AGRADECIMIENTOS:
A
JESÚS
El
viento sacudiendo con fuerza tremenda mi barca. Lucho. Lo hago con decisión,
con todas mis fuerzas. No es suficiente. Te busco ¡Señor! en medio de mi
desierto. ¿Dónde estás? En la popa, durmiendo sobre un cabezal. Cierro mis ojos
y digo: --Maestro, ¿No tienes cuidado de mí? ¿No te das cuenta que perezco?--. Mis
sentidos recorren los espacios. Se nubla mi mirar. Tú estás; aunque todo diga
lo contrario, aún sin un aparente movimiento o una acción palpable. Callado, me
miras con amor; silencioso en un rincón de mi habitación. Jesús, no te
atosigaré con mis quejas o mi incredulidad. Tú estás, aunque no te vea, ni te
perciba, ni oiga tu respirar. Te levantarás, reprenderás al viento, y dirás al
mar: --¡Calla, enmudece!--. Entonces cesará la tempestad, y se hará grande
bonanza.
Y
cruzaré al otro lado, al propósito de mi desierto actual: un caminar buscando
señales, donde no sirven los GPS y las indicaciones en el camino pueden ser
engañosas. En medio del cual elevo un clamor, uno sólo: --¡Guíame, Señor; muéstrame
tu Voluntad! Examíname, y conoce mi corazón; pruébame y
conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en
el camino eterno--. Porque
mi desierto presente es la hora de las decisiones, y aunque aún no recibo
respuesta, tú eres mi Dios que me ve y me escucha; Quien me permite concebir
sueños, ¡Y este escrito es uno de ellos! Gracias, amado Señor.
A mi esposa
Margarita.
Te agradezco por estar siempre a mi lado. Ausente o presente, tú siempre estás
en mis desiertos. A veces compartiéndolos, otras, dejándome para que me encuentre
conmigo mismo y con Dios; a solas con mis defectos y debilidades, con mis
desafíos y terrores, con mis miserias y mis tesoros personales. Porque jamás un
ser humano me conocerá como tú me conoces. Todas mis alturas y profundidades te
son manifiestas en el día a día. Verte conmigo -a pesar de todo- valoriza mi
esfuerzo. Que aún estés aquí, a mi lado, es el más palpable testimonio de que sigues
creyendo en mí. Dios te lo recompense.
Te amo.
A mis hijos: Yohana, Carolina
y Yonattán.
No
puedo evitar pensar en sus desiertos y sentir impotencia por no poder estar
siempre y llenarlo todo. Medito en sus silencios y soledades, ¡Y me conmuevo!
Cuántos momentos pasan por sus vidas y yo soy un espectador no enterado, un
presente ausente que parece mirar no viendo. Quisiera colmar todo en ustedes y
que jamás le falte nada: ni comprensión, ni compañía, menos aún, amor. Pienso
en mi humanidad y cierro mis ojos confiando en el Señor al cual los consagre
desde antes que nacieran. ¡Jesús lo llene todo en sus desiertos! Porque aquello
imposible para mí es posible para él. Hoy tengo un solo clamor a Dios por
ustedes: Que el Espíritu Santo les guie, guarde y cumpla el sueño del Padre
celestial con sus vidas.
Nunca
se olviden: de una u otra manera, ¡Siempre estaré! Gracias por entenderme.
A los apóstoles Guillermo y
María Tejeda.
Los conocí siendo muy joven: me
casaron; presentaron mis hijos al Señor; me enseñaron y me apartaron para el
ministerio. En conclusión, ¡Creyeron en mí! ¿Qué puedo decirles? ¡Gracias! A ustedes
y a Dios que permitió que coincidamos en tiempo y lugar para afectar mi destino
y el de mi familia. Una pequeña semilla del poderoso ministerio que tienen fue sembrada
en mí ¡Dios la prospere!
Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores reciban ustedes
su merecida Corona Incorruptible de Gloria.
(1 Pedro 5:4)
Tabla de contenido:
Agar. Tú puedes mirar a los ojos a Sarai y decirle: --Tú eres
mi destino. Yo soy tu sierva. Mi vida está en tus manos y puedes hacer conmigo
lo que desees. Pero también soy el tuyo. Soy joven y has decidido usar mi
vientre para que Abram engendre en mí un hijo para ustedes. Eres estéril y eso
te hizo necesitada de mí, tu sierva. Tú eres mi destino, pero yo soy el tuyo--.
Cuando dejamos a Dios de lado, entonces no podemos percibir
su Presencia y sus propósitos. La creencia de que somos el destino de los
demás, sin observarlo como una responsabilidad, puede hacernos creer que somos
poseedores de un cierto poder sobre los otros. Esto puede derivar en una
palabra que grafica las actitudes de poder, tanto de Sarai hacía vos como tuyo
hacía ella; esa palabra es: Soberbia. No olvides: Él da mayor gracia. Por esto dice:
Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
En aquel desierto te halló el ángel
de Dios junto a una fuente, junto a la fuente que está en el camino de Shur; aferrada a una esperanza
pasajera, desesperada y sin salida. Avanzar es incierto y el retroceder está
bloqueado por tus errores y sus consecuencias. Mira a Cristo. Él te encontró
junto a las aguas efímeras, y te dice: --He aquí que yo hago cosa nueva; pronto
saldrá a luz; ¿No la conocerás? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos
en la soledad. Las fieras del campo me honrarán, los chacales y los pollos del
avestruz; porque daré aguas en el desierto, ríos en la soledad, para que beba
mi pueblo, mi escogido. Ciertamente te consolaré; consolaré todas tus
soledades, y cambiaré tu desierto en paraíso, y tu soledad en huerto de Jehová;
se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto.
La omnisciencia es un atributo
exclusivo de Dios. Es la cualidad de tener todo el conocimiento. Dios sabe
todo: lo que fue, lo que es y lo que será. Agar, tú también has tenido una
manera de describir su omnisciencia, llamaste al Dios que hablaba contigo: el Dios que ve;
porque dijiste: ¿No he visto también aquí al que me ve? El Espíritu Santo no sólo es el Dios que ve, sino también, el
Dios que permite ver. Es el Señor omnisciente que abre tus ojos y te permite
percibir lo que se esconde más allá del horizonte de tu mirar humano. Es el que
abre tus ojos a lo eterno para que puedas observar el plan imperecedero del
Señor. La esperanza dice: Dios hará; la Fe proclama: Dios ya lo
hizo.
Déjate impulsar por Dios a su desierto. Allí puedes encontrar la Puerta del mismo cielo y el lugar
donde tener un encuentro real, genuino y personal con el Señor. También es el
sitio de revelación en el cual el Dios que ve, te permite observar el diseño
profético para tu vida, familia y ministerio. Donde puedes
concebir el sueño del Tododeroso contigo y la seguridad de que nuestro Creador escucha.
La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después
que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que
haya nacido un hombre en el mundo. Has concebido un sueño de parte de Dios, un
hijo llamado Ismael, porque Dios escucha.
Mi querida/o Agar. Tus desiertos actuales son sólo dolores de
parto, pero, no dudes, tu hora llegará y no te acordaras más de la angustia,
por el gozo de dar a luz tus sueños. El Dios que te ve tambien te permite ver.
Abre tus ojos y mira: Una fuente de agua que salta para Vida Eterna está
delante de ti. Ve. Llena tu odre, da de beber a tu visión y, ¡Avanza! Hasta
siempre.
REFERENCIAS
TODAS
LAS CITAS BÍBLICAS PERTENECEN A LA BIBLIA REINA VALERA 60.
Los enfasis en cada cita es del autor.
Los enfasis en cada cita es del autor.
HISTORIA
BÍBLICA:
Sarai mujer de Abram no le daba hijos;
y ella tenía una sierva egipcia, que se llamaba Agar. Dijo entonces Sarai a
Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a
mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai.
Y Sarai mujer de Abram tomó a Agar su
sierva egipcia, al cabo de diez años que había habitado Abram en la tierra de
Canaán, y la dio por mujer a Abram su marido. Y él se llegó a Agar, la cual
concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora.
Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta
sea sobre ti; yo te di mi sierva por mujer, y viéndose encinta, me mira con
desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo. Y respondió Abram a Sarai: He aquí, tu
sierva está en tu mano; haz con ella lo que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su
presencia.
Y la halló el ángel de Jehová junto a
una fuente de agua en el desierto, junto a la fuente que está en el camino de
Shur. Y le dijo: Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes tú, y a dónde
vas? Y ella respondió: Huyo de delante
de Sarai mi señora. Y le dijo el ángel de Jehová: Vuélvete a tu señora, y ponte
sumisa bajo su mano. Le dijo también el ángel de Jehová: Multiplicaré tanto tu
descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud. Además le dijo
el ángel de Jehová: He aquí que has concebido, y darás a luz un hijo, y
llamarás su nombre Ismael, porque Jehová ha oído tu aflicción. Y él será hombre
fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él, y delante de
todos sus hermanos habitará.
Entonces llamó el nombre de Jehová que
con ella hablaba: Tú eres Dios que ve; porque dijo: ¿No he visto también aquí
al que me ve? Por lo cual llamó al pozo: Pozo del Viviente-que-me-ve. He aquí está entre Cades y Bered. Y Agar dio
a luz un hijo a Abram, y llamó Abram el nombre del hijo que le dio Agar,
Ismael. Era Abram de edad de ochenta y seis años, cuando Agar dio a luz a Ismael.
Génesis 16:1-16.
Visitó
Jehová a Sara, como había dicho, e hizo Jehová con Sara como había hablado. Y
Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le
había dicho. Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a
luz Sara, Isaac. Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac de ocho días, como Dios
le había mandado. Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo. (…) Y
creció el niño, y fue destetado; e hizo Abraham gran banquete el día que fue
destetado Isaac.
Y vio Sara que el hijo de Agar la
egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo
Isaac. Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el
hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo. Este dicho pareció
grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo.
Entonces dijo Dios a Abraham: No te
parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere
Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia. Y también del
hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente.
Entonces Abraham se levantó muy de
mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo sobre su
hombro, y le entregó el muchacho, y la despidió. Y ella salió y anduvo errante por el desierto
de Beerseba. Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un
arbusto, y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque
decía: No veré cuando el muchacho muera.
Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró.
Y oyó Dios la voz del muchacho; y el
ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del
muchacho en donde está. Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano,
porque yo haré de él una gran nación.
Entonces Dios le abrió los ojos, y vio
una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho. Y
Dios estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto, y fue tirador
de arco.
Génesis
21:1-20.
AGAR. HAS CONCEBIDO DARÁS A LUZ
Tú eres mi destino, yo soy el
tuyo
Mi querida/o Agar: Miro el papel en blanco y pienso en ti, y
en tus desiertos.
Situaciones que nos transportan a una lejanía
espiritual, emocional y a veces físicas. Son esos lugares distantes de todo y
de todos. Donde los silencios son patentes y los abismos profundos. Las sombras
invaden y asustan los espectros del valle de sombra de muerte. En el cual los
sueños se desvanecen y no queda un motivo significativo para seguir creyendo.
El silencio tiene voces y los vientos traen peregrinos mensajes para un lejano
destinatario con un incierto remitente.
El calor es insoportable. El
cálido soplo de la brisa del desierto, procedente del sudeste, parece querer
quemar todo lo que estuviera creciendo. Miro a lo lejos, y te diviso. Allí
estás, junto a una fuente de agua en tu desierto, junto a la fuente que está en
el camino de Shur.[i] Mirando lo cristalino del
precioso líquido donde buscas encontrar el aliento para seguir. Tocas tu
vientre y sientes su latir. No sabes qué hacer; partir es incierto y quedarte
es imposible. En este momento, volver es impensable.
Los desiertos son lugares solitarios. Entre
sus sombras sobreviven las experiencias espirituales de tantos escogidos que
pasaron por él. Cada uno con una intención diferente, con aciertos y errores,
con batallas personales y congregacionales; hombres y mujeres derribando
fortalezas y aprendiendo.
La Palabra del Señor inmortalizó los
retiros solitarios de muchos de estos héroes de la fe. Algunos son producto de
errores, de luchas o de persecuciones. Otros, un lugar y un espacio voluntario
buscando una respuesta. Cada desierto tiene su propia historia; un guión único,
con un propósito especifico.
Agar, presta atención. La brisa y el sol;
la noche y el decorado luminoso de los cielos; la arena, el pasto amarillento y
cada piedra te contaran al oído cada historia particular, enseñándote los por
qué y los para qué del desierto de Dios para sus escogidos.
Muchos otros desiertos se escriben con
fuego en el libro de la experiencia diaria de la relación personal con el
Espíritu Santo de Dios. Si observas, los rostros de los salvos te hablaran. La
sonrisa en medio de la tempestad será el testimonio vivo del navegar en el
desierto sin perder el rumbo ni naufragar. Si miras las manos que se elevan al
cielo y logras oír el silencioso -¡Señor, sálvame!-, (al ver el fuerte viento y
sentir que los pies se hunden porque el caminar sobrenatural en el mar de la
vida es atacado por la incredulidad), entonces aprenderás a leer desiertos,
cada uno con sus propias memorias y su particular tesoro espiritual.
Un desierto es un lugar donde podemos
encontrarnos con nosotros mismo. A solas con nuestros defectos y debilidades,
con nuestros desafíos y terrores. Donde los demás son parte distante y presente
graficando en nuestros pensamientos todo aquello en lo cual debemos cambiar, y
quizás nunca lo logremos por nuestros propios medios. Las miserias y los
tesoros personales salen a la luz y somos responsables de verlos o no.
Cada desierto por el cual pasamos tiene su
propia historia. Mi desierto actual hablaría de un silencio sólo perturbado por
una suave adoración. De un resignarme ante lo que no puedo cambiar, coronado
por una callada esperanza en el Señor de los imposibles. En un comprender a
otros, comprendiéndome; en un mirar las debilidades ajenas, mirándome. Te diría
de un caminar buscando señales. No sirven los GPS y las indicaciones en el
camino suelen ser engañosas. El clamor que llena mis labios es uno sólo:
¡Guíame, Señor; enséñame a hacer tu Voluntad! Mi desierto actual es la hora de
las decisiones. ¿Y el tuyo?
Querida/o Agar, el desierto es el lugar
donde nos podemos encontrar con Dios. Presente en medio de nuestras
desapariciones y escapes de la realidad. Contando cada una de nuestras huidas y
poniendo todas nuestras lágrimas en su redoma: ¿No están ellas en tu libro?, será
luego vuelto atrás mi enemigo, el día en que yo clamare; esto sé, que Dios está
por mí, decía David.[ii]
David era experimentado en huídas y
habituado a los desiertos. Pero, antes que nada, adiestrado en la fe:
Escucha, oh Dios, mi oración, y no te escondas
de mi súplica. Está atento, y respóndeme; clamo en mi oración, y me conmuevo, a
causa de la voz del enemigo, por la opresión del impío; porque sobre mí echaron
iniquidad, y con furor me persiguen. Mi corazón está dolorido dentro de mí, y
terrores de muerte sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, y
terror me ha cubierto.
Y dije: ¡Quién me diese alas como de
paloma! Volaría yo, y descansaría. Ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto. Me apresuraría a escapar del
viento borrascoso, de la tempestad. (…)
En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová
me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz. El
redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, aunque contra mí haya muchos.
Dios oirá, y los quebrantará luego, el que permanece desde la antigüedad; por
cuanto no cambian, ni temen a Dios. (…) Echa sobre Jehová tu carga, y él te
sustentará; no dejará para siempre caído al justo. (…) Yo en ti confiaré.[iii]
¿Quién sabe el número de tus huidas? Sólo
sé que cada una de ellas está escrita en el libro de las memorias del Señor.
¿De quién o de qué escapas hoy? ¿Quién es o qué representa a la Sarai que te
aflige?[iv]
¿Cuál es la presencia que te asusta y te lleva a fugarte, como paloma silenciosa en un paraje distante?[v]
Con el corazón dolorido dentro de ti, con los terrores de muerte sobre ti
caídos. En tu desesperación buscas un lugar y el desierto parece convertirse en
la esfera de tus huidas, en tu reposo, morada que te permite escapar del viento
tormentoso de la persecución, de la tempestad de los problemas. Punto de
escape, a veces bueno, a veces malo. A veces ayuda a nuestra fe, otras, la
destruye.
Nunca un
desierto es de un día para otro o producto de una casualidad, todo lo
contrario, es producto de una causalidad. Los desiertos deben ser leídos y
también sus causas.
Es necesario que
ejercites la capacidad de leer los momentos y lugares espirituales manifestados
en tu vida. La mayoría de las personas miramos sin ver. Si no aprendemos a mirar viendo, educando nuestra
mirada, difícilmente nos percatemos de la existencia y bendición de los
propósitos del Señor.
Dios
quiere enseñarte a leer no sólo los desiertos, sino incluso a pesar y por sobre
ellos. Pretende educarte en mirar e indagar lo que otro puede no descubrir
jamás. Una visión que te permite adquirir una sabiduría superior que te eleva
por sobre el común y mediocre pensar humano; sabiduría de Dios, totalmente
inescrutable e insondable.
El mundo actual nos embebe en la rutina de la prisa,
del afán, de la inmediatez. En razón de la eficiencia, de la rapidez, del
rendimiento, debemos actuar inmediatamente y no hay tiempo para pensar en uno
mismo, en la vida, en los designios de Dios, en las acciones ni en las
consecuencias y prevención de algunas de estas. Entonces dejamos de ver muchas
cosas, situaciones, fenómenos de nuestro diario vivir; nos acostumbramos a
repetir los errores. En el afán de hacer, del día a día, nos asaltan nuevos
problemas, se profundizan los que tenemos, y hasta vivimos la ilusión de haber
resuelto alguno.
Mirar sin ver es no poder discernir qué te llevó a
esta situación; ni para qué ni por qué razón Dios lo permitió. Si logramos
identificar y aceptar algún error o debilidad, no siempre asumimos estos de
manera responsable o acertada. Pareciera que no viéramos los problemas o no
quisiéramos verlos. Cuando los advertimos nos enfrentamos a otras dificultades:
las limitaciones de nuestra mirada, la incapacidad de ver aquellos en una
perspectiva más amplia o diferente a la que estamos acostumbrados. Así las
cosas, terminamos postergando la resolución de hacerles frente. Nos conformamos
con mirarlos y hasta somos espectadores pasivos del daño que ocasionan. Es como
mirarnos en el espejo y, al rato, nos olvidamos de lo observado.
¡Clamo a ti, Señor de mi vida! ¡Quién
me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. Ciertamente huiría lejos; moraría en el
desierto. Me apresuraría a escapar del viento borrascoso, de la tempestad.
No sé cuáles son los pensamientos que
pueden pasar por tu mente en este momento, sólo quiero decirte que el desierto
no es un lugar permanente para ti. También quiero que sepas que nunca es de un
día para otro o producto de una casualidad, como dije antes, es resultado de
una suma de causalidades. Hay un propósito de Dios con tu vida.
Escuche al Rabino Baruj Zeilicovich,
actualmente radicado en Texas, hablar sobre el destino. En un programa de
televisión informativo lo entrevistaron referente a su libro titulado: “Tú eres
mi destino, yo soy el tuyo” (libro que aún está en revisión, por lo tanto, aún
no publicado). En su escrito dice que en medio de las adversidades los seres
humanos tenemos la costumbre de buscar culpables, cuando no lo encontramos en
alguien o algo en particular, deslindamos responsabilidades volcándola sobre Dios
o el destino. “Sin embargo, la decisión que tomamos afecta el destino de otras
personas de la misma manera que mi destino es afectado por decisiones ajenas”,
sostiene Zeilicovich.
Cada uno de nosotros puede mirar a alguien
a los ojos y decirle: Tú eres mi destino, yo soy el tuyo. Suena muy romántico,
pero no es la intención. Es mucho más profundo que una relación amorosa porque
el concepto de ser mi destino o yo el tuyo va mucho más lejos, pues la mayoría
de las veces ni siquiera conocemos o tendremos oportunidad de saber siquiera el
nombre de la persona o grupos de personas en cuyas manos ponemos nuestro
futuro.
Amanece. Un hombre desayuna y luego se
despide de su familia; sube a su auto y emprende el camino al trabajo. El reloj
le indica lo tarde que es. Piensa. Acelera su vehículo mientras recopila en su
mente las cientos de obligaciones que tiene por delante. En otro lugar, una
mamá acaba de vestir y dar el desayuno a su hijo y sale rumbo al colegio del
pequeño. En una esquina se encuentran. Coincidieron en milésimas de segundo
tanto como en lugar. Una verdad indiscutida: sus vidas transcurrieron paralelas
y una mañana coincidieron siendo uno el destino del otro y viceversa, para bien
o mal.
Un atardecer de agosto vuelvo a mi hogar,
sin rumbo mental, deprimido, solo y sin saber dónde ir. Miro por la ventana del
ómnibus y veo un grupo de personas en un descampado; decido bajar en aquella
esquina. Mientras el predicador hablaba, un joven se arrima y me plática de
Dios. Me asusto y decido irme. Al poco tiempo acepto a Jesús en mi corazón. Sin
duda, coincidimos en tiempo y lugar. Sus palabras afectaron todo mi mañana
eternamente de la misma manera que las tuyas pueden afectar a multitudes.
Todos los días y en infinidades de
circunstancias cada uno de nosotros podemos ser influidos y afectados por
decisiones ajenas y afectar el mañana de otras personas. Desde lo rutinario del
subir a un colectivo o taxi, del voto por un partido político o determinado
candidato o del conducir un vehículo por una ruta. Sería interminable enumerar
en cuántas situaciones debemos confiar en otros y otros confían su destino en
nuestras manos.
Nuestro trabajo secular impone
responsabilidades que casi siempre tiene que ver con afectaciones a tercero.
Todo es producción, elaboración o servicio para alguien que lo consumirá y cuyo
fin es favorecerlo y ser favorecidos mediante la debida retribución. Vivir en
sociedad es interrelación con nuestros semejantes.
Pero no sólo el trabajo secular tiene este
fenómeno de inevitable relación. Sucede siempre. Aún en nuestro tiempo de ocio
o vacaciones; cuando subimos a nuestro vehículo o a un avión. A veces decidimos
en manos de quien poner nuestra vida, otras no.
En oportunidades ni siquiera tenemos opción y los resultados pueden ser
positivos o negativos. Como dice el Rabino Baruj Zeilicovich, lo importante es
pensar y recapacitar en nuestra responsabilidad con nuestro prójimo, que la
decisión que tomamos afecta el destino de otras personas de la misma manera que
nuestro destino es afectado por decisiones ajenas.
Agar. Tú puedes mirar a los ojos a Sarai y
decirle: Tú eres mi destino. Yo soy tu sierva. Mi vida está en tus manos y
puedes hacer conmigo lo que desees. Pero también soy el tuyo. Soy joven y has
decidido usar mi vientre para que Abram engendre en mí un hijo para ustedes.
Eres estéril y eso te hizo necesitada de mí, solamente tu sierva. Tú eres mi
destino, y yo soy el tuyo.[vi]
Por favor, Agar, piensa. No sólo Sarai es
afectada. Eres el destino de tu hijo, y de sus hijos, y de los hijos de los
hijos de tus hijos, hasta incontables generaciones. Naciones hay en ti y
valientes siervos y siervas de Dios en tus lomos.
Recapacita y dime: ¿A cuántos afecta tu
decisión? ¿O la mía? Es imposible saber lo que vendrá. Lo que hay al otro lado
de la curva de la vida. Lo seguro es que no podemos dejar de lado a Dios y sus
propósitos con nosotros. Confiar en el Señor es verlo en todos los momentos de
nuestra vida. Los buenos y los difíciles. El poder de la fe nos concede echar un vistazo al galardón, permitiéndonos
desafiar todos los peligros, por más poderosos y atemorizantes que parezcan,
porque nos sostenemos viendo al invisible.[vii]
Dios da mayor gracia
Cuando dejamos a Dios de lado no podemos percibir
su Presencia y sus Propósitos.
La creencia de que somos el destino de los demás, sin observarlo como una responsabilidad, puede hacernos creer que somos poseedores de un cierto poder sobre los otros. Esto puede derivar en una palabra que grafica las actitudes negativas de poder, tanto de Sarai hacía vos como tuyo hacía ella: Soberbia.
La soberbia nos lleva a manipular a las
personas y a Dios. Quien actúa en soberbia no puede hacerlo en fe, por lo
tanto, llega un momento en que no puede sostenerse viendo al Señor en todos los
actos de su vida.
Mira a tu lado Agar. Dime: ¿Alguien está siendo
manipulado
por vos? ¿La soberbia te hizo creer que eres el destino de los que te rodean e
imprescindible? No olvides: Él da mayor
gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los
humildes.[8]
Soberbia es una palabra difícil
de traducir en el griego del Nuevo Testamento. Las palabras hubris,
hubrizein, hubristes, no se encuentran a menudo, pero son muy dignas
de estudio, porque para los griegos eran la expresión del supremo pecado, que
producía destrucción y absoluta ruina. Son las palabras del orgullo impío. Hubris
es un nombre que significa insolencia; hubristes, otro nombre, significa
uno que actúa con extrema insolencia; hubrizein es el verbo que
significa tratar con suma insolencia. Pero la idea básica de las tres
palabras es el orgullo que se alza
contra Dios y contra el hombre.
W. G. de Burgh escribe de hubris:
“El significado de su raíz es ese violento sobrepasar los límites, la
insolencia del triunfo, y el orgullo de la vida que pisotea las leyes
tradicionales de los dioses y de los hombres.
Hubris es el equivalente griego más cercano a pecado. Su
aplicación más característica denotaba la insaciable sed de poder que hace
conducirse a un hombre o a una nación precipitada y temerariamente, como
poseídos por un demonio, sobre la senda de una desenfrenada autoafirmación.
Esta pasión cegadora, atropellando a un tiempo la libertad personal y la ley
pública, atrae a la víctima, frenética de confianza en sí misma, hacia la
destrucción”.
Ernest Myers habla de “el pecado
de hubris, de insolencia, como dispuesto a pisotear sañudamente ley y
libertad para gratificar su anhelo y orgullo egoístas”.
El mal básico de hubris es que cuando entra en el corazón
de un hombre, ese hombre olvida que es una criatura y que Dios es el Creador. Hubris
es lo que hace al hombre olvidar su humanidad y pretender igualarse a Dios.
Pero el uso más sugestivo de
todos, el que condensa todo el significado de las palabras, está en Mateo 22:6,
donde hubrizein se utiliza respecto de la conducta de los hombres que
afrentaron y mataron a los mensajeros que el rey, con motivo de las bodas de su
hijo, les envió para notificarles que estaban convidados. En este pasaje
tenemos la mismísima esencia del pecado. Dios envía su invitación al mundo, y
los hombres la rechazan; eso es hubris. Eso es el hombre alzándose en
contra de Dios, desafiándolo orgullosamente, olvidando que es criatura y que
Dios es Creador, volviendo despectivamente la espalda al Señor.
Todo esto equivale a decir que el
hombre está hiriendo deliberadamente a Dios, pues el pecado quebranta
continuamente el corazón de Dios mucho más de lo que pueda quebrantar su ley.
Todo esto es el hombre humillando públicamente a Dios, pues la cosa más
humillante del mundo es ofrecer amor y que ese amor sea tratado a patadas y
rechazado.
Hubris es crueldad y orgullo mezclados. Hubris es
el orgullo que hace a un hombre olvidar a Dios, y la arrogante soberbia que le
induce a pisotear los sentimientos de sus semejantes.[9]
Quiero que
pienses bien en estas palabras. Medita en lo triste que es la manipulación.
Cuando lo que nos une a los demás es qué podemos obtener del otro y no el amor.
Cuando un espíritu de poder malsano gobierna nuestro pensamiento permitiendo
que la soberbia administre nuestros actos. Entonces, lo único que cosechamos
son dificultades, resentimientos, pleitos y descontento. Sobre todo un gran
vacío espiritual, el más terrible abismo de todos, estar sin Dios en medio de
nuestra desolación. ¡Qué nunca te pase!
Este es un
mundo donde estamos en continuo ejercicios de poder, desde nosotros hacía los
demás y viceversa. La autoridad es un orden de Dios. Obedecer a aquellas
personas puestas por el Señor es sujetarse a Quien las ordenó como tal. La
práctica de poder a la que me refiero es aquella que deriva del autoritarismo y
manipulación del otro, que puede darse en todos los órdenes de la vida: Padres
sobre los hijos o hijos hacia sus padres; esposo/a o novia/o en perjuicio de
quienes dicen amar; entre empleadores o empleados, etc.
Cuando dos cónyuges encuentran un punto de
debilidad o necesidad en el otro y es usado para manipular, entonces el amor ha
sido sofocado y no gobierna o no se le permite gobernar la vida de aquella
persona, porque el amor es todo lo contrario:
El
amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se
irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la
verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor
nunca deja de ser.[10]
Siempre la manipulación está regida por el
egoísmo y la soberbia, es decir, conseguir algo del otro para beneficio propio
o de un grupo de personas en perjuicio de otra/s persona/s, o simplemente
venganza. Todas estas clases de sentimientos acarrean consigo otros que
producen depresión y dolor en el alma. Por causa de esto germina en nuestro
interior una raíz de amargura que crece en nosotros y muchos son contaminados.
Entonces nuestro matrimonio es amargo, nuestra familia está infectada y
nuestros hijos no pueden ser felices. No logramos alcanzar y gustar el fruto de
la Gracia de Dios, aun viviendo en esta gracia, y no permitimos que aquellos
que amamos la gocen.[11]
Jesús es la única esperanza.
La soberbia
no te permite escuchar a los demás. Te imposibilita darte cuenta de los
sentimientos ajenos. Hubris es crueldad y orgullo mezclados. ¿Nunca
pensaste en lo que sentía Sarai cuando la mirabas con desprecio? Verte
embarazada de Abram te confundió y fue la causalidad de tu desierto. Podes
argumentar muchas cosas referentes a las actitudes ajenas y sus ejercicios de
poder, pero ninguna de estas argumentaciones te ayudará a resolver tus propios
problemas. Todo lo contrario, sólo serán un elemento de auto justificación.
Hubris es el orgullo que hace a un hombre olvidar a Dios,
y la arrogante soberbia que le induce a pisotear los sentimientos de sus
semejantes. Sarai y Abram tomaron decisiones dejando de lado a Dios. ¿Y tú?
¿Qué te llevó a ver a los demás por sobre tu hombro? ¿Es venganza? ¿Falta de
perdón? ¿Resentimientos a tu señora, a Dios, a la vida? ¿Quién sabe?
Agar, el
camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan. Atiende
atenta mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos;
guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y
medicina a todo su cuerpo. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
porque de él mana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, y
aleja de ti la iniquidad de los labios. Tus ojos miren lo recto, y diríjanse
tus párpados hacia lo que tienes delante. ¿Qué hay delante de ti? Examina la
senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha
ni a la izquierda; aparta tu pie del mal.[12]
Lo contrario y único (¡Aliento de mi vida!)
es la compasión de Dios manifestada en Jesús. Compasión que elevó a Cristo en
un madero (¡En medio de mi desierto!) como Moisés levantó la serpiente, así fue
necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que creyendo en él no me
pierda en medio de mis soledades, más tenga vida eterna. Monumento de compasión
en medio de mí vacío. Contrasta y vence al pecado.[13]
Compasión aquella que tuvo Jesús
con la multitud a la cual vio como ovejas sin pastor[14].
Clemencia manifestada al ver el abandono
espiritual. Cristo no estaba molesto con la superficialidad ni
rusticidad de la muchedumbre ni irritado con su inutilidad, sino preocupado por
ellos. Frente a la ruina espiritual de los hombres, aun cuando fuera causada
por el propio hubris de su corazón,
Jesús no sintió sino piedad. El no veía al hombre como un reo que ha de ser
condenado, sino como un descarriado que había que encontrar y llevar a casa. No
veía a los hombres como maleza para quemar, sino como mies presta para ser
segada por Dios.
El Mesías te vio desde la cruz, y
te amo.
De la misma manera que tuvo misericordia de
los hambrientos y necesitados que le seguían al desierto, compadeciéndose del
hambre y dolor de los hombres, hoy
tiene comprensión de ti en medio de tu vacío. El triste espectáculo de
una multitud hambrienta, la vista de gentes cansadas, la apelación de un
necesitado despertaba su piedad. Tuvo
misericordia del leproso; se compadeció de los dos ciegos y del padre
del muchacho epiléptico cuando apeló a su compasión. Grita con todo tu corazón:
¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!, te aseguro que enmudecerá los
cielos para escucharte y responderte.[15]
Jesús siempre tuvo misericordia
de la aflicción de los hombres.
Cuando se encontró con el cortejo fúnebre del hijo de la viuda de Naín fue
conmovido por el dolor de la situación humana.
Cristo no se sintió al margen ni
fue indiferente a lo que allí estaba sucediendo; la pena de la viuda llegó a
ser su propia pena.[16]
La grandeza de Jesús consistía en su complacencia de introducirse en la
situación humana, y ser movido por la severidad de tales circunstancias a esa
compasión que le compelía a ayudar y a sanar.
Cristo no ha
cambiado. ¡Amado Cordero de Dios crucificado por mí! Hecho maldición para
crucificar mi maldición. Jesús es el ejemplo de amor por excelencia. Es
el buen pastor, el gran amigo, la compasión hecha carne.
Ocupó un lugar en una cruz que no le
pertenecía. Una muerte ajena pero aceptada como propia. Su vida no le quitaron,
él la puso por ti voluntariamente. Aceptó la muerte más vergonzosa, la muerte
en la cruz. Fue haciéndose cada vez más afrentosa a medida que Dios comenzó a
clavar en su carne el pecado de todos nosotros. Cualquier y todos los pecados.
La transgresión más terrible, despiadado y brutal; el accionar más sucio y
escalofriante fue crucificado en el cuerpo de Cristo. Todo él se hizo pecado al
ser tu sustituto ante la ira de Dios. Se convirtió en asesino, violador, mentiroso,
adúltero, fornicario, abortivo, lascivo; en lo que te puedas imaginar, siendo
sin pecado.
Lo vimos en una cruz. El Padre lo vio hecho
pecado y lo desamparó. Todos nosotros lo tuvimos por herido de Dios y abatido,
mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el
castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Jesús llevó tus enfermedades, y sufrió tus
dolores. Allí, tu pecado fue su pecado. Tu enfermedad la hizo propia. Cada
latigazo que molía su carne y cada llaga causada por los golpes sanaban tu
interior. Todo insulto, desprecio, abandono, traición, desamparo y dolor de tu
corazón se transformaron por siempre en su dolor. El castigo de tu paz fue
sobre él.
Todos nosotros nos descarriamos como
ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de
todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue
llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y
no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién
la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión
de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los
ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
(…).[17]
Hubris es crueldad y orgullo mezclados. Hubris es el orgullo que hace a un
hombre olvidar a Dios, y la arrogante soberbia que le induce a pisotear los
sentimientos de sus semejantes.
--He de humillarte públicamente,
amado Jesús. No hay cosa más humillante
del mundo que ofrecer amor y que ese amor sea tratado a patadas y rechazado. Te
amo Jesús; amo tus palabras, tu mirada y tu persona, tres veces santa. Acepto
tu amor en mi vida y tu sacrificio al crucificar en tu carne todos mis pecados.
Acepta mi vida, oh Dios, y por los méritos de Cristo anota mi nombre en el
Libro de la Vida--.
La
gracia del Señor es la que te llevó al desierto; te atrae con lazos de amor.
--¡No desesperes! He aquí que yo te atraeré y te llevaré al desierto, y hablaré
a tu corazón. Yo te
conocí en el desierto, en tierra seca--, dice el Señor
Dios Todopoderoso.[18]
Te hallo el ángel de Dios
Oh Señor, tú
me has examinado y conocido. Tú has
conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis
pensamientos.
Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son
conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú
la sabes toda.
Detrás y
delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado
maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si
subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he
aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del
mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.
Si dijere:
Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor
de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día;
lo mismo te son las tinieblas que la luz. Porque tú formaste mis entrañas; Tú
me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables,
maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No
fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido
en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro
estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una
de ellas.
¡Cuán
preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!
Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy
contigo. (…) Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis
pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino
eterno.[19]
Porque los desiertos son profundos y
peligrosos. La inmensidad me da la impresión que la tierra me traga. Su
infertilidad me hace pensar en un lugar olvidado por Dios. Oigo al enemigo que
dice: Encerrado está en la tierra, el desierto lo ha encerrado.[20]
Entonces oigo, Señor, tu voz:
--He aquí que yo hago cosa nueva;
pronto saldrá a luz; ¿No la conocerás? Otra vez abriré camino en el desierto, y
ríos en la soledad. Las fieras del campo me honrarán, los chacales y los pollos
del avestruz; porque daré aguas en el desierto, ríos en la soledad, para que
beba mi pueblo, mi escogido. Ciertamente te consolaré; consolaré todas tus
soledades, y cambiaré tu desierto en paraíso, y tu soledad en huerto de Jehová;
se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto--.[21]
Israel caminó por el desierto y muchas veces, abrumados por
la soledad y la necesidad, decidieron volver a Egipto. Se sintieron olvidados
por el Señor. Pero no te confundas, no hay lugar donde los ojos de Dios no nos
vean. ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado
para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros?, eran los
interrogantes quejosos y repitentes en boca de este pueblo. No comprendieron a
Dios. Para ellos el desierto era sinónimo de muerte. Sea para ti sinónimo de
vida, lugar donde Dios te atrae y te lleva para hablar a tu interior.
Aunque cada desierto tiene su propia historia, los
propósitos a veces coinciden. Dios nos lleva a esos lugares espirituales de
quietud y soledad para hablar a nuestro corazón. Para conocer y darnos a
conocer lo que hay en nosotros, si hemos de ser o no obedientes y fieles, y sus
consecuencias.
Israel no entendió ni aceptó los
pensamientos del Señor. Dios llevó a ese pueblo cuarenta años por el desierto,
para afligirle, para probarle, para saber lo que había en su corazón, si habían
de guardar o no sus mandamientos. Y sufrieron aflicción, y supieron lo que era
el hambre, y Dios lo sustentó con maná, comida que no conocían ellos, ni sus
padres la habían conocido, para hacerle saber que no sólo de pan vivirá el
hombre, más de todo lo que sale de su boca vivirá el hombre. (…)
Los sacó de tierra de Egipto, de casa de
servidumbre; los hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de
serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua, y le
sacó agua de la roca del pedernal; le sustentó con maná en el desierto, comida
que sus padres no habían conocido, afligiéndole y probándole, para a la postre
hacerle bien. Palestina fue descripta como la región bendita, en la cual fluyen
leche y miel, y que produce aceite, vino y trigo en gran abundancia.[22]
Ese era el propósito.
Al final, siempre te hará bien.
En aquel
desierto te halló el ángel de Dios junto a una fuente, aferrada a una esperanza
pasajera, desesperada y sin salida. Avanzar es incierto y retroceder está
bloqueado por tus errores y sus consecuencias. Mira a Cristo. Él te encontró
junto a las aguas efímeras, y te dice:
--Si
conocieras el don de Dios, y quién es el que te habla; tú le pedirías, y él te
daría agua viva. (…) Porque cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a
tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás;
sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para
vida eterna--.[23]
Allí estás tú, junto a la fuente que está
en el camino de Shur;[24]
mirando lo cristalino del precioso líquido donde buscas encontrar el aliento
para seguir. Tocas tu vientre y sientes su latir. No sabes que hacer. No puedes
pensar en volver, no puedes entenderlo por ti mismo, porque la confusión y el
dolor que te convenció a huir desafiando los peligros del desierto, te
convencen de que es imposible el retorno. Mil argumentos y justificaciones no
te permiten mirar viendo. Necesitas a Dios.
Un hombre camina solitario por el desierto
que une Beerseba y Harán. Huye apresurado de sus errores, de la soberbia que no le permitió escuchar a los
demás, que lo imposibilitó de tener en cuenta los sentimientos ajenos. Hubris
(soberbia): crueldad y orgullo mezclados.
El viento cálido del desierto golpea sin
misericordia; el camino se convierte en áspero y pesado. Cansado y cautivo en
la incertidumbre de sus pensamientos aquel hombre llegó
a cierto lugar y durmió allí porque ya el sol se había puesto; y tomó de las
piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar.
Y soñó: y he
aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el
cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y Dios
estaba en lo alto de ella, el cual dijo:
--Yo soy
Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás
acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el
polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al
sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente.
He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré
a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he
dicho--.
Y despertó aquel hombre de su
sueño, y dijo:
--Ciertamente Jehová está en este
lugar, y yo no lo sabía--.
Y tuvo miedo, y dijo:
--¡Cuán terrible es este lugar! No
es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo--.[25]
Cuántas personas pasan por la vida
buscando a Dios, a veces en camino ajenos a su Voluntad, otras, a tienta en
medio de un caudal de religiones vanas y vacías. Sufren en silencio y se oye en
el alma una plegaria: ¡Ojalá pudiese hablar con Dios, como con mi
prójimo! Hablan con amargura; porque es más grave su llaga que su gemido. Una
vez más: ¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Si lo supiera, iría
hasta su silla y expondría mi causa delante de él, y llenaría mi boca de
argumentos. Encontraría la respuesta a todas mis necesidades y entendería lo
que Dios me dijera.
Piensan en su interior: ¿Dios contendería
conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él me atendería. Allí el justo razonaría
con él; y yo escaparía para siempre de mi juez. ¡Ojalá pudiese hablar con Dios,
como con mi prójimo! ¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! He aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré; y
al occidente, y no lo percibiré; si muestra su poder al norte, yo no lo veré;
al sur se esconderá, y no lo veré.[26]
¿Sentiste
alguna vez en tu interior esta sensación? Yo la sentí muchas veces. En
incontables oportunidades cerré mis ojos buscando en la inmensidad de lo
invisible el rostro del Señor. Anulé mi sentido auditivo incrustándome en el
silencio, buscando su voz. Al final, pude entender que estaba en un desierto y
que éste era el lugar más propicio para tener un encuentro personal con Jesús.
Donde pude comprender que Dios todo lo puede, y que no hay pensamiento que se
esconda de su Espíritu. Que solamente de oídas le había oído todos estos años
de mi vida por medio de religiones huecas y vacías; pero ahora, en Jesucristo,
mis ojos le ven.[27]
Es fundamental que comprendas que Dios es quien te está buscando. Te
atrajo al desierto con el fin de sacarte de en medio del ruido aturdidor de los
afanes cotidianos y tus vanos esfuerzos por agradarlo mediante tus propios
méritos. Jesús no espero que tú corras en su búsqueda, sino que dejó su Trono y
Corona, se hizo carne y vivió entre nosotros. Él te amó primero y dio su vida
por ti, resucitando para interceder ante Dios en todos tus momentos.
Hoy Cristo está en tu desierto, amándote. Porque Tú eres la
porción de Dios; eres la heredad que le tocó. Te halló en tierra de desierto, y
en yermo de horrible soledad; te trajo alrededor, te instruyó, te guardó como a
la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus
pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas. Así, Dios sólo
te guió, y con él no hubo dios extraño.
Revolotea alrededor tuyo y extiende, todo
el día, hacía ti sus manos, te toma de tu diestra y te dice: No temas, yo te
ayudo. Te lleva bajo su protección al cumplimiento de sus propósitos con tu
vida, familia y ministerio. Míralo. Allí está, en tu desierto, amándote,
supliendo y proveyendo esperanza.[28]
Toda buena
dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el
cual no hay mudanza, ni sombra de variación; porque Jesús no cambia y es el
mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Entonces, lee los desiertos: mientras para
uno es sinónimo de muerte y algunos no saben dónde encontrar a Dios, para otros
el desierto es la propia casa del Señor, la Puerta del mismo cielo donde todo
aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.[29]
Un hombre está en silencio contemplando las
ovejas. Aunque tuvo que acostumbrarse al pastoreo, su vacío este día es muy
particular; siente la soledad en cada piedra, en el viento cálido y en el silencio
lleno de ruidos pasajeros. No hay palabras, ni fiestas, ni multitudes, ni
vítores. Sólo quietud y desierto. Atrás quedaron sus años de vida entre los
cuidados egipcios y su privilegiada enseñanza en toda la sabiduría de ese
pueblo. El silencio consume su labia y no parece ser aquel hombre poderoso en
palabras y obras que caminará por el palacio de Faraón. Cuarentas años pasó
entre ovejas y corderos ajenos. Su cuerpo, alma y espíritu sienten la pesadez
del tiempo.
El desierto es extenso. Guió al rebaño
hasta llegar a Horeb, monte de Dios. Allí observó pastos prenderse fuego por la
sequedad y el efecto del sol, algo muy cotidiano en esos lugares. En primera
instancia apenas llamó su atención, luego, poco a poco, comenzó a observar que
la zarza que ardía no se consumía como es lógico que sucediera. Lo que no sabía
es que Dios estaba allí, en medio de su desierto. Pensó:
--Iré yo ahora y veré esta grande
visión, por qué causa la zarza no se quema--.
Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios
de en medio de la zarza, y dijo:
--¡Moisés, Moisés!--.
Y él respondió:
--Heme aquí--.
Y dijo:
--No te acerques; quita tu calzado de
tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Yo soy el Dios de
tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob--.
Dijo
luego Jehová:
--Bien he visto la aflicción de mi
pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues
he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los
egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que
fluye leche y miel, (…) Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a
Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel--.[30]
Dios habló a
este hombre en el desierto. En la soledad y quietud le reveló el propósito
divino con su vida; el por qué fue preservado en un canastillo cuando niño y
criado por la hija de Faraón; el para qué lo preparó y preservó hasta este día.
Además, le dio una orden para Faraón: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en
el desierto, a que me sirva.[31]
El desierto no sólo puede ser para ti la casa de
Dios, la Puerta del mismo cielo y el lugar donde puedes tener un encuentro
real, genuino y personal con Dios, sino también el sitio de revelación del
diseño profético del Señor para tu vida, familia y ministerio.
DISEÑO PROFÉTICO |
¿De dónde vienes tú y a dónde vas? ¿Cuáles son tus miedos y
terrores? ¿Qué deseas y buscas en tus huidas? ¿Cuál es la ruta y el fin de tu
escape?
Detente. Vuelve atrás. Renuncia a tu manera
de obrar, pensar y resolver situaciones conforme a tus propios caprichos, y
ponte sumisa bajo la mano de tu Señor. Porque multiplicaré tanto tu
descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud. He aquí que has
concebido, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Ismael (significa: Dios
escucha) porque
he oído tu aflicción.[32]
Creer en Dios es creer en todos
sus atributos divinos. él es
omnisciente, omnipotente y omnipresente. Es confiar en que Jesús sabe el por
qué y el para qué de todos tus desiertos. Que es Señor del espacio y del
tiempo. Porque, tanto en relación con su amor como con su carácter, la
eternidad es el centro del escenario del Señor. Ante esto, nuestro mayor
obstáculo con respecto al conocimiento del mañana es nuestra mortalidad.
Dios tuvo un Diseño Profético
original y fue que el ser humano viva en comunión con su Creador en eterna paz
y santidad. Con este fin lo hizo a su Imagen y Semejanza. Lo formó con sus
manos y sopló aliento de vida en él. Lo creó, idealizándolo conforme a su
Visión Profética.
La desobediencia de la primera
pareja seccionó este plan determinando la suspensión momentánea de esta idea
eterna en la mente de Dios. Pero la voz de los profetas seguían proclamando el
pensamiento del Señor: Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de
vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que
esperáis. El Espíritu Santo producía fruto de labios en sus mensajeros: Paz,
paz al que está lejos y al cercano, dijo Jehová; y lo sanaré.[33]
Esa paz llegó. Siendo
justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en
la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.[34]
Nuestra fe está centrada en la
persona y obra de Jesús, el Hijo Unigénito de Dios y la Segunda Persona de la
Trinidad Divina. En su muerte por nosotros pagó el precio de nuestro pecado
derramando su sangre y resucitando al tercer día de entre los muertos, a fin de
encauzarnos en el Diseño Profético original de Dios y abrir ante nosotros la
herencia de los tiempos eternos.
El “qué vendrá” es una gran incógnita. ¿Quién no deseara alguna vez saber
el final de un asunto antes de empezarlo? Salomón dice que: Mejor es el fin del
negocio que su principio.[35] ¿Cuántos
errores evitaríamos si supiéramos las consecuencias del paso que vamos a dar?
¿Será realmente él/ella la persona que espero para casarme? ¿Será este el
socio/a que me favorece para este negocio? Si cambio de trabajo ¿Me ira mejor?
Cuántos interrogantes podemos sumar al gran misterio del qué será.
Las salas de los adivinos se llenan; sus mentiras se multiplican y sus
ganancias aumentan, mientras, el hombre y la mujer se atan más y más con
cadenas espirituales que lo ciegan profundamente, alejándolos de Dios. Lo más
sorprendente es que la mentira inicial usada por el Diablo no ha cambiado. La
gran tentación fue: Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como
Dios, conocedores del bien y el mal[36].
La
omnisciencia es un atributo exclusivo de Dios. Es la cualidad de tener todo el
conocimiento. Dios sabe todo: lo que fue, lo que es y lo que será.[37]
Agar,
tú también has tenido una forma de describir su omnisciencia, llamaste al Dios
que hablaba contigo el Dios que ve; porque dijiste: ¿No he visto también
aquí al que me ve? Aún al pozo aquel lo nombraste: Pozo del Viviente-que-me-ve.[38]
Ese Dios que ve no sólo es
referente a sus ojos que contemplan todo lo creado que, según David, no deja un lugar dónde irse de su Espíritu ni dónde
huir de su presencia. Sino una sapiencia de todos los
acontecimientos: pasados, presentes y futuros. Jesús es Señor del espacio y del
tiempo, tanto del mortal como del eterno.
Necesitamos comprender el tiempo al
cual estamos sujetos, sobre todo entender que nuestro tiempo a la vez se sujeta
al de Dios, que es por siempre. El
anhelo del Creador es que comprendamos que el tiempo no es un condicionante,
sino un parámetro creado por necesidad humana, y su medición se efectúa en
principio por los movimientos de los cuerpos celestes.[39]
Pero tanto para el Antiguo Testamento lo mismo que para el Nuevo, la diferencia
entre el tiempo mortal y la eternidad no tiene que ver con su naturaleza, sino
en la duración.
La eternidad es un tiempo sin límites
cuya línea infinita coincide por un breve período con la historia que
constituye el horizonte temporal humano. La inmortalidad de los tiempos de Dios
es marcada con un sin fin de estado de cosas, donde nuestras vidas mortales
coinciden en un espacio temporal a esta eternidad, pero con el objetivo final
de compartirla por siempre.
Piensa por un momento: ¿Cuántas vidas
traspasan el tiempo de Dios? Millones de millones, cada una con un sinnúmero de
sueños, deseos y situaciones con sus comienzos y desenlaces que sobrepasan
nuestro entendimiento. En este mismo momento, ¿Cómo puede nuestra mente captar
el transcurso de la eternidad de Dios y las minúsculas vidas que nacen, desean
y mueren, en tan sólo un segundo del tiempo inmortal de Aquel, para quien un
día es como mil años; y mil años como uno de nuestros días?[40]
Lo importante es entender el Tiempo
Profético y su articulación entre lo mortal y lo eterno.
Dios se comunica proféticamente a tu
vida y lo hace sobre asuntos presentes y en forma predictiva, pero para el
Padre sólo existe el Pasado Profético. Al hablar de Israel emplea
constantemente este tiempo profético, esto es, considera ya cumplidos los
acontecimientos que para nosotros se hallan todavía escondidos en el
impenetrable manto del futuro.
En aquel
desierto te halló el ángel de
Dios junto a una fuente, aferrada a una esperanza pasajera, desesperada y sin
salida, y te dijo que multiplicaría tanto tu descendencia, que no podría
ser contada a causa de la multitud: He aquí que has concebido, y darás a luz un
hijo, y llamarás su nombre Ismael, y él será hombre fiero; su mano será contra
todos, y la mano de todos contra él, y delante de todos sus hermanos habitará,
te dijo el Señor.
¿Logras captar el pasado profético en
su promesa? Lo que Dios dice que será, ya es y lo que dijo que hará, no deja
lugar a dudas, es algo ya ejecutado y que tus ojos lo verán en la esfera de tu
mortalidad. Pero en lo inmortal ya fue, por el sólo motivo de haber estado en
la mente del Señor y haber sido expresado como un pasado profético sobre tu
vida.
Fuiste diseñada/o proféticamente desde
antes de la fundación del mundo, para que fueses santo y sin mancha delante de
él, en amor habiéndote predestinado para ser adoptado hijo suyo por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.[41]
A través de los cristales de nuestra
mortalidad vemos lo profético como lo que va a acontecer y que el Espíritu
Santo nos revela por medio del canal que en su soberanía elija, sea un profeta,
un predicador o por la lectura personal de la Biblia. Esto es así en el sentido
predictivo del mensaje, pero en el tiempo de la eternidad de Dios es pasado.
Cuando la revelación Divina habla en el
Apocalipsis, lo hace en lo que en su inmortalidad ya es un pasado profético.
Por lo tanto, las Bodas del Cordero y la Nueva Jerusalén “son” para el Señor y no
“serán” como es para nosotros.
Dios, en su continuidad eterna, no habla
con supuestos o quizás; porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre nosotros
ha sido predicado, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él; porque todas las
promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la
gloria de Dios.[42]
Todo pensamiento del Creador sobre ti
¡Hecho está! Vuelvo a repetir, tanto los mensajes proféticos traído a tu vida
por sus siervos los profetas o por el mensaje de la Palabra rhema dado en tu interior por el
Espíritu Santo, sea mediante la lectura bíblica o por un predicador; toda
promesa de Dios son en él Sí, y en él Amén, en Cristo. Dios te comparte su
visión profética con respecto a ti y tu deber es trabajar en ella, porque para
vos es una profecía a cumplirse, pero para Dios es un hecho; nos predestinó
para lo que dijo que haría con nosotros.
Tú naciste para ser y hacer lo que Dios
dijo que harías y serías.
Está predestinación tiene el
condicionante de tu fe y tu compromiso lo cual debes pensarlo y accionarlo con
la mente de Jesús, como un visionario que se sostiene como viendo al invisible.
Observa con ojos eternos el plan consumado por Dios sobre ti desde siempre;
creyendo en Aquel que llama las cosas que no son, como
si fuesen.[43]
El siguiente sueño grafica una
visión predictiva: El joven se miraba desde las alturas, en perspectiva hacía
una mesa cuadrangular; sentado en la cabecera de ésta. En la otra punta una
mujer, (sabía en su interior que era la imagen de su futura esposa), a la
derecha de la mesa su hija y en la izquierda su otra hija y un varoncito.
Estaban orando, y del interior de cada uno de ellos salía una luz blanca que se
unían en el centro de la mesa y se elevaban al cielo. En un momento determinado
el niño se movió y la mamá lo sostuvo. Fue lo último que vio, luego despertó
seguro de que lo soñado era de Dios. Se comprometió con el Señor a esperar en
la promesa y guardarse en santidad.
Diez años después comienza una
obra. Sentados en una mesa cuadrangular da apertura al primer culto. Frente a
él, en la otra punta de la mesa está su esposa y en los laterales sus hijos.
Comienza a orar; en ese momento siente de parte de Dios abrir sus ojos y ve al niño
moverse y a su esposa extender su mano y sujetarlo. Contempla lo ya visto diez
años atrás en sueño. El joven del relato tuvo que esperar todo este
tiempo para ver materializado lo profetizado, pero para Dios ya era desde
siempre.
Un joven pastor estaba sentado
en la segunda fila de la iglesia. Le dijo a su esposa que iría a esta
congregación donde el colega local lo invitó a compartir la visita de un
profeta de la Asamblea de Dios de Guadalajara, México. Fue muy llamativo que vaya solo pues siempre
iba con su esposa. Personalmente estaba pasando por un momento difícil y aunque
él no lo sabía, Dios quería revelarle su diseño profético.
El predicador lo miró, le
preguntó el nombre y lo llamó al frente. Miró al pastor local como pidiendo
autorización para subir al púlpito, pensando que el llamado era ascender al
lugar donde estaba el siervo de Dios. El anfitrión lo miró y en su mirada no
sólo había esa autorización, sino también el ánimo a recibir lo que Dios tenía
esa noche para él.
Al intentar subir a la
plataforma el predicador le dice que no suba, sino que pase delante de él por
debajo del escenario. Al pasar, el profeta se sacó el manto que tenía sobre los
hombros y lo puso sobre el joven pastor, diciendo: Tú serás profeta en mi lugar
y harás el doble de lo que yo hice. La idea es eterna en la mente de Dios y la
elección fue desde siempre. El Señor solamente se lo estaba comunicando en el
tiempo previsto por su omnisciencia, pero existía en el Santo desde antes que
se formará en el vientre de su madre.
El
Espíritu Santo no sólo es el Dios que ve, sino también, el Dios que permite
ver. Es el Señor omnisciente que abre tus ojos y te permite percibir lo que se
esconde más allá del horizonte que pone límites a tu mirar humano. Es el que te
da visión de lo eterno para que puedas observar el plan imperecedero del Señor.
Dios dice a Abraham:
--De cierto te bendeciré, y multiplicaré
tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la
orilla del mar--.[44]
La utilización de algo material que
simbolizara lo invisible le permitía a Abraham jugar con la visión mirando lo
prometido como hecho. En cada partícula de arena, el patriarca miraba los
rostros de sus descendientes terrenales llenando la tierra (Israel). Y en cada
estrella veía hijos espirituales nacidos por la fe en Jesús y llenando los
cielos. Esto le permitía observar con los ojos eternos del que ve las cosas que
no son como si fueran, por lo tanto, no anclada en el futuro sino en el pasado
profético.
La esperanza dice: Dios hará. La Fe
proclama: Dios ya lo hizo.
Has concebido, y darás a luz
Agar. El desierto
es el lugar, pero el tiempo es el de concebir. Este es tu tiempo de fecundar y
dar a luz. El Señor está engendrando en ti un sueño y una promesa llamada Ismael,
porque Dios te escucha y te ve.
Los sueños son ideas que se presentan
mientras una persona está dormida o como visión o anhelo de algo. Los que
vienen de la mente de Dios son empleados para sus propósitos. Al suscitarlos,
el Espíritu Santo obra mediante las leyes de la mente, y puede producir causas
secundarias. Estos sueños pueden influir en la vida espiritual de las personas.
El sueño de un madianita desmoralizó al enemigo y alentó a Gedeón, que lo llegó
a conocer de una manera providencial.[45]
Las personas pueden tener muchos sueños,
deseos y afanes, pero muy pocos tienen un sueño engendrado por el mismo Dios.
No porque el Señor no lo tenga con ellos, sino porque lo desconocen o no
permiten que su sueño sea fecundado, es decir: Su sueño con nosotros puesto en
nuestro corazón.
Ismael simboliza un sueño, el mañana,
futuro, metas y fines; en conclusión: significa un sueño concebido por el Dios
que nos ve, escucha y multiplica tanto que no puede ser contado a causa de su
bendición.
Agar, Dios quiere que concibas un sueño,
una visión.
Piensa en esto, todo antes de ser en el
tiempo y espacio material lo fue primero como construcción mental; fueron un
sueño, un pensamiento, un deseo. Cuando observamos una película, lo que estamos
viendo es un sueño ajeno. Antes de ser fue la visión de un director, un
guionista o un productor que logro contagiar a todo un equipo de trabajo a fin
de realizarlo. Lo concibieron como a un hijo en su interior, lo tuvieron en su
mente y lo llevaron adelante, desafiando todos los posibles pensamientos de
fracasos. Sólo tuvieron una visión y corrieron tras ella.
Cada cosa que ves fue un sueño. La mesa en
que te sientas existió primero en la mente de su creador. El edificio de la
esquina de tu casa fue el sueño de alguien. Lo pensó, lo ideó, luego buscó
ayuda de un profesional. Lo tradujo a un papel y lo materializado ante sus
ojos.
Vivimos rodeados de sueños ajenos. ¿Y los
tuyos? ¿Tienes un sueño? ¿Cuál es? ¿Qué es lo que esperas? ¿Cuál es tu visión?
Si no existe un sueño no hay esquema mental ni esperanza. Dilo en voz alta.
Grafícalo en tu mente; obsérvalo y luego prepárate para el desafío que Dios
acaba de poner delante de ti.
Un día, Jesús vio a un hombre ciego de
nacimiento. El Señor escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con
el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé
(que traducido es, Enviado).
El ciego fue entonces, y se lavó, y regresó
viendo. Este milagro lo llevó comparecer ante interrogatorios y acusaciones de
los religiosos de aquel entonces, hasta llegó a ser expulsado de la Sinagoga
judía.
Al oír Jesús que le habían expulsado; y
hallándole, le dijo:
--¿Crees tú en el Hijo de Dios?--.
Respondió él y dijo:
--¿Quién es, Señor, para que crea en él?
Le dijo Jesús:
--Pues le has visto, y el que habla
contigo, él es--.
Y él dijo:
--Creo, Señor; y le adoró--.
Dijo Jesús:
--Para juicio he venido yo a este mundo;
para
que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados--.[46]
El
devolver la vista al ciego tiene un valor simbólico: muestra que Jesús es la
verdadera luz del mundo.
Así
como el Padre y Jesús, el Espíritu Santo no sólo es el Dios que ve, sino también, el Dios que permite ver. Es el Señor omnisciente
que abre tus ojos y te permite percibir lo que se esconde más allá del
horizonte que pone límites a tu mirar humano. Jesús es la Luz verdadera que
ilumina tu vida, declarándote luz del mundo y permitiéndote concebir y dar a
luz.
Necesitas ver con los ojos de la fe lo que
quieres recibir. Cierra los ojos y mira tu casa terminada en tu mente. Mira tus
sueños realizados; tu ministerio desarrollándose con poder y a las multitudes
corriendo a los pies del Señor ante tu invitación. Observa a los enfermos ser
sanados; mira a tu familia venir a los pies de Cristo. A tus hijos y los hijos
de tus hijos sirviendo a Dios.
Cuida de no confundirte con el espíritu
secular que ejercita mediante el ocultismo las profundidades mentales, sino
ante Dios en oración y rendición a su Voluntad expresada en la Biblia: la
palabra profética más segura, a la cual haces bien en estar atenta como a una
antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero
de la mañana salga en tu corazón.[47]
El Salmos 126 narra un escenario de visión
constante del pueblo de Israel en situación de cautiverio. Oraban avizorando el
regreso a Sión. En Babilonia concibieron un sueño que le pertenecía a Dios y
estaba engendrado en sus corazones por las palabras de los profetas: el regreso
a Jerusalén.
Para ellos, dar a luz era ver materializado
ante sus ojos el retorno a su tierra. Éste sería un sueño hecho realidad que
los llenaría de alegría y de alabanzas a Dios y, a la vez, suscitaría la
admiración de las naciones por los hechos del Señor con su pueblo.
¡Sueña! Pero no en el sentido vacío de los
que no tienen en quien esperar; concibe de Dios.
Cuando cierras lo ojos y ves lo que no se
ve con los ojos físicos, entonces, “eres como lo que sueñan”. Como sucedió con los judíos en tiempo del
rey Ciro de Persia,[48]
así un día tus sueños se harán realidad y entonces
exclamarás: Cuando creí en el Dios que me ve y me oye, entonces
fui como
los que sueñan. Entonces mi boca se llenó de risa y mi lengua de
alabanza. Entonces decían los que me veían: ¡Grandes cosas ha hecho Dios con
éste! ¡Grandes cosas ha hecho Jesús conmigo! ¡Estaré alegre![49]
Mi vida es vacía sin un sueño. No sé dónde
ir y no tengo aliento para avanzar. No quiero sueños ilusorios; anhelo tus
sueños ¡Señor!, porque sólo cumpliendo los tuyos siento en mi alma la
satisfacción del cumplimiento de los míos.
¡Dame un sueño! Quiero concebirlo en mi
interior, y dar a luz. Como la misma Sara, quien siendo estéril, recibió fuerza
para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que
era fiel quien lo había prometido.[50]
¡Dame fuerza, Señor! ¡Ayúdame a concebir, y
a dar a luz! Más allá de los tiempos de la juventud y la vejez. Traspasando mis
propios tiempos, aunque en tu plan imperecedero hubiese equivocado y desperdiciado
tu llamado, aún, por sobre todo, tú tienes el poder para impartir concepción y
dar fuerza al que no tiene. ¡Hazlo! Mediante tu querer y hacer concebido en mi
vida. ¡Manifiéstate! ¡Glorifica tu nombre en mí!
¡Más allá de las oportunidades! Aunque todo
diga que estás fuera de tu tiempo, que perdiste tu posibilidad, ¡Cree en el
Señor! ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado vendrá a ti, y
según el tiempo de la vida, darás a luz tus sueños.[51] ¡Por sobre lo natural y actuando en lo
sobrenatural!
Dios los engendra en tu corazón en medio de
los desiertos, en intimidad, clamando y buscando en su Presencia, porque ¿Quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio,
y oyó su palabra? ¿Quién estuvo atento a
su palabra, y la oyó? [52]
Se concibe
de Dios en la soledad del desierto. Son esos territorios espirituales
distantes de todo y de todos. Donde los silencios son patentes y los abismos
profundos. Las sombras invaden y asustan los espectros del valle de sombra de
muerte. Lugares solitarios en el cual podemos encontrarnos con nosotros mismo.
A solas con nuestros defectos y debilidades, con nuestros desafíos y terrores.
En el cual las miserias y los tesoros personales salen a la luz. También es el
lugar donde nos encontramos con Dios.
Lo que no debes confundir, querida/o Agar,
es que hay desiertos y desiertos. Algunos son trampas de la depresión y de una
soledad malsana, otros de la maldad y el engaño, pero el desierto del cual te
hablo y al cual te aliento, es aquel provocado por Dios. Donde el Espíritu te
atrae para hablarte a tu corazón, y enseñarte, y llenar tu vida con su poder.
Lugar donde Cristo fue llevado por el
Espíritu antes de comenzar su ministerio terrenal. Espacio y tiempo de ayuno y
oración, de quebrantamiento de la carne y de sumisión al espíritu. Desierto de
fieras y tentadores, y de ángeles que están para servirte. Lugar desde donde se
vuelve victorioso, en el Poder del Espíritu.[53]
Jesús es especialista en desiertos. Los
evangelistas dan testimonio de esto:
Mateo
14:13: Oyéndolo Jesús, se
apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado. 14:23:
Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche,
estaba allí solo.
Marcos
1:35: Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue
a un lugar desierto, y allí oraba. 6:4: Y después que los hubo despedido,
se fue al monte a orar.
Lucas
4:42: Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto. 6:12:
En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. 9:10:
Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se
retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida. 9:28:
Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y
a Jacobo, y subió al monte a orar. 11:1: Aconteció que estaba Jesús
orando en un lugar.
Juan 6:15: Pero
entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió
a retirarse al monte él solo.
En el solitario camino a Damasco fue donde Cristo encontró
a Pablo. En el desierto, en la intimidad con Jesús fue donde el Apóstol
aprendió el evangelio, y no de hombre alguno, sino por revelación de
Jesucristo, en el cual le fue manifestado su Diseño Profético.[54]
Un día Jesús vio a un judío llamado
Natanael que se le acercaba, y dijo de él:
--He aquí un verdadero israelita, en
quien no hay engaño--.
Le dijo Natanael:
--¿De dónde me conoces?--.
Respondió el Señor y le dijo:
--Antes que Felipe te llamará, cuando
estabas debajo de la higuera te vi--.
Jesús centró su conocimiento de él en algo
muy privativo de su persona. Cristo le recuerda que lo ha conocido a la
distancia, en la intimidad del santuario personal, debajo de la higuera, donde
Natanael como buen israelita hacía su lectura diaria de la Ley.
Esta alusión a su intimidad con Dios bajo
la higuera era muy personal que sólo el propio Natanael sabía, por eso su
exclamación admirativa:
--¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú
eres el Rey de Israel!--.
¿Quién podía conocer su relación intima con
Dios? Sólo el Todopoderoso.[55]
Déjate impulsar por Dios a su
desierto. Puede
ser para ti la Casa de Dios; allí puedes encontrar la Puerta del mismo cielo y
el lugar donde tener un encuentro real, genuino y personal con Dios. También el
sitio de revelación donde el Dios que ve, te
permite ver su diseño profético para tu vida, familia y ministerio. En el cual puedes concebir el sueño de Dios contigo
y la seguridad de que nuestro Dios escucha.
La mujer cuando da a luz, tiene dolor,
porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se
acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.[56]
Has concebido un sueño de parte de Dios, un hijo llamado Ismael. Porque el
Señor ha escuchado tu clamor ¿Se tardará en responderte?
Mi querida/o Agar. Tus desiertos actuales
son sólo dolores de parto, ¡Por favor, no dudes! Sólo pesares producidos por el
alumbramiento. No desesperes ¡Puja con fuerzas! Tu hora llega y no te acordarás
más de la angustia, por el gozo de dar a luz tus sueños. El Dios que te ve es
también el Dios que te escucha.
Siempre te escuchará. Aunque te despidan
muy de mañana, con tan sólo un pedazo de pan, y un odre de agua sobre tu
hombro. Solamente tú, tu sueño y el
andar lento y errante por el desierto de Beerseba. Aunque llegue un momento en
que digas ¡Todo se acabó! Y decidas dejar morir tu sueño; Dios es el Dios que
te ve y el Señor que escucha la voz y el lloro de lo más profundo de tu
corazón.[57]
Y te dice:
--¿Qué tienes, Agar? No temas; porque he
oído la voz del clamor en donde estás. Levántate, alza tus sueños, y sostenlo
con tu mano en alto, porque yo haré de él una gran nación. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a
luz; ¿No la conocerás? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la
soledad.
Las fieras
del campo me honrarán, los chacales y los pollos del avestruz; porque daré
aguas en el desierto, ríos en la soledad, para que beba mi pueblo, mi escogido.
Ciertamente te consolaré; consolaré todas tus soledades, y cambiaré tu desierto
en paraíso, y tu soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y
gozo, alabanza y voces de canto--.[58]
Dios es el Dios que ve y te permite ver.
Abre tus ojos y mira: Una fuente de agua que salta para Vida Eterna está delante
de ti. Ve. Llena tu odre, da de beber a tu visión y ¡Avanza![59]
Hasta
siempre.
[2] Salmos 56:8-9.
[3] Salmos 55:4-8.
[4] Génesis 16:6.
[5] Salmos 55, (Título).
[6] Génesis 16:1-6.
[7] Hebreos 11:25-27.
[8] Santiago 4:6.
[9] Las palabras del orgullo impío. G5196 HUBRIS,5196
HUBRIZEIN,5195 HUBRISTES5197 William Barclay:
Profesor de Lenguas y Literatura del Nuevo Testamento en la Universidad de
Glasgow, Escocia.
[10] 1 Corintios 13:4-8.
[11] Hebreos 5:15.
[12] Proverbios 4:19-27.
[13] Juan 3:14-15.
[14] Mateo 9:36; Marcos 6:34.
[15] Mateo 14:14; 15:32; 20:34; Marcos 1:41; 8:2; 9: 22; 10:47.
[16] Lucas 7:11-17.
[17] Isaías 53:1-12.
[18] Oseas 2:14;
13:5.
[19] Salmos 139.
[20] Éxodo 14:3.
[21] Isaías 43:19, 20; 51:3.
[22] Deuteronomio 8;
Éxodo 3:17; Números 13:21-24,27.
[23] Juan 4:10-14.
[24] Génesis 16:7.
[25] Génesis
28:10-17.
[26] Job 16:21; 23:1-10.
[27] Job 42:1-6.
[28] Deuteronomio 32:9-14.
[29] Malaquías 3:6; Hebreos 13:8; Santiago 1:17;
Mateo 7:7-8.
[30] Éxodo 3:1-15; Hechos 7:20-35.
[31] Éxodo 5:1; 7:16; 8:1; 8:20; 9:1; 9:13; 10:3.
[32] Génesis 16:7-11.
[33] Jeremías 29:11; Isaías 57:19.
[34] Romanos 5:1-2.
[35] Eclesiastés 7:8.
[36] Génesis 3:5.
[37] Isaías 40:14.
[38] Génesis 16:13-14.
[39] Génesis 1:14.
[40] 2 Pedro 3:8.
[41] Efesios 1:3-5.
[42] 2 Corintios 1:19-20.
[43] Romanos 4:17.
[44] Génesis 22:17; Romanos 4:17.
[45] Jueces 7:13.
[46] Juan 9:1-41.
[47] 2Pedro 1:19.
[48] 2 Crónicas 36:22 y 23.
[49] Salmos 126.
[50] Hebreos 11:11-12.
[51] Génesis 18:14.
[52] Jeremías 23:18.
[53] Mateo 4:1-11; Marcos 1: 12-13; Lucas 4:14.
[54] Hechos 9:1-18; Gálatas 1:11-20.
[55] Juan 1:43-51.
[56] Juan 16:21.
[57] Génesis 21:1-20.
[58] Isaías 43:19 y 20; 51:3.
[59] Génesis 21:14-19.
[60] Génesis 21:6.
1 comentario:
Gracias por sus escritos. Me han gustado mucho. Dios lo bendiga.
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