Arrepentimiento
¿Cómo saber identificar
un verdadero arrepentimiento de un sentimiento de culpabilidad y remordimiento?
La repuesta más clara a
esta pregunta la contesta Juan el Bautista en Lucas 3:8: Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento.
La versión Traducción
al lenguaje actual (2002) dice sobre este episodio:
Lucas
3:7 – 9: Mucha gente venía para que Juan los
bautizara, y él les decía: ¡Ustedes son unas víboras! ¿Creen que van a escaparse
del castigo que Dios les enviará? Muestren con su conducta que realmente han
dejado de pecar. No piensen que van a salvarse sólo por ser descendientes de
Abraham. Si Dios así lo quiere, hasta estas piedras las puede convertir en
familiares de Abraham.
Cuando un árbol no
produce buenos frutos, su dueño lo corta de raíz y lo quema. ¡Y Dios ya está
listo para destruir a los que no hacen lo bueno!
El verdadero
arrepentimiento trae un cambio real en la vida; profundo en nuestro interior.
Es un cambio de conducta ante Dios y, por ende, hacía nuestro prójimo y la vida
misma.
El remordimiento nos da
la seguridad de que nos hemos equivocados, pero no la convicción de que lo
hecho está mal ante el Señor, sino que solamente no salió con los resultados
planeados. Es como decir: me equivoqué; la próxima vez lo hare mejor.
Observemos a Pedro y
Judas. Los dos se equivocan; ambos traicionan a Jesús. Pero el final de ambos
es diferente.
Mateo
27:3-5: Cuando Judas supo que habían
condenado a muerte a Jesús, se sintió muy mal por haberlo traicionado. Entonces
fue a donde estaban los sacerdotes principales y los líderes del país, les
devolvió las treinta monedas de plata, y les dijo: He pecado contra Dios porque
entregué a Jesús, y él es inocente. Ellos le contestaron: ¡Y eso qué nos
importa! ¡Es problema tuyo!
Entonces Judas tiró las
monedas en el templo, y fue y se ahorcó.
Judas se da cuenta que
hizo mal al traicionarlo. Lo confiesa, declara la inocencia de Jesús y devuelve
el dinero. Parecería todo indicar un arrepentimiento. Pero lo que dice lo
contrario son los frutos: fue y se ahorcó.
Observemos a Pedro:
Lucas
22:31-34: Después, Jesús le dijo a Pedro:
Pedro, escucha bien. Satanás ha pedido permiso a Dios para ponerles pruebas
difíciles a todos ustedes, y Dios se lo ha dado. Pero yo he pedido a Dios que
te ayude, para que te mantengas firme. Por un tiempo vas a dejarme solo, pero
después cambiarás. Cuando eso pase, ayudarás a tus compañeros para que siempre
se mantengan fieles a mí.
Enseguida Pedro le
dijo: Señor, si tengo que ir a la cárcel contigo, iré; y si tengo que morir
contigo, moriré.
Y Jesús le dijo: Pedro,
hoy mismo, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me
conoces.
Lucas
22: 54-62 Los que arrestaron a Jesús lo
llevaron al palacio del jefe de los sacerdotes. Pedro los siguió desde lejos. Allí,
en medio del patio del palacio, habían encendido una fogata, y se sentaron
alrededor de ella. Pedro también se sentó con ellos.
En eso, una sirvienta
vio a Pedro sentado junto al fuego, y mirándolo fijamente dijo: Este también
andaba con Jesús. Pedro lo negó: ¡Mujer, yo ni siquiera lo conozco!
Al poco rato, un hombre
lo vio y dijo: ¡Tú también eres uno de los seguidores de Jesús! Pedro contestó:
¡No, hombre! ¡No lo soy!
Como una hora después,
otro hombre insistió y dijo: Estoy seguro de que este era uno de sus
seguidores, pues también es de Galilea. Pedro contestó: ¡Hombre, ni siquiera sé
de qué me hablas! No había terminado Pedro de hablar cuando de inmediato el
gallo cantó.
En ese momento, Jesús
se volvió y miró a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le había
dicho: «Hoy, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me
conoces.»
Pedro
salió de aquel lugar y se puso a llorar con mucha tristeza.
La diferencia entre los
dos radica en los frutos. La frustración y remordimiento de Judas lo llevó a la
muerte, porque ese es su fruto. Pedro se arrepintió. Esto no le permitió quedarse
toda la vida llorando su tristeza. Fue con los discípulos. Soportó el fracaso
humillado ante la realidad de su fragilidad. Allí lo encontró Cristo y
restituyó al servicio:
Juan
21:15-19: Cuando terminaron de desayunar, Jesús le
preguntó a Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Él le respondió:
Sí, Señor. Tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Entonces cuida de mis
seguidores, pues son como corderos.
Jesús volvió a
preguntarle: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le contestó: Sí, Señor. Tú
sabes que te quiero. Jesús le dijo: Entonces cuida de mis seguidores, pues son
como ovejas.
Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan,
¿me quieres? Pedro se puso muy triste de que tres veces le había preguntado si
lo quería. Entonces le contestó: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te
quiero.
Jesús le dijo: Cuida de
mis ovejas. Cuando eras joven, te vestías e ibas a donde querías. Pero te
aseguro que, cuando seas viejo, extenderás los brazos y otra persona te
vestirá, y te llevará a donde no quieras ir. Jesús se refería a cómo iba a
morir Pedro, y cómo de esa manera iba a honrar a Dios.
Después le dijo a
Pedro: Sígueme.
El arrepentimiento transforma las vidas para salvación.
Los frutos finales dirán si ante un error cometido lo que se siente es
remordimiento o arrepentimiento. El remordimiento repite los errores intentado
perfeccionarlo; el arrepentimiento cambia su conducta ante Dios y los hombres.
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