domingo, 8 de febrero de 2015

UN REINO DE CHACALES O DE SIERVOS

un reino de chacales o de siervos

El capítulo 33 de Génesis habla del reencuentro de Jacob con su hermano Esaú. Una historia de dos hermanos que comienza en el vientre de su madre. Una historia de enfrentamientos y contiendas en pos de intereses valederos para uno, pero no tanto para  el otro.
Fueron tan remarcadas esas diferencias que sellaron el futuro de cada uno de los hermanos. Estos intereses fueron la ruta que ellos decidieron transitar y podemos observar sus resultados y consecuencia, en toda la biografía bíblica.
En el embarazo de Rebeca ya se manifestaba la diferencia de carácter entre ellos. Peleaban en el vientre de su madre y, tras esto, Dios le revela a ella que no solo estaba embarazada de dos bebes, sino de dos naciones. Estas no solo iban a diferenciarse grandemente entre sí, en relación con sus costumbres y disposiciones, sino que iban a enfrentarse por sus intereses respectivos.
Cuando hablamos de naciones entonces hablamos de reino. Estos hermanos recibieron reinos proféticos donde un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor serviría al menor. Entonces, los dos tenían un destino profético de reinos, diferentes y enfrentados, pero definidos proféticamente.
La pugna existente entre los dos por salir primero lo refleja más claramente. Óseas es quien advierte dentro del carácter de Jacob un perfil belicoso al tomar del calcañar, o talón, a su hermano, como si quisiera dejarlo atrás e impedir que fuese el primogénito.
También físicamente eran diferentes. Esaú salió pelirrojo y velludo como si ya fuese un hombre crecido. Era una indicación de que era fuerte y cabría esperar de él que sería robusto, atrevido y activo. Jacob, en cambio, era suave y delicado, como cualquier otro niño normal.
Al nacer los gemelos, la historia va marcando el interés de uno y desinterés del otro en relación a la primogenitura. Ésta pertenecía a Esaú por providencia y a Jacob por promesa. Era un privilegio espiritual por la bendición que comportaba y la promesa a la que estaba vinculada.
Jacob compra a Esaú su primogenitura por un guisado rojo. Mas adelante obtiene mediante engaño y en complicidad con su madre la bendición de Isaac, su padre. Esaú enojado por el engaño dijo que “bien llamaron su nombre Jacob, pues ya lo había suplantado dos veces: apoderándose de su primogenitura, y ahora había tomado su bendición”[1]. En este pasaje Esaú da origen al nombre de Jacob, como el “engañador”, “impostor”, “el que suplanta”.
Luego de consumados estos engaños de parte de Jacob, Esaú promete matarlo después de la muerte de sus padres.
¿Qué difícil es definir al triunfo? Cuantas veces Jacob habrá pensado que en la lucha que libró con su hermano, por la primogenitura y la bendición, había vencido.
A veces nos podemos engañar con mucha facilidad al creer en las victorias momentáneas que son productos del obrar, con buenas o malas intenciones, sin obedecer al Señor o esperar a que él cumpla sus propósitos en nosotros, a su modo y en sus tiempos. Luego, los espejismos de “haber ganado” se desvanecen y nos encontramos con la realidad del fruto del engaño. No hay victoria segura sino la que viene de luchar con las armas de Dios.
La realidad de Jacob era su hermano viniendo hacia él. El aprovechamiento de la debilidad ajena y sus mentiras comenzaban a dar frutos y Jacob sabía que cosechaba lo  sembrado.
En el capítulo 32 lo vemos al patriarca pasando el vado de Jaboc. Dejar en una orilla a su familia y quedarse solo. En esa soledad se encontró con Dios.
Este es uno de los relatos misterioso de la Biblia. Un varón se le presenta y lucha con él. Es identificado por Óseas como un “ángel”. Lo más sobresaliente es que dice que “venció al ángel” y “prevaleció”. Concluye este episodio diciendo que “lloró y le rogó”[2].
En el capítulo 33 de Génesis leemos sobre el encuentro de Jacob con Esaú. Ya habían pasado veinte años desde que Jacob había salido huyendo de la furia de su hermano.  Sin duda se preguntaba si Esaú todavía le guardaba resentimiento o ya lo había perdonado.  A primera vista, parecía que venía con ánimos de pelear, ya que venía acompañado de una gran compañía de hombres. [3] 
Observemos el actuar de Jacob ante tal situación, pero también a donde condujo a cada uno sus intereses primordiales que, como dije antes, marcaron sus futuros.
La primera cualidad de Jacob en esta situación es la humildad. Ésta le permitió actuar con mucha sabiduría en su encuentro con Esaú.  No se puso en una actitud agresiva sino defensiva. 
La Biblia dice que la respuesta suave aplaca la ira[4], y esa fue la actitud que tomó Jacob ante Esaú.  Jacob no llegó con prepotencia o con excusas, sino con humildad. Él se les adelantó, y se inclinó hasta el suelo siete veces hasta que llegó cerca de su hermano.
Según las costumbres antiguas, cuando uno se acercaba a un rey debía inclinarse siete veces.  ¿Acaso Esaú era rey?  Es muy posible que se hubiera convertido en el rey de Edom.
La Biblia nos revela que Esaú dejó la tierra de Canaán para establecerse en Seir.  Esa era una región desértica y despoblada, pero Esaú y sus descendientes habitaron allí y formaron el reino de Edom.  Esaú sabía que él no iba a poder ser alguien de mucha importancia en Canaán, porque él y su familia vivían como extranjeros entre las poblaciones amorreas. Por eso dejó la Tierra Prometida, y se fue al desierto para establecer un reino allí. 
Esaú no era un hombre paciente, y seguramente no estaba dispuesto a esperar a la promesa divina.  Por lo que vemos en la Biblia, él buscaba la gratificación inmediata, y no la recompensa eterna.  Esaú decidió dejar la Tierra Prometida en busca de “mejores oportunidades”. Toda su vida menospreció la herencia divina, y por eso él no fue contado entre el pueblo de Dios.
Ambos tenían destino profético de reinos. Los dos tenían en común la falta de paciencia ante lo profetizado. Esaú edificó su reino en Edom, Jacob lo intentaba por medio de engaños.
Nuestros intereses marcan y definen nuestros futuros. Estos pueden parecer exitosos de acuerdo al cristal con el cual lo veamos. Desde la óptica del mundo puede serlo: Esaú era rey ¡lo logró! Su hermano estaba postrándose siete veces delante de él. Le enviaba regalos. Parecía vencer la profecía de su nacimiento. Desde el mirar de Dios, no era éxito sino derrota.
La Biblia dice que Dios rechazó a Esaú. Esto vino como consecuencia de su rechazo al Señor y a su herencia.
Malaquías 1:2-3 dice: Yo os he amado--dice el SEÑOR--. Pero vosotros decís: ¿En qué nos has amado? ¿No era Esaú hermano de Jacob? --declara el SEÑOR--. Sin embargo, yo amé a Jacob, y aborrecí a Esaú, e hice de sus montes desolación, y di su heredad a los chacales del desierto.
La herencia que Esaú escogió fue ser rey de los chacales del desierto, en lugar de ser siervo de Dios. Por eso lo vemos fuera de la Tierra Prometida. Nada sucede porque si, cada uno elegimos donde estará nuestro tesoro y cual será nuestro reino.
Todos hemos sido llamados a reinar. Solo debemos decidir en que clase de reino. Podemos edificar un reino de chacales o ser siervos del Reino de Dios. El salmista decía: Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad[5]. Ser portero en tu casa es mejor que ser rey en un reino de chacales.
Esaú venía acompañado de 400 hombres, dispuestos a pelear. Pero la actitud de humildad de Jacob desarmó a Esaú. Entonces corrió a su encuentro y lo abrazó, y echándose sobre su cuello lo besó, y lloraron.
En lugar de atacarlo, Esaú se emocionó al verlo y lo abrazó.  Luego quiso conocer a su familia. Y alzó sus ojos y vio a las mujeres y a los niños, y dijo: ¿Quiénes son éstos que vienen contigo? Y él respondió: Son los hijos que Dios en su misericordia ha concedido a tu siervo. Entonces se acercaron las siervas con sus hijos, y se inclinaron. Lea también se acercó con sus hijos, y se inclinaron; y después José se acercó con Raquel, y se inclinaron.
Esaú venía recibiendo mensajes de parte de Jacob. La inclinación por siete veces delante de él. Luego la familia. Esaú entendía que su hermano reconocía su reinado. Al fin rompería con esa profecía al nacer. Al fin el menor serviría al mayor.
Luego de conocer a la familia, Esaú le preguntó a Jacob acerca de los regalos que le había enviado en el camino.
Y dijo Esaú: ¿Qué te propones con toda esta muchedumbre que he encontrado? Y él respondió: Hallar gracia ante los ojos de mi señor.
En el Medio Oriente hay toda una cultura en relación con los regalos.  Se dan regalos principalmente por dos razones: los regalo de reconocimiento, los cuales son los obsequios que se dan porque uno debe algo.  Esto aplica también a los regalos para alguien que se considera como superior, reconociendo lo que ha hecho. Y los regalos de compromisos, es decir, los obsequios cuyo objetivo es obtener un favor a cambio. Sabiendo esto, podemos entender la pregunta de Esaú.  Él estaba preguntando cuál era la intención de Jacob al enviarle tantos regalos.
El recibía mensajes pero quería oír de labios de Jacob cual era el significado de esos presentes. Si deseaba un favor de él o lo reconocía como rey.
Pero Esaú dijo: Tengo bastante, hermano mío; sea tuyo lo que es tuyo. Mas Jacob respondió: No, te ruego que si ahora he hallado gracia ante tus ojos, tomes el presente de mi mano, porque veo tu rostro como uno ve el rostro de Dios, y favorablemente me has recibido. Acepta, te ruego, el presente que se te ha traído, pues Dios me ha favorecido, y porque yo tengo mucho. Y le insistió, y él lo aceptó.
Esaú no quería comprometerse con Jacob, y por eso le dijo que él tenía suficiente, y no necesitaba más. Pero Jacob le explicó que los regalos eran de reconocimiento, y no de compromiso.
Es interesante ver la diferente reacción que tienen Jacob y Esaú al respeto de sus bienes y riquezas.
Esaú dijo: “tengo bastante”.  En hebreo es “Rav”, y también significa: mucho, abundante. “Bastante” implica abundancia, pero siempre hay espacio para más.
En contraste, Jacob dijo que tenía “mucho”.  En hebreo es “Kol” que significa: todo, plenitud.  Esto implica que tiene todo lo que necesita, y por lo tanto, no necesita más.
Es el pensamiento que transmite Pablo cuando dice: En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y se tener ABUNDANCIA; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.[6]
No es que Pablo no quisiera que lo ayudaran, sino que él en Cristo lo tenía todo.
Muchas gentes tienen bastante pero es muy difícil encontrar alguien que diga todo, es decir, estoy pleno con lo que Dios me ha dado. Porque, sin dudas, solo en Dios lo tenemos todo. En su Reino hay plenitud.
Jacob y Esaú eligieron un reino. Pero lo contraste de estos reinos son muy notorios. Tan notorios como la definición que da Jesús al respecto: El ladrón no vino sino para hurtar y, matar y destruir; yo vine para que tengan vida y para que la tengan en abundancia. [7]
Los chacales buscan comerse lo que nos queda. Comerán nuestra vida si es posible. Viven de rapiña. Nosotros Buscamos primeramente el Reino Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas[8]
En la aclaración de Jacob hubo un mal entendido.  Al oír Esaú que su hermano lo estaba reconociendo como rey, él creyó que su hermano se estaba convirtiendo en su súbdito, pero esa no era la intención de Jacob.  Él lo estaba reconociendo como “rey de Edom”, pero no como “su rey”.
Quizás había buenas intenciones en Esaú para con su hermano. Quizás pensó que ahora que lo reconocía como rey, convirtiéndose en súbdito, le haría bien en su reino. Quizás solo pensó como el diablo ante Jesús: Te daré todos los reinos de la tierra, si postrado me adorares.
Pero Jacob no quería ir a Edom, sino a la Tierra Prometida.  Aunque allí fuera peregrino y extranjero, para él esa era la tierra que Dios le había prometido dar a sus descendientes. Esa era la tierra que consideraba su herencia eterna. Sabía que en las promesas de Dios tenía todo, porque sus palabras son dignas de confianza. Nunca fallan. En Dios tenía plenitud de vida, aún viviendo como extranjero y peregrino en la tierra prometida. ¿Lo entiendes?
El problema es que Jacob no sabía cómo decirle esto a Esaú.  Sin duda quería evitar que su hermano se enojara de nuevo.
Entonces Esaú dijo: Pongámonos en marcha y vámonos; yo iré delante de ti.  Pero él le dijo: Mi señor sabe que los niños son tiernos, y que debo cuidar de las ovejas y las vacas que están criando. Si los apuramos mucho, en un solo día todos los rebaños morirán.  Adelántese ahora mi señor a su siervo; y yo avanzaré sin prisa, al paso del ganado que va delante de mí, y al paso de los niños, hasta que llegue a mi señor en Seir. Y Esaú dijo: Permíteme dejarte parte de la gente que está conmigo. Pero él dijo: ¿Para qué? Halle yo gracia ante los ojos de mi señor.
La intención de Jacob no era seguir a Esaú a Seir, sino seguir su camino hacia la Tierra Prometida.
Aquel mismo día regresó Esaú por su camino a Seir; y Jacob siguió hasta Sucot, y se edificó una casa, e hizo cobertizos para su ganado; por eso al lugar le puso el nombre de Sucot. Y Jacob llegó sin novedad a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán, cuando vino de Padán-aram, y acampó frente a la ciudad.
Mientras tanto Esaú regresó a su tierra en Seir (hoy, al sur de Jordania).
Es curioso que “Sucot” sea la palabra hebrea para “tabernáculos o cabañas”.   También es el nombre de la última fiesta de redención que celebra la vida de los israelitas en el desierto, justamente antes de entrar a la Tierra Prometida.
Jacob estaba profetizando con su vida. Su accionar era profético, y quizás no lo sabía. Años más adelante, Moisés instauraría por mandato de Dios la Fiesta de los Tabernáculos en Sucot.
Nosotros no debemos ignorar que lo que hoy hacemos es profético. Debemos aprender a profetizar con nuestra vida. Es mas, aunque no lo pensemos, nuestra vida es una profecía. Lo que hago hoy definirá mi mañana. Escribo y siento que profetizo sobre ti y sobre mí, mientras lo hago. Los tiempos a venir lo dirán.
La Fiesta de los Tabernáculos es un tiempo para celebrar la presencia, el reposo, la bendición, el gozo y la gloria de Dios en medio de su pueblo.
"Celebrarás la fiesta solemne de los Tabernáculos durante siete días, cuando hayas hecho la cosecha de tu era y de tu lagar. Te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblaciones.  Durante siete días celebrarás la fiesta solemne en honor de Jehová, tu Dios, en el lugar que Jehová escoja, porque te habrá bendecido Jehová, tu Dios, en todos tus frutos y en todas las obras de tus manos, y estarás verdaderamente alegre." (Deuteronomio 16:13-15)
En esta Fiesta solemne se entregaban todo tipo de ofrenda. Se celebraba en tiendas y enramadas. Y en su diseño y celebración se usaban cuatro diferentes tipos de ramas: Ramas con fruto de árbol hermoso, de palmera, de árboles frondosos y sauces.
El objetivo principal que Dios estableció para esta fiesta fue que el pueblo recordara que ellos habitaron en tiendas durante su travesía en el desierto; y que recordaran que Dios también habitó en medio de ellos en el Tabernáculo de Reunión: "En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos,  para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo, Jehová, vuestro Dios."[9]
Los Israelitas fueron ordenados a vivir durante siete días bajo “enramadas” hechas de ramas de árboles. Después de completados los siete días el octavo día era de gran regocijo.
La fiesta de los Tabernáculos era tiempo de dar gracias por el fruto de la época de cosecha anterior, y además tiempo de alegre anticipación por la pronta venida de la lluvia para la semilla (la lluvia temprana) que marca el comienzo del nuevo año de agricultura.
Su relación con Jacob tiene que ver con el Reino. En todos los días de la fiesta debían ofrendar a Dios. Esto declaraba al mundo espiritual que Reino quería construir. Donde estaba el todo en el cual ellos confiaban económicamente, al relacionarlo con la siembra y cosecha del pueblo. Solo en Dios y su Reino tenemos vida abundante.
Jacob compró una propiedad en Siquem e hizo un altar y honró a Dios llamando ese lugar El-Elhoe-Israel. Tenía muy claro quien deseaba él que fuera su Dios y rey. Estaba seguro de las promesas y los beneficios de la fe, pero también entendía los pensamientos de Dios y ordenaba su vida de acuerdo a estos.

En Jesús lo tienes todo. El  reino de Dios no es un reino de chacales sino de siervos, eso hace la diferencia.





[1] Génesis 27:36.
[2] Génesis 32:24-27.
[3] Génesis 33:1-2. 
[4] Proverbios 15:1.
[5] Salmos 84:10.
[6] Filipenses 4:10-20.
[7] Juan 10:10.
[8] Mateo 6:33.
[9] Levíticos 23:42-43.