A veces tendrás que enfrentar luchas que son extremadamente personales. Hago énfasis con la palabra “extremadamente” porque quiero que entiendas que en esos momentos no va a haber nadie a tu alrededor. No va a ser abandono; no va a ser traición ni desamparo. Simplemente serás tú y el enemigo. Lo único que tendrás serán las armas y el entrenamiento forjado por Dios en la soledad de tu desierto; y aquellos sparrings que el Señor uso para capacitarte para la lucha “cuerpo a cuerpo”.
Observemos la historia de David en 1 Samuel 17:1-2, dice que “Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra, y se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. También Saúl y los hombres de Israel se juntaron, y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos”.
Hasta acá, el escenario es de una batalla entre ejércitos. Una guerra entre grupos pertenecientes o debajo de una bandera que los congregaba. Cada soldado debía hacer su parte en la estrategia de batalla para conseguir una victoria grupal. Pero de pronto, todo cambia.
“Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenia de altura seis codos y un palmo. Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil ciclos de bronce. Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros. El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos ciclos de hierro; e iba su escudero delante de él”. 1 Samuel 17:4-7.
Toda esta descripción tiene la finalidad de mostrar el poderío visual que experimentaban los testigos de este paladín, quién se mostraba cual león dispuesto a devorar su presa. Según estudios, su altura era de 2.90 metros. Llevaba una armadura que pesaba más de cincuenta kilos.
Simplemente su espada pesaba más de 6 kilos. Todo su cuerpo estaba cubierto de acero excepto su frente. En los versos 8 al 10, Goliat comenzó a vociferar contra los escuadrones de Israel, diciéndoles: “¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla?”. El enemigo leyó a su oponente y se dio cuenta que esos soldados no estaban a la altura de su preparación individual para la pelea cuerpo a cuerpo. Podían participar de la guerra pero en grupos de miles. Individualmente ninguno se sentía o estaba capacitado.
“¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos, y nos serviréis. Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo”.
“Dadme un hombre” gritó el filisteo y sabía muy bien lo que hacía. No en vano dice la Escritura que “Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo”.
Observa el énfasis “gran miedo”.
Para contextualizar el estado de ánimo del ejército debemos observar el estado armamentístico de ellos, tanto como su preparación. 1 Samuel 13:19-22 dice: “Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada y lanza… Así aconteció que en el día de la batalla no se hallo espada ni lanza en mano de ninguno del pueblo que estaba con Saúl y con Jonatán, excepto Saúl y Jonatán su hijo, que las tenían”. Aunque esta descripción se refiere a una batalla anterior, podemos deducir que la situación no hubiera cambiado demasiado.
Pienso en los soldados que observaban al filisteo y su imponerte estatura, sumando a esto, la armadura y las armas con las que contaba, que necesitaba de un escudero que lo ayudara a transportarla al campo de batalla. Además era un soldado preparado desde su juventud. En contrapartida, ellos no eran de la tierra de los gigantes; tampoco era mucha ni de calidad el armamento que tenia; y su preparación era escasa. Sin duda, mediante este análisis entendemos el gran miedo reinante.
Ahora, volvamos nuestra mirada a nuestras batallas. Hay situaciones a las cuales podemos hacerle frente en grupo. Sea esto por medio de la congregación eclesiástica, o quizás, problemas familiares que unidos lo resolvemos con la ayuda del Señor. Pero, hay ocasiones en que el enemigo elige el campo de batalla y las condiciones de combate. Nos señala y nos elige, y desafía individualmente. Cuerpo a cuerpo.
En estas batallas no están ni el padre, ni la madre, ni los hijos. Tampoco está el esposo ni la esposa; ni el pastor, ni la congregación. Al observar a nuestro contrincante lo vemos enorme y nuestros recursos personales muy poco. En esos momentos, que seguramente llegaran, porque a todos nos llega, solo tu preparación de hoy y el uso de las armas que Dios te da serán tu garantía de victoria.
Observa la omnisciencia del Creador, y confía.
1 Samuel 17:12-31: “Y David era hijo de aquel hombre efrateo de Belén de Judá, cuyo nombre era Isaí, el cual tenía ocho hijos; y en el tiempo de Saúl este hombre era viejo y de gran edad entre los hombres. Y los tres hijos mayores de Isaí habían ido a la guerra … Y dijo Isaí a David su hijo: Toma ahora para tus hermanos un efa de este grano tostado, y estos diez panes, y llévalo pronto al campamento a tus hermanos … Se levantó, pues David de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, se fue con su carga como Isaí le había mandado; y llegó al campamento cuando el ejecito salía en orden de batalla, y daba el grito de combate … He aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos, y habló las mismas palabras, y las oyó David …
Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? … Fueron oídas las palabras que David había dicho y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir”.
Reduje el relato bíblico para observar los acontecimientos históricos alrededor de esta batalla, y la introducción de David en ella. Parecería que todo es una red de casualidades, pero, los que conocemos a Dios sabemos que no es así. David esta en el lugar justo y en el momento oportuno preparado por Dios.
Hay algo que Goliat ignoraba, y el enemigo que te enfrenta también, la disposición de Dios sobre los tiempos y su soberanía sobre los acontecimientos. Goliat llevó la batalla a su mejor terreno: el individual. Ignoro que Dios ya estaba trabajando con anterioridad en la preparación de ese hombre que él buscaba en su desafío. Estaba seguro que nadie respondería a su reto, y hasta ese momento lo consiguió por cuarenta días. Pero el Señor siempre va delante de nosotros, del enemigo, y de todo pensamiento.
1 Samuel 17:32-51: “Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo”. Podemos con mucha facilidad imaginar las risas y las miradas incrédulas de los guerreros que rodeaban a Saúl, aun del mismo rey, antes las palabras decididas de David. Pero, el joven cantor de Israel no era un desquiciado soñador. Sabía lo que estaba diciendo porque tenía una visión diferente y una historia de vida diferente.
David no tenía apariencia de soldado, ni entrenamiento para este tipo de batalla, por eso Saúl le dice: “No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud”. Desde su experiencia en tantas batallas y su conocimiento de la guerra, seguramente Saúl tenía razón. Pero desde la experiencia de vida de David, estaba equivocado.
Siempre hoy hablar de la valentía de David, pero hoy quiero resaltar la lógica que expone y mediante la cual convence a Saúl. Él demuestra que es una persona adiestrada para las batallas personales, cuerpo a cuerpo, tal cual es el desafío de Goliat. No se trata de ser valiente ciegamente, sino confiando en el proceso de preparación a la que el Señor nos expuso para llevar adelante su propósito.
“David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venia un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejercito del Dios viviente”.
El argumento de David no está basado en una fe ciega, sino en una fe lógica sustentada en la experiencia personal con Dios, en cada situación difícil que le tocó vivir en el desierto. No habla su conocimiento del Señor desde la letra sino desde una comunión vivencial con Dios. “Aquel que me libró entonces, puede hacerlo hoy” es la lógica fe de David.
Además, debemos ver que los sparrings que Dios usó cuando David cuidaba las ovejas, no variaban en tamaño ni en ferocidad con Goliat. El bramido de un oso o del león era similar a la vociferación del gigante filisteo. Un oso sobre su dos patas o el león desafiando con sus dientes y garras, eran más aterrador que el armamento del paladín. Dios ya vio esta batalla y preparó a su quijote en su propio terreno y con sus propias armas.
“Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. Y ciño David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas”.
Me encanta esta última declaración: “David echó de sí aquellas cosas”. En nuestras luchas personales, cuerpo a cuerpo, no debemos olvidar quiénes somos y de donde Dios nos sacó. El valor de nuestra historia y experiencia de vida la ponemos nosotros. De acuerdo a la valoración que te das a ti mismo será el potencial de tus armas. No uses historias ajenas, ni experiencias de otro porque esta es tu pelea, y es todo lo que tienes y en lo que has sido entrenado.
Recuerdas a la Reina Ester ante las estrategias de Amán para destruir al pueblo de Israel. Mardoqueo su tío le muestra copias del decreto firmado para destruirlos, y le pide a Ester que interceda ante el rey por el pueblo. Ester dice que no puede porque no fue llamada y si alguien ingresa ante el rey sin ser llamado, es condenado a muerte. “Entonces dijo Mardoqueo que respondiesen a Ester: No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna parte para los judíos; más tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” Ester 4:13-14.
¿Quién sabe? Dios lo sabe. Porque él es Señor del espacio y del tiempo. El Espíritu Santo trabaja en tu vida glorificando a Cristo en cada circunstancia que te aflige y, aunque hoy no lo entiendas, mañana dirás: Para esta hora he llegado al reino. Mediante Ester se produjo la liberación de Israel, porque Dios había diseñado su porqué en la historia, como diseño su propósito divino contigo.
Pienso en Job (libro de Job). Su historia es la de una lucha personal. Satanás realiza un pedido ante Dios directamente sobre él. El arma de Job fue su adoración y conocimiento personal del carácter de Dios. “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo Salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” Job 1:20-22. Atribuir despropósito es creer que Dios hace las cosas porque les place, sin un propósito. Job entendía que Dios sabia el porqué, que “su redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” Job 19:25.
Las armas de Ester era su influencia como reina en el palacio. Las de Job eran su devoción y conocimiento de un Dios de propósitos. Las de David eran aquellas que usó tantas veces en el desierto, y le dieron tan buenos resultados.
“Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano y se fue hacia el filisteo”. Todo lo que escogió David es lo normal que escogería un pastor de ovejas, salvo por el numero de las piedras.
Escuché muchos comentarios referentes a esto, pero me inclino por pensar que es un número profético. Los príncipes de los filisteos eran cinco, y ese era el número de sus principales ciudades.
“Cuando vieron esto los cinco príncipes de los filisteos, volvieron a Ecron el mismo día. Éstos fueron los tumores de oro que pagaron los filisteos en expiación a Jehová: por Asdod uno, por Gaza uno, por Ascalon uno, por Gat uno, por Ecron uno” 1 Samuel 6:16-17. Sin lugar a dudas, David quería una victoria total para Israel sobre los cinco príncipes de los filisteos. Al fin, solo una piedra bastó para derribar al gigante, y David lo sabía.
“Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo”.
En la historia de David queda siempre manifiesto lo poco que vemos realmente en las personas. Lo superficial que es nuestra mirada. Desde Samuel al ir a la casa de Isaí, y observar a los hijos de éste buscando al que debía ungir; o el padre de David que no lo tuvo en cuenta; o sus hermanos viendo maldad en él al ir al campo de batalla; o Saúl al no creer que podría con el filisteo; y ahora, Goliat. Todas miradas que juzgan superficialmente.
Lo oculto era el corazón de David. Lo que Goliat no veía era la preparación de su oponente detrás de la fachada pastoril, pero por encima de todo esto, no observaba a su Dios como poderoso gigante en medio de ellos. Quizás debería haber pensado que lo empujaba a este muchacho a enfrentarlo. David se lo dijo, pero no lo entendió porque estaba velado a sus ojos.
“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado”.
El es nuestro Dios, por lo tanto, todo desafío o provocación que es dirigida hacia nosotros es direccionada hacia él. Es algo que el enemigo no puede entender porque no entiende el amor. No sabe lo que es la fidelidad y el amor. Esta relación intima que hay entre Dios y sus hijos mediante Jesús. Nunca va a entender porque Cristo dio su vida por nosotros. La respuesta es una sola: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16. Esta verdad nunca la entenderá Satanás. No entiende nuestra relación reciproca de amor con Cristo.
“Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos”.
La enseñanza era dirigida a toda la tierra: “Hay Dios en Israel”. Las naciones que oyeren lo que sucedería ese día entenderían que no era gratis subestimar a Israel; no por lo que ellos eran como guerreros, sino por el Dios que los escogió. A la vez, Israel entendería que su Dios es un Dios de procesos y propósitos; y que sus armas son poderosas para la destrucción de fortalezas, pero no carnales. Y que quien los persigue, a él lo persigue; porque suya es la batalla. Valga esta enseñanza para nosotros en este día.
“Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo David su mano en la bolsa tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.
Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron”.
Es bueno hacer hincapié en esto: No es la piedra la que mata, sino la espada.
El apóstol Pablo nos aconseja diciendo: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza… Tomad toda la armadura de Dios… ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe,... y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” Efesios 6:10-18.
En tus peleas personales, cuerpo a cuerpo, extremadamente personales, solo necesitas entender que no hay despropósito en Dios. Que nuestro Padre tiene sus procesos conforme a las batallas que vas a enfrentar; batallas diferente y única donde tu preparación también es única y personal. Que no en vano has llegado hasta aquí y a esta hora; la omnisciencia de Dios dirigió tus pasos y adiestró tus manos para la batalla, según su lógica.
Debes cuidar de estar siempre vestido con la armadura de Dios, sabiendo que tu lucha no es contra sangre y carne. Por lo tanto, tus armas no pueden ser carnales, sino poderosas en Dios para destruir fortalezas. Es la Espada del Espíritu la que corta la estrategia (cabeza) del enemigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario