domingo, 3 de mayo de 2015

CINCO O SEIS GOLPES

cinco o seis golpes



Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió. Y descendió a él Joás rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! 
Y dijo Eliseo: Toma un arco y unas saetas. Tomó él entonces un arco y unas saetas. 
Y le dijo Eliseo al rey de Israel: Pon tu mano sobre el arco. Y puso él su mano sobre el arco. Entonces puso Eliseo sus manos sobre las manos del rey,  y dijo: Abre la ventana que da hacia el oriente. Y como él la abrió dijo Eliseo: Tira. Y tirando él, dijo Eliseo: Saeta de salvación de Jehová, saeta de salvación contra Siria; porque herirás a los sirios en Afec, hasta consumirlos. 
Y le volvió a decir: Toma las saetas. Y luego que el rey de Israel las hubo tomado, le dijo: Golpea la tierra. Y él la golpeó tres veces, y se detuvo. 
Entonces el varón de Dios, enojado contra él, le dijo: Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado a Siria, hasta no quedar ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria.
2 Reyes 13:14-19.

No tenemos una idea precisa de cuanto afectan nuestras decisiones, por más pequeña que parezcan, a nosotros mismo y a los demás. Pero lo más difícil es poder delinear esa línea espiritual que separa nuestro accionar propio con el propósito de Dios.

En esta historia bíblica el profeta Eliseo está a punto de morir y esto preocupa a un rey tan alejado de la voluntad de Dios como lo fue Joás. Siente el desamparo porque nunca aprendió a depender del Señor mediante una relación personal con él. Esta dependencia de otros para obtener la ayuda del Padre se refleja en toda esta historia.

Eliseo también percibe cuan frágil es la seguridad de su nación frente a sus enemigos. Entonces profetiza  la salvación que vendría de parte de Dios mediante el arco y las saetas. Esta profecía hablaba de una victoria total sobre Siria.

Hasta ese momento todo es perfecto, pero de pronto Dios necesita trazar esa línea invisible que puede separar o juntar nuestra voluntad con su propósito. Eliseo le pide que tome las saetas y golpeé la tierra. Y él la golpeó tres veces, y se detuvo. Entonces el varón de Dios, enojado contra él, le dijo: Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado a Siria, hasta no quedar ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria.

Podemos argumentar a favor del rey Joás que él no sabía cuantas veces golpear la tierra. También diremos que se le dijo golpea y él golpeó. Si supiéramos todo lo que Dios quiere con nosotros o lo que desea que hagamos, entonces no nos equivocaríamos jamás. Habló desde mi posición de nunca satisfecho y eterno buscador de su voluntad. Sin embargo, sabemos que su voluntad era una victoria total, y que la decisión de Joás priva del cumplimiento de esa profecía.

Meditemos en todo lo que el Señor nos prometió. Lo profético de su palabra se vuelca en todo nuestro ser desde el vientre de nuestra madre, desde que somos en este mundo mortal, sin embargo, en el pasado profético del Señor fuimos predestinado para que se cumpla en nosotros su diseño profético.

Para Dios todo lo que diseño para ti, ya es. Pero para que se materialice en nuestro presente mortal es necesario ese encuentro de tu voluntad con su propósito. Lo complicado es que no sabemos cuantas veces golpear la tierra. 

Tratando de aprender de los errores ajenos, diremos que Joás no tenía una relación personal con Dios. De seguro que si ahondamos en nuestra búsqueda de su persona nos adentraremos más en conocer su propósito y, por ende, juntaremos estos dos mundos de mi hacer y su hacer.

Joás era una persona que dependía mucho de los demás. Miremos como Eliseo pone sus manos sobre la del rey y la flecha sale recta a la victoria. Pero apenas el varón de Dios le suelta las manos ya no sabe cuanta veces golpear la tierra. Seguramente hubiera deseado que Eliseo también hubiera tomado su mano y lo hubiera guiado en los golpes. Con seguridad no se hubiera equivocado.

La dependencia exagerada de otros para buscar la voluntad de Dios puede no permitirnos ejercitarnos personalmente. La soledad es nuestra mayor aliada cuando nos impulsa a los brazos de su propósito. Si nos miman demasiado no dejándonos ser, o si nos acostumbramos a la mano de los experimentados sobre las nuestras, cuando nos toque golpear por nosotros mismo podemos detenernos antes de tiempo.

¿Qué llevó al rey a golpear tres veces y detenerse? Una respuesta puede ser su incredulidad. Dar el primer golpe y no ver resultado. Dar el segundo y no entender que gana con golpear la tierra. Golpear por tercera vez y no divisar a los sirios siendo derrotados en cada golpe puede impulsar al abandono.

Entonces, golpeemos sabiendo que nuestra perseverancia produce efectos. Golpeemos confiando en que no golpeamos al aire. Peguemos mirando con los ojos espirituales lo que no podemos ver con los ojos físicos. Miremos con visión profética. Con fe en Aquél que llama a las cosas que no son como si fueran. Como Abraham, viendo hijos en las arenas y en cada estrella del cielo.

También podemos creer que tanto estar sentado en el trono lo hizo perezoso al rey Joás. El ser negligente puede causar que me detenga antes de tiempo. Debo ejercitar mi espíritu para no ser ocioso, de esta manera no me detendré. Si no tengo ganas de leer su Palabra, entonces es cuando más debo leerla. Si no deseo orar debo esforzarme más allá de mis sentimientos. Solo este ejercicio espiritual me asegurará que no me pararé antes de lo que Dios desea.

El creer que ya sé lo suficiente o vivir de las glorias pasadas pueden provocar que me contente demasiado pronto, ignorando que Dios quiere mucho más conmigo. Pensar que tres golpes son suficientes logrará que nunca comprenda que con cinco o seis hubiera entrado en la buena, santa y perfecta voluntad de Dios.

Detenerme antes de lo que el Señor quiere puede causarme mucho dolor a mí y a otros.
Hazael, pues, rey de siria, afligió a Israel todo el tiempo de Joacaz.

Pararte cuando el Espíritu Santo avanza puede causarte aflicción, pero no solo a ti, también otros pueden sufrir. Joás se detuvo y todo Israel fue afligido. Son pequeñas decisiones que pueden afectar tu descendencia. Abre tus ojos y mira. Si no hubiera sido por la misericordia de Dios, di ahora, si no hubiera sido por la misericordia de Dios que nos miró a través de la sangre de Cristo y su pacto sempiterno, de seguro nos hubiera consumido el enemigo. Pero aquí estamos, tratando de eclipsar nuestros tiempos con los de Dios, y nuestra voluntad con la suya.

Y volvió Joás hijo de Joacaz y tomó de mano Ben-adad hijo de Hazael las ciudades que éste había tomado en guerra de mano de Joacaz su padre. Tres veces lo derrotó Joás, y restituyó las ciudades a  Israel.[1]

Vencer tres veces seguidas a los sirios y restituir las ciudades son una gran victoria. Pero nada ante lo que Dios quería hacer a favor de Israel. Eliseo profetizó una victoria total y no tres victorias pequeñas que a la postré terminen en cautiverio como sucedió con Samaria.

Entiende que cada vez que te detienes desperdicias grandes oportunidades para que el Nombre de Cristo se glorifique en ti. Nuestra diligencia y falta de celo tanto como nuestra incredulidad, niegan la gloria a Dios. El enemigo no duerme ni perecea. Entonces, no te detengas. Golpea y golpea, ¡hasta la victoria profética total!





[1] 2 Reyes 13:25.

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