ESCRITOS CORTOS





Te llamó Dios, no por casualidad ni accidente, te llamó porque existe un propósito. 


La palabra “Propósito” sugiere un plan elaborado, una proposición, un plan anticipado, una intención, un designio. 

Este propósito de Dios sugiere un pensamiento centrado en ti. Te propone presente desde antes de los tiempos en la mente del Padre Celestial. 

Tu salvación no solamente fue bien planeada, sino que pone de manifiesto la invariable fidelidad e insondable sabiduría de Dios. Todo puesto al servicio de un solo pensamiento: Tú. 

A veces pueden parecer tan incomprensibles e inescrutables sus planes que pueden hacerte dudar. La falta de un total y clarificador conocimiento puede hacerte temer sobre el desenlace final. Lo que jamás debe sucederte es dudar sobre las intenciones del Señor contigo. 

Aún en las dificultades y el sufrimiento, aún en la más amarga desilusión, incluso cuando maltratado, siempre debes saber que Dios obra en medio de esas situaciones. El único fin es que se cumpla su buen propósito contigo. 

Todo te ayudará para bien, porque ya no vivís conforme tus propios pensamientos, sino según el Espíritu de adopción por el cual clamas: ¡Abba Padre! Porque aun cuando no sabes como pedir, él te ayuda en tu debilidad e intercede por ti con gemidos indecibles. 

Los propósitos de Dios para su pueblo Israel siempre fueron buenos, aun desde los tiempos antiguos; porque aquellos que conoció también los predestinó para que fueran como Cristo Jesús.  Aún en el pasado reciente, porque Dios llamó y justificó a su pueblo. Mira ahora al futuro distante y observa que el plan del Padre es glorificar, es decir, dar un cuerpo nuevo a todos los que en Cristo Jesús han sido justificados.  

Confía en Dios. Hazlo mirando tu pasado lejano y lo verás conociéndote y predestinándote para tener un encuentro personal con él. Obsérvalo en tu pasado reciente y podrás observarlo en cada situación desesperada extendiendo su mano para ayudarte. Mira tu futuro distante y verás la gloria que Dios preparó para ti. 

Ahora, mira tu presente. Jesús está allí. Muy junto a ti; llevando adelante su buen propósito contigo. 



Romanos 8:28-30: Romanos 11:2; 1 Pedro 1:2-20; Efesios 1:5-11; Filipenses 3:21; Hebreos 1:6. Efesios 1:5-11; Romanos 9:24; 1 Corintios 6:11.