a la tarea que me desafiaba, pero en secreto, sin dudar, pero calculando
el costo de un proyecto tan trascendental. Segundo, con más que una insinuación
que era Dios quien me había enviado, invité al pueblo a que cooperara en el
cumplimiento de mi llamado. La respuesta unánime confirmó que estaba en el
curso correcto. La vocación individual de uno generalmente halla esa clase de
confirmación en la comunidad de fe. Tercero, no permití que la oposición
me desviara, sino que respondí con la declaración de la razón por la cual había
sido llamado, y dejé los resultados en manos de Dios quien me había convocado a
la tarea.
Les dije: --Vosotros
veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas
consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no
estemos más en oprobio--. Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había
sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho.
Y dijeron:
--Levantémonos y edifiquemos--. Así
esforzaron sus manos para bien.
Le
transmití mi sueño transmitiendo fe y pasión. Fe es, justamente, seguridad en
lo que no se ve y convicción en lo que se espera. Con fe todo es posible. Todos
los enemigos de tu sueño de Dios huirán y vencerás todos los obstáculos que
pongan en tu camino. La ley de la transferencia asegura que solamente
transferiremos lo que somos y vivimos. Entonces, transferimos pasión por Cristo
y su obra o no transferimos a nada.
Edificamos,
pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura,
porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar. (…) Y dije a los nobles, y a los
oficiales y al resto del pueblo: --La obra es grande y extensa, y nosotros
estamos apartados en el muro, lejos unos de otros. En el lugar donde oyereis el
sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por
nosotros--. No sólo era necesario un sueño, fe y pasión, también era necesaria
unidad porque el sueño era grande.
Si tu
sueño es inmenso, piensa: ¿Lo puedes realizar tú solo? Cuántos pastores y
líderes tienen sueños tremendos y no se dan cuentan que no lo harán solo. Su
sueño es para ser transmitido y ejecutado por el Cuerpo de Cristo que es la
iglesia del Señor.
Si tienes
un sueño confiésalo, compártelo con pasión, no te olvides: transmitimos pasión
o no transmitimos nada. Luego toca la trompeta y vencerás. Tus ojos verán la visión
hecho realidad delante de ti.
Y cuando
lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban
alrededor de nosotros, y se sintieron humillados, y conocieron que por nuestro
Dios había sido hecha esta obra.
Comprendí
que la necesidad de mi gente no sólo era material, en relación con el muro y la
puerta destruida, sino que me entregué a solucionar otras necesidades
imprescindibles por el mal y la afrenta en que estaba el pueblo: Atendí a los
problemas sociales y económicos. Completé el muro a pesar de amenazas
personales. Tuve en cuenta la
necesidad de repoblar Jerusalén. Renovamos el pacto y realizamos la lectura de
la ley. Se produjo una confesión de pecado de parte del pueblo y la promesa de
obedecer a Dios; y otras reformas finales.
Tú eres un
soñador; un visionario. Eres de los que observan la visión y corren tras ella
desafiando todo lo que se pone en su camino.
Todo,
antes de ser en el tiempo y espacio material, lo fue primero como construcción
mental. Fue un sueño, un pensamiento, un deseo. Cuando observamos una película,
lo que estamos viendo es un sueño ajeno. Antes de ser fue la visión de un
director, un guionista o un productor que logro contagiar a todo un equipo de
trabajo a fin de realizarlo. Fue un sueño, lo tuvieron en su mente y lo
llevaron adelante, desafiando todos los posibles pensamientos de fracasos. Sólo
tuvieron un sueño y corrieron tras él.
Cada cosa
que ves fue un sueño. La mesa en que te sientas estuvo, primero, en la mente de
su creador. El edificio de la esquina de tu casa fue el sueño de alguien. Lo
pensó, lo ideó, luego buscó ayuda de un profesional. Lo tradujo a papel y lo
materializado ante sus ojos. Vivimos rodeados de sueños ajenos. ¿Y los tuyos?
¿Tienes un sueño? ¿Cuál es? Dilo en voz alta. Grafícalo en tu mente; obsérvalo
y luego prepárate para el desafío que Dios acaba de poner delante de ti.
La vida está llena
de desafíos y el mundo lleno de desafiadores. Cada uno de nosotros se
encuentra, en algún momento, con una decisión crucial y un desafío delante. El
tiempo es un gran desafío. Saber esperar y comprender que todo tiene su tiempo
y todo lo que se quiere tiene su hora, es muy fuerte.
Puedo distinguir
un desafiador en ti, en carrera con miles de desafiadores anónimos cada día, a
cada instante y en todo lugar. Los veo caminando por las calles. Observando los
precios en un supermercado. Los contemplo en los rostros que miran el horizonte
buscando algo.
Lo reflejan tus
ojos al tener que criar sola a tus hijos y enfrentar la vida siendo madre,
padre, proveedor, consejero y, a la vez, ejecutar normas necesarias para que
tus hijos puedan criarse en la santidad de la Palabra de Dios. Tu soledad
detrás de un logro. Tu reflexión delante de la siembra y tu esperanza en la
cosecha. Tú eres un soñador de Dios. Tú eres una desafiadora y un desafiador de
Cristo.
Cuando tomas el
diario y sales en busca de trabajo. Todo el viaje es un desafío. Cuando piensas
en los estudios superiores y estás frente a una solicitud universitaria. El
decidirte es emprender un viaje total de miles de desafíos y sueños profundos
que sólo tú y Jesús conocen.
Todo es propósito
del Señor para activar y perfeccionarte con el fin de usarte en grandes
empresas espirituales y materiales para bendecir a su pueblo. No en vano te
enfrentaste a tantos Goliat mientras otros hubieran desmayado. Cada uno de
ellos es una materia en la Universidad del Cielo, para capacitarte y usar el
potencial que hay en ti para derribar fortalezas.
MIRA SU ESTATURA CONFORME DIOS LA MIRA
Este es un mundo dominado por la imagen estamos continuamente
en riesgo de juzgar todo conforme a la apariencia y, también, de ser juzgado acorde
lo que ven los ojos. Desde esta perspectiva, el triunfo o grandeza de tu
llamado puede ser medido de acuerdo al aspecto exterior, y no por lo que
realmente vale.
Me impacta pensar en el detalle de Jesús sentado delante del
arca de la ofrenda, probablemente para descansar porque había continuado
enseñando largo tiempo de pie en el patio del templo. Levantó los ojos vio cómo
el pueblo echaba dinero en el arca, y muchos ricos echaban mucho; es decir, en
las cajas puestas en uno de los atrios del templo para recibir las ofrendas del
pueblo para su mantenimiento.
Notó también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos
blancas la cual es la moneda judía más pequeña. Jesús dijo: --En verdad os digo,
que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las
ofrendas de Dios de lo que les sobra; más ésta, de su pobreza echó todo el
sustento que tenía--. Bengel piensa que ella habría podido guardarse una, pero
ella ofrendó desde su pobreza, de su penuria, su deficiencia, lo que era menos
que lo que exigían sus necesidades; ofreció todo el sustento que tenía.
Como todavía hacen falta ofrendas para el servicio de Cristo
en el país y en el extranjero, así mirando él hacia abajo ahora, como en aquel
entonces miraba hacia arriba, él ve quién está echando y cuánto. La norma de
Cristo de las ofrendas loables no es nuestra superfluidad, sino nuestra
deficiencia, no lo que no se echará de menos, sino lo que nos cueste verdadero
sacrificio, y justamente en proporción al monto relativo de aquel sacrificio.
Digo esto, porque mientras te relataba la gran obra que
realizamos en Jerusalén al levantar el muro y arreglar la puerta de la ciudad,
entre otras cosas, puedes creer que la grandeza de nuestro esfuerzo es medido
por lo que los ojos ven. No es esa la intención, de ninguna manera. Di y me
esforcé de acuerdo a mis posibilidades, y el motor fundamental fue el amor a mi
Dios y su pueblo, que es lo valedero.
Mi posición en la corte me permitía obrar en esta dimensión,
¿Y quién sabe si para esta hora había llegado al lugar que ocupaba? Pero no es
mayor al esfuerzo de las familias que edificaron el muro, cada uno conforme sus
posibilidades fue su sacrificio.
No en vano Dios nos enseñó diciéndole a Samuel que no mire a
su parecer, ni a lo grande de la estatura de Eliab, el primogénito de Isaí,
porque el Señor lo desechó, por una sola razón: Dios no mira lo que mira el
hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira
el corazón. El Señor se había buscado un varón conforme a su propio corazón, al
cual designó para que sea príncipe sobre su pueblo, a David, hijo de Isaí.
Lo que tú puedas hacer no puede ser medido por lo que ven
los ojos, o por las creencias personales o populares. Comúnmente, un eficaz
pastorado se mide de acuerdo a lo grande del templo y lo numeroso de la
congregación, pero el Señor no se mueve entre lo común, proveniente del sistema
secular en el cual vivimos, sino en la particular mirada de aquel que atraviesa
lo más íntimo de cada uno; penetrando hasta partir el alma, discerniendo los
pensamientos y las intenciones del corazón.
De ninguna manera esto quiere decir que una obra grande no
es realizada con fidelidad a Dios, ni que una pequeña lo hace en este término;
no es la estatura ni el parecer lo importante, sino el pensamiento intimo con
el cual servimos a Jesús.
Da a Dios desde tu escasez. Esto te lleva a medir lo que
ofreces de acuerdo a lo que posees; también quita la arrogancia de juzgar al
otro midiendo lo que da; porque quién sabe si no da todo su sustento. Sin
embargo, todo lo que demos a Dios jamás va a ser suficiente, ni para mostrar
nuestro agradecimiento, menos aún, para pagar el alto precio de nuestra
salvación.
Como palabras finales, permite que te cuente la
manifestación de Dios en medio de la insatisfacción de Zorobabel al edificar el
Templo.
Volvió el ángel que hablaba con Zorobabel,
y lo despertó, como un hombre que es despertado de su sueño. Y le dijo: ¿Qué
ves? Y respondió: --He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro, con un
depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para
las lámparas que están encima de él; y junto a él dos olivos, el uno a la
derecha del depósito, y el otro a su izquierda--. Prosiguió y habló, diciendo a
aquel ángel que hablaba con él: --¿Qué es esto, señor mío?--.
Y el ángel respondió y le dijo: --¿No sabes qué es esto?--.
Y dijo: --No, señor mío--. Entonces respondió y le habló diciendo: --Esta es
palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino
con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran
monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera
piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella--.
Hoy Dios te pregunta: ¿No sabes qué es esto? No es un
reproche a tu ignorancia, sino un estímulo para reflexionar sobre el misterio. Es
la palabra de Jesús para ti: --Lo harás, pero no con las armas mundanas ni con
tu fuerza, sino con mi Espíritu. Como las lámparas arden continuamente,
provistas de aceite desde un origen (los olivos vivientes) que el hombre no
hizo, así tú no debes desanimarte a causa de tu debilidad, porque la obra que
harás es una que debe ser efectuada por el Espíritu viviente de Dios en ti. Tu
debilidad no es obstáculo, porque el poder de Dios, de la flaqueza perfecciona
la fuerza.
Todos los gigantescos obstáculos en tu camino serán
quitados, de modo que la piedra superior del ángulo sea colocada, y la
terminación de la obra será reconocida como enteramente de gracia. Cristo es
quien ocupa el ángulo superior de tu trabajar, exaltarlo a él por sobre todo lo
que se ve es tu anhelo. Que miren tu obra y en la cúspide resplandezca aquella
piedra que desecharon los edificadores; y todos comprendan que es por gracia;
por su gracia eres lo que eres y haces lo que haces, en el nombre de Jesús.
Tus manos echarán el cimiento, y tus manos la acabarán. Porque
los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la
plomada en tu mano. No menosprecies este
día.
En el Nombre de Cristo, censuro tu ingrata incredulidad, (o
la ajena), a causa de tu humilde comienzo comparado con la magnitud de la
empresa; y te animo con la seguridad de que tu progreso en la obra, aunque
poco, es garantía del gran éxito final, porque el ojo de Dios está sobre ti y
sobre tu obra, para sostenerte con su favor.
Te das cuenta, ¡Cómo miran diferentemente los hombres y Dios
los pequeños comienzos! Los hombres menosprecian la obra en sus primeras fases;
Dios la mira con regocijo, y seguirá haciéndolo así.
Entonces, no mires a su parecer, ni a lo grande de su
estatura; porque Jesús no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo
que está delante de sus ojos, pero Cristo mira el corazón. ¿Quién
eres tú, oh gran monte? Delante de ti será reducido a llanura; y sacarás la
primera piedra con aclamaciones de: ¡Gracia, gracia a ella!
El hombre en pie es un símbolo de entereza; lo fue ayer, hoy,
y lo será por generaciones, hasta la venida del Señor.
Su vida, junto a los de
los profetas que hablaron en el nombre del Señor, son un ejemplo de aflicción y
de paciencia, testimonio del fin del Señor, que es muy misericordioso y
compasivo. Jamás podría preguntarle si alguna vez siento insatisfacción, porque
conozco su historia de vida.
Mi vida, y tu vida, es el papel donde Dios escribe un
libreto personal y eterno. Seguramente coincidirás conmigo que en tantas
situaciones, tú fuiste Job, yo fui Job, y tantas personas fueron Job. No su
misma historia personal, ni sus idénticas palabras, ni su situación familiar,
social o cultural; pero si un Job simbolizado en cada lucha, en cada dolor, en
cada palabra sin entendimiento, y en cada acierto de fe.
Quiero encontrar una palabra que me inspire. Deseo manifestar
una pregunta. Sé que muchas cosas le faltaron a Job en medio de su prueba,
muchas perdió, inimaginable e impensable que hacen a nuestra satisfacción.
Bienes, hijos, esposa, familiares, amigos, respeto, dignidad, salud, etc. ¿Cuál
fue la satisfacción más búsqueda y deseada de todas en esos momentos tan
difíciles? ¿Qué quiso tener o conseguir cuando le faltó todo?
ENCONTRAR A DIOS
Sin lugar a dudas, muchas cosas alimentan nuestra
satisfacción en esta vida. Todas ellas llenan nuestras expectativas y van
convirtiéndose con el correr del tiempo, en la causa de nuestra alegría y gozo.
En medio de mi prueba perdí mucho de aquello que llenaba mi existencia.
Mis siete hijos y tres hijas, sus sonrisas, dedicación y juventud, sus
banquetes y alegría en los días de convite de cada uno de ellos. Mi esposa y el
cuidado de lo nuestro; mis criados y los nacidos en mi casa, y su respeto;
nuestra hacienda de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de
bueyes, quinientas asnas, y nuestras propiedades, eran, en cierta manera, mi
satisfacción personal y social; una carta de presentación ante nuestros
distinguidos vecinos.
Quizás pienses que todos estos bienestares son demasiados
terrenales, pero ¿No es así nuestra vida? ¿No nos mandó Dios a gozar del
trabajo con el cual nos afanamos cada día, y a gozar con la mujer de nuestra
juventud? ¿No son nuestros hijos el motivo de nuestro trabajo a fin de que algo
les quede en las manos?
El Creador nos propone comer el pan con gozo y beber el vino
con alegre corazón, cuidando que nuestras obras sean agradables a Dios. A gozar
de la vida con la mujer que amamos, todos los días de la vida que nos da debajo
del sol, todos los días de nuestra vanidad; porque esta es nuestra parte en la
vida, y en nuestro trabajo con que nos afanamos.
Quiero que me entiendas. Valoro todo aquello que tenía; amo
todo lo que Dios me ha dado. Por ese motivo, poner en situación de prioridades
mi satisfacción me fastidia, porque no quiero ni puedo desvalorizar nada.
Un día, uno tras otro, perdí completamente mi satisfacción. Pero
mi necesidad mayor, la que me ayudaría a soportarlo todo y sobrellevar toda
carga, era lograr saber los por qué y los para qué del Señor. Sin una palabra
clarificadora de mi Cristo me faltaba todo y, a la vez, era lo único que me
quedaba.
En una sola oración contestaré tu pregunta: Lo único que
podía darme satisfacción en medio de mi dolor era poder encontrar y hablar con
Dios.
Sabía que si lo encontraba, entonces hablaría con el
Todopoderoso, y razonaría con el Creador; porque, aunque él me matare, en él
esperaría; no obstante, defendería siempre delante de él mis caminos, y él
mismo sería mi salvación. Entendía que si lograba exponer mi causa, sería
justificado.
Entonces, le pediría dos cosas: Que aparte de mí su mano, y
no me asombre su terror. Que me llame, y yo respondería; o yo le hablaría, y me
responda él, ¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo? Necesitaba discernir. ¡Hazme
entender, bendito Señor!
Tantas preguntas sin respuestas había en mi mente. Los
silencios del cielo me desesperaban. En estos momentos de soledad mi única búsqueda
era encontrar quién me diera el saber dónde hallar a Dios. Quería llegar hasta
su silla. Exponer mi causa delante de él, y llenar mi boca de argumentos. Yo
sabría lo que él me respondiese, y entendería lo que me dijera. ¿Contendería
conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él me atendería. Allí el justo
razonaría con él; y yo escaparía para siempre de mi juez.
En medio de mis pruebas cerré mis ojos buscando maneras de
comunicación espirituales que me eran ajenas y desconocidas, hasta ese momento.
Y suplicaba: ¡Oh, Dios! ¡Comunícate conmigo! Háblame. Llama luego, y yo
responderé; o yo hablaré, y respóndeme tú.
Mi testigo siempre estuvo en el cielo y mi testimonio en las
alturas. ¡Cuántas veces dije: Quién me diera quien me oyese! He aquí mi
confianza era que el Omnipotente testificará por mí, aunque mi adversario me
forme proceso. Ciertamente yo lo llevaría sobre mi hombro, y me lo ceñiría como
una corona. Yo le contaría el número de mis pasos, y como príncipe me
presentaría ante él.
¿Cuál es el fruto de la aflicción del alma? ¿Hay un producto
por sobre el personal que de crédito y rédito al sufrimiento? Cuantas veces
pensé: ¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se
escribiesen en un libro; que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas
en piedra para siempre! ¡Qué sean conservadas imperecederas para la posteridad,
para atestiguar ésta mi esperanza de vindicación en la presencia de Dios! ¡Qué
una luz de ánimo sea para otros!
Cuando decía al silencio ¡Consuélame! Entonces, cataratas de
argumentos inundaban mi mente. Si mis palabras fueran juzgadas sería condenado
perpetuamente, porque soy el hombre que oscureció el consejo por falta de
entendimiento. Cuantas veces censuraron las palabras y el discurso de un
desesperado como yo, sin pensar que son como el viento. Que sólo hablaba
agotado por el sufrir, pero si callaba, moría. Mi desesperación me arrastraba a
hablar lo que no entendía; cosas demasiadas maravillosas para mí, que yo no
comprendía.
Hoy, conozco que el Señor todo lo puede y que no hay nada,
nada que sea imposible o difícil para él. No existe palabra ni secreto que se
escape a su conocimiento. No hay pensamiento, ni intenciones ajenas a su
omnisciencia. Ni siquiera el silencio le es extraño sino que es un relato
abierto delante de su mirar. Las palabras parecen no tener fin, pero retroceden
avergonzadas ante su inmensa sabiduría.
Sé que muchas veces sentís en tu corazón que la montaña se
desploma sobre ti; y que en cada piedra y lodo las situaciones adversas quieren
atrapar tu alma aplastándola contra la desesperanza. Y lo ves venir: uno tras
otro los mensajeros corriendo apresurados con malas nuevas, inconscientes del
golpear interno que quiere quebrar tu resistencia y tu fe. En ese momento,
piensa en mí que yo pensaré en ti, sin conocerte, pero sabiendo que estamos
peleando la misma buena batalla, intentando acabar la idéntica carrera,
guardando la única fe imperecedera.
NO HAY DESPROPÓSITO ES DIOS
Déjame decirte mi verdad, la veracidad que prevaleció y me
sostuvo siempre: No hay despropósito en Dios.
No hay insensatez en lo que hace.
Despropósito es siempre equivalente a iniquidad. Cuando el
hombre peca, es a sí mismo, no a Dios, a quien perjudica. Debemos someternos a
las pruebas, no porque veamos la razón de ellas, ni como que fueran asuntos de
la casualidad, sino porque Dios las determina o las permite, y tiene el derecho
a enviarlas, y tiene él sus propias razones buenas de enviárnoslas.
La prueba de nuestra fe produce paciencia. Pero la paciencia
debe tener su obra completa, para que seamos perfectos y cabales, sin que nos
falte cosa alguna. Esta perseverancia debe tener un pleno efecto, demostrando
el grado más perfecto de fortaleza, es decir, el gozo de llevar la cruz, para
que resistiendo hasta el fin seamos íntegros con todos los atributos del
carácter cristiano bien desarrollados. Si las enseñanzas de Dios por la
paciencia han tenido una perfecta obra en nosotros, entonces somos perfectos y
tiene completas todas sus partes, sin carecer de parte integral.
En medio de la prueba, tu mayor insatisfacción debe ser el poder
tener un encuentro personal con Dios. Porque el Señor Jesús ama la verdad en lo
íntimo, y en lo secreto te hace comprender sabiduría. No estás solo, el Consolador,
el Espíritu Santo de Dios te enseñará y guiará a toda verdad; porque
no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y te hará
saber las cosas que habrán de venir. Él glorificará a Jesús, porque tomará de
lo suyo, y te lo hará saber.
Clama al Señor, y él te enseñará esas cosas grandes y
ocultas que tú no conoces.
Para conseguir esta comunicación buscada comprendí que
necesitaba un Redentor. Porque, ¿Cómo se justificará el hombre con Dios? Si
quisiere contender con él, no le podría responder a una cosa entre mil. Él es
sabio de corazón. Poderoso en fuerzas; ¿Quién se endureció contra él, y le fue
bien? Él hace cosas grandes e incomprensibles, y maravillosas, sin número.
Si él pasa delante de nosotros no lo veríamos; pasaría, y no
lo entenderíamos. He aquí, arrebatará; ¿Quién le hará restituir? ¿Quién le
dirá: Qué haces?
Aunque fuese yo justo, no podría responder; antes habría de
rogar a mi juez. Si yo le invocara, y él me respondiese, aún no creeré que haya
escuchado mi voz. Si habláremos de su
potencia, por cierto es fuerte; si de juicio, ¿quién me emplazará? Si yo me
justificare, me condenaría mi boca; si me dijere perfecto, esto me haría
inicuo. Si fuese íntegro, no haría caso de mí mismo; despreciaría mi vida.
Yo soy impío; ¿Para qué trabajaré en vano? Aunque me lave
con aguas de nieve, y limpie mis manos con la limpieza misma, aún me hundirás
en el hoyo, y mis propios vestidos me abominarán.
Todo esto me hablaba de la redención. Mi fe dictaba al oído
de mi corazón, diciéndome: Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará
sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a
Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi
corazón desfallece dentro de mí.
Redentor es el que venga la sangre de un pariente; o el que
paga para que dejen en libertad a uno que está vendido. Redentor es el que
compra las tierras de un pariente difunto, para que no se pierdan. Redimir es
recatar la vida de una persona o de un animal para ello es necesario pagar un
precio, el cual se debía entregar al sacerdote. Dios es mi redentor por
excelencia; él me rescataría del lodo cenagoso, suelto los dolores de la
muerte, saldría libre de mi prueba manteniendo mi fidelidad intacta ante Dios.
Oye a tu fe diciéndote al oído de tu corazón: Vive quien es
tu luz y esperanza, tu pronto auxilio en las tribulaciones, quien sufre contigo
y es afligido en cada aflicción tuya. Jesucristo es tu redentor por
medio de su sangre vertida en la cruz. Quien da su vida en rescate por muchos, para
una redención que es eterna. Él, pues, tomó tu lugar, y recibió el castigo que vos
merecías por tus pecados. Por tanto, un efecto justo y lógico de esta obra
redentora en ti, debe ser glorificar a Dios mediante una vida pura y
fructífera, tanto en lo material como en lo espiritual.
La idea principal en la redención es soltar o liberar. El
pecado te mantiene en servidumbre y, por tanto, la salvación incluye el librarte
de esa esclavitud. En Cristo Jesús, Dios pagó el precio completo de tu
redención. Redención es liberación del poder de las tinieblas, a fin de vivir
bajo la soberanía o el reino del amor de Dios. Su redención te abarca a ti como
un todo y como tal te transforma. Tu redención culminará gloriosamente en la
resurrección de tú cuerpo, tal como Jesús resucitó levantándose por sobre el
polvo de la muerte.
En segundo lugar, comprendí que necesitaba un mediador, porque
Dios no es hombre como yo, para que le responda, y vengamos juntamente a
juicio. Vi la necesidad y clame por alguien entre los dos. Y dije: --No hay
entre nosotros árbitro, que ponga su mano sobre nosotros dos, y quite de sobre
mí su vara, y su terror no me espante. Entonces hablaré, y no le temeré. Porque
en este estado no estoy en mí--.[30]
Jesús es la respuesta santa. Porque hay un solo Dios, y un
solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí
mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. ¿Quién
es el que condenará? Cristo es el que
murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de
Dios, el que también intercede por nosotros. Jesús es el abogado que tenemos
para con el Padre.
¿Qué es lo que te falta? ¿Tienes un redentor y un mediador
que se ponga en pie entre tú y Dios? Si lo tienes, lo posees todo. Si no,
acepta a Jesús en tu corazón, y él será tu mayor y único canal de comunicación
con Dios. Pide en su Nombre y recibirás. Los cielos están abiertos para vos para
que la comunicación íntima fluya, y traspase los infinitos.
No hay quien se oponga, ni interferencia posible entre Dios
y tu clamor. Nada puede obstaculizar entre tu amor y el de Cristo; entre tu
relación personal y su fidelidad.
TU AMOR ES LA DIFERENCIA
Tu insatisfacción se torna en una prueba cuando el objetivo
es buscar y hacer la voluntad de Dios. Ahora, toda prueba espiritual tiene los
mismos protagonistas. Quiero relatarte los míos que también son los tuyos,
aunque, como yo, tú no lo veas con los ojos físicos.
Quiero que observes y escuches los diálogos: Un día vinieron
a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino
también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: --¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: --De
rodear la tierra y de andar por ella--. Y Jehová dijo a Satanás: --¿No has
considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón
perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?--.
Tu lucha comienza y se intensifica en el momento en que
dispones tu corazón a servir a Dios, amándole con toda tu voluntad. En medio de
tu insatisfacción podrías silenciar esa voz interior, satisfaciéndote con lo
que el sistema de este mundo te brinda. Tienes la oportunidad de dejar este
escrito y dedicarte a vivir como lo hacen el resto de los mortales, que no
conocen a Dios. Pero tú no te conformas con lo efímero. Quieres servir a Cristo
con toda tus fuerzas, toda tu alma, y con todo tu ser. Ten por seguro que esto
tendrá oposición. Ningún siervo fiel de Dios escapa del ojo del adversario de
Dios.
Presta atención a Satanás y sus argumentos ante Dios:
--¿Acaso te teme de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a
todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus
bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo
lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia--. Las
palabras de Satanás son demasiado verídicas respecto a muchos. Quitarles la
prosperidad es quitarles su religión, pero no a alguien que ha conocido el amor
de Cristo.
La prueba fue dura. Todo lo que puedas imaginar lo perdí;
todo lo que física, emocional y materialmente me llenaba. Al fin, desnudo salí
del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea
el nombre de Jehová bendito.
El pensamiento maligno de Satanás, que ignora el amor, le
hace creer que nada externo es tan caro que el hombre no lo cambie por algún
otro bien exterior; pero la vida, el bien interno, no puede ser sustituida; su
juicio es que por amor a ella el hombre sacrificaría toda otra cosa. Por ese
motivo dice a Dios: --Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema
contra ti en tu misma presencia--.
El diablo escarnece amargamente del egoísmo del hombre al
Señor, y dice: --Él llevará la pérdida de sus bienes, y de sus hijos, porque
éstos no son sino bienes externos y sustituibles; pero todo abandonará, hasta
su devoción misma, a fin de salvarse la vida, si tú le tocas los huesos y la
carne--.
Dios, que conoce las profundidades del corazón, responde:
--¿No has considerado a mi siervo, que no hay otro como él en la tierra,
perfecto y recto, temeroso de Dios y apartados del mal, y que es capaz de
retener su integridad, aun cuando tú me incitaste para que los arruinara sin
causa? Una sola cosa sé, que no me sirve por interés y, por eso, acepto el
desafío. De ahora en adelante, mi honor está en su mano, aunque el mismo no lo
sepa--.
¿Qué equivocado está el enemigo con vos? Tú eres diferente.
El amor que Dios derramó en tu corazón mediante su Espíritu Santo hace la
diferencia. Satanás no conoce el amor, por ese motivo su derrota es total. Lo
fue en la cruz del calvario porque no puede entender ni entenderá jamás al
Cristo que da su vida por un pecador. Nunca lo comprenderá; y quien no entiende
la estrategia de su adversario es derrotado indudablemente.
Tú. ¿Comprendes el amor de Dios? Cristo es el ejemplo del
amor, el clímax del amor, porque el mayor de todos los amores es dar la vida
por los amigos. Su humillación se profundizó porque estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz. Un lugar en una cruz que no le pertenecía. Una muerte ajena, pero
aceptada como propia. Su vida no le quitaron, él la puso por ti;
voluntariamente.
Aceptó la muerte más vergonzosa, la muerte de cruz, que fue
haciéndose cada vez más vergonzosa a medida que Dios comenzó a clavar en su
carne el pecado de todos nosotros. Cualquier pecado, el más terrible,
despiadado y brutal; el más sucio y escalofriante accionar fueron colocados en
Cristo. Jesús se hizo pecado. Se convirtió en asesino, en violador, en
mentiroso, en adúltero, en fornicario, en abortivo, en lascivo, en lo que te
puedas imaginar, siendo sin pecado.
Lo vimos en una cruz. Dios lo vio en esa cruz hecho pecado y
lo desamparó. Todos nosotros lo tuvimos por herido de Dios y abatido, más él
herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Jesús llevó
nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores.
En esa cruz, tu pecado fue su pecado. Tu enfermedad la hizo
propia y en cada latigazo que molía su carne, en cada llaga causada por los
golpes, se convertía en su enfermedad. Cada insulto, cada desprecio, el
abandono y la traición, el desamparo y el dolor de tu corazón se convirtieron
en su dolor. En toda angustia tuya fue angustiado.
Quien conoce el amor de Dios en Cristo Jesús le sirve con el
mismo amor. No por interés ni por beneficio, por su persona, por lo que Jesús
es para ti. El amor es la más grande de las virtudes; la virtud característica
de la fe cristiana.[31]
El amor cristiano no alcanza únicamente a nuestros
parientes, a nuestros amigos más íntimos y, en general, a todos los que nos
aman; el amor cristiano se extiende hasta el prójimo, sea amigo o enemigo, y
hasta el mundo entero. Es donde Dios puso su confianza al pedirme que ore por
mis amigos molestos, que me visitaron en medio de mi prueba. La confianza no
está en mis sentimientos sino en su amor derramado en mí.
Por otra parte, todas las palabras ordinarias que significan
amor expresan una emoción. Son palabras que se refieren al corazón y que ponen
de manifiesto una experiencia que nos atrapa de improviso, sin buscarla, casi
inevitablemente. No podemos impedir amar a nuestros parientes (la sangre tira)
y a nuestros amigos. El enamorarse no es
ninguna proeza; es algo que nos sucede y que no podemos evitar. No hay ninguna
virtud particular en el hecho de enamorarse, pues, para ello, poco o nada
consciente tenemos que hacer. Simplemente, sucede.
Pero, el amor de Dios implica mucho más. Tiene que ver con la mente. No es una mera
emoción que se desata espontáneamente en nuestros corazones, sino un principio
por el cual vivimos y se relaciona íntimamente con la voluntad. Es una
conquista, una victoria, una proeza. Nadie amó jamás a sus enemigos; pero al
llegar a hacerlo es una auténtica conquista de todas nuestras inclinaciones
naturales y emocionales.
Este amor de Dios no es una simple experiencia emocional que
nos vine espontáneamente; es un principio deliberado de la mente, una conquista
deliberada, una proeza de la voluntad. Es la facultad de amar lo que no es
amable, de amar a la gente que no nos gusta. Es el único amor que nos permite
amar lo que es imposible amar.
El amor cristiano es imposible para el no cristiano. Ningún
hombre puede practicar la ética cristiana hasta que no sea cristiano. Puede ver
con absoluta claridad lo deseable que es; puede reconocer que es la solución de
los problemas del mundo; puede aceptarla racionalmente, pero no podrá vivirla
prácticamente hasta que Cristo viva en él.
Ahora, ¿Divisas el error conceptual de Satanás? Él no
entiende ni sabe lo que es amar. No puede comprender que Dios te amé de manera
tal de entregar a su Hijo amado para que creyendo en él, tú tengas vida eterna.
No puede comprenderlo. Mira la cruz y queda desconcertado. Hubiera apostado
todo a que Jesús se bajaría de allí y te dejaría abandonado a tu suerte. Te
mira a vos, luego mira a Cristo, y no sabe que lo motivó a morir por ti.
No puede entender que estés dispuesto a perder tu vida para
salvarla. A dejarlo todo por seguir a Jesús. No comprende que luego de tantas
luchas, aun estés desesperado por conocer el porqué de tu insatisfacción, con
el fin de servirle haciendo su voluntad.
No percibe la razón por la que tú has hecho tu deber el amar
a Dios. El cristianismo no concibe al hombre sometido al poder de Dios, sino
rendido al poder de Dios. No es que la voluntad del hombre sea triturada, sino
que el corazón del hombre es quebrantado.
No concibe al amor exclusivo que le brindas al Señor. Porque
solamente hay lugar para una lealtad en tu vida, y le pertenece a Jesús. No
capta la razón del amor cimentado en la gratitud. Las dádivas del amor de Dios
piden a cambio todo el amor de nuestros corazones.
No deduce la lógica del amor obediente. Como no puede
entender al amor incondicional de Dios, tampoco comprende la única manera de
probar tu amor a Dios, que es amando a Jesús y obedeciéndole
incondicionalmente. La obediencia es la demostración definitiva del amor.
--¿No has considerado a mi siervo, que no hay otro como él
en la tierra, perfecto y recto, temeroso de Dios y apartados del mal, y que es
capaz de retener su integridad, aun cuando tú me incitaste para que los arruinara
sin causa? Una sola cosa sé, que no me sirve por interés y, por eso, acepto el
desafío. De ahora en adelante, mi honor está en su mano, aunque el mismo no lo
sepa--.
Dios acepto el desafío porque cree en tu amor. Has
emprendido un camino que culminará cuando encuentres el por qué y para qué, y
adónde te lleva tu insatisfacción actual en Dios. Hasta el discernimiento de su
santa voluntad contigo. Jesús sabe que tu amor es incondicional como lo es el
de él hacia vos. No hay intereses mezquinos entre ustedes.
¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o
la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la
violencia? Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de
aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los
ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes,
ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos
del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
EL SEÑOR ME DIJO: -TÚ NO LO HARÁS
Amo tu insatisfacción en mí, aunque la sufro. Adoro tu
silencio, porque aún allí tú estás, aunque agonizo en tu callar. Callo en tu
presencia para no pecar contra ti. En una sumisa reverencia rindo mi voluntad,
adorándote.
Mi insatisfacción es un viento que sacude mi barca. Lucho. Lo hago con decisión, con todas mis fuerzas. No es suficiente. Te busco ¡Señor, ¿Dónde estás?! En la popa, durmiendo sobre un cabezal. Cierro mis ojos y digo: --Maestro, ¿No tienes cuidado de mí? ¿No te das cuenta que sin una respuesta tuya perezco?--.
Mi insatisfacción es un viento que sacude mi barca. Lucho. Lo hago con decisión, con todas mis fuerzas. No es suficiente. Te busco ¡Señor, ¿Dónde estás?! En la popa, durmiendo sobre un cabezal. Cierro mis ojos y digo: --Maestro, ¿No tienes cuidado de mí? ¿No te das cuenta que sin una respuesta tuya perezco?--.
Mis sentidos recorren los espacios. Se nubla mi mirar. Tú
estás; aunque todo diga lo contrario, aún sin un aparente movimiento o una
acción palpable. Callado, me miras con amor; silencioso en un rincón de mi
habitación.
Jesús, no te atosigaré con mis quejas o mi incredulidad. Tú
estás, aunque no te vea, ni te perciba, ni oiga tu respirar. Te levantarás,
reprenderás al viento, y dirás al mar: --¡Calla, enmudece!--. Entonces cesará
la tempestad, y se hará grande bonanza. Y
cruzaré al otro lado, al propósito de mi insatisfacción actual.
Dijo David hijo de Isaí, dijo aquel varón que fue levantado
en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel: El Espíritu de
Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua. El Dios de
Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel.
A veces es lo que deseamos oír, a veces no. Pero creo que una
de las maneras más usada por el Señor con el ser humano, es poner su deseo en
cambiar el orden de las cosas que no le agrada. Cuando su insatisfacción se
hace nuestra, entonces es su querer y hacer en nosotros lo que nos motiva.
A medida que el Señor cumple sus propósitos contigo, es
decir, proyectos particulares, es sabio darse cuenta que están encadenados con propósitos
generales, que tienen que ver con un plan global que abarca a tu nación,
generación y futuras generaciones. En este contexto general, el Espíritu de
Dios enlaza tu obra con las de otros que sirvieron en su propio tiempo, y con terceros
que se beneficiaran y continuaran tu obra. Entonces, no debes trabajar con una
mente mortal, sino con la mente de Cristo, una mente inmortal.
Nos ilusionamos mucho cuando discernimos en nosotros el
llamado a realizar una obra de características inmensas, conforme a nuestro
amor con aquel que servimos y la revelación que nos da, pero también nos
desilusiona no ver el cumplimiento. Entonces vemos pasar nuestra vida y creemos
que nunca llegaremos a cumplir la totalidad de nuestro llamado.
Ten cuidado, a veces, tu visión está ligada a otras visiones
que son ajenas al tiempo de tu mortalidad. En ocasiones, tú siembras pero otro
cosecha. Lo importante es que hagas tu parte y no ignores que el pensamiento de
Dios no empieza, ni termina en ti. No eres el centro del llamado, sólo un
eslabón en la cadena de su propósito.
Lo que muchas veces perdemos de vista es la noción del
tiempo y las razones que tiene el Señor para llevar adelante su obra. Déjame
contarte parte de mi historia, y de cómo Dios fue poniendo y satisfaciendo
muchas insatisfacciones en mi vida. A veces pensé que eran mías, luego
comprendí que pertenecían al corazón de mi Cristo.
Si enumero mis insatisfacciones, tengo que decir que las
principales tienen que ver con las mismas que sintió mi pueblo en mi juventud.
La idea de tener un rey como las demás naciones predominó en mi adolescencia.
Saúl fue esa satisfacción colectiva por algún tiempo.
Otra insatisfacción divina que sentí fue cuando vi a los
escuadrones de Israel atemorizados frente a los filisteos. Las palabras
brabuconas de Goliat me erizaban la piel. ¿Quién era aquel filisteo
incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? Y vi que
no había hombre, y me maravillé que no hubiera quien se interpusiese; y de
justicia me vestí como de una coraza, con yelmo de salvación en mi cabeza; tomé
ropas de venganza por vestidura, y me cubrí de celo como de manto, como para
vindicación, como para retribuir con ira a los enemigos, y dar el pago a los
adversarios. Y temieron desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el
nacimiento del sol su gloria; porque vino el enemigo como río, más el Espíritu
de Jehová levantó bandera contra él.
Llené mis palabras de confianza en Dios, pero estaba totalmente
insatisfecho con mi pueblo. El honor de mi Señor estaba en juego, y ellos no
sentían el peso de la representación. No podía soportar el agravio y me
consumía el celo por el nombre de mi Dios, el cual es invocado sobre nosotros.
Grite a Goliat, y ha oído de todo Israel, mi insatisfacción:
--Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; más yo vengo a ti en el nombre
de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú
has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te
cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo
y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y
sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque
de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos--.
El honor del nombre de mi Dios es mi satisfacción.
También, el Arca del Pacto de Dios fue el gran motivo que
generó mi inquietud por mucho tiempo. Porque en los días de Elí, al verse mi
pueblo derrotado por los filisteos, fueron a buscar el arca a Silo, para que
ella los salvara. Se vieron de nuevo derrotados, y el arca, sobre la que habían
depositado su confianza, en lugar de en Jehová, fue tomada por los filisteos. Pero
el arca les provocó tales desgracias a nuestros enemigos, que decidieron
devolvérnosla y la dispusieron a bordo de un carro nuevo. De esa manera, el
arca regresó a Israel.
Vinieron los de Quiriat-jearim y llevaron el arca de Jehová,
y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a
Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová. Desde el día que llegó el
arca a Quiriat-jearim pasaron muchos días, veinte años; y toda la casa de
Israel lamentaba en pos de Jehová.
Durante el reinado de Saúl, el arca había sido dejada en
completo descuido, y el resultado fue que el pueblo, en gran medida, permaneció
negligente en cuanto a las ordenanzas del culto divino, y se habían satisfecho
con ofrecer sacrificios en Gabaón, sin pensar en el arca, aunque era la parte
principal y vital del tabernáculo.
En mi reinado decidí traerla a Jerusalén. Me inquietaba que
el pueblo volviera a tener cuidado de las cosas de Dios. La primera vez fracasé
por descuidar los mandamientos de Dios al respecto. El furor de Jehová se
encendió contra Uza, y lo hirió, porque había extendido su mano al arca; y
murió allí delante de Dios. Y tuve pesar por esto. Y temí a Dios aquel día, y
dije: ¿Cómo he de traer a mi casa el arca de Dios? Llevé el arca a casa de
Obed-edom geteo. Y estuvo con la familia de Obed-edom, en su casa, tres meses;
y bendijo Jehová la casa de Obed-edom, y todo lo que tenía.
Pero en mi interior sentía la necesidad de trasladarla a
Jerusalén. Construiría un nuevo Tabernáculo, no el de los jueces antes de Saúl,
en Silo, sino el Tabernáculo de David, en Jerusalén. Investigué; busqué la
voluntad de Dios en sus decretos y mandamientos; y cuando comprendí lo
estipulado para tal fin, convoqué a los ancianos de Israel y los capitanes de
millares, y fuimos a traer el arca del pacto de Jehová, de casa de Obed-edom,
con alegría.
Y ayudó Dios a los levitas que llevaban el arca del pacto de
Jehová, quienes sacrificaron siete novillos y siete carneros. E iba yo vestido
de lino fino, y también todos los levitas que llevaban el arca, y asimismo los
cantores; y Quenanías era maestro de canto entre los cantores. Llevaba también sobre
mí un efod de lino. De esta manera trasladábamos todo Israel el arca del pacto
de Jehová, con júbilo y sonido de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de
salterios y arpas.
Al llegar a Jerusalén, metimos el arca de Jehová, y la pusimos
en su lugar en medio de una tienda que le había levantado; y sacrifiqué holocaustos
y ofrendas de paz delante de Jehová.
Pasó el tiempo y el arca del pacto siguió siendo mi gran
insatisfacción. Y así lo manifesté al profeta Natán: --He aquí yo resido en
casa de cedro, y el arca del pacto de Jehová debajo de cortinas--. En aquella
misma noche vino palabra de Dios a Natán, diciendo: --Ve y di a David mi siervo:
Así ha dicho Jehová: --Tú no me edificarás casa en que habite--.
Esta fue la respuesta de Dios que hubiera querido no
escuchar nunca. Quizás sea también las únicas palabras que no quieres oír como contestación
del Señor. Que te diga: -- Tú, no--.
Dios no deshecha a nadie que venga a él. Menos aún, dejará
de usar a aquella persona que esté dispuesta a ponerse en sus manos. No hay un
¡No! para ti. Tampoco lo hubo para mí. Siempre va a ver de parte del Señor una
revelación para manifestarte sus por qué.
El Señor me dijo: --Te hago saber, además, que Jehová te
edificará casa. Y cuando tus días sean cumplidos para irte con tus padres,
levantaré descendencia después de ti, a uno de entre tus hijos, y afirmaré su
reino. El me edificará casa, y yo confirmaré su trono eternamente--. Tras esta
afirmación comprendí los motivos y razones de Dios al decidir en qué tiempo y
sobre qué generación es mejor llevar adelante el comienzo y conclusión de una
obra.
En mis días mucha sangre fue derramada. Mi generación vivió grandes
guerras y yo fui protagonista en la mayoría de ellas. En mis tiempos, el reino
de Israel fue establecido con autoridad en el mundo conocido a mí alrededor. El
propósito de Dios era afirmar mi corona y hacer de mi reino el más
sobresaliente entre los reinos de la tierra. No estaba en sus planes que yo edificará
casa a su nombre, porque había derramado mucha sangre en la tierra delante de Dios.
Pero en la generación de mi hijo Salomón el propósito del
Señor sería diferente. Él sería un varón de paz, porque Dios le daría paz con todos
sus enemigos en derredor; y también daría paz y reposo sobre Israel en sus
días. Mi hijo edificaría casa a su nombre; y el Señor afirmaría el trono de su
reino sobre Israel para siempre.
Cuando rendí mis tiempos a Dios y pensé con su mente eterna,
encadenando los designios de su voluntad que traspasa generaciones, entonces
descansé en mi Señor. Pero este descansar no significa dejar de hacer. Todo lo
contrario, es trabajar pensando en la posteridad.
Preparé mucho hierro para la clavazón de las puertas, y para
las junturas; y mucho bronce sin peso, y madera de cedro sin cuenta. Y los
sidonios y tirios me trajeron abundancia de madera de cedro; los guardé porque Salomón
mi hijo era muchacho y de tierna edad, y la casa que se había de edificar a
Jehová iba a ser magnífica por excelencia, para renombre y honra en todas las
tierras; por ese motivo, yo le prepararé lo necesario.
Hice todos estos preparativos en gran abundancia. Con
grandes esfuerzos preparé para la casa de Jehová cien mil talentos de oro, y un
millón de talentos de plata, y bronce y hierro sin medida, porque es mucho. Asimismo
dispuse madera y piedra. Del oro, de la plata, del bronce y del hierro, no había
cuenta.
Te cuento todo esto para que entiendas que nunca tendrás un
motivo para decir: --Voy a dejar de servir a Dios--. Tu insatisfacción no puede
desanimarte. Quiero que descanses en el Señor. No lo tienes que hacer todo vos
solo. Nada comienza y termina en tu tiempo. Toda gran obra comenzó siendo
pequeña y cada generación aportó su parte a fin de darle crecimiento.
Lo importante es que hagas tu parte y no ignores que el
pensamiento de Dios no principia, ni finaliza en ti. No eres el centro del
llamado, sólo un eslabón en la cadena de su propósito. Trabaja con todas tus
fuerzas, sin egoísmo, con la mirada puesta en aquel a quien sirves. Intenta
hacer todo lo que te viniere a la mano, según tus fuerzas; porque esta es tu
vida, y tu generación.
Este es tu tiempo. Sirve a Dios mirando el mañana. Aunque
hoy no se cumpla todo tu deseo, cree, un día se hará realidad. Quizás otro
coseche tu siembra, no importa, la gloria es de Jesucristo que da el
crecimiento. Sólo somos colaboradores de Dios por su gracia. Tu nombre será
conocido, o no, no interesa; basta con que sea celebrado en el cielo y esté escrito
en el Libro de la Vida.
Porque ¿Qué eres tú? Servidor por medio del cual el pueblo
cree en Cristo; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Tú plantas,
otro riega; pero el crecimiento lo da Dios. Así que ni el que planta es algo,
ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que
riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su
labor. Porque eres un colaborador de Dios, y el pueblo es labranza de Dios,
edificio de Dios. Somos compañeros al servicio del Señor.
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como
perito arquitecto puse el fundamento, y otro edificó encima; pero cada uno debe
mirar cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que
está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare
oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se
hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y
la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.
Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él
mismo será salvo, aunque así como por fuego.
Así que, no nos gloriemos en los hombres; porque todo es nuestro:
sea vos, sea Salomón, sea yo, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo
presente, sea lo por venir, todo es nuestro, y nosotros de Cristo, y Cristo de
Dios.
Todo es tuyo porque todo es de Dios. Toda gracia con la cual
tu vida es adornada, la gracia que perdona el pecado; todo talento natural que
posees, los dones que pones al servicio de la iglesia, cualquier función que
puedas desempeñar, cada vez que hayas pasado por algo que amenazara tu cuerpo o
tu alma, Dios lo dio, Dios lo hizo, es el don de Dios, todo es de Dios.
Y cada virtud que posees, y cada victoria que ganas, y cada
pensamiento santo son únicamente de él. Porque Jesús es Señor del espacio y del
tiempo. Dueño para usarte para el hoy, o para el mañana.
VIO AL HOMBRE
La insatisfacción muchas veces puede pasar inadvertida a los
ojos humanos. Invisible se pasea por las calles; de pie espera un colectivo o
ve pasar el tiempo en alguna plaza. Tiene ojos humanos; laten en su pecho
deseos, planes, ambiciones y proyectos. Su rostro es mil, y millones sus
sueños.
Es un sentimiento profundo producido por muchos factores que
hacen a nuestro mañana. Se manifiesta en aspiraciones y proyectos inconclusos,
sean sentimentales, de trabajo secular o espirituales. Es un vacío que sabe
disfrazarse detrás de una sonrisa o esconderse tras un banco de tributos públicos.
Lo que no puede jamás es ocultarse ante los ojos de Jesús.
Él mira cada vida y ve lo más profundo; lo que nadie verá jamás, y nos permite
ver a nosotros de nosotros mismo, lo que por nuestros medios nunca sabremos a
ciencia cierta.
Todo el mundo está insatisfecho. Siempre hay una razón para
estarlo. El marketing secular se encarga cada día de que nunca estemos
satisfechos, a fin de generar consumidores de aquello que jamás saciará. El
último modelo de un producto dura minutos. Lo compramos y apenas abrimos el
paquete ya hay otro que lo supera en tecnología y placer. Nunca tendremos todo
y ellos se encargaran de que así sea.
Cada uno de nosotros tiene su propio disfraz para esconder
esta insatisfacción. Algunos tras la consumición de bienes, otros en lo
sentimental, lo más, en máscaras de alegría y fiesta que escondan la verdad de
su descontento. Lo peor es que muy pocos saben lo que realmente quieren o lo que
efectivamente necesitan.
Quién puede saber lo que sucede cuando se apagan las luces,
cuando todos se van. Cuando el alcohol terminó su efecto o la música su
enloquecedor y sutil trabajo del no pensar. Porque en la oscuridad te
encuentras contigo mismo; en la lejanía del ruido aturdidor de los placeres
pasajeros mercantilizado hay una voz profunda, que te dice: Todo es vanidad,
todo es pasajero.
El mundo actual te embebe en la rutina de la prisa, del
afán, de la inmediatez. En razón de la eficiencia, de la rapidez, del
rendimiento, debes actuar inmediatamente y no hay tiempo para pensar en ti, en
la vida, ni en los designios de Dios, en las acciones ni en las consecuencias y
prevención de algunas de estas.
Como Salomón, dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré
con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad. A la
risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto? Propuse en mi corazón
agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con
retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los
hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.
Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí
viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me
hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los
árboles. Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve
posesión grande de vacas y de ovejas. No negué a mis ojos ninguna cosa que
desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo
mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras
que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí,
todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.[32]
Me alegro tanto que tú sepas cual es la causa de tu
insatisfacción. Agradezco al Espíritu que te manifieste y alimente tu necesidad
por el Cristo de la gloria. Es la mejor, más dulce y preciada insatisfacción.
¡Ojala siempre estés insatisfecho de Jesucristo! ¡Qué siempre quieras
alimentarte de él y saciarte del agua que salta para vida eterna!
Tú eres unos de los tantos que no se conforman con el culto
del domingo, el servicio especial de vez en cuando, o de las congregaciones
cibernéticas y sus pastores tecnológicos. Necesitas mucho más que eso;
necesitas tu personal relación con Cristo. Te hace falta cumplir tu particular
llamado, y unir tu propio eslabón a la cadena generacional de la salvación de
aquellos que están perdidos; presos en una insatisfacción jamás satisfecha.
Hay tantos libros, y escritos, y publicaciones cristianas.
Los predicadores son tantos y uno podría quedarse por hora escuchándolos. Pero,
no permitas que te den la comida masticada. Busca lo tuyo. Solamente en las
profundidades de la insatisfacción espiritual por Jesús, el Espíritu Santo te
saciará.
Nunca nada es completo. Mientras escribo estas palabras para
ti, sé que no podré decirte todo ni expresarte el completo mensaje que Dios
quiere darte. No podre jamás. Nadie lo logrará. Primero, porque el Señor es
inmenso y no nos cansaremos de escudriñar en él. Segundo, porque hay cosas que
Dios la reserva para que tú las descubras en íntima relación con él.
Cada siervo de Dios tiene su propio don y llamado, pero
ninguno de ellos te saciaran y serán todo suficiente para ti. Son sólo
antorchas que arden y alumbran; y quieres regocijarte por un tiempo en su luz, pero
siempre serán insuficientes a fin de que corras insatisfecho a los brazos de
Jesús, y te hundas en su amor y revelación.
Las insatisfacciones espirituales se alimentan de
insatisfacciones físicas. Cuando sientas que necesitas nutrirte de Cristo y
saciarte de su revelación, entonces sumérgete en oración y ayuno; deléitate en
su presencia; adórale y hónrale con tus labios. Sujeta tu carne; vela y ora, para
que no entrés en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la
carne es débil.
El gran error de aquellos que no saben descansar en el Señor
es querer saciar la insatisfacción espiritual con lo carnal. Entonces, el
Espíritu pone en su corazón una necesidad de Dios, pero el diablo busca
confundirlos haciéndoles creer que con un vestido nuevo o un auto 0 kilómetro
todo va a mejorar.
No. Tú no has aprendido así de Cristo.
Jesús te está llamando al encuentro íntimo con él. Tú
conoces al Señor y no seguirás la voz de los extraños. Porque su voz es una
entre mil. Una palabra de su boca pone luz a la más densa oscuridad. Una
palabra suya iluminó y sacó a luz toda mi insatisfacción escondida tras el
banco de los tributos.
En unas pocas palabras Marcos y Lucas pueden relatarte mi
conversión, diciéndote que un día, Jesús vio a un publicano llamado Leví
sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y dejándolo todo,
se levantó y le siguió.
En tan sólo un párrafo puedo contarte que un día, pasando
Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de
los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y me levanté y le seguí. La
diferencia entre las dos miradas es que yo sé que Jesús vio más allá del
publicano recaudador de impuesto, Cristo vio al hombre insatisfecho detrás de
lo que siempre pensó que lo satisfaría, y jamás lo logró.
Hay algo en las palabras de Jesús que desnudan todos tus
sentimientos, emociones y aspiraciones. Lo más importante es que nadie conoce
al hombre como Cristo lo conoce. ¿Quién más que él podía saber cuál es y cómo
se sacia mi insatisfacción?
Una sola mirada de Jesús fue suficiente para mí. Sus ojos
atravesaron los míos, y mirando todo mi universo interior, fue bastante capaz
de mostrarme mi necesidad y el porqué de mi soledad. Luego, con tan solamente
una palabra me dijo todo lo que necesitaba: seguirlo a él.
¿A dónde, Señor? ¿Dónde me llevará el caminar tras tus pasos?
No lo sabía, de la misma manera que tú tampoco lo sabes ahora. ¡Qué no vieron
mis ojos! ¿A qué compararé con el oír sus palabras? ¿Cómo puedes saber tú lo
que espera por ti siguiendo sus pisadas?
Jesús vio mi insatisfacción escondida detrás de una mesa de
recaudación de impuesto para el Imperio romano. Exclusivamente él vio al hombre,
y no lo juzgó, sino que le dio la oportunidad de seguirlo. Única y gloriosa
oportunidad de ser su discípulo.
Muchas cosas ve la gente detrás de un publicano. Pueden ver,
como muchos, a un traidor; quizás a una persona abominable por su función y su
decisión de vivir de un trabajo degradado. Un pecador semejante a las
prostitutas y los gentiles. Un estafador que hacía uso de su poder sobre los
otros; despreciado por los pobres y la clase media, media alta, y todas las
clases juntas. Un hombre que debía pagarse a sí mismo su sueldo del impuesto de
la gente, y dar lo correspondiente a los romanos; y de lo cual muchas veces me
aproveché.
Muchas cosas puedes ver al mirar a una persona. Los
prejuicios pueden obscurecer tus sentidos, y el amor por el prójimo no
prevalecer. La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo
tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará
en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿Cuántas no serán
las mismas tinieblas? Muchas cosas miramos mal y muchas otras miramos sin ver.
Que la misericordia iluminen tus ojos y puedas ver en los demás lo que nadie
vería jamás; y des la oportunidad a los demás de seguirte, mientras tú sigues a
Jesús.
Cristo vio al hombre y su necesidad, y me invitó a caminar
con él. Jesucristo miró que podía serle útil; yo sólo sabía en mi
interior que solamente él era útil para llenar mi vacío. ¿Cómo? no lo sabía exactamente
al principio, pero Jesús, sí. Él es suficiente para mí; y yo traté de serle
útil.
Oigo como un lamento en ti por estar insatisfecho, y te
comprendo. O mejor dicho, te entiendo en el sentido de que no es fácil saber qué
decisión tomar; pero sólo una cosa puedo aconsejarte: Síguelo a Jesús. No
pienses a dónde te llevará o cuál es su destino. Simplemente, deja todo, y
síguelo.
SEGUIR A CRISTO
Seguir es una palabra con muchos usos y que da lugar a
múltiples asociaciones, todo lo cual añade alguna nota a su contenido cuando se
aplica al seguidor de Cristo.
Seguir puede describir a los soldados siguiendo a su
comandante. También se usa corrientemente respecto del esclavo siguiendo o
sirviendo a su amo. O, con mucha frecuencia, significando el hecho de seguir o
aceptar el consejo u opinión de alguien.
Seguir puede ser usado respecto de la obediencia a las
leyes. Del mismo modo es muy común en el sentido de seguir el hilo o argumento
de un discurso. Se utiliza con mucha frecuencia significando pegarse a alguien
hasta conseguir algún favor que se desea. La idea es seguir a una persona hasta
obtener de ella el favor deseado.
Cada uno de estos usos arroja luz sobre tu vida cristiana
como seguidor de Jesús.
Seguir a Cristo es ocupar tu posición del soldado que obedece
y sigue inmediatamente a su Señor. Dispuesto a sufrir penalidades como buen
soldado de Jesucristo. Sabiendo que ninguno que milita se enreda en los
negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Esto no
quiere decir que no debes ocuparte de tu trabajo secular o lo referente a tu
bienestar familiar, lo que aquí te aconseja la palabra de Dios no es toda
ocupación con excepción de los deberes religiosos, sino el ser enredado o
absorto en tales asuntos. Que nada te impida, esclavizándote, a estar dispuesto
a seguir al Señor donde él quiera.
Seguir a Jesús es obedecer tan pronto hable, como hace el
esclavo. Era muy común ver a un amo caminar y, detrás de él, el esclavo fiel
que lo acompañaba siempre presto para lo que su señor disponga. También era
común que la fidelidad podía llevar a un esclavo a ocuparse de todas las cosas
de su amo. Así sucedió con José en la casa de Potifar, en la cárcel y, aún, en
el reino de Egipto.
También me gusta mucho la historia del mayordomo de Abraham,
un damasceno llamado Eliezer, a quien el patriarca estaba dispuesto a hacerlo
heredero de todo antes que naciese Isaac. Aún, perdiendo la posibilidad de ser
heredero, se mantuvo fiel hasta la ancianidad. Y el día que Abraham, ya viejo,
quiso buscar esposa para Isaac, confió en este criado suyo, el más viejo de su
casa, y que era el que gobernaba todo lo que tenía.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su
Señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo
al cual, cuando su Señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que
sobre todos sus bienes le pondrá. Ojala tú seas ese siervo fiel. Dios te
bendiga y bendiga a su pueblo con mayordomos responsables y cuidadosos de su
pueblo.
Para ser un buen siervo fiel bástate ser como tu Señor, el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Seguir a Jesús es pedir el consejo y la dirección del
Espíritu santo, y ser humilde para seguirlos. El salmo 32:8 y 9 dice: Te haré
entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos.
No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser
sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti.
Cristiano es aquel que escucha atentamente las palabras de
Jesús y sigue sus argumentos, para aprender cada día más de la sabiduría que Cristo
está siempre deseando transmitirle. Entrar a tu aposento, y en lo oculto,
escuchar su voz, humilde y fielmente, permitiendo que el Espíritu susurre a tus
oídos la voluntad de Dios; esto es seguir a Jesús.
Un seguidor de Cristo es el hombre que desea la ciudadanía
del reino de los cielos, y, si la recibe, vive en consecuencia con las leyes de
ese reino. Puedo relatarte de memoria el Sermón del Monte, todos sus deberes y
bienaventuranzas. Pero en el contexto de hacer la voluntad de Dios, quiero que
entiendas que en la Biblia encontraras la voluntad expresada y decretada por
Dios.[33]
La voluntad decretada de Dios está predestinada, es eterna y
completa; sucederá y nada podrá impedirlo ni frustrarla. Todo su énfasis está
puesto en la soberanía del Señor, y tiene un sólo propósito: Glorificar a Dios.
Nuestro Señor soberano e inmutable nos declara abiertamente
que la vida no es un encuentro fortuito con la suerte. Su voluntad decretada se
lleva a cabo libre de frustraciones. Su plan perfecto lo abarca todo y se
completa hasta su más mínimo detalle, y todo para su gloria. Esta verdad tiene
que permitirte un descanso completo y eliminar toda ansiedad del futuro. La
muerte y la vida están en su mano. Hay decisiones tomadas por Dios respecto a
ti que nada podrá impedirlo jamás. Te parecerá que das vueltas y vueltas, pero
en realidad sólo se está haciendo su voluntad en tu vida.
Fue la gran lección que aprendió el rey Nabucodonosor, y
luego pregonó: Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y
él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la
tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?
Por otro lado, la voluntad expresada del Padre requiere tu
cooperación; es limitada y temporal. Puede ocurrir, o no, porque tú puedes
brindarle tu colaboración o resistirle. Tiene todo su énfasis en la
responsabilidad del hombre. Pero, siempre, su propósito será glorificar a Dios.
Escuché a Jesús clamar: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a
los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar
a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
Su voluntad expresada era juntar a todos los ciudadanos de Jerusalén a su
alrededor; pero ellos se resistieron y lo rechazaron.
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyes hoy su
voz, no endurezcas tu corazón, como en la provocación, en el día de la
tentación en el desierto, donde le tentaron nuestros padres; le probaron, y
vieron sus obras cuarenta años. A causa de lo cual se disgustó contra esa
generación, Y dijo: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis
caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.
Entra en el reposo del Señor. Descansa en él. Exhortémonos
cada uno a nosotros mismo. Entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de nosotros
se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de
Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del
principio.
Entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz. Mientras
dure el hoy, el día de la gracia, antes de la llegada del día de gloria y de
juicio a la venida de Cristo. Mañana es el día cuando trabajarán los ociosos y
los necios se arrepentirán. Mañana es el hoy de Satanás; no le importa cuán
buenas resoluciones adoptes, siempre que sean para mañana.
La Biblia es la palabra profética más segura que tienes.
Ella te enseña la voluntad de Cristo tanto decretada, en cuanto al castigo por
el pecado, como su voluntad expresa en cuanto a su voluntad con tu vida; para
este fin, debes creer y seguir fielmente a Jesús hasta el último día, porque tu
perseverancia te dará el cumplimiento de sus promesas. La voluntad
inquebrantable, y que nadie puede frustrar, es que si crees en él no morirás
eternamente, sino que te resucitará para vida eterna.
Seguir a Jesús es estar continuamente en la posición de uno
que necesita y desea el favor, la gracia y la ayuda que sólo Cristo puede
darle, y que sigue a Jesús porque solamente en él encuentra satisfecha su
necesidad.
¡Sígueme! Fue la orden que escuche de labios de Jesús al
pararse frente al banco de los tributos públicos. Muchos de nosotros dejamos
distintos oficios y ocupaciones para seguir a Jesús, como por ejemplo, Pedro y
Andrés que como reacción tras la pesca milagrosa, lo abandonaron todo y le
siguieron.
¡Sígueme! fue la palabra que Jesús empleó para que los
hombres se le unieran; su gran desafío. El mandato de Cristo a mí, a Felipe, al
joven rico, que lo rechazó y, ya próximo el fin, otra vez, a Pedro; fue siempre
el mismo: ¡Sígueme!
El mandato de Jesús para vos, y para todos los que aspiran a
ser sus discípulos, es que tomen cada uno su cruz y le siga.
Las multitudes seguían a Jesús. En algunos casos para
experimentar su poder sanador; otras, para escuchar sus palabras, y, hacia el
final, le seguían, entre asustados y admirados, para ver qué iba a sucederle. Algunos,
sólo por el pan y los peces.
También había quienes seguían a Jesús por gratitud. Le
seguían porque se sentían ligados a él por los lazos del agradecimiento. Asimismo,
los pecadores seguían a Jesús, y este hecho destaca la tremenda confianza y
seguridad en que Cristo los atendería. Habían evitado a los fariseos, pero
siguieron a Jesús porque sabían que él comprendería su situación.
Como una síntesis de porqué el corazón humano se aproxima a Cristo,
te diré que tanto yo, como los otros discípulos, lo seguimos por la atracción
irresistible de su requerimiento. Las multitudes seguían a Jesús porque
deseaban todo aquello que sólo él podía darles. Los pecadores seguían a Jesús
porque presentían que sólo él podía capacitarlos para recomponer sus vidas
rotas y empezar de nuevo. Los ciegos seguían a Jesús para recibir la vista; deseaban
experimentar su poder obrador de maravillas. Y muchos de los que recibieron un
milagro, seguían a Jesús en clara gratitud por lo que él había hecho con ellos.
¿Por qué lo sigues tú? ¿Sólo estás insatisfecho y quieres
saciarte?
Cierro mis ojos, y te pido perdón. Por mi egoísmo; por la
cantidad de años que han pasado, y aún no logró comprenderte. Me aferraré a tu
mano, y no te soltaré jamás.
LO QUE IMPLICA SEGUIR A JESÚS
Seguir a Jesús implica que calcules bien el costo. Jesús no
aceptará que le sigas hasta que estés absolutamente seguro que sabes a lo que te
comprometes. Cristo no quiere que nadie le siga con falsas apariencias, ni
acepta un servicio ofrecido por pura emotividad, desequilibrado, pues la
duración del mismo sería ínfima.
También requiere sacrificio. Repetidamente destaqué que
tanto yo, como muchos otros, lo dejamos todo para seguir a Jesús. Lo que quiero
que percibas es que seguir a Jesús nos compromete a lo que hoy se llama un
trabajo permanente. Pero, puede ser que en tu caso se dé la diferencia de que
seguir a Jesús implica servirle en tu trabajo, y no dejándolo. En muchos casos,
sería más fácil esto último, pero nuestro deber es testificar de Jesús allá
donde él nos haya puesto.
Seguir a Jesús trae consigo una cruz. La razón de esta
implicación es que ningún hombre puede seguir a Jesús y, a la vez, hacer lo que
guste. Seguir a Jesús puede bien significar el sacrificio de los placeres,
hábitos, aspiraciones y ambiciones que componen la trama de nuestras vidas. El
seguir a Jesús implica un acto de renuncia y, renunciar, nunca es fácil.
Seguir a Jesús tiene el beneficio de no andar en tinieblas,
sino en luz. Cuando un hombre se conduce sólo por sus medios, fácilmente se
pierde en las tinieblas de la incertidumbre, y puede terminar en las tinieblas
del pecado. Ir con Jesús es estar seguro del camino y, en su compañía, ser
salvo. Es la seguridad de que no te enceguecerá jamás tus insatisfacciones.
Jesús es la luz del mundo; el que le sigue, no andará en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida.
En una oportunidad, ciertos griegos, entre los que habían
subido a adorar en la fiesta, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de
Galilea, y le rogaron, diciendo: --Señor, quisiéramos ver a Jesús--. Felipe fue
y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
Jesús les respondió diciendo: --Ha llegado la hora para que
el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el
grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva
mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este
mundo, para vida eterna la guardará--.
Luego agregó algo que quiero compartir con vos, dijo: --Si
alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi
servidor. Si alguno me sirviere, mi
Padre le honrará. Ahora está turbada mi alma; ¿Y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Más para esto he llegado a esta hora. Padre,
glorifica tu nombre--. Entonces vino una
voz del cielo: --Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez--.
¿Qué dirás? ¿Jesús, sálvame de esta hora? Para esto has llegado a esta hora, para
seguir y servir al Señor. Di, profundamente de tu corazón: --Padre mío, que en todo
lo que haga, en lo que piense, aquello en lo cual invierta mi tiempo. En toda
mi fuerza y mi dedicación, mis dones y talentos; en todo, ¡Señor! ¡Glorifica tu
nombre!--. La promesa da por cierto que llegarás finalmente a la gloria en la
que él mismo está.
He aquí la otra parte de la advertencia de que seguir a
Jesús implica sacrificio y cruz. El sacrificio y la cruz no son
insubstanciales, sino el precio de la gloria eterna. Jesús nunca prometió un
camino fácil, pero sí un camino a cuyo final su aspereza sería olvidada.
Como dije antes, el hombre puede rehusar seguir a Jesús. Así
es como actuó el joven rico. El resultado de su negativa fue marchar entristecido.
El fruto de una negativa es muy a menudo la tristeza, pero la consecuencia de
seguir, no obstante la aspereza y lo pavoroso del camino, es el gozo.
El profundo deleite de oír su voz diciendo: --He
glorificado mi nombre en ti, y lo glorificaré otra vez--.
Creo que esta es la primera pregunta a la cual necesitas
encontrar respuesta. La satisfacción o insatisfacción son estados mentales.
Satisfacción es la confianza o seguridad del ánimo, también, el cumplimiento
del deseo o del gusto. Satisfacer es aquietar las pasiones de la voluntad saciando
un deseo, apetito, pasión, entusiasmo, etc.
Una persona no está satisfecha hasta que no ve cumplido su
deseo. Cuando esto no sucede se libra una batalla en la mente, la cual denota,
hablando en general, el asiento de la consciencia reflexiva, comprendiendo las
facultades de la percepción y comprensión, y las de sentimiento, juicio y
determinación.
Estos conflictos tienen diferentes frentes de combate, pero
la mente es el campo de batalla y en ella se enfrenta la voluntad, deseos,
ambiciones personales, etc. versus la Cruz de Cristo.
Lo primero, entonces, es definir cuál es el agente promotor de
esta insatisfacción, si es Dios, el diablo, o las pasiones internas del ser
humano. Pero, más allá de este conocimiento, lo fundamental es entender que
estos actores intervinientes pueden ser diferentes, pero quien determina el
resultado somos nosotros; y éste será definido por a quién amamos, y por
consiguiente, a quien obedecemos rindiendo nuestra voluntad.
Mi deseo es que el mismo Dios de paz te santifique por
completo, porque la santidad es la condición necesaria de la paz; y todo tu
ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de
nuestro Señor Jesucristo.
Si hicieras lo bueno, podrás andar con la frente en alto.
Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para
atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo.[34]
PASIONES QUE LUCHAN
Ahora, ¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre vosotros?
¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de vosotros mismos?[35]
Aunque aquí me refiero en general a estos malos sucesos dentro del Cuerpo de
Cristo, que es la iglesia como comunidad cristiana, ahora quiero hacerlo como los
conflictos y pugnas dentro de ti mismo, tu propio cuerpo, el cual es Templo del
Espíritu de Dios.
De la misma manera que dos naciones había en el seno de
Rebeca, pues los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿Para qué
vivo yo? O como Pablo, quien analiza y
dice que queriendo hacer el bien, halla esta ley: que el mal está en él. Porque
según el hombre interior, se deleita en la ley de Dios; pero ve otra ley en sus
miembros, que se rebela contra la ley de su mente, y que le lleva cautivo a la
ley del pecado que está en sus miembros. Y, concluye, al igual que Rebeca, con
una pregunta: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Así, debes
preguntarte: ¿De dónde surgen las guerras y los conflictos en mi interior? ¿No
es precisamente de las pasiones que luchan dentro de mí?
La causa de las contiendas buscamos a menudo en
circunstancias externas, mientras que las concupiscencias íntimas son el origen
verdadero. Deseamos algo y no lo conseguimos. Matamos y sentimos envidia, y no
podemos obtener lo que queremos. Reñimos y hacemos la guerra. No tenemos,
porque no pedimos. Y cuando pedimos, no recibimos porque pedimos con malas
intenciones, para satisfacer nuestras propias pasiones.
La concupiscencia puede ser conceptualizada como una codicia
ilegítima y desordenada. Fue definida por Aristóteles como “lanzarse con empeño
en pos del placer”, y los estoicos añadieron “más allá de los límites de la
razón”. Clemente de Alejandría dice que concupiscencia es el espíritu que “clama
y se afana por conseguir todo aquello que lo gratifique”. En fin, concupiscencia
siempre tiene la noción de desear lo que no debe ser deseado y es, de hecho, el
verbo que se utiliza en la versión griega del Antiguo Testamento para el décimo
mandamiento: No codiciarás. Si el corazón de un hombre estuviera tan limpio,
que no deseara lo que es injusto, no pecaría jamás.[36]
El Apóstol Pablo nos hace el requerimiento a no dejar que
reine el pecado en nuestro cuerpo mortal para obedecerle en sus
concupiscencias, se refiere a aquellos malos deseos que están listos para
expresarse en una actividad corporal. Son igualmente las concupiscencias de la
carne, frase que describe las emociones del alma, la tendencia natural hacia lo
malo. Tales concupiscencias no son necesariamente ruines e inmorales; pueden
ser de carácter refinado, pero son malas si son incoherentes con la voluntad de
Dios.
No debemos permitir que nuestro hombre carnal gobierne nuestros
pensamientos, vista la mente como campo de batalla, porque cada uno de nosotros
es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
La concupiscencia está personificada como la ramera que
seduce al hombre. Atracción es el primer paso en la tentación: lo desvía de la
verdad y de la virtud, lo engancha por la carnada, como el pescado. El segundo
paso es cuando el hombre se permite ser inducido al mal. La unión culpable se
efectúa cuando la voluntad humana abraza a la incitación. La concupiscencia, la
ramera, entonces da a luz, es decir, pare el pecado, aquel pecado al cual la
tentación inclina. Luego el pecado especificado, siendo cumplido, engendra
muerte, de la cual estaba todo el tiempo preñado.
Cada uno tiene sus propias concupiscencias peculiares que
surgen de nuestro propio temperamento y hábitos. Se origina la concupiscencia
en el pecado innato en el hombre, heredado de Adán. En definitiva, la causa del
pecado está en ti mismo. Ni aun las sugestiones de Satanás pueden ponerte en
peligro, sino cuando las haces tuya.
Déjate gobernar por el Espíritu Santo. La mejor manera de
evitar que la cizaña entre en la medida de trigo, es llenando la medida de
trigo. No se te ha prometido que no tendrás malas concupiscencias, sino que no
la debes satisfacer. Si el espíritu que habita en ti puede estar tranquilo bajo
el pecado, no es un espíritu que venga del Espíritu Santo. La paloma inocente
tiembla al ver aun una pluma del halcón.
El propósito de Dios es destruir el pecado en la simiente de
la concupiscencia. Por este motivo, Dios determinó que al ser bautizado en
Cristo Jesús, seas bautizado en su muerte. Para que siendo sepultado juntamente
con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los
muertos por la gloria del Padre, así también vos andes en vida nueva.
Porque si fuiste plantado juntamente con él en la semejanza
de su muerte, así también lo serás en la de su resurrección; sabiendo esto, que
tu viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del
pecado sea destruido, a fin de que no sirvas más al pecado.
CARNE VERSUS ESPÍRITU
Entonces, examínate a ti mismo; distingue las codicias
ilegitimas y desordenadas dentro tuyo y, andando en el Espíritu, no satisfagas
los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el
del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, de modo que no puedas
hacer lo que quieras.
Ahora, manifiestas son las obras de la carne, que son:
adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las
cuales eres amonestado, porque los que practican tales cosas no heredarán el
reino de Dios.
¿La insatisfacción que sientes en tu interior responde a
estos patrones? ¿Alimentan los pleitos, contiendas, o demás obra de la carne? Debes
examinarte a ti mismo para que no seas juzgado, porque si eres juzgado, eres corregido
por el Señor, para que no seas condenado con el mundo.
No erremos; no podemos confundir ni intentar mezclar las
obras de la carne ataviándolas de espiritual. Aunque satanás se vista de ángel
de luz será oscuridad siempre.
Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto,
del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie. Si la
insatisfacción que hay en ti es un regalo de Dios, entonces, es buena y perfecta,
y tiene una relación indiscutida con todo lo que es saludable y progresivo para
el hacer del Espíritu en el mundo.
No te puedes equivocar nunca, la buena dadiva y el don
perfecto de Dios es tan opuesto a las codicias ilegitimas y desordenadas, que
confundirla es como confundir a Cristo con lucifer o la luz con las tinieblas. Si
la insatisfacción en ti es de Dios, entonces producirá el fruto del Espíritu que
es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza;
contra tales cosas no hay ley.
Las obras de las carnes son muchas, pero el fruto del
Espíritu es uno. Al indagar sobre la libertad del cristiano y la naturaleza de
su nueva vida, la Escritura usa la expresión fruto del Espíritu (en singular)
en contraposición a las obras de la carne (en plural). Porque el fruto del
Espíritu es..., aplicando así el principio de que el árbol bueno produce buen
fruto.
El Espíritu Santo es la tercera Persona de la trinidad
divina, y es la energía personal en ti que activa tu nueva vida, por la que
puede producir el fruto multiforme de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre, templanza. Este fruto pone de manifiesto la abundancia de la
savia que pone el Espíritu de Dios en tu vida regenerada.
Es un solo fruto multiforme, por lo tanto, la insatisfacción
del Espíritu se manifestará en amor. Amor por Dios y tu prójimo que abarcará
todas tus facultades, es decir, con todo el corazón, manifestado la sinceridad
tanto de tus pensamientos como de tus sentimientos, como contrario al afecto
dividido. Con toda tu alma, obligando a tu naturaleza emocional a amarle. Y de
toda tu mente exigiendo también a nuestra naturaleza intelectual. Y todas tus
fuerzas poniendo intensidad en tu afecto. Si unes estas cuatro cosas, el fruto
del Espíritu es un amor a Dios, y a tu prójimo, con todas tus facultades: con
un amor sincero, ardiente, inteligente y enérgico.
Siendo el fruto uno solo y multiforme, este amor estará
seguido por un gozo que supera todo entendimiento, porque es un gozo del
Espíritu, arraigado en la seguridad de salvación otorgada por Cristo. Entonces
la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento llenará tu vida. Y producirá
paciencia; y la benignidad y la bondad será compañera de tu fe. El ser de
Cristo en ti te enseñará a ser manso y humilde de corazón dándote dominio
propio; contra tales cosas no hay ley.
¿Cómo puedo yo enseñarte o decirte si tu insatisfacción es
carnal o del Espíritu? Tú lo sabes perfectamente.
Nadie puede confundir lo uno con lo otro porque son
totalmente opuestos y se rechazan entre sí; batallan dentro tuyo para que
tengas estos momentos espirituales donde te invade la necesidad de saber su
procedencia.
DESTERRADO EN PATMOS
Patmos es una isla rocosa y volcánica del mar Egeo; mide apenas
16 km de norte a sur y 9 km en lo más ancho. Los romanos la usaban como lugar
de destierro político. Yo estaba confinado en esta isla por causa de la palabra
de Dios y el testimonio de Jesucristo.
Todo es tan pequeño y oscuro en Patmos que muy difícilmente la
encuentres en algún mapa. El mar Egeo te rodea por todo lado y sus límites de
agua oscurecen aún más la largas noches en esta isla solitaria.
Después de la muerte y resurrección de Jesús, la luz del
evangelio se expandió rápidamente. En todas partes surgían pequeñas
comunidades. En poco tiempo la buena nueva de Jesús atravesó las fronteras de
Palestina y entró en los límites del Imperio Romano: Asia Menor, Grecia,
Italia. Unos treinta años después de la muerte de Jesús, en el mes de julio de 64,
el emperador Nerón decretó la primera gran persecución.
Después de Nerón hubo un período de tregua para los
cristianos. Pero cuando el emperador Domiciano (81-96) llegó al trono, determinó
una nueva persecución. Esta vez fue mayor y mejor organizada. Domiciano
torturaba a los cristianos para que abandonaran su fe. Y es al final del siglo
I, en el año 85, en esta tenebrosa época de acosamiento, cuando Domiciano me deportó
a Patmos siendo mi liberación dieciocho meses después.
Cuando más oscurece la noche es cuando más cerca está el
amanecer. Cuando más tenebrosa se hizo mi prisión fue cuando más fuerte
resplandeció la luz de Dios. Porque yo, Juan, vi a uno semejante al Hijo del
Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho
con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana,
como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce
bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía
en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos;
y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
En las más densas tiniebla, cuando todo parecía terminar y
sólo el consuelo de algunos discípulos me unía al pueblo santo, entonces luz
resplandeció en la oscuridad, manifestación en medio del aparente abandono. Como
en tierra de Zabulón y de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los
asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció; así resplandeció
la luz de la revelación de Dios.
No sé cuál es tu situación actual pero puedo asegurarte que
Cristo está la puerta de tus insatisfacciones para satisfacerte de una manera
que ni tú ni yo podemos discernir ahora, de la misma manera yo no podía en
Patmos saber lo que Jesús tenía para mí. Son grados de revelación demasiados
altos para que suba a mente humana. Solamente espera en Jesús.
Te enseño un gran secreto: espera su revelación en el
Espíritu, velando en oración. Luz resplandecerá en tu búsqueda sin que puedan
las tiniebla vencerte, porque tu luz es el Cordero, y más brillante que el sol
la gloria de su presencia en ti.
LA LUZ Y LAS TINIEBLA
La luz y las tiniebla son palpables a tus sentidos ópticos.
Transitas
de un estado a otro, todos los días y a cada momento, de la misma manera que el
planeta realiza su recorrido de rotación. El sólo hecho de entrar a una
habitación produce un fenómeno explicado por Jesús tan sencilla y eficazmente: enciendes
una lámpara permitiendo la iluminación necesaria, y se produce el milagro
inigualable de ver a la luz prevalecer sobre las tiniebla. Entonces puedes
distinguir cada elemento visible y percatarte del desorden o de cada cosa fuera
de lugar. Sin luz todo parece vacío y existe el peligro constante de tropezar
con algo, porque no podemos distinguir el riesgo ni el camino que debemos
seguir.
De igual manera sucede en lo espiritual. Algunos podemos
vivir en la luz por siempre, siendo luz, o vivir en las tiniebla, adecuando y acostumbrando
a nuestra conciencia a esas tenebrosidades. Nuestra condición corporal,
almática y espiritual reflejará el estado generado por este permanecer en
cualquiera de estas condiciones.
No podemos ser fluctuantes. No debemos cambiarnos de una
posición a otra. Corresponde permanecer en la luz. Creo que ese es tu deseo y el
mío, por eso debemos estar alerta, velando y orando, porque no es maravilla que
el mismo Satanás se disfrace como ángel de luz.[37]
En tu mente es donde se libra la batalla todos los días. Los
pensamientos varían y las circunstancias cambian, también los agentes humanos
usados por Dios o por el diablo, y esto puede hacer variar tu creer. Tienes que
estar atento a detectar la procedencia de tu insatisfacción porque puede ser
generada por la verdad o la mentira, la luz o las tiniebla. Dios es luz y que
no hay ninguna tiniebla en Él.
La luz representa la pureza, lo santo, lo justo y lo bueno
de Dios, mientras que las tiniebla representan la condición de corrupción,
depravación, maldad y pecado de los hombres, propiciada y alimentada por el
príncipe de las tiniebla y sus maquinaciones para alejarlos del propósito de
Dios con sus vidas.
Piensa ¿Tu insatisfacción te acerca o te aleja de Dios?
¿Cuál es el rumbo que toma tu alma ante los vaivenes de tus emociones? Si es de
Dios te atraerá cada vez más a una comunión íntima con su Espíritu. Como la ley
de gravedad actúa sobre los cuerpos, así el amor de Cristo te atraerá hasta el
centro de su divinidad para sanar mediante sus llagas todas tus heridas, y
saciar tu interior; te atraerá a él con lazos de amor.
Dios te ha librado de la potestad de las tiniebla, y
trasladado al reino de su amado Hijo; y te llamó para que abras los ojos de
aquellos que no creen en Jesús, para que se conviertan de las tiniebla a la
luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en
Cristo, perdón de pecados y herencia entre los santificados.
Tú eres quien Dios ha elegido para este fin, por favor, no
seas víctima de las tiniebla y termines creyendo en ella. La verdad es luz e
ilumina todo; las mentiras son tinieblas, y producen confusión y vacío.
REINO DE TINIEBLAS Y MENTIRAS
En el principio relatado por el Génesis, creó Dios los cielos
y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tiniebla estaban
sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las
aguas. Consciente de esto, dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
Y vio Dios que
la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz
Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.
Dios hizo la noche y las tiniebla y no hay oscuridad tan
profunda como para sobrepujar al Creador. Si dijeras: Ciertamente las tiniebla
me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de ti. Aun las tiniebla no
encubren de Dios, y la noche resplandece como el día; lo mismo le son a él las
tiniebla que la luz.
Si buscamos la definición de tiniebla, en cualquier
diccionario, nos la definirán como carencia de luz, pero, espiritualmente, las
tiniebla no son meramente ausencia de iluminación sino la matriz del caos y la
esfera del maligno; representan el pecado y la muerte. El Seol es un lugar tenebroso.
Además, las tiniebla simbolizan la aflicción, el peligro y el horror.
En la Biblia hay dos esferas distintas de tinieblas: la
ética y la que es dominio de los poderes satánicos.
En referencia a la ética, los rollos del mar Muerto hablan
de las tiniebla como si fuesen un estilo de vida: los caminos de las tinieblas,
los hijos de las tinieblas y el espíritu de tinieblas. Al respecto, Pablo te
enseña que debes imitar a Dios, como hijo muy amado, llevando una vida de amor,
así como Cristo te amó y se entregó por ti como ofrenda y sacrificio fragante
para Dios.
No te dejes engañar por nadie con argumentos vanos, porque
por esto viene el castigo de Dios sobre los que viven en la desobediencia. Así
que no te hagas cómplices de ellos. Porque antes eras oscuridad, pero ahora eres
luz en el Señor. Viví como hijo de luz (el fruto de la luz consiste en toda
bondad, justicia y verdad) y comprueba lo que agrada al Señor.
No tengas nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad,
sino más bien repréndela, porque da vergüenza aun mencionar lo que los
desobedientes hacen en secreto. Pero todo lo que la luz pone al descubierto se
hace visible, porque la luz es lo que hace que todo sea visible. Por eso se
dice: “Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará
Cristo”.[38]
El poder demoníaco es real. Como dije anteriormente, causa
ceguera espiritual, porque si el evangelio está encubierto, lo está para los
que se pierden. El dios de este mundo, (a quien los mundanos hacen su dios), ha
cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso
evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Él es, en efecto, el
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de
desobediencia. Los incrédulos que perecen no sólo son velados, sino cegados.
Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las
tinieblas, hizo brillar su luz en tu corazón para que conocieras la gloria
de Dios que resplandece en el rostro de Cristo, y lo hará con todos aquellos que
se acerquen a Cristo con certidumbre de fe.[39]
Por eso es necesario que te fortalezcas con el gran poder
del Señor. Debes ponerte toda la armadura de Dios para que puedas hacer frente
a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos,
sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este
mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones
celestiales.
Por lo tanto, ponte toda la armadura de Dios, para que
cuando llegue el día malo puedas resistir hasta el fin con firmeza. Mantente
firme, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de
justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz.
Además de todo esto, toma el escudo de la fe, con el cual podes
apagar todas las flechas encendidas del maligno. Toma el casco de la salvación
y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Orando en el Espíritu en
todo momento, con peticiones y ruegos. Mantente alerta y persevera en oración
por todos los santos.[40]
Toda confusión que logre arrastrarte a un estado de
insatisfacción que nuble tu visión de Dios, no proviene de la luz sino de las
tiniebla. No te olvides, Dios guardará en completa paz a aquel cuyo pensamiento
en él persevera; porque en Cristo ha confiado. Entonces, por nada estés
afanoso, sino sean conocidas tus peticiones delante de Dios en toda oración y
ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará tu corazón y tus pensamientos en Cristo Jesús.
Por lo demás, todo lo que es verdadero, todo lo honesto,
todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si
hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto piensa.
Las tiniebla son cambiantes, por el contrario, Dios es luz,
y no hay ninguna tiniebla en él. Sus propósitos y designios son fidedignos y su
palabra es la palabra profética más segura, a la cual haces bien en estar
atento como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día
esclarezca y el lucero de la mañana salga en tu corazón. La profecía nos
asegura que los padecimientos de Cristo, ya pasados, han de ser seguidos por la
gloria de Cristo, aun futura. El amanecer de Cristo en el corazón mediante el
Espíritu, da plena seguridad, y espiritualmente crea el día pleno en el
corazón, por medio de la atención con oración a la palabra.
La voz de Cristo llamándote es inconfundible. Porque de la
misma manera que llama el pastor a sus ovejas, a cada una por su nombre y las
sacas del redil, y cuando ya ha sacado a todas las que son suyas, va delante de
ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz; así te llama Dios y
nunca seguirás a un desconocido; más bien, huiras de él porque no reconoces
voces extrañas.
Las voces de la oscuridad son voces mentirosas y su
procedencia es de las tiniebla. Examina tus pensamientos; no creas en la
mentira producida en la fábrica del príncipe de este mundo, porque él es padre
de mentira, por tanto engendra falsedad a fin de confundirte.
Las tiniebla producen confusión, desorden y vacío; la luz
permite observar y ordenar lo desarreglado, llenando tu interior. Cuando las
tiniebla llenan tu mente, entonces no puedes ver lo que tienes en tu entorno; puedes
estar rodeada de personas que te aman y, sin embargo, no sentirte amada. Tus
sentimientos desordenados te confundirán, y te equivocarás, una y otra vez.
¡Enciende la luz! Entonces verás la verdad de lo que tienes.
Siempre traté de reflexionar en lo que pasa por una mente en
el momento del suicidio. No lo logré. No lo sé. Sin embargo, sé lo que las
tiniebla pueden producir en una mente brillante creada por Dios, y creo que
llegando a tal confusión y desorden, creen en el vacío de su vida; en la
mentira de que no se puede, que no queda nada por lo cual vivir, ni esperanza
para contrarrestar al desaliento que los cautivó.
Pienso en ellos sin conocerlos y sé, con plena seguridad,
que todo lo que sucedió es que creyeron en la mentira, y ésta los engañó.
Porque sé que muchos los lloran todavía; puedo ver rostros enjugándose las
lágrimas. Ojos sufridos lo buscan en el vacío producido por su ausencia. Aborrezco
las tiniebla y su reino de confusión y lo que puede hacer en una vida. ¡Enciende
la luz! Verás la verdad de lo que tienes. Sé que siempre hay una esperanza en
Dios. Nada es imposible ni difícil para él.
Aborrezco su obra en los jóvenes arrastrándolos a vicios y
placeres pasajeros que destruyen su autoestima y su integridad física, psíquica
y espiritual. Odio ver ojos perdidos en oscuridades profundas, que manifiestan
el hacer de los estupefacientes en la vida de sus víctimas. Detesto el arma
homicida en pequeñas manos. Lloro con quien llora creyendo la mentira de su
soledad y quisiera gritarle del amor de Cristo.
Creer a las tiniebla es creer en la mentira. El reino de
satanás es un reino de mentira donde él es el padre de mentira. Las personas
que viven cautivos en ese reino de falsedades dicen que su padre es Dios, pero
no aman a Cristo; quien de Dios ha salido, y ha venido; pues no vino de sí mismo,
sino que él le envió.
Jesús dijo: --¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no
podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los
deseos de vuestro padre queréis hacer.
Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la
verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque
es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.
¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?
Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de
Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de
Dios--.[41]
Contesta conscientemente estas preguntas a Jesús: ¿Logras
entender el lenguaje de Cristo? ¿Qué es tan difícil de comprender cuando nos
habla como para divagar en insatisfacciones sin claridad? ¿Quién de nosotros le
objetará de pecado? ¿Nos mintió alguna
vez? ¿Nos falló con palabras engañosas y luego nos abandonó a la deriva? Si dice
la verdad, ¿Por qué a veces actuamos y pensamos como si no le creyésemos?
Nosotros podemos escuchar sus palabras porque le amamos y el
Espíritu Santo de Dios abrió nuestros oídos espirituales, entonces, gózate en
Dios porque la victoria está cerca. Si yo estoy escribiéndote, y tú leyendo
este escrito, es porque queremos entenderle, sabemos lo fiel y santo que es, y
creemos tan profundamente en él como para rendir nuestra vida a sus pies.
La pugna es muy dura pero finalmente las tiniebla serán
vencidas por Dios. Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos
del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando
creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las
obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día,
honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no
en contiendas y envidia, sino vestidos del Señor Jesucristo, sin proveer para
los deseos de la carne.
Dios triunfó en Cristo sobre las tiniebla. Yo lo vi. Mis
ojos vieron un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que
salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a
uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos,
dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las
naciones. Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en
ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus
frentes. No habrá allí más noche; y no tendremos necesidad de luz de lámpara,
ni de luz del sol, porque Dios el Señor nos iluminará; y reinaremos por los
siglos de los siglos.
Y me dijo: --Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el
Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para
mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto--.
--¡He aquí, vengo pronto!
Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro--.[42]
LA REVELACIÓN ES LUZ
Cuando la Biblia te habla de revelación, el pensamiento que te
quiere expresar es el de Dios el Creador dándote a conocer activamente todo su
poder y gloria, su naturaleza y carácter, su voluntad, su modo de proceder y
sus planes, en pocas palabras, su propia persona, a fin de que puedas conocerlo
íntimamente.
La terminología de la revelación es amplio, y abarca la idea
de hacer claras las cosas oscuras, la de dar a conocer las cosas ocultas, la de
mostrar señales, la de pronunciar palabras, y la de hacer que las personas a
quienes se habla vean, oigan, perciban, entiendan, y conozcan. Entonces, la
revelación de Dios es luz.
Desde la perspectiva de su contenido, la revelación divina
es tanto indicativa como absoluta, y en ambos sentidos normativa. Las
revelaciones de Dios se hacen siempre en el contexto de una demanda de confianza
en lo que se revela, y de obediencia a lo que ella determina; vale decir, una
respuesta que el contenido de esa revelación determina y rige totalmente. En
otras palabras, la revelación llega a tu vida, no como información sin
obligación, sino como regla obligatoria de fe y conducta.
Tu vida debe gobernarse, no por antojos y fantasías
personales, ni tratando de adivinar cosas divinas no reveladas, sino por una
reverente aceptación de lo que Dios te haya dado a conocer, lo cual debe llevar
a un cumplimiento cabal de todos los imperativos que evidencie contener la
revelación.
La revelación del Señor gira en torno a dos puntos
centrales: los propósitos de Dios; y la persona de Dios. Creo que estos deben
ser la base de todas tus preocupaciones referentes a tus insatisfacciones.
En primer lugar, la revelación de sus pensamientos hacía ti
y sus propósitos con tu vida son fundamentales para tu paz interior. No tengas
dudas de que también es objetivo de Dios revelarte lo que quiere con tu vida;
jamás el Señor actuó a espaldas ni se aprovechó de la ignorancia de sus siervos.
Dios preguntó a Abraham, y te pregunta a ti: --¿Encubriré yo
a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y
fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra?--.
¿Te encubrirá el Señor lo que va a hacer, siendo tú el
elegido para tal fin? No lo hará. Con plena seguridad te digo que te revelará
sus secretos, porque te incumben al incluirte haciéndote participe del accionar
divino en la tierra. ¡Vaya privilegio!
La razón con Abraham era una sola, sabía Dios que el
mandaría a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de
Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo
que ha hablado acerca de él. Con respecto a ti, sabe Dios lo que harás con esa
revelación, conoce el Señor de tu fidelidad y entiende que comprenderás que sus
planes contigo traspasan generaciones.
Cristo en su revelación tiene la idea de informarte acerca
de sí mismo: quién es, lo que ha hecho, está haciendo, y va a hacer, y lo que
quiere que hagas tú. Así, tomó a Noé, Abraham, y Moisés y les brindó confianza,
contándoles lo que había pensado hacer, y cuál iba a ser el lugar de ellos en
lo que había planeado. Además, dio a conocer a Israel las leyes y promesas de
su pacto.
Siempre reveló sus intenciones a sus siervos, porque ¿Andarán
dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?
(…) Porque no hará nada Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus
siervos los profetas.[43]
Cristo habló a sus discípulos acerca de todas las cosas que
oyó de su Padre, y les prometió el Espíritu Santo para que completara la obra
de instruirlos. Dios reveló a Pablo el misterio de su propósito eterno en
Cristo. Jesús me reveló en el Apocalipsis las cosas que deben suceder pronto.
¿Te encubrirá el Señor lo que va a hacer? ¿Lo hará a
espaldas tuya dejándote naufragar en el desorden del desconocimiento? Dios es
el más ansioso en revelarte sus secretos; él quiere y lo hará.
--No te llamaré siervo-- te dice Jesús --porque el siervo no
sabe lo que hace su señor, nada sabe de los planes y razones de su amo, sino
simplemente recibe y ejecuta sus órdenes; yo te llamaré amigo, porque todas las
cosas que oí de mi Padre, te la he dado a conocer. Te he admitido a
compañerismo libre e ilimitado, no reteniendo de ti nada de lo que he recibido
para comunicar--.
El otro punto central de la revelación de Dios al enviar su
palabra a tu vida es enfrentarte con su propia Persona. La Biblia no concibe la
revelación como mera difusión de información, divinamente garantizada, sino
como un acercamiento personal de Dios a los individuos, destinado a hacerse
conocer por ellos.
La lección, vale decir, de que Dios no es sólo el autor y el
tema de sus mensajes a tu vida sino que es, también, su propio mensajero.
Cuando te encuentras con la palabra de Dios, por casual y accidental que pueda
parecer ese encuentro, Dios se encuentra contigo, te dirige la palabra a ti
personalmente, y te exige una respuesta personal como autor de ella.
La Biblia da por sentado en todo momento que Dios tiene que
darse a conocer antes que los hombres puedan conocerlo. Hace falta la
iniciativa reveladora, primero, porque Dios es trascendente. Está tan lejos del
hombre en su modo de ser que el hombre no puede verlo, ni descubrirlo
escudriñando, ni leer sus pensamientos mediante hábiles conjeturas. Aun si el
hombre no hubiera pecado, por lo tanto, no hubiera conocido a Dios sin la
revelación. De hecho, vemos que Dios le habla al Adán no caído en el Edén.
Hay, sin embargo, una segunda razón que hace que el
conocimiento de Dios por parte del hombre deba depender de la iniciativa
revelatoria divina. El hombre es pecador. Su poder de percepción en el reino de
lo divino se ha embotado por influencia de Satanás y el pecado, y su mente está
tan ocupada con su propia y fantasiosa sabiduría, que se desenvuelve en sentido
contrario al verdadero conocimiento de Dios, que con sus facultades naturales
no puede aprehender a Dios, cualquiera sea la forma en que le sea presentado.
En efecto, según Pablo, Dios se presenta constantemente a sí
mismo a todos los hombres por medio de sus obras de creación y providencia, y
por la acción espontánea de la conciencia natural; y sin embargo no es
reconocido ni conocido. La presión de esta constante autorrevelación de parte
de Dios produce idolatría, por cuanto en su perversidad la mente caída procura
apagar la luz, transformándola en oscuridad, pero no lleva al conocimiento de
Dios, ni a la santidad de vida.
La revelación general (como se la suele llamar) de su
eternidad, su poder, y su gloria, de su bondad para con los hombres, de su ley
moral, de su demanda de culto y obediencia, y de su ira para con el pecado,
sirve, por lo tanto, sólo para que el hombre no tenga excusa por toda su
impiedad e injusticia.
Esto demuestra que la necesidad que tiene el hombre caído de
la revelación va más allá de la de Adán en dos sentidos. Primero, necesita una
revelación de Dios como redentor y restaurador, alguien que evidencie
misericordia para con los pecadores. La revelación de Dios a través de la
creación y la conciencia habla de ley y juicio, pero no de perdón.
Segundo, suponiendo que Dios otorgue esa revelación (la
Biblia es toda ella una larga proclamación de lo que hace), el hombre caído
todavía necesita iluminación espiritual antes de que pueda entenderla; de otro
modo la ha de pervertir, así como ha pervertido la revelación natural.
Los judíos recibieron revelación de la misericordia divina
en el Antiguo Testamento, que los orientaba hacia Cristo, pero sobre el corazón
de la mayoría de ellos había un velo que les impedía entenderla, y por esto
fueron víctimas de un entendimiento legalista y erróneo de ella. Hasta Pablo,
que llama la atención a estos hechos, había él mismo conocido el evangelio
cristiano antes de su conversión, y había tratado de eliminarla; sólo cuando agrado
a Dios… revelar a su Hijo en él, o sea dentro de él, iluminándolo interiormente,
la reconoció como palabra de Dios.
La revelación que viene a través del Espíritu Santo de Dios
te guiará hacía el conocimiento de la persona del Padre glorificando a Jesús en
tu corazón. Cuanto más conozcas a Dios más abundantemente crecerá tu fe, la
cual será en ti una fortaleza espiritual de amor, paciencia, paz y gozo en el Espíritu
que te llevará a esperar en su voluntad, sin desmayar.
Dios es luz. Su revelación es la luz que necesitas para
encauzar todas tus expectativas e insatisfacciones en su voluntad santa. Con la
venida de Jesucristo, terminó el tiempo de adivinar sobre Dios y comenzó el de
certeza. Con su venida, concluyó el tiempo de andar a tientas, de buscar entre
tinieblas el significado y el camino de la vida, y comenzó el de convicción.
Cristo es el autor y consumador de la fe y obra fe en
nosotros por el Espíritu Santo. En Hechos de los apóstoles, el derramamiento
del Espíritu en Pentecostés es el momento en que los discípulos experimentaron
por primera vez los postreros días por sí mismos (la libre dispensación del
Espíritu escatológico constituía el sello de la nueva era), el momento en que
su fe plenamente cristiana tuvo su comienzo.
El entendimiento es la recompensa de la fe. Así que, no
busques entender para poder creer, sino debes de creer para poder entender.[44]
Fe para sacarme de mi tribulación no es fe en Dios. La fe
significa que, aunque me saque o no, seguiré creyendo que Dios es Amor. Algunas
cosas solamente se aprenden en horno de fuego.[45]
La fe no opera en el reino de la posibilidad. No hay gloria
para Dios en lo que es humanamente posible. La fe empieza donde termina el
poder del hombre.[46]
La prueba más grande del cristianismo para otros no es qué
tan lejos un hombre puede llegar a analizar lógicamente sus razones por creer,
pero qué tan lejos puede poner en práctica su voluntad para arriesgar su vida a
su creencia.[47]
La vida eterna nos está prometida, pero es cuando estemos
muertos; se nos dice de una dichosa resurrección, pero entretanto nos
enmohecemos en el polvo; somos declarados justos, y el pecado mora en nosotros;
oímos decir que somos bienaventurados, mientras tanto estamos aplastados de
miserias sin fin; se nos promete abundancia de todos los bienes, y con todo
sufrimos hambre y sed; Dios declara que vendrá inmediatamente en nuestro
socorro, pero parece sordo a nuestro clamor. ¿Qué haríamos si no tuviéramos la
fe y la esperanza en que apoyarnos, y si nuestra mente no ascendiera entre la
oscuridad por encima del mundo por medio del brillo de la palabra y el Espíritu
de Dios?[48]
La fe es el asentimiento a las verdades creíbles ante el
testimonio de Dios (no por lo razonable de lo revelado, aunque por ella podemos
juzgar si se trata de una revelación genuina), impartido a nosotros en los
escritos de los apóstoles y profetas. Así es la ascensión de Cristo la causa, y
su ausencia la corona de nuestra fe: por cuanto él ascendió, por tanto más
creemos; y por cuanto creemos en él ascendido, por tanto más acepta es nuestra
fe.[49]
Puesto que la revelación trata exclusivamente de cosas
espirituales e invisibles, la fe es la facultad que tienes, porque es la
demostración de las cosas no vistas. Por la fe aventuras tus intereses eternos
sobre la misma palabra de Dios, y esto es del todo razonable.
Fe es convicción de que Dios tiene planes con tu vida y que eres
parte esencial de su obra, porque te eligió con ese fin, y esto es del Señor y
no tuyo; pertenece a la esfera de su misericordia y fidelidad contigo. Alábale
y hónrale con tu vida. Sólo Jesús es digno.
Luz resplandecerá en tu búsqueda sin que puedan las tiniebla
vencerte, porque tu luz es el Cordero, y más brillante que el sol la gloria de
su presencia en ti. Mira más allá creyendo que un día Dios lo hará. En aquel
entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá
tu justicia delante de ti, ¡Y la gloria de Dios, la gloria de Cristo será tu
retaguardia!
Esta afirmación es la gran verdad que rescato al final de
este escrito. Escribo estas últimas palabras en primera persona, solo te pido
que las leas de igual manera adueñándote de ellas.
Amo mi inquietud porque no me
permite conformarme; porque me habla de que hay algo más allá que no sé. Un
misterio pronto a ser revelado a mi espíritu por la soberanía y buena voluntad
de mi Señor.
Cierro mis ojos y miro lo
invisible de Dios que es más real que todo lo visible que mis sentidos pueden
percibir. He tomado la decisión que tu Palabra determine mi realidad. Quiero
que la fe en lo revelado por tu Espíritu Santo sea mi guía, y lo pronto a
revelar mi búsqueda. La fe es mi realidad.
Cada palabra, cada historia y
consejo atesoraré dispuesto a aprender. Desde Adán hasta Juan y sus
revelaciones, desde el Génesis hasta el Apocalipsis serán mi norte y sur, el
faro que guía mi vida a tus puertos; mi brújula en medio de los abismos.
Abismos que llaman a otros a la
voz de las cascadas de Dios; prometo dejar que todas sus ondas y sus olas pasen
sobre mí en su presencia santa. Sabiendo que cuando el abismo de la
insatisfacción por mi llamado sea saciado, o cualquier otra cosa, volveré a
estar insatisfecho y amaré esa insatisfacción.
Este abismo saciado llamará a
otro a la voz de las cascadas de Dios. Entonces me hundiré en oración y, otra
vez, sus ondas y sus olas pasaran sobre mí y, otra vez, seré saciado por Dios.
Mi vida no se estancará, y viviré de victoria en victoria, de poder en poder.
La insatisfacción producida por el Señor es el motor que genera e impulsa mis
sueños.
Como Enoc, caminaré con Dios.
Sin distancia entre Cristo y yo, entre sus sueños y los míos, entre su corazón
y mis latidos. Caminaré en paz conmigo mismo, con mi personalidad; caminaré,
sirviéndole con todos mis dones y talentos. Entendí que aquellas satisfacciones
que vienen de hacer lo que me gusta, conforme a mis talentos y dones, también
son la satisfacción del Padre, porque él las puso en mí. Disfrutaré escribir
tanto como del predicar; amaré enseñar, y lo disfrutaré al hacerlo. Dios goza
conmigo porque lo dispuso entre mis atributos para ser usado en su honor.
Todo es de Cristo, por Cristo y
para Cristo. Todo lo que soy; todo lo que tengo; toda mi fuerza y vigor; todo
mi futuro le pertenece al que murió por mí. Jesús es mi galardón.
La palabra pacto llena mi mente.
Siempre tendré presente la visión de un profeta sobre mí. La gracia de Dios
está sobre mi vida. Por ella, como Noé, fui hecho por Dios un vaso de su
misericordia. No sólo poseo la gracia de Dios, sino que soy portador de ésta; y
ofrezco, en mi integridad y fe, gracia del Señor al que quiera aceptarla.
Dios me enseñó que es un Dios de
pacto. Miro los cielos, ellos están abiertos para mí, y mis hijos, y los hijos
de mis hijos, hasta incontables generaciones. Un Arco Iris nació en visión
sobre un hombro mío y terminó en el otro, cruzando mis lomos; manifiesta el
pacto de paz de Dios conmigo que jamás lo quebrantará. ¡Jesús! Buscaré ser tu
satisfacción.
Pasaré mis noches en Gerar. Allí
aprendí a no reírme de las promesas de Dios, sino a reír con Dios y con todos
los que oyeren lo que mi Señor hará conmigo.
Las noches en Gerar son aquellas
en que Dios quita de mí alrededor todo lo que me gratifica. Es la noche de la
inseguridad. Dejaré que surja mi fe en medio de mis crisis. Si me toca pasar
por lugares inseguros que son como un círculo donde doy vueltas y vueltas, sin
llegar a ningún lado; si tengo las promesas del Padre y el diablo pone delante
de mí mil atajos seductores, que pretenden aliviar mi carga y acortar los
tiempos, entonces, gritaré desde lo profundo de mi ser: ¡Jesús, Tú eres mi
seguridad! No mi trabajo, ni el gobierno humano, ni mis fuerzas, menos mi
inteligencia. Él es la seguridad de todo lo que tengo y soy en esta vida.
Pasaré mi noche en Gerar. Sin
miedo. Sin culpar a nadie. Sin desesperarme. Escucharé. El Espíritu Santo me
hablará en esa noche larga y oscura, será mi consuelo y fortaleza, mi pronto
auxilio en mis tribulaciones. Como Sara, no esperaré en la fe ajena. Aprenderé
a reír con Jesús. ¡Solo Tú, amado Señor, eres fiel a todas tus promesas!
Jamás claudicaré entre dos
pensamientos; no gravitaré titubeando entre la confianza y la incredulidad. No
quiero ser semejante a la onda del mar; llevada por fuerza exterior que puede
ser todo viento de doctrina, ideologías seculares o estructuras de pensamiento
que se levantan en contra del conocimiento de Dios y de Cristo. O por una
fuerza interior, como dice Hengel, mi propia inestabilidad. Ya echado sobre la
ribera de la fe y la esperanza; ya arrollado al abismo de la incredulidad; una
vez, elevado a la cima del orgullo mundano, otra, arrojado a la arena de la
desesperación y aflicción.
Una persona que gravita entre
dos pensamientos es como una barca sin timonel en alta mar que lucha contra
mareas diferentes; no sabe dónde va, ni a dónde quiere llegar. Atenderé a la
exhortación de Elías a Israel frente al altar de Jehová que estaba arruinado:
-¿Hasta cuándo claudicareis entre dos pensamientos?-. Es mi tiempo de afirmar
mis ánimos en la roca fuerte. Mi ancla clavaré en la certeza de la fe y la
confianza en que Cristo gobierna mi vida, y tiene el control de todas las
cosas.
Es mi tiempo de acercarme a
Dios, y él se acercará a mí. Si el Espíritu me redarguye de pecado, entonces,
limpiaré mis manos que son los instrumentos externos de acción en sincero
arrepentimiento. Si siento variar mis pensamientos en doble ánimo, en aquel
momento, purificaré mi corazón de todo adulterio espiritual y de toda
mundanalidad. Mi corazón es la fuente interior de toda impureza; es de donde
provienen los dobles ánimos que dividen mi satisfacción entre Dios y el mundo.
Someteré mi vida al Señor y
resistiré al diablo, porque bajo su bandera el orgullo y la envidia están
alistados; soportaré las tentaciones que vienen por su intermedio. La fe,
oraciones humildes y la sabiduría celestial, son las armas de mi resistencia. Me
acercaré a Dios con corazón sincero, porque él ama la verdad en lo íntimo, y en
lo secreto me hará comprender sabiduría. Me aproximaré en plena certidumbre de
fe, purificado mi corazón de mala conciencia, y lavado mi cuerpo con agua pura.
Largo camino me resta.
Dios es quien viene a mi
encuentro. Mira desde los cielos; ordena; decreta; expresa; busca y,
finalmente, llama. Y ese llamamiento es mi insatisfacción. Cuando esto sucede,
lo que pasa en mi interior es que comienzo a descifrar los latidos del Señor.
Sus desvelos se hacen palpables a mis sentidos espirituales. Dios no quiere ver
más pecado y depravación, y yo tampoco lo puedo vivir ni verlo vivir. El Señor
dice no a la soledad, y mis ojos buscan y consuelan a los solitarios. No puedo
estar tranquilo y disfrutar lo mío si en un hospital, en la cárcel, en las
calles de mi ciudad, o en cualquier lugar, alguien no tiene un consuelo o una
palabra alentadora.
Como Nehemías, seré un
constructor de murallas en ruinas. Trasmitiré pasión o no transmitiré nada.
No puedo ocultar mi admiración
por él. Por su dedicación, por su valentía para dejar sus comodidades y servir
al pueblo de Dios. Por sus oraciones y ayunos, sus cualidades de liderazgo,
poderosa elocuencia y confianza en el propósito de Dios, que hicieron de él un
gran líder y un hombre de Dios. Su respuesta al peligro me fascina: --Un hombre
como yo, ha de huir--.
Vuelvo a repetir: Quiero ser un
constructor de murallas en ruinas; quiero ser un reformador.
Construir nuevas realidades y
hacerlas posibles es lo que hace un reformador, sin duda requiere de energía y
fuerza, debe tener pasión en lo que cree. La energía y fuerza están dadas
también por la confianza que nos tenemos y en quien creemos, el optimismo y fe
respecto a Aquél que nos llamó. Incluye también el empeño en llegar al objetivo
que nos proponemos focalizando nuestra energía y siendo muy perseverantes en el
camino.
Un reformador, transforma
problemas en oportunidades, siendo sin duda ésta una de las principales
características que poseen. Esta característica se denomina “resiliencia”, que
consiste en la capacidad de sobreponerse a la adversidad, creciendo a partir de
ella.
Enfrentaré cambios y sobresaltos
de una manera contractiva no dejándome abatir jamás por la frustración, porque
me empuja la seguridad de mi llamado y la confianza en Quién me llamó.
Construiré nuevas realidades y en el poder del Señor las haré posibles. Aprendí
que no hay despropósito en Dios. No hay insensatez en lo que hace.
He logrado entender el error
conceptual de Satanás. Él no entiende ni sabe lo que es amar. No puede
comprender que Dios me amé de manera tal de entregar a su Hijo amado para que
creyendo en él, tenga vida eterna. No puede comprenderlo. Mira la cruz y queda
desconcertado. Hubiera apostado todo a que Jesús se bajaría de allí y me
dejaría abandonado a lo merecido por mi pecado. Me mira, luego a Cristo, y no
sabe que lo motivó a morir por mí.
No puede entender que estoy
dispuesto a perder mi vida para salvarla. A dejarlo todo por seguir a Jesús. No
comprende que luego de tantas luchas, aún estoy desesperado por conocer el
porqué de mi insatisfacción, con el fin de servirle haciendo su voluntad.
No percibe la razón por la que
he hecho mi deber el amar a Dios. No concibe al amor exclusivo que decidí
brindar al Señor. Porque solamente hay lugar para una lealtad en mi vida, y le
pertenece a Jesús. No capta la razón del amor cimentado en la gratitud. Las
dádivas del amor de Dios piden a cambio todo el amor de mi corazón.
No deduce la lógica del amor
obediente. Como no puede entender al amor incondicional de Dios, tampoco
comprende la única manera de probar mi amor a Dios, que es amando a Jesús y
obedeciéndole incondicionalmente. La obediencia es la demostración definitiva
del amor.
--¿No has considerado a mi siervo,
que no hay otro como él en la tierra, perfecto y recto, temeroso de Dios y
apartados del mal, y que es capaz de retener su integridad, aun cuando tú me
incitaste para que lo arruinara sin causa? Una sola cosa sé, que no me sirve
por interés y, por eso, acepto el desafío. De ahora en adelante, mi honor está
en su mano, aunque el mismo no lo sepa--.
Dios acepta todos los días el mismo
desafío porque cree en mi amor. Jesús sabe que mi amor es incondicional como lo
es el de él hacia mí. No hay intereses mezquinos entre nosotros. El amor hace la
diferencia entre nosotros y el mundo.
De David aprendí que a veces el
Señor dice: -Tú no lo harás- Comprendí que a medida que el Señor cumple sus
propósitos conmigo, es decir, proyectos particulares, es sabio darme cuenta que
están encadenados con propósitos generales, que tienen que ver con un plan
global que abarca a mi generación y futuras generaciones. En este contexto
general, el Espíritu de Dios enlaza mi obra con las de otros que sirvieron en
su propio tiempo, y con terceros que se beneficiaran y continuaran mi obra.
Entonces, no debo trabajar con una mente mortal, sino con la mente de Cristo,
una mente inmortal.
Aunque me ilusione el llamado a
realizar una obra de características inmensas, conforme a mi amor por aquel a
quien sirvo y la revelación que me fue dada, también muchas veces me
desilusiona no ver el cumplimiento. Ahora entiendo que mi visión puede estar
ligada a otras visiones que son ajenas al tiempo de mi mortalidad. En
ocasiones, puedo sembrar y otro cosechar, como puede ser al revés. Lo
importante es que haga mi parte y no ignore que el pensamiento de Dios no
empieza, ni termina en mí. No soy el centro del llamado, sólo un eslabón en la
cadena de su propósito.
No perderé de vista la noción
del tiempo y las razones que tiene el Señor para llevar adelante su obra.
Aceptaré el propósito de Dios y su voluntad en mi servicio. Jesús es Señor del
espacio y del tiempo. Dueño para usarme para el hoy, o para el mañana.
Sólo me preocuparé en seguirte
¡Bendito Señor!
En tan sólo un párrafo, Mateo
puede contar que un día, pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo,
que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se
levantó y le siguió. Cristo vio al hombre insatisfecho detrás de lo que siempre
pensó que lo satisfaría, y jamás lo logró. Así me vio a mí; así, como Mateo, le
seguiré.
Como una síntesis de porqué el
corazón humano se aproxima a Cristo, entendí que las multitudes seguían a Jesús
porque deseaban todo aquello que sólo él podía darles. Algunos para tentarle y
condenarle, otros por el pan y los peces. Los pecadores seguían a Jesús porque
presentían que sólo él podía capacitarlos para recomponer sus vidas rotas y
empezar de nuevo. Los ciegos seguían a Jesús para recibir la vista; deseaban
experimentar su poder obrador de maravillas. Y muchos de los que recibieron un
milagro, seguían a Jesús en clara gratitud por lo que él había hecho con ellos.
Jesús dijo: -Si alguno me sirve,
sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me
sirviere, mi Padre le honrará. Ahora está turbada mi alma; ¿Y qué diré? ¿Padre,
sálvame de esta hora? Más para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu
nombre-. Entonces vino una voz del cielo: -Lo he glorificado, y lo glorificaré
otra vez-.
¿Qué diré? ¿Jesús, sálvame de
esta hora? Para esto he llegado a esta
hora, para seguir y servir al Señor. Digo, profundamente de mi corazón: -Padre
mío, que en todo lo que haga, en lo que piense, aquello en lo cual invierta mi tiempo.
En toda mi fuerza y mi dedicación, mis dones y talentos; en todo, ¡Señor!
¡Glorifica tu nombre!-.
Entendí la advertencia de que
seguir a Jesús implica sacrificio y cruz. El sacrificio y la cruz no son
insubstanciales, sino el precio de la gloria eterna. Jesús nunca me prometió un
camino fácil, pero sí un camino a cuyo final su aspereza sería olvidada. Se
goza mi alma porque percibe el profundo deleite de oír su voz diciendo: -He
glorificado mi nombre en ti, y lo glorificaré otra vez-.
¿De dónde surgen las guerras y
los conflictos? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan en nuestros
miembros?
Mis conflictos tienen diferentes
frentes de combate, pero la mente es el campo de batalla y en ella se enfrenta
mi voluntad, deseos, ambiciones personales, etc. versus la Cruz de Cristo. Es
la batalla con mi propia concupiscencia, sin embargo, si hiciera lo bueno,
podré andar con la frente en alto. Pero si hago lo malo, el pecado me acecha,
como una fiera lista para atraparme. No obstante, yo puedo dominarlo.
Al final de mi escrito,
reconozco que la concupiscencia está personificada por el Apóstol Santiago como
la ramera que seduce al hombre. Atracción es el primer paso en la tentación: lo
desvía de la verdad y de la virtud, lo engancha por la carnada, como el
pescado. El segundo paso es cuando el hombre se permite ser inducido al mal. La
unión culpable se efectúa cuando la voluntad humana abraza a la incitación. La
concupiscencia, la ramera, entonces da a luz, es decir, pare el pecado, aquel
pecado al cual la tentación inclina. Luego el pecado especificado, siendo
cumplido, engendra muerte, de la cual estaba todo el tiempo preñado.
Cada uno tiene sus propias
concupiscencias peculiares que surgen de nuestros propios temperamentos y
hábitos. Se origina la concupiscencia en el pecado innato en el hombre,
heredado de Adán. En definitiva, la causa del pecado está en mí mismo. Ni aun
las sugestiones de Satanás pueden ponerme en peligro, sino cuando las hago
mías.
Me examinaré a mí mismo;
distinguiré las codicias ilegitimas y desordenadas dentro mío y, andando en el
Espíritu, no daré satisfacción a los deseos de mi carne. Porque el deseo de mi
carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se
oponen entre sí, de modo que yo no pueda hacer lo que quiera.
Jamás confundiré lo uno con lo
otro porque son totalmente opuestos y se rechazan entre sí; nunca equivocaré a
mis sentidos espirituales llamando bueno a lo malo y malo a lo bueno. No dejaré
que me engañen las tiniebla aunque se vista de ángel de luz. La luz es verdad,
las tinieblas son mentiras.
Toda confusión que logre
arrastrarme a un estado de insatisfacción que nuble mi visión de Dios, no
proviene de la luz sino de las tiniebla.
Las tiniebla son cambiantes, por
el contrario, Dios es luz, y no hay ninguna tiniebla en él. Sus propósitos y
designios son fidedignos y su palabra es la palabra profética más segura, a la
cual estaré atento como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que
el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en mi corazón.
La voz de Cristo llamándome es
inconfundible. Porque de la misma manera que llama el pastor a sus ovejas, a
cada una por su nombre y las sacas del redil, y cuando ya ha sacado a todas las
que son suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su
voz; así me llama Dios y nunca seguiré a un desconocido; más bien, huiré de él
porque no reconoceré voces extrañas.
Las voces de la oscuridad son
voces mentirosas y su procedencia es de las tiniebla.
La revelación de Dios es luz.
Dejaré que mi vida sea gobernada, no por antojos y fantasías personales, ni
tratando de adivinar cosas divinas no reveladas, sino por una reverente
aceptación de lo que Dios me haya dado a conocer, lo cual llevará a un
cumplimiento cabal de todos los imperativos que evidencie contener la
revelación.
Luz resplandeció en mi búsqueda,
porque mi luz es el Cordero, y más brillante que el sol la gloria de su
presencia en mí. Miraré más allá. Siempre miraré más allá.
Amo mi insatisfacción. Amo al
Señor que despierta mi corazón a su servicio. Amo el tener expectativas y
sueños en Dios, aunque el celo por su llamado me consuma.
La tarde era intensa. La alegría en las calles de la ciudad era
desbordante. El campeonato mundial de fútbol acababa de ser obtenido por el
seleccionado nacional y el fanatismo daba rienda suelta al júbilo generalizado,
sin distinguir edad o sexo.
Todo el día había trabajado en la explotación de este evento.
En contraste con mi entusiasmo por el fútbol, sentía un vacío terrible en mi
interior que no podía entender. En un momento decidí volver a mi casa solo. No
hacía mucho tiempo que había regresado a mi provincia natal desde Buenos Aires,
y en ese periodo de ausencia mi familia se había mudado de casa.
El nuevo barrio me era desconocido y también el camino del
micro urbano que me llevaba a mi hogar. Todo el camino fui atento intentando no
pasar de largo y estudiando el recorrido.
Mi adolescencia tuvo muchos periodos depresivos e inseguros
que me llevaron a viajar a Buenos aires en repetidas oportunidades. Este
momento era uno de los tantos que me hacían vagar solitario, alejándome de mi
familia y mis amigos, los cuales siempre fueron pocos.
De pronto el ómnibus se detuvo en una esquina donde en un
descampado había un grupo de personas escuchando a un hombre hablando por un
micrófono. Qué me llamó la atención, no lo sé. Pero algo me movió a descender
del micro sin importarme no saber con exactitud donde estaba.
A un niño que tenía las piernas dobladas hacia adentro lo
hicieron pasar al frente. Al momento sentí gritos y pude verlo parado sobre sus
piernas. El predicador siguió hablando no sé qué y luego vi a un joven salir
del grupo y acercarse a mí que estaba a una distancia prudencial observando. Me
platicó algo y luego me invitó a pasar para que me oren. Le dije que no y me
fui, entre asustado y fascinado.
Amo tu insatisfacción por mí. Amo que nunca te hayas rendido
ante mis negativas. Que nunca te hayas dado por satisfecho mientras yo no haya
tenido un encuentro personal contigo. Unos meses más tarde viajaba otra vez a
Buenos Aires extraviado en mis soledades, y allí, por tu misericordiosa
insatisfacción, pude recibirte como Señor y Salvador de mi vida.
Amo saber que aún hoy, después de tantos años, mantienes
expectativas sobre mí. Que tienes un sueño que se extiende mientras progreso en
mi relación con tu Espíritu. Amo saber que haga lo que haga siempre vas a estar
insatisfecho, porque sabes que todo lo hecho es poco de acuerdo al potencial
que has puesto en mí.
Me deleito en saber que puedo esperar más de mí mismo. Porque
Tú eres la medida de mi servicio; eres el estándar de obediencia al Padre,
porque aun siendo Hijo aprendiste obediencia. Jesús, eres el maestro y bástame
ser como tú. ¡Cuánto me falta! ¡Qué gran camino me resta por recorrer! ¿Cómo no
estar insatisfecho?
Amo tu inconformidad. Amo llegar a ti después de haber hecho
lo que me mandaste hacer y que no me digas: -¿Pasa, siéntate a la mesa?- Sino
más bien: -Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido;
y después de esto, come y bebe tú-. Humilde a los pies de tu insatisfacción te
digo: -siervo inútil soy, solo hice lo que era mi obligación hacer, pues para servirte
cumpliendo tu voluntad me alistaste a tu servicio-.
Porque un día vendrás ante tus siervos y arreglaremos cuenta
ante ti. Y llegando a tu presencia te diré: -Mi Señor estos son los talentos
que me has entregado, aquí tienes, estos son el otro tanto que he ganado para
ti sobre ellos-. Tú me dirás: -Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido
fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor-.
Amo tu insatisfacción ante la enfermedad. Admiro tu repuesta a
los leprosos; tu llamado al ciego Bartimeo; el poder que se desprendió de ti
para sanar a una enferma, débil, empobrecida y asustada mujer con flujos de
sangre. Amo que no te hayas conformado con qué aquel paralitico tenga cuatro
amigos para transportarlo, sino que lo sanaste y le ordenaste cargar su propia camilla
en la que lo habían traído ante ti.
Adoro tu descontento y compasión ante quienes recurren a ti.
Compasión aquella que tuviste ante la multitud al ver el abandono espiritual que
las hacia vagar como ovejas sin pastor. Nunca estuviste molesto con la
superficialidad ni rusticidad de la muchedumbre ni irritado con su inutilidad,
sino preocupado por ellos. Frente a la ruina espiritual de los hombres, aun
cuando fuera causada por el propio pecado de su corazón, no sentiste sino
piedad. Nunca viste al hombre como un reo que ha de ser condenado, sino como un
descarriado que había que encontrar y llevar a casa. No mirabas a los hombres
como maleza para quemar, sino como mies presta para ser segada por Dios.
Jesús, amo tu insatisfacción ante mi sufrimiento. Siempre
fuiste conmovido por el dolor de la situación humana. Jamás te sentiste al
margen o indiferente a lo que sucedía a tu alrededor. Tú grandeza consiste en
tu complacencia de introducirte en la situación humana, y ser movido por la
severidad de tales circunstancias a esa compasión que te compele a ayudar y a
sanar.
Amo tu insatisfacción ante la muerte. Tu mirada profunda ante una
mujer desconsolada; tus palabras: -Mujer, no llores-. Amo que nunca te hayas
quedado satisfecho ante el dolor y la muerte, que hayas tocado el féretro del
joven hijo de aquella mujer y lo hayas resucitado de entre los muertos, para
darle muchos más años de consuelo a una pobre madre viuda de la ciudad de Naín.
Amo tu insatisfacción ante la religiosidad, ante la falsedad
de lo externo con un corazón lejos de Dios. Amo tu descontento en aquella
pascua de los judíos cuando encontraste en el Templo a los que vendían bueyes,
ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de
cuerdas echaste fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y
esparciste las monedas de los cambistas, y volcaste las mesas; diciendo que no
hagan de la casa de tu Padre, una casa de mercado. Admiro ese celo que te consume,
porque tu casa es casa de comunicación con Dios.
Amo tu insatisfacción ante el pecado que no te permitió,
siendo en forma de Dios, estimarte el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarte, sino que despojándote a ti mismo, tomaste forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, te humillaste a
ti mismo, haciéndote obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
El Mesías te vio desde la cruz, y te amo. Nunca estará
satisfecho viéndote sufrir viviendo una vida alejada de lo que Dios quiere para
ti. Te buscará, y te buscará, y aunque millones de ángeles le adoren y
multitudes sean salvas, en su corazón brillará su insatisfacción hasta que
vengas y te cobijes en sus brazos haciendo su voluntad.
Yo tampoco estoy satisfecho; y tú tampoco lo estás. Sé que
puedo contar contigo. Que junto lucharemos para satisfacerlo. Agradezco al
Espíritu de Dios que estés allí, compartiendo el principio del final de mi
búsqueda que ruego al Padre sea la tuya.
Hasta siempre.
El que escribe sobre palabras es, obviamente, dependiente de
los trabajos de otros. Por tanto, a continuación doy una bibliografía que he
usado constantemente en este escrito.
Bibliografía
Barclay, W. (e-Sword). Palabras griegas del Nuevo
Testamento. Su uso y significado. El Doctor William Barclay es Profesor
de Lenguas y Literatura del Nuevo Testamento en la Universidad de Glasgow,
Escocia: Copyrigt 1977. Casa Bautista de Publicaciones.
Certeza. (e-Sword). Nuevo
Diccionario Bíblico Certeza. Para adquirir la obra impresa puede ponerse
en contacto con la Editorial Certeza de su localidad o a la página:
http://libreriacerteza.com.ar/contenido.htm: Ediciones Certeza. ISBN
9978-972-02-9.
Ebenezer. (e-Sword). Diccionario
Bíblico facilitado por Ministerio Ebenezer.
Diccionario de
Anécdotas e ilustraciones. (Extraído de www.ministros.org y compilado por Alex
Villena, España. Ilustraciones A a la Z, recopilatorio de 903 ilustraciones).
Creada con Microsoft Access. Modificada con Biblos. Creada/Modificada con
(Made/Modifiedwith) Biblos.
Henry, M. (1999). Comentario
Bíblico de Matthew Henry. Traducido y titulado por Francisco Lacueva:
Editorial Clie.
http://mensajesdeexito.com/presencia/el-adn-espiritual-bernardo-stamateas/.
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Martín-Moreno González,
J. M. (s.f.). Historia de Israel. Universidad Comillas de Madrid.
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David Brown. (2003). Comentario exegético y explicativo de la Biblia Tomo I y II.
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Swindoll, C. R. (1989).
La voluntad de Dios: Viviendo la vida cristiana. Charles R. Swindoll.
Serie Realidades. Editorial Unilit Copyright 1981.
Vine, W. E. (e-Sword). Diccionario
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Warren, R. (Enero 2006).
Una vida con propósito. Fuente: Revista mensual “La Corriente del
Espíritu”. Año IX / Nº 110: Una vida con propósito. Warren, Rick. Editorial
Vida.
Williamson, H. G.
(e-Sword). Comentario Bíblico Siglo Veintiuno.
[1] Martín-Moreno González, Juan Manuel,
Historia de Israel, Universidad Comillas de Madrid.
[2] Salmo 19 (Biblia al Día).
[3] Autor no conocido.
[4] Salmo 51: 1-17.
[5] Lucas 12:42-48.
[6] Mateo 25:14-29.
[7] (http://mensajesdeexito.com/presencia/el-adn-espiritual-bernardo-stamateas/)
[8] 1 Corintios 12:1-12.
[9] 1 Pedro 2:1-9.
[10] Efesios 4:1-13.
[11] Fuente: Revista mensual “La Corriente del
Espíritu”. Año IX / Nº 110. Enero 2006. Tomado del libro: “Una vida con
propósito” por Rick Warren. Editorial Vida.
[12] Isaías 5:1-7.
[13] Santiago 4:4-5.
[14] Tomás Kempis (1379-1471)
[15] Salmo 130.
[16] Oseas
2:14; 13:5.
[17] Deuteronomio 32:9-14.
[18] Salmo 56 (Biblia al día).
[19] Wiesinger.
[20] Juan 19:34; 1Corintios 6:11; 1 Juan 5:6;
Ezequiel 36:25.
[21] Ezequiel 47:1-5.
[22] Salmo 139:1-18. (Biblia al día).
[23] Samos 105.
[24] Salmos 103:1-13. (Biblia al día).
[25] Autor desconocido.
[26] Santiago
1:27.
[28] Nehemías
1:2-11.
[29] Nehemías
2:2-5.
[30] Job 9
[32] Eclesiastés 2:1-11.
[33] La voluntad de Dios: Viviendo la vida
cristiana. Serie Realidades. Charles R. Swindoll. Editorial Unilit. 1989.
Copyright 1981.
[34] Génesis 4:7 (Biblia al día).
[35] Santiago 4:1-4 (Biblia al día).
[36] HAMARTIA266 Y HAMARTANEIN264.
EL YERRO QUE ES EL PECADO.
[37] 2 Corintios 11:14-15.
[38] Efesios 5:1-14. (Dios habla hoy)
[39] 2 Corintios 4:3-6. (Dios habla hoy)
[40] Efesios 6:10-18.
[41] Juan 8:42-47.
[42] Apocalipsis 22:1-7.
[43] Amo 3:3-7.
[44] Agustino.
[45] Osvaldo Chambers.
[47] T. S. Eliot.
[48] Calvino.
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