Isaías 49:14-16.
Pero Sion dijo: Me dejó Jehová, y el Señor se olvidó de mí. ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros.
En una reunión estaba escuchando una disertación
sobre la familia y el predicador leyó este versículo. En ese momento,
totalmente distante del lugar y de la corriente del mensaje, en mi mente
comenzó a repetirse esta palabra “en las palmas de mis manos te tengo
esculpida”. Comencé a graficar en mi mente las manos de Dios y, aunque
esto puede ser muy personal, me hice preguntas que hoy quiero contestarme. Me dije:
-Luego seguimos con esto- para no perder la disertación. Hoy me siento a
continuar este dialogo con el Espíritu de Dios.
Lo primero que vino a mi mente fue el hecho de
que Dios es espíritu. La enseñanza de que "Dios es espíritu" se
encuentra en Juan 4:24: "Dios es Espíritu; y los que le adoran,
en espíritu y en verdad es necesario que adoren". Jesús dijo esto
a una mujer que pensaba que el lugar físico tenía una influencia en la correcta
adoración a Dios.
“El hecho de que Dios es espíritu significa que
Dios el Padre no tiene un cuerpo humano. Dios el Hijo vino a la tierra en forma
humana (Juan 1:1), pero Dios el Padre no lo hizo. Jesús es único como Emmanuel,
"Dios con nosotros" (Mateo 1:23). Números 23:19 enfatiza la veracidad
de Dios al contrastarlo con los hombres mortales: "Dios no es hombre, para
que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta".
Algunos se preguntan por qué la Biblia algunas
veces habla de Dios como si Él tuviera un cuerpo. Por ejemplo, la cita en
cuestión menciona "la mano" y "el oído" de Dios. 2 Crónicas
16:9 habla de "los ojos" de Dios. Mateo 4:4 coloca palabras en “la
boca” de Dios. En Deuteronomio 33:27 Dios tiene "brazos". Todos estos
versículos son ejemplos de antropomorfismo, una forma de describir a Dios con
términos anatómicos o emocionales para que los seres humanos lo puedan entender
mejor. El uso del antropomorfismo, una forma de lenguaje figurativo, no implica
que Dios tenga un cuerpo real.
Al decir que Dios es espíritu, decimos que Dios
el Padre es invisible. Colosenses 1:15 llama a Dios "el Dios
invisible". 1 Timoteo 1:17 alaba a Dios, diciendo: "al Rey de los siglos,
inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos
de los siglos".
Aunque Dios es espíritu, Él también es un ser
vivo y personal; así podemos conocerlo personalmente. Josué 3:10 habla de Dios
de esta manera, diciendo, "En esto conoceréis que el Dios
viviente está en medio de vosotros". Salmo 84:2 declara, "Mi
corazón y mi carne cantan al Dios vivo".
Desde el punto de vista filosófico, Dios debe ser un espíritu a fin de ser infinito. Además, si Dios estuviera limitado a un cuerpo físico, no podría ser omnipresente (en todo lugar al mismo tiempo). Dios el Padre no se limita a las restricciones dimensionales de las cosas creadas, pero puede estar en todos los lugares al mismo tiempo.
Curiosamente, en Juan 4:24 Jesús hace la conexión
entre Dios siendo espíritu y adorándolo en espíritu y en verdad. La idea es
que, puesto que Dios es espíritu, las personas deben adorarlo correctamente (en
verdad) y en espíritu (con su alma o corazón), en lugar de confiar en las
tradiciones, los ritos y lugares físicos.” https://www.gotquestions.org/Espanol/Dios-espiritu.html
El problema es que el hecho de que Dios me diga
que me tiene esculpido en sus manos como para no olvidarse nunca de mí, no
podía solo verlo en forma figurativa para entender a Dios.
Pienso en Zacarías 13:6 “Y le preguntarán: ¿Qué heridas
son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis
amigos”. No puedo leer esta palabra sin el espíritu profético impuesto
por Zacarías para observar las manos de Cristo. Y esta visión me lleva al Nuevo
Testamento y ver al Cristo resucitado en una peculiar reunión con sus asustados
discípulos.
Juan 20:24-27 “Tomás, uno de los doce discípulos, al que
le decían el Gemelo, no estaba con los otros cuando Jesús se les
apareció. Cuando
Tomás llegó, los otros discípulos le dijeron:
—¡Hemos visto al Señor!
Pero él les contestó:
—No creeré nada de lo que me dicen, hasta que vea las
marcas de los clavos en sus manos y meta mi dedo en ellas, y ponga mi mano en
la herida de su costado.
Ocho días después, los discípulos estaban reunidos
otra vez en la casa. Tomás estaba con ellos. Las puertas de la casa estaban
bien cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos, y los saludó
diciendo: «¡Que Dios los bendiga y les dé paz!»
Luego le dijo a Tomás:
—Mira mis manos y mi costado, y mete tus dedos en las
heridas. Y en vez de dudar, debes creer”.
Santo
Tomás de Aquino dice: “Aquí surge un problema porque no puede haber defectos en
un cuerpo glorificado, y las heridas son defectos. ¿Cómo, pues, puede haber
heridas en el cuerpo de Cristo?” (Comentario al evangelio de Juan,
2557) “En el cielo estas heridas en su cuerpo no serán una deformidad,
sino una dignidad” (San Agustín, Ciudad de Dios, Libro 25).
En
su libro, John Dickson cuenta sobre una interacción que tuvo con un musulmán.
“Después
de dar una charla acerca de “Las heridas de Dios”, un hombre de unos 30 años,
un líder musulmán en la universidad, se puso de pie y procedió a decirle a la
audiencia lo absurda que era la afirmación de que el Creador del universo
estaría sujeto a las fuerzas de su propia creación, que tienen que comer,
dormir, usar el baño, sufrir dolores y molestias, y mucho menos morir en una
cruz después de experimentar dolor y sufrimiento.
Este
autor y el hombre debatieron durante unos diez minutos durante los cuales el
hombre insistió en que la noción de que Dios tuvo heridas, ya fueran físicas o
emocionales, era ilógica. Argumentó que el “Creador” no podía sufrir dolor por
un ser menor. Dijo que era una blasfemia absoluta, como se establece en el
Corán.
Dickson
escribió más tarde: No tuve una respuesta ingeniosa. Al final, simplemente le
agradecí por mostrarle a la audiencia el contraste entre la concepción islámica
de Dios y la descrita en la Biblia. Lo que el musulmán denuncia como blasfemia,
el cristiano lo considera absolutamente precioso: Dios tiene heridas”.
Ahora
pienso en las manos de Dios, y digo: Dios tiene heridas. El Creador ha sido
molido, golpeado y marcado por nosotros. Tomás dijo: “Si no viere en sus manos
la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere
mi mano en su costado, no creeré”. Exigió evidencia empírica. Y Jesús se
inclina con humildad para dársela porque la próxima vez que Jesús aparece,
invita a Tomás a extender su mano y tocar las huellas de los clavos en Sus
manos y la cicatriz de la lanza en Su costado, revelando que Jesús ha
conservado Sus cicatrices.
De
hecho, es esta obra expiatoria en la cruz lo que Cristo quiere que nunca nos
olvidemos como iglesia, por lo que instituyó la cena del Señor que sirve como
un recordatorio continuo de Su sacrificio y Su muerte.
Cuando
Israel se arrepienta al final de la Tribulación y luego vean al Señor
descender, con nosotros, para establecer Su reino, el profeta Zacarías destaca
este mismo tema cuando cita al Mesías que dice: “Me mirarán a mí, a quien
traspasaron” (Zacarías 12:10).
Medito
en esto, mi Salvador ha elegido conservar Sus heridas y exhibirlas por toda la
eternidad… Serán un recordatorio eterno.
Ahora,
pensando en nosotros esculpidos en las manos de Dios solo tengo la imagen del
Dios hecho carne. Carne que fue traspasada por los clavos en una cruz. Carne
que exhibe a Tomas y a todos nosotros como recordatorio eterno. Carne esculpida
en la palma de sus manos.
Cualquier
persona que esculpió o tatuó su carne lo hace para recordar algo. Un amor, una
pasión, un momento, etc. No se hace sin sangre y sin dolor.
Entonces,
digo lo que se reveló en mi interior en aquella reunión de la que hago memoria.
Miro las manos de Dios y me veo esculpido en sus manos para demostrarme que,
aunque sea olvidado, Él nunca me olvidará. Veo sus manos y veo las heridas de
sus manos y, esas heridas soy yo. Esas heridas eternas tienen mi nombre.
Entonces digo: Como no creer que Tú nunca te olvidaras de mí.
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