ABIGAIL, RESTAURADORA DE VISIÓN
Es necesario leer muy
detenidamente esta historia que se encuentra en 1 Samuel 25.
Si observamos las circunstancias presentes y las personas, nos vamos a dar cuenta que no son tan lejanos a nuestro cotidiano vivir. Seguramente vamos a encontrar reflejado tanto a David como a Nabal y Abigail en nosotros como en otras personas que se involucren en situaciones similares.
Si observamos las circunstancias presentes y las personas, nos vamos a dar cuenta que no son tan lejanos a nuestro cotidiano vivir. Seguramente vamos a encontrar reflejado tanto a David como a Nabal y Abigail en nosotros como en otras personas que se involucren en situaciones similares.
Sus reacciones, actitudes,
decisiones y visiones van a determinar sobre diferentes consecuencias en el
futuro. No olvidemos que las decisiones de hoy construyen el mañana. Todo lo
que hoy hagamos tendrán en definitiva consecuencia positivas o negativas,
de la misma manera que muchas de las situaciones actuales son resultados de
decisiones pasadas.
Primeramente observemos los escenarios
presentes en la historia bíblica, porque ellos determinaran tanto el tiempo
como el espacio en que se sitúe David. Él es el centro del relato bíblico como
eres tú el centro del mensaje en este momento. La vida de Nabal y Abigail, como
las de todos los de su casa, giran alrededor del elegido de Dios. Cruzarse en
su camino cambiará radicalmente su futuro.
No hay manera que Jesús pase por
tu vida sin impactar el centro de tu universo. No puedes tener un encuentro con
Cristo sin que cambie tu vida. Si hoy buscas su presencia en una relación
personal con él, te aseguro que no volverás a ser el mismo otra vez. Todos los
que se cruzaron en su camino, o Jesús se cruzó en el de ellos, no volvieron a
ser las mismas personas. Ni el ciego Bartimeo, ni los leprosos, ni la viuda de
Naín, ni Lázaro o Pedro o Pablo o vos y yo, ninguno somos los mismos si obtenemos
solamente una mirada de Cristo; bástate reflejarte en sus ojos y todo cambia.
Cambian tus pensamientos; porque
tus anhelos, deseos, expectativas y visión de la vida se transforman a la imagen
de la voluntad de Dios. Vemos el mañana de acuerdo a sus promesas; y esperamos
en lo que Dios hará en y con nosotros.
Las circunstancias son variables.
Esa variabilidad puede modificar nuestra visión. Quien logra mantener estables
sus emociones, pensamientos, creencias y, sobre todo, fe en lo que Dios
prometió hacer con nosotros, seguramente logrará mantener una comunión con el
Espíritu Santo que le dará visión sobre el presente y futuro, y sus
consecuencias.
Los contextos históricos y sus
situaciones particulares provocaron que David tomé algunas decisiones.
Primeramente, el saber que más allá de las promesas de Saúl en el capítulo
anterior, éste aún lo perseguiría. Además, Samuel falleció y todo el pueblo
lloró su muerte. Quien tuvo la visión de ungirlo por rey en lugar de Saúl ya no
estaba; él era su amigo y fiel aliado. Ante estos escenarios, David decidió ir
a habitar al desierto de Parán.
“Y en Maón había un hombre que
tenía su hacienda en Carmel, el cual era muy rico, y tenía tres mil ovejas y
mil cabras. Y aconteció que estaba esquilando sus ovejas en Carmel. Y aquel
varón se llamaba Nabal, y su mujer, Abigail. Era aquella mujer de buen
entendimiento y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas
obras; y era del linaje de Caleb. Y oyó David en el desierto que Nabal
esquilaba sus ovejas. Entonces envió David diez jóvenes y les dijo: Subid a
Carmel e id a Nabal, y saludadle en mi nombre, y decidle así: Sea paz a ti, y
paz a tu familia, y paz a todo cuanto tienes. He sabido que tienes esquiladores.
Ahora, tus pastores han estado con nosotros; no les tratamos mal, ni les faltó
nada en todo el tiempo que han estado en Carmel. Pregunta a tus criados, y
ellos te lo dirán. Hallen, por tanto, estos jóvenes gracia en tus ojos, porque
hemos venido en buen día; te ruego que des lo que tuvieres a mano a tus
siervos, y a tu hijo David.
Cuando llegaron los jóvenes
enviados por David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David, y
callaron. Y Nabal respondió a los jóvenes enviados por David, y dijo: ¿Quién es
David, y quién es el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen de sus
señores. ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado
para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son? Y los jóvenes
que había enviado David se volvieron por su camino, y vinieron y dijeron a
David todas estas palabras. Entonces David dijo a sus hombres: Cíñase cada uno
su espada. Y se ciñó cada uno su espada y también David se ciñó su espada; y
subieron tras David como cuatrocientos hombres, y dejaron doscientos con el
bagaje.
Lo que vamos a analizar a
continuación es el carácter y las decisiones que toman ante este impensado
intercambio de opiniones, primeramente, los dos hombres de esta historia: David
y Nabal.
Nabal: Era muy rico, duro y de
malas obras; y era del linaje de Caleb. Un criado dice que él es un hombre tan perverso, que
no hay quien pueda hablarle. Y su mujer aconseja a David diciendo: No
haga caso ahora mi señor de ese hombre perverso, de Nabal; porque conforme a su
nombre, así es. Él se llama Nabal, y la insensatez está con él.
Me gusta mucho las palabras del
Apóstol Pablo cuando dice: cuando yo era niño, hablaba como niño,
pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, deje lo que era
de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. En
relación, oigamos lo que dicen lo demás de nosotros; estoy seguro que la manera
de conocerse de Nabal a si mismo no era lo mismo que pensaban lo que lo conocían
mas íntimamente. No seamos niños en nuestra manera de pensarnos.
Sin lugar a dudas, Nabal es el
hombre que representa a la insensatez. El hombre insensato es aquel que edifica
su casa sobre la arena. Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y
soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó y fue grande su ruina.[1]
Cristo está puesto como cimiento y toda otra cosa fuera de Jesús es arena.
Algunos construyen sus esperanzas en la prosperidad de este mundo; otros, en
una profesión externa de religión. Sobre esto confían, pero esas son toda
arena, demasiado débiles para soportar una esperanza tan grande como es la
Salvación eterna.
Hay una tormenta que viene y
probará la obra de todo hombre. Cuando Dios quita el alma, ¿Dónde está la
esperanza del necio, de aquel que dice en su corazón: No hay Dios? La casa del
insensato se derrumbó en la tormenta, cuando más la necesitaba, y esperaba que
le fuera un refugio. Se cayó cuando era demasiado tarde para edificar otra. El
Señor nos haga constructores sabios para la eternidad. Observemos la necedad de
Nabal.
La primera insensatez es no
preguntar ni saber escuchar; es no hacer caso al consejo divino de que donde
no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros está
la seguridad.[2]
Esta insensatez está relacionada en todo el relato con la perversidad. David le
dice que pregunte a sus criados, pero estos dicen que a él no hay quien pueda
hablarle. Aún su esposa actúa sin contarle los graves problemas en que se
encontraban ni pedirle autorización, como correspondería en este contexto
cultural e histórico. La insensatez nos hace perder el respeto de los demás.
Aquellos hombres han sido muy
buenos con nosotros, y nunca nos trataron mal, ni nos faltó nada en todo el
tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo. Muro fueron para
nosotros de día y de noche, todos los días que hemos estado con ellos
apacentando las ovejas. Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer,
porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues
él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle; dijeron
los criados a Abigail. En caso de no haber conocido a David o ignorar lo que
éste hizo por sus bienes en el desierto, cosa poco probable, el solo hecho de
preguntar le hubiera proporcionado la seguridad que ahora peligraba.
Hay un conocimiento de carácter que los que nos rodean van percibiendo, y los
hace tomar una posición en diferentes circunstancias, que no sucede de un momento
para otro. Los demás van captando nuestra dureza en cada una de nuestras
aptitudes. Atento a esto. Cuando las personas encuentran en nosotros receptibilidad tanto para recibir
como para dar consejos, entonces, siempre vendrán a nosotros, de lo contrario,
puede que no.
En este caso, el criado prefiere
recurrir a la mujer de Nabal porque tiene un pedido muy necesario que Abigail
podía aportar en esta situación tan difícil que Nabal, o la insensatez, no lo
posee: Saber reflexionar; y de este manera actuar en consecuencia. La
insensatez no nos permite ver que ya no vienen a nosotros. Con el tiempo nos
damos cuenta que nuestros hijos prefieren ir a la madre o al padre, al vecino,
al amigo o el pariente, y no a nosotros. Escuchemos. La mirada atenta es negarnos
a nosotros mismos; hacer contacto visual y saber decir con el corazón: Acá
estoy, no importa lo difícil que sea la situación, estoy aquí para escucharte y
tratar de reflexionar y ayudarte.
Otra insensatez es dar poco valor
a las personas sobre las cuales el aceite de la unción ha sido derramado. Tener
en poca estima a los siervos de Dios es menospreciar al Dios que los escogió. No te
han desechado a ti, sino a mi me desecharon,[3]
le dijo el Señor a Samuel cuando le pidieron un rey. Entonces, nadie te
desechará sin hacerlo directamente a Cristo, porque él vive en ti, y te eligió
ungiéndote con su Espíritu Santo para servirle.
Nabal tiene en poco a David
actuando como si no lo conociera, quien era muy conocido tanto por Israel como
por sus enemigos. Ninguna de las proezas del escogido de Dios pasó
desapercibida, desde su victoria sobre Goliat hasta sus salidas y regreso al
frente de los escuadrones de Israel, trayéndolos en victoria de las guerras.
La persecución que Saúl realizaba
sobre su persona tampoco era oculta. Irónicamente menosprecia a David
tratándolo como un criado que huye de su amo, por ese motivo dice: ¿Quién
es David, y quién es el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen de sus
señores. También menosprecia a todos los seguidores que acompañaban a
David diciendo: ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para
mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son? Los hombres
que acompañaban al dulce cantor de Israel no eran muy sumisos de carácter, por
lo tanto, no debe haber colaborado esta provocación.
Una insensatez lleva a otra.
Ahora manifiesta su poca visión sobre el futuro. No avizora nada en el
horizonte de David porque no cree en Dios; ni siquiera tiene en cuenta las
promesas futuras que aun Saúl llega a reconocer versos anteriores. Esto se debe
a que Nabal vive el hoy disfrutando de sus riquezas sin pensar en lo
espiritual. No es una persona de fe aunque sea descendiente de Caleb.
Isaí, el padre de David, tampoco
creyó que David pudiera ser el escogido de Dios. Tengamos cuidado de que
nuestra necedad nos haga desechar simplemente porque no podemos ver como el
Señor ve. No olvides, Dios mira la profundidad del hombre; por cortar lo que
creemos que es cizaña podemos estar cortando el buen trigo que sembró el Padre
Celestial.
¡Bástate saber que Dios te miró!
Cristo escogió lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se
jacte en su presencia.
El final de esta clase de
insensatez es una sola: Y Abigail volvió a Nabal, y he aquí que él
tenía banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón de Nabal estaba
alegre, y estaba completamente ebrio, por lo cual ella no le declaró cosa alguna
hasta el día siguiente. Pero por la mañana, cuando ya a Nabal se le habían
pasado los efectos del vino, le refirió su mujer estas cosas; y desmayó su
corazón en él, y se quedó como una piedra. Y diez días después, Jehová hirió a
Nabal, y murió.
Si alguien termina su vida como
una piedra no es casualidad. Construimos nuestro futuro. Fue una persona dura
toda su vida y así terminó. Dios tiene la capacidad de cambiar el corazón de
piedra por uno de carne. Solo debemos dejar que lo haga.
Pienso que una de las razones que
alentó a David a pedir provisiones a Nabal es que era descendiente de Caleb,
quien en tiempo de Moisés fue el delegado de la tribu de Judá en el
reconocimiento de la Tierra prometida. Judá era su tribu; no le pedía a cualquiera sino a quien
creía cercano por el linaje. Además, un pacto con los calebitas era muy
ventajoso para David, ya que esto le permitiría extender su liderazgo a otro de
los grupos que poblaban las montañas de Judá. De hecho, él será consagrado rey
en Hebrón, la ciudad más importante en el área ocupada por la tribu de Caleb.
A veces cometemos el error de
creer que los demás actuaran de la misma manera en que lo haríamos nosotros en
diferentes circunstancias. Saúl reconoció que David actuó diferente cuando Dios
lo puso en sus manos. En el capítulo anterior, David tuvo a su merced a Saúl y
le perdonó la vida. Al hacerlo saber, Saúl dijo: Más justo eres tú que yo, que me
has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal. Tú has mostrado hoy que has
hecho conmigo bien; pues no me has dado muerte, habiéndome entregado Jehová en
tu mano.[4]
Creer que los demás piensan y
actúan como nosotros puede traernos muchas desilusiones, aunque estos comparta
nuestra misma fe. David había hecho bien a Nabal y esperaba que éste actué de
igual manera con él. No sucedió así. Debemos entender que todos somos
diferentes; actuamos y juzgamos de manera diferente. Aceptar al otro no
significa aprobar sus decisiones; simplemente darnos cuenta que no piensa igual,
y por lo tanto no actúa de igual manera que lo hubiéramos hecho nosotros. Creer
en Dios es saber que es un Dios que juzga rectamente sobre los hombres. David
lo entiende al final de esta historia al ver la justicia del Señor sobre su
causa, en este momento fue arrastrado por la necedad de Nabal a otra versión de
ésta que es la justicia y venganza propia.
Perdió visión del mal. Esta es la
necedad que nos hace ignorar que nada bueno sacaremos de lo malo, aunque en el
nombre de Dios lo hagamos. Abigail es muy clara al referirle las consecuencias
que evitaría si no actuaba impulsado por su propia justicia: no
tendrás motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa,
o por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor.
Si perdemos visión de lo que está
bien y mal delante del Señor, entonces perderemos la capacidad de agradar a
Dios. Sabemos que sin fe es imposible agradarle; guardarnos de hacer mal es
guardar su consejo, tanto en lo ordenativo como en sus promesas.
El Apóstol Pablo dice que él era,
en
cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero ahora que lo
perdió todo en lo que confiaba según la carne y ganó a Cristo, solo desea ser hallado en él, no teniendo su propia justicia, que es por la
ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.[5]
David confió en esa justicia del
Dios santo, justo y perfecto que puso a Saúl a su merced cuando dejo todo
juicio en su mano. Ahora se olvidó de esa justicia basada en lo que no se ve
pero con convicción en lo que se espera, para ordenar a sus hombres tomar sus
espadas y él empuñar la propia.
Nosotros tenemos como mandamiento
buscar el Reino de Dios y su justicia. La justicia de Dios se revela plenamente
en Jesucristo porque ahora, sin la ley, se ha manifestado la
justicia de Dios, atestiguada por la ley y los profetas; justicia de Dios
mediante la fe en Jesucristo, para todos los creyentes, sin distinción alguna[6].
En Jesucristo, Dios ofrece al hombre la justicia, o sea, la salvación.
Por consiguiente, la justicia de
Dios es la salvación divina ya presente en la existencia del cristianismo,
aunque en esperanza todavía, y que se cumplirá solamente al final. Dios da y
manifiesta su justicia entre los hombres que creen. El que no cree no se somete
a la justicia divina: Pues no reconociendo la justicia de Dios y
buscando establecer la justicia propia, no se sometieron a la justicia de Dios.[7]
Nosotros, como cuerpo de Cristo y
como esposa suya, debemos vivir nuevas estructuras de relaciones entre los
cristianos y de éstos con el resto de la humanidad, en una fisonomía de comunidad
cristiana en la que reina la justicia dada por Dios, según lo enseñado por su
Espíritu Santo: El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos
los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los
unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en
espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la
tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los
santos; practicando la hospitalidad.
Bendecid a los que os persiguen;
bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre
vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra
propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal;
procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto
dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis
vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito
está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo
tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo
esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino
vence con el bien el mal.[8]
Nuestro compromiso fundamental consiste
en no conformarnos a este mundo, a sus estructuras e ideologías, sino discernir
la voluntad de Dios, es decir, qué es lo bueno. Al obrar así vivimos realmente
no ya en la carne, o sea, de forma egoísta e injusta, sino en el Espíritu. La
justicia es fruto del Espíritu presente en el hombre y se expresa en amor, paz,
gozo, longanimidad, bondad, benevolencia, confianza, mansedumbre, dominio de sí
mismo. Tanto a nivel individual como en cuanto a comunidad cristiana en el
mundo.
Si perdemos de vista la justicia
de Dios y queremos establecer la nuestra propia, entonces también perderemos
visión sobre las promesas del Padre y, por ende, sobre nuestro futuro. Esto es
lo que le pasó a David. Sin la intervención divina quizás nunca se hubiera dado
cuenta, pero la misericordia de Dios se manifestó de una manera especial
utilizando a Abigail como la portadora de esa gracia.
Hay algo en la vida de David que
siempre me impresionó y es que no fue una persona sin errores, pero cada error
que cometió permitió hacer resplandecer la misericordia del Padre. Cuando
abunda el pecado sobreabunda la gracia, dice el Apóstol Pablo. Pero esa gracia
solo sobreabunda cuando hay arrepentimiento. David descubrió ese secreto.
El arrepentimiento significa
volverse, cambiar. Se refiere a volverse del camino del pecado. Somos llamados
por Dios para abandonar el pecado. De hecho, Dios manda a todos los hombres en
todas partes que se arrepientan de sus pecados. La paciencia de Dios nos lleva
al arrepentimiento como también su misericordia. Hay arrepentimiento verdadero
y falso, dependiendo de la motivación del corazón: La tristeza que es según Dios
produce arrepentimiento para salvación, del cual no hay que arrepentirse; pero
la tristeza del mundo produce muerte.[9]
El Apóstol Pablo, disertando en
Antioquía de Pisidia, dice que Dios levantó por rey a David, de quien dio
también testimonio diciendo: --He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme
a mi corazón, quién hará todo lo que quiero--.
El Señor está mirando el futuro y no el pasado ni el presente. --David
hará todo lo que quiero--, dice Dios. Por supuesto, nosotros podemos saber lo
que hizo David en el futuro porque conocemos la historia bíblica. Podemos
recordarlo como un hombre pecador; cometió adulterio; mató a otros; mintió;
traicionó a su nación; ejecutó varios errores de juicio; no fue un perfecto
administrador, y finalmente, ni siquiera pudo atender adecuadamente su hogar.
¡Éste es el hombre que haría todo lo que quiere el Señor!
El verdadero arrepentimiento
siempre nos regresará a su presencia. Después de cada error siempre debe haber
un volvernos sincero. Aprenderemos de nuestros propios traspiés. Escucharemos a
nuestros críticos como a nuestros enemigos. Pero, por sobre todas las cosas,
prestaremos atención y oiremos a sus profetas. Esto es lo que hizo David, lo
que Dios esperaba de él, y espera de nosotros. El dulce cantor de Israel
conocía el secreto de lo que Dios espera de un corazón conforme al suyo: --Al corazón
contristo y humillado no despreciarás tú, oh Dios--.
El arrepentimiento de David siempre
fue sincero. Este fue el camino que permitió a Abigail hacerlo entrar en razón,
para que de esta manera pueda recuperar la visión de la justicia de Dios y ver
cuanto afectaba esta decisión equivocada el propósito de Dios con su vida.
Pero uno de los criados dio aviso
a Abigail mujer de Nabal, diciendo: He aquí David envió mensajeros del desierto
que saludasen a nuestro amo, y él los ha zaherido. Y aquellos hombres han sido
muy buenos con nosotros, y nunca nos trataron mal, ni nos faltó nada en todo el
tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo. Muro fueron para
nosotros de día y de noche, todos los días que hemos estado con ellos
apacentando las ovejas. Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer,
porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues
él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle.
El criado que le comunica a
Abigail sobre los acontecimientos que sucedieron conoce muy bien a todos los
integrantes de la casa, debió ser una persona de mucha confianza como para
hablar con Abigail de Nabal en los términos que lo hace. Además, sabe que ella
desconoce lo sucedido y que no hay otra persona con las capacidades necesarias
para actuar en cuestión, es decir, marca el contraste entre la necedad y el
buen entendimiento, y esto es la reflexión.
La reflexión requiere pensar
sobre el particular detenidamente y con cuidado. A veces los tiempos apremian y
el accionar debe ser rápido. Entonces Abigail tomó luego doscientos
panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano
tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos, y lo
cargó todo en asnos. Y dijo a sus criados: Id delante de mí, y yo os seguiré
luego; y nada declaró a su marido Nabal. Y montando un asno, descendió por una
parte secreta del monte; y he aquí David y sus hombres venían frente a ella, y
ella les salió al encuentro. Y David había dicho: Ciertamente en vano he
guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de
todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto mal por bien. Así haga Dios a los
enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuere
suyo no he de dejar con vida ni un varón.
Y cuando Abigail vio a David, se
bajó prontamente del asno, y postrándose sobre su rostro delante de David, se
inclinó a tierra; y se echó a sus pies, y dijo:
A partir de este momento
analizaremos el resultado de su reflexión que se manifiesta en sus palabras
porque Abigail es el instrumento de Dios para la recuperación de lo perdido. Así
como hacemos nosotros al tener inconvenientes con el sistema de la computadora
y nos vemos con la necesidad de restaurarlo a un punto guardado de
restauración. Así, David debía ser restaurado en sus pensamientos al punto
anterior de su encuentro con Nabal, aunque no haya sido físico sino a través de
mensajeros, la necedad de Nabal se pegó a David haciéndolo actuar de una manera
alejada de Dios.
Recuperar la visión es el punto
de restauración sobre el cual Dios usa su instrumento, en este caso Abigail, en
el tuyo no lo sé. Creo que es necesario detenerse y reflexionar cuidadosamente.
Dios te promete: Yo te restaurare el doble. No te preocupes por los puntos de
restauración porque el Señor lo sabe, solamente mira delante de ti y veras los
instrumentos usados por su Espíritu para tal fin. El arrepentimiento sincero
hará el resto.
Primeramente, Abigail ocupa el
lugar de intercesora, se hace cargo del pecado. Señor mío, sobre mí sea el
pecado; mas te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha
las palabras de tu sierva.
Interceder es la acción de uno
que busca el bien de otro, interviniendo en su favor, para conseguirle un
beneficio, perdón, etc. Hay muchos casos de intercesión en las Escrituras, y se
puede señalar en el Antiguo Testamento la intercesión de Abraham ante Dios por
Sodoma; las múltiples intercesiones de Moisés buscando el perdón de Dios hacia
una nación rebelde y muchos otros ejemplos, como los de Samuel, Daniel, Esdras
y Nehemías, orando por la bendición y restauración de su pueblo.
Abigail es símbolo de tú gran
Intercesor, Cristo. La intercesión de Jesús ante Dios Padre en tu favor,
mientras te hallas en tu estado presente, es para llevarte a ser como corresponde
a la posición que te ha sido dada por el perdón justificador al hacerse cargo
de tu pecado en la cruz, y también para levantarte por encima de tus pruebas, y
conducirte como sacerdote a los goces y actividades correspondientes al
santuario espiritual. El Espíritu Santo también intercede por ti, cuando no
sabes como orar, él lo hace con gemidos indecibles.
También, Abigail es símbolo del
Cristo restaurador de visiones, porque Jesús es el punto de restauración y, a
la vez, el restaurador de tu visión.
Observemos, primeramente, la
restauración de una visión clara de la realidad: No haga caso ahora mi señor de
ese hombre perverso, de Nabal; porque conforme a su nombre, así es. Él se llama
Nabal, y la insensatez está con él; mas yo tu sierva no vi a los jóvenes que tú
enviaste.
Tener una visión clara de la
realidad es separar la luz de las tiniebla; entonces podemos ver. Lo blanco es
blanco, lo negro es negro. Abigail nunca negó como era su esposo realmente. La
mayoría de nosotros tenemos una idea de la realidad. Pero para poder continuar,
veamos su definición. La realidad es: aquello que existe, objetivamente, son
todas tus experiencias, que determinan tu apreciación de las cosas; en otras
palabras, es la totalidad de todas las cosas que contienen propiedad,
existencia o esencia. La suma total de nuestras experiencias es lo que da forma
a nuestra realidad.
Negar la realidad es enfrentar
situaciones o conflictos negando su existencia. Se trata de un mecanismo
instintivo de defensa ante lo desagradable. En la pareja negar la realidad
puede servir para idealizar virtudes y minimizar defectos. Los celos se ven
como pasión, la obstinación como agudo sentido moral, ocultar algo puede ser un
simple error de cálculo. Los que niegan suelen vivir más tiempo junto y admitir
tropiezos, confusiones o errores. La admisión pasiva lleva al autoengaño. Lo
que rompe la negación es una crisis.
El conflicto entre David y Nabal
fue la crisis que ayudó a Abigail a hablar con una visión clara de la realidad,
que además ayudó a David a recuperar su propia visión.
Ahora pues, señor mío, vive Jehová, y vive tu alma, que Jehová te ha impedido el venir a derramar sangre y vengarte por tu propia mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos los que procuran mal contra mi señor. Y ahora este presente que tu sierva ha traído a mi señor, sea dado a los hombres que siguen a mi señor.
Ahora pues, señor mío, vive Jehová, y vive tu alma, que Jehová te ha impedido el venir a derramar sangre y vengarte por tu propia mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos los que procuran mal contra mi señor. Y ahora este presente que tu sierva ha traído a mi señor, sea dado a los hombres que siguen a mi señor.
Dios impidió que David cometa el
error que se propuso llevado por sus pasiones vengativas. El Reino de Dios
transforma nuestra realidad. Nuestras acciones revelan el fundamento invisible
que conforma nuestras creencias. La realidad que estamos viviendo, es la
manifestación de aquello que creemos, y de aquellos en quienes creemos.
Jesús hizo de las Escrituras su propia
realidad; siempre buscó las promesas de Dios en las Escrituras, y se las
apropió por medio de creerlas. De esta manera, su alma poseía la mente de Dios.
Nosotros tenemos la mente de Cristo, por lo tanto, la fe es la sustancia de
nuestra realidad. Lo que él prometió es lo real. No lo que yo siento, ni lo que
pienso, ni lo que me muestran mis ojos. Lo invisible es más real que lo
visible. Esto significa que sus promesas para nosotros, no están basadas en
especulación, ni en suposición, sino en lo que Dios pensó para y sobre nosotros.
Necesitamos volver a llenar nuestra realidad con su palabra; ella debe ser el
fundamento de nuestra creencia.
Abigail apartó los ojos de David
de Nabal y los ubicó espiritualmente en el Señor que lo llamó. Mediante su
razonamiento iluminó la visión oscurecida del mañana con la luz de lo que Dios
hará.
Y yo te ruego que perdones a tu
sierva esta ofensa; pues Jehová de cierto hará casa estable a mi
señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha
hallado en ti en tus días. Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y
atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será ligada en el haz de
los que viven delante de Jehová tu Dios, y él arrojará la vida de tus enemigos
como de en medio de la palma de una honda. Y acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de
ti, y te establezca por príncipe sobre Israel, entonces, señor mío, no
tendrás motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa,
o por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor, y cuando
Jehová haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva.
Abigail comienza a hablar con fe.
Así como la necedad se contagia; así también la fe. La fe viene por el oír, y
el oír por la palabra de Dios. Cuando Jehová haga, cuando Jehová haga,
repite una y otra vez restaurando la visión de David sobre las promesas del
Señor.
David demuestra una vez más que
es un barro dispuesto en la mano de su hacedor. Reconoce el hacer de Dios a
través de Abigail y dice a Abigail:
Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano. Porque vive Jehová Dios de Israel que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón. Y recibió David de su mano lo que le había traído, y le dijo: Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y te he tenido respeto.
Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano. Porque vive Jehová Dios de Israel que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón. Y recibió David de su mano lo que le había traído, y le dijo: Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y te he tenido respeto.
Cuídate en santidad esperando ese
día porque sin duda Dios hará, por cuanto tú tienes por primer propósito pelear
las batallas de Dios; agradarle no es una opción sino un objetivo. Aunque
alguien se levante para perseguirte y atentar contra tu visión, con todo, tu
vida está ligada en el haz de los que viven delante del Señor, y él te dará la
victoria conseguida para ti en la cruz del calvario.
Y Abigail volvió a Nabal, y he
aquí que él tenía banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón de
Nabal estaba alegre, y estaba completamente ebrio, por lo cual ella no le
declaró cosa alguna hasta el día siguiente. Pero por la mañana, cuando ya a
Nabal se le habían pasado los efectos del vino, le refirió su mujer estas
cosas; y desmayó su corazón en él, y se quedó como una piedra. Y diez días
después, Jehová hirió a Nabal, y murió.
Luego que David oyó que Nabal
había muerto, dijo: Bendito sea Jehová,
que juzgó la causa de mi afrenta recibida de mano de Nabal, y ha preservado
del mal a su siervo; y Jehová ha vuelto la maldad de Nabal sobre su propia
cabeza. Después envió David a hablar con Abigail, para tomarla por su mujer.
Y los siervos de David vinieron a
Abigail en Carmel, y hablaron con ella, diciendo: David nos ha enviado a ti,
para tomarte por su mujer. Y ella se levantó e inclinó su rostro a tierra,
diciendo: He aquí tu sierva, que será una sierva para lavar los pies de los
siervos de mi señor. Y levantándose
luego Abigail con cinco doncellas que le servían, montó en un asno y siguió a los mensajeros de
David, y fue su mujer.
Abigail es símbolo de la iglesia,
la novia del cordero, la amada de su Señor. La manera que ella tenía de ver el presente y el mañana es lo que Cristo espera de su
pueblo. Un pueblo con clara visión del mal; con una mirada veraz de la realidad; y siempre creyendo en lo que el Señor hará. Todo basado en lo que dice su palabra, desde lo hecho hasta lo por
venir en nosotros. No olvides: la fe es la sustancia de tu realidad.
3 comentarios:
Excelente, bendiciones
Excelente reflexión, que el Señor te siga iluminando y dando mas escritos, Saludos desde LA rioja. Dios te bendiga poderosamente.
Muy lindo estudio Dios los Bendiga mucho,
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