lunes, 25 de agosto de 2014

TEN PACIENCIA A DIOS

TEN PACIENCIA A DIOS


Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová.
Salmos 40:1-3. 

Estamos tan acostumbrados al decir cotidiano de que tengamos paciencia a los demás o a la verdad de que Dios nos tiene paciencia a nosotros que, a veces, ignoramos o pasamos por alto que el Señor también nos pide paciencia para con él.

David descubre el secreto de que a Dios hay que esperarlo con paciencia. Que él mismo nos pide tolerancia para con su accionar. Po este motivo, piensa en la necesidad que tiene el Señor de que tú seas paciente en lo que esperas o pides.

El sistema de este mundo nos impulsa a la rapidez, a la inmediatez. El mercadeo ofrece tener todo ya sin medir el riesgo que se corre. Y nosotros nos envolvemos en ese frenesí sin entender que no nos guiamos por el statu quo de este mundo, sino por las cosas que antes fueron escritas, porque estas para nuestra enseñanza fueron escritas; para que por la paciencia y consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Y nuestro Dios es el Dios de la paciencia y de la consolación a quien rogamos nos dé que entre nosotros seamos de un mismo sentir según Cristo Jesús.[1]

Entonces, esperemos con paciencia a Jehová. Tengámosle paciencia al obrar de Dios mediante su voluntad y sus tiempos. Él no es un “Compre ya” ni se rige por ningún mercadeo mundano, pues para él no somos mercaderías a conseguir sino hijos.

Esperar es tu gran desafío. Es vencer la ansiedad interna que te sacude. Es dominar la desesperación que intenta esclavizarte. Es quedarte quieto cuando todo gira con ímpetu alrededor y tus pasiones internas no te dejan pensar en Dios ni dejar de pensar en los problemas. Dios te desafía diciéndote: No te pido paciencia hacia aquellos que te molestan. No te pido paciencia hacia tus enemigos. No te pido paciencia ante los problemas. Te pido paciencia para conmigo. Tenme paciencia y espérame.

Ese esperar pacientemente al Señor demostró la fe de David. Porque no es un esperar estático ante lo irreversible. Es un esperar clamando; convencido que de otra manera es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que a Dios se acerca, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.[2]

Dios, al ver tú fe, se inclina a ti para oírte. Un inclinar que manifiesta nuestra pequeñez y su majestad. Dios que habita en las alturas, por sobre todo dominio o potestad en el mundo visible e invisible y, sin embargo, se inclina hacia ti, para oírte. Porque tu fe esperando con paciencia a él está diciendo cuán grande es el Señor y cuán necesitados estás de él. Es más, lo dispuesto que estás en esperar dándole soberanía a su accionar ¡Siempre será lo mejor!

David grafica su experiencia personal con un pozo. Esta descripción se debe a que en tierra de Israel se cavaban pozos para extraer agua. Éstos a veces se secaban y se los solía usar como cárcel. En un pozo semejante echaron a José sus hermanos[3] o a Jeremías los príncipes de Israel[4]. Como solían correr ríos subterráneos anteriormente, de tiempo en tiempo la humedad crecía en su interior y se llenaban de lodo. Cuanto más se movía quien estaba en aquel lodo, más se hundía.

Te das cuenta. Cuanto más piensas o intentas hacer por tus propias ideas y fuerzas, pareces hundirte más. Cuanto más cálculo haces menos alcanza. Pero, si esperas en Dios, él se inclina a ti para oír tu clamor, y te sacará de ese pozo de desesperación, de ese lodo cenagoso. No te muevas tanto. Ten paciencia a Dios y espera en él. Dios hará.

Me hizo sacar, dice David. Dios utilizó no sé qué ni a quién; solo sé que lo sacó del pozo de su cautiverio. Solo sé que Jeremías clamó y escribió sobre su experiencia en el lodo cenagoso: 
Mis enemigos me dieron caza como a ave, sin haber por qué.
Ataron mi vida en mazmorra, pusieron piedra sobre mí.
Aguas cubrieron mi cabeza; yo dije: Muerto soy.
Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la cárcel profunda.
Oíste mi voz; no escondas tu oído a mi suspiro, a mi clamor.
Te acercaste el día que te invoqué: dijiste: No temas.[5]
Solo sé que el Señor promete: Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado a tus presos de la cisterna en la que no hay agua.[6]

Dios ha cumplido su promesa hace más de dos mil años. Cristo te sacó del pozo de la desesperación por tu separación de su Padre. Por su Sangre derramada por ti te salvo del pecado y de la destrucción eterna. Vive de acuerdo a sus promesas y no en el ímpetu de este mundo.

Debemos reconocer que si llegamos a una situación de desesperación, donde nos hundimos cada vez más, es porque algo estamos haciendo mal. Por algún motivo llegamos a este contexto negativo. Dios no desea sacarnos de esta realidad para que sigamos cometiendo lo mismos errores y dentro de poco estemos otra vez en el mismo pozo.

David cambia la imagen del pozo por la del camino y del lodo por la peña. Se da cuenta que el Espíritu de Dios lo saca de la profundidad de su cautiverio para darle un camino diferente, y de la inseguridad del lodo, donde es imposible hacer pie, a una roca fuerte. Peña firme que es Cristo, el autor y consumador de la fe.

Dios necesita que entiendas y reconozcas lo que te llevó a esta situación. Ahora, acepta la dirección del Espíritu Santo y déjate dirigir por él, para que tus pasos sean enderezados. Dios no te saca del lodo y te deja en lugares inestables o sin dirección. El señor hace tus pies como de sierva y en tus alturas te hace andar.[7] Porque tu lugar es junto a las águilas y no en el suelo. Tus alturas son espirituales en los lugares celestes junto a Cristo.

Porque Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que te amó, aun estando muerto en tus pecados, te dio vida juntamente con Cristo (por gracia eres salvos), y juntamente con Él te resucitó, y asimismo te hizo sentar con Él, en lugares celestiales en Cristo Jesús; para mostrar en las edades venideras las abundantes riquezas de su gracia, en su bondad para contigo en Cristo Jesús. Porque por gracia eres salvo por medio de la fe, y esto no es de ti; pues es don de Dios; no por obras, para que no te gloríes.[8]

Finalmente cambió en David su cántico por uno nuevo, alabanza a nuestro Dios.
No sé cuál será tu hablar o cantar en medio del pozo de la desesperación y del lodo cenagoso. Pero entiendo que el Espíritu Santo cambió el hablar derrotado por una alabanza a Dios. Palabras que proclamen fe y reconocimiento a la persona del Cristo al cual adoramos.

Ten paciencia y espera a Jehová. A pesar de su inmensa majestad se inclinará a ti y te oirá como el padre lo hace ante su hijo. Te sacará de esta situación y pondrá terreno firme a tus pies y enderezará tu caminar con dirección cierta. Llenara tu boca de risa y tus labios de alabanzas. Sobre todo, no lo hará en oculto. Muchos verán lo que el Señor hizo contigo y temerán su Nombre y confiarán en el Dios que tú confías. Porque tu vida refleja la gloria de Dios, porque él se glorifica y se goza haciéndote bien.



[1] Romanos 15:4-5.
[2] Hebreos 11:6. 
[3] Génesis 37:25-29.
[4] Jeremías 38:6-13.
[5] Lamentaciones 3:52-57.
[6] Zacarías 9:11. 
[7] Salmos 18:33.
[8] Efesios 2:4-9.