un reino de chacales o de siervos
El capítulo 33 de Génesis habla
del reencuentro de Jacob con su hermano Esaú. Una historia de dos hermanos que
comienza en el vientre de su madre. Una historia de enfrentamientos y
contiendas en pos de intereses valederos para uno, pero no tanto para el otro.
Fueron tan remarcadas esas
diferencias que sellaron el futuro de cada uno de los hermanos. Estos intereses
fueron la ruta que ellos decidieron transitar y podemos observar sus resultados
y consecuencia, en toda la biografía bíblica.
En el
embarazo de Rebeca ya se manifestaba la diferencia de carácter entre ellos. Peleaban
en el vientre de su madre y, tras esto, Dios le revela a ella que no solo
estaba embarazada de dos bebes, sino de dos naciones. Estas no solo iban a
diferenciarse grandemente entre sí, en relación con sus costumbres y
disposiciones, sino que iban a enfrentarse por sus intereses respectivos.
Cuando
hablamos de naciones entonces hablamos de reino. Estos hermanos recibieron
reinos proféticos donde un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor serviría
al menor. Entonces, los dos tenían un destino profético de reinos, diferentes y
enfrentados, pero definidos proféticamente.
La
pugna existente entre los dos por salir primero lo refleja más claramente. Óseas
es quien advierte dentro del carácter de Jacob un perfil belicoso al tomar del calcañar,
o talón, a su hermano, como si quisiera dejarlo atrás e impedir que fuese el
primogénito.
También
físicamente eran diferentes. Esaú salió pelirrojo y velludo como si ya fuese un
hombre crecido. Era una indicación de que era fuerte y cabría esperar de él que
sería robusto, atrevido y activo. Jacob, en cambio, era suave y delicado, como
cualquier otro niño normal.
Al
nacer los gemelos, la historia va marcando el interés de uno y desinterés del
otro en relación a la primogenitura. Ésta pertenecía a Esaú por providencia y a
Jacob por promesa. Era un privilegio espiritual por la bendición que comportaba
y la promesa a la que estaba vinculada.
Jacob
compra a Esaú su primogenitura por un guisado rojo. Mas adelante obtiene
mediante engaño y en complicidad con su madre la bendición de Isaac, su padre.
Esaú enojado por el engaño dijo que “bien llamaron su nombre Jacob, pues ya lo
había suplantado dos veces: apoderándose de su primogenitura, y ahora había
tomado su bendición”[1].
En este pasaje Esaú da origen al nombre de Jacob, como el “engañador”,
“impostor”, “el que suplanta”.
Luego
de consumados estos engaños de parte de Jacob, Esaú promete matarlo después de
la muerte de sus padres.
¿Qué
difícil es definir al triunfo? Cuantas veces Jacob habrá pensado que en la
lucha que libró con su hermano, por la primogenitura y la bendición, había
vencido.
A veces
nos podemos engañar con mucha facilidad al creer en las victorias momentáneas
que son productos del obrar, con buenas o malas intenciones, sin obedecer al
Señor o esperar a que él cumpla sus propósitos en nosotros, a su modo y en sus
tiempos. Luego, los espejismos de “haber ganado” se desvanecen y nos
encontramos con la realidad del fruto del engaño. No hay victoria segura sino
la que viene de luchar con las armas de Dios.
La
realidad de Jacob era su hermano viniendo hacia él. El aprovechamiento de la
debilidad ajena y sus mentiras comenzaban a dar frutos y Jacob sabía que cosechaba
lo sembrado.
En el
capítulo 32 lo vemos al patriarca pasando el vado de Jaboc. Dejar en una orilla
a su familia y quedarse solo. En esa soledad se encontró con Dios.
Este es
uno de los relatos misterioso de la Biblia. Un varón se le presenta y lucha con él.
Es identificado por Óseas como un “ángel”. Lo más sobresaliente es que dice que
“venció al ángel” y “prevaleció”. Concluye este episodio diciendo que “lloró y
le rogó”[2].
En el capítulo 33 de Génesis
leemos sobre el encuentro de Jacob con Esaú. Ya habían pasado veinte años desde
que Jacob había salido huyendo de la furia de su hermano. Sin duda se preguntaba si Esaú todavía le
guardaba resentimiento o ya lo había perdonado.
A primera vista, parecía que venía con ánimos de pelear, ya que venía
acompañado de una gran compañía de hombres. [3]
Observemos el actuar de Jacob
ante tal situación, pero también a donde condujo a cada uno sus intereses
primordiales que, como dije antes, marcaron sus futuros.
La primera cualidad de Jacob en
esta situación es la humildad. Ésta le permitió actuar con mucha sabiduría en
su encuentro con Esaú. No se puso en una
actitud agresiva sino defensiva.
La Biblia dice que la
respuesta suave aplaca la ira[4], y
esa fue la actitud que tomó Jacob ante Esaú.
Jacob no llegó con prepotencia o con excusas, sino con humildad. Él se
les adelantó, y se inclinó hasta el suelo siete veces hasta que llegó cerca de
su hermano.
Según las costumbres antiguas, cuando
uno se acercaba a un rey debía inclinarse siete veces. ¿Acaso Esaú era rey? Es muy posible que se hubiera convertido en
el rey de Edom.
La Biblia nos revela que Esaú
dejó la tierra de Canaán para establecerse en Seir. Esa era una región desértica y despoblada,
pero Esaú y sus descendientes habitaron allí y formaron el reino de Edom. Esaú sabía que él no iba a poder ser alguien
de mucha importancia en Canaán, porque él y su familia vivían como extranjeros
entre las poblaciones amorreas. Por eso dejó la Tierra Prometida,
y se fue al desierto para establecer un reino allí.
Esaú no era un hombre paciente, y
seguramente no estaba dispuesto a esperar a la promesa divina. Por lo que vemos en la Biblia, él buscaba la
gratificación inmediata, y no la recompensa eterna. Esaú decidió dejar la Tierra Prometida
en busca de “mejores oportunidades”. Toda su vida menospreció la herencia
divina, y por eso él no fue contado entre el pueblo de Dios.
Ambos tenían destino profético de
reinos. Los dos tenían en común la falta de paciencia ante lo profetizado. Esaú
edificó su reino en Edom, Jacob lo intentaba por medio de engaños.
Nuestros intereses marcan y
definen nuestros futuros. Estos pueden parecer exitosos de acuerdo al cristal
con el cual lo veamos. Desde la óptica del mundo puede serlo: Esaú era rey ¡lo
logró! Su hermano estaba postrándose siete veces delante de él. Le enviaba
regalos. Parecía vencer la profecía de su nacimiento. Desde el mirar de Dios,
no era éxito sino derrota.
La Biblia dice que Dios
rechazó a Esaú. Esto vino como consecuencia de su rechazo al Señor y a su
herencia.
Malaquías 1:2-3 dice: Yo os
he amado--dice el SEÑOR--. Pero vosotros decís: ¿En qué nos has amado? ¿No era
Esaú hermano de Jacob? --declara el SEÑOR--. Sin embargo, yo amé a Jacob, y
aborrecí a Esaú, e hice de sus montes desolación, y di su heredad a los chacales
del desierto.
La herencia que Esaú escogió fue
ser rey de los chacales del desierto, en lugar de ser siervo de Dios. Por eso
lo vemos fuera de la
Tierra Prometida. Nada sucede porque si, cada uno elegimos
donde estará nuestro tesoro y cual será nuestro reino.
Todos hemos sido llamados a
reinar. Solo debemos decidir en que clase de reino. Podemos edificar un reino
de chacales o ser siervos del Reino de Dios. El salmista decía: Porque
mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a
la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad[5]. Ser portero
en tu casa es mejor que ser rey en un reino de chacales.
Esaú venía acompañado de 400
hombres, dispuestos a pelear. Pero la actitud de humildad de Jacob desarmó a
Esaú. Entonces corrió a su encuentro y lo abrazó, y echándose sobre su cuello
lo besó, y lloraron.
En lugar de atacarlo, Esaú se
emocionó al verlo y lo abrazó. Luego
quiso conocer a su familia. Y alzó sus ojos y vio a las mujeres y a los
niños, y dijo: ¿Quiénes son éstos que vienen contigo? Y él respondió: Son los
hijos que Dios en su misericordia ha concedido a tu siervo. Entonces se
acercaron las siervas con sus hijos, y se inclinaron. Lea también se acercó con
sus hijos, y se inclinaron; y después José se acercó con Raquel, y se
inclinaron.
Esaú venía recibiendo mensajes de
parte de Jacob. La inclinación por siete veces delante de él. Luego la familia.
Esaú entendía que su hermano reconocía su reinado. Al fin rompería con esa
profecía al nacer. Al fin el menor serviría al mayor.
Luego de conocer a la familia,
Esaú le preguntó a Jacob acerca de los regalos que le había enviado en el
camino.
Y dijo Esaú: ¿Qué te propones con
toda esta muchedumbre que he encontrado? Y él respondió: Hallar gracia ante los
ojos de mi señor.
En el Medio Oriente hay toda una
cultura en relación con los regalos. Se
dan regalos principalmente por dos razones: los regalo de reconocimiento, los
cuales son los obsequios que se dan porque uno debe algo. Esto aplica también a los regalos para
alguien que se considera como superior, reconociendo lo que ha hecho. Y los
regalos de compromisos, es decir, los obsequios cuyo objetivo es obtener un
favor a cambio. Sabiendo esto, podemos entender la pregunta de Esaú. Él estaba preguntando cuál era la intención
de Jacob al enviarle tantos regalos.
El recibía mensajes pero quería
oír de labios de Jacob cual era el significado de esos presentes. Si deseaba un
favor de él o lo reconocía como rey.
Pero Esaú dijo: Tengo bastante, hermano mío; sea tuyo lo que es tuyo. Mas Jacob respondió: No, te
ruego que si ahora he hallado gracia ante tus ojos, tomes el presente de mi
mano, porque veo tu rostro como uno ve el rostro de Dios, y favorablemente me
has recibido. Acepta, te ruego, el presente que se te ha traído, pues Dios me
ha favorecido, y porque yo tengo mucho. Y le insistió, y él lo aceptó.
Esaú no quería comprometerse con
Jacob, y por eso le dijo que él tenía suficiente, y no necesitaba más. Pero
Jacob le explicó que los regalos eran de reconocimiento, y no de compromiso.
Es interesante ver la diferente
reacción que tienen Jacob y Esaú al respeto de sus bienes y riquezas.
Esaú dijo: “tengo bastante”. En hebreo es “Rav”, y también significa:
mucho, abundante. “Bastante” implica abundancia, pero siempre hay espacio para
más.
En contraste, Jacob dijo que
tenía “mucho”. En hebreo es “Kol” que
significa: todo, plenitud. Esto implica
que tiene todo lo que necesita, y por lo tanto, no necesita más.
Es el pensamiento que transmite
Pablo cuando dice: En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido
vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba
oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme,
cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y se tener ABUNDANCIA; en todo y por todo estoy enseñado, así
para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para
padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.[6]
No es que Pablo no quisiera que
lo ayudaran, sino que él en Cristo lo tenía todo.
Muchas gentes tienen bastante
pero es muy difícil encontrar alguien que diga todo, es decir, estoy pleno con
lo que Dios me ha dado. Porque, sin dudas, solo en Dios lo tenemos todo. En su
Reino hay plenitud.
Jacob y Esaú eligieron un reino.
Pero lo contraste de estos reinos son muy notorios. Tan notorios como la
definición que da Jesús al respecto: El ladrón no vino sino para hurtar y,
matar y destruir; yo vine para que tengan vida y para que la tengan en abundancia. [7]
Los chacales buscan comerse lo
que nos queda. Comerán nuestra vida si es posible. Viven de rapiña. Nosotros
Buscamos primeramente el Reino Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas[8]…
En la aclaración de Jacob hubo un
mal entendido. Al oír Esaú que su
hermano lo estaba reconociendo como rey, él creyó que su hermano se estaba
convirtiendo en su súbdito, pero esa no era la intención de Jacob. Él lo estaba reconociendo como “rey de Edom”,
pero no como “su rey”.
Quizás había buenas intenciones
en Esaú para con su hermano. Quizás pensó que ahora que lo reconocía como rey,
convirtiéndose en súbdito, le haría bien en su reino. Quizás solo pensó como el
diablo ante Jesús: Te daré todos los reinos de la tierra, si postrado me adorares.
Pero Jacob no quería ir a Edom,
sino a la Tierra
Prometida. Aunque allí
fuera peregrino y extranjero, para él esa era la tierra que Dios le había
prometido dar a sus descendientes. Esa era la tierra que consideraba su
herencia eterna. Sabía que en las promesas de Dios tenía todo, porque sus
palabras son dignas de confianza. Nunca fallan. En Dios tenía plenitud de vida,
aún viviendo como extranjero y peregrino en la tierra prometida. ¿Lo entiendes?
El problema es que Jacob no sabía
cómo decirle esto a Esaú. Sin duda
quería evitar que su hermano se enojara de nuevo.
Entonces Esaú dijo: Pongámonos en
marcha y vámonos; yo iré delante de ti.
Pero él le dijo: Mi señor sabe que los niños son tiernos, y que debo
cuidar de las ovejas y las vacas que están criando. Si los apuramos mucho, en
un solo día todos los rebaños morirán.
Adelántese ahora mi señor a su siervo; y yo avanzaré sin prisa, al paso
del ganado que va delante de mí, y al paso de los niños, hasta que llegue a mi
señor en Seir. Y Esaú dijo: Permíteme dejarte parte de la gente que está
conmigo. Pero él dijo: ¿Para qué? Halle yo gracia ante los ojos de mi señor.
La intención de Jacob no era
seguir a Esaú a Seir, sino seguir su camino hacia la Tierra Prometida.
Aquel mismo día regresó Esaú por
su camino a Seir; y Jacob siguió hasta Sucot, y se edificó una casa, e hizo
cobertizos para su ganado; por eso al lugar le puso el nombre de Sucot. Y Jacob
llegó sin novedad a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán,
cuando vino de Padán-aram, y acampó frente a la ciudad.
Mientras tanto Esaú regresó a su
tierra en Seir (hoy, al sur de Jordania).
Es curioso que “Sucot” sea la
palabra hebrea para “tabernáculos o cabañas”.
También es el nombre de la última fiesta de redención que celebra la
vida de los israelitas en el desierto, justamente antes de entrar a la Tierra Prometida.
Jacob estaba profetizando con su
vida. Su accionar era profético, y quizás no lo sabía. Años más adelante,
Moisés instauraría por mandato de Dios la Fiesta de los Tabernáculos en Sucot.
Nosotros no debemos ignorar que lo
que hoy hacemos es profético. Debemos aprender a profetizar con nuestra vida.
Es mas, aunque no lo pensemos, nuestra vida es una profecía. Lo que hago hoy
definirá mi mañana. Escribo y siento que profetizo sobre ti y sobre mí,
mientras lo hago. Los tiempos a venir lo dirán.
La Fiesta de los Tabernáculos
es un tiempo para celebrar la presencia, el reposo, la bendición, el gozo y la
gloria de Dios en medio de su pueblo.
"Celebrarás la fiesta
solemne de los Tabernáculos durante siete días, cuando hayas hecho la cosecha
de tu era y de tu lagar. Te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu
hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda
que viven en tus poblaciones. Durante
siete días celebrarás la fiesta solemne en honor de Jehová, tu Dios, en el
lugar que Jehová escoja, porque te habrá bendecido Jehová, tu Dios, en todos
tus frutos y en todas las obras de tus manos, y estarás verdaderamente
alegre." (Deuteronomio 16:13-15)
En esta Fiesta solemne se
entregaban todo tipo de ofrenda. Se celebraba en tiendas y enramadas. Y en su
diseño y celebración se usaban cuatro diferentes tipos de ramas: Ramas con fruto de árbol hermoso,
de palmera, de árboles frondosos y sauces.
El objetivo principal que Dios
estableció para esta fiesta fue que el pueblo recordara que ellos habitaron en
tiendas durante su travesía en el desierto; y que recordaran que Dios también
habitó en medio de ellos en el Tabernáculo de Reunión: "En tabernáculos habitaréis siete
días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos, para que sepan vuestros descendientes que en
tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la
tierra de Egipto. Yo, Jehová, vuestro Dios."[9]
Los Israelitas fueron ordenados a
vivir durante siete días bajo “enramadas” hechas de ramas de árboles. Después
de completados los siete días el octavo día era de gran regocijo.
La fiesta de los Tabernáculos era
tiempo de dar gracias por el fruto de la época de cosecha anterior, y además
tiempo de alegre anticipación por la pronta venida de la lluvia para la semilla
(la lluvia temprana) que marca el comienzo del nuevo año de agricultura.
Su relación con Jacob tiene que
ver con el Reino. En todos los días de la fiesta debían ofrendar a Dios. Esto
declaraba al mundo espiritual que Reino quería construir. Donde estaba el todo
en el cual ellos confiaban económicamente, al relacionarlo con la siembra y
cosecha del pueblo. Solo en Dios y su Reino tenemos vida abundante.
Jacob
compró una propiedad en Siquem e hizo un altar y honró a Dios llamando ese
lugar El-Elhoe-Israel. Tenía muy claro quien deseaba él que fuera su Dios y
rey. Estaba seguro de las promesas y los beneficios de la fe, pero también
entendía los pensamientos de Dios y ordenaba su vida de acuerdo a estos.
En
Jesús lo tienes todo. El reino de Dios no es un reino de chacales sino
de siervos, eso hace la diferencia.