martes, 15 de octubre de 2024

 


CUERPO A CUERPO

 

A veces tendrás que enfrentar luchas que son extremadamente personales. Hago énfasis con la palabra “extremadamente” porque quiero que entiendas que en esos momentos no va a haber nadie a tu alrededor. No va a ser abandono; no va a ser traición ni desamparo. Simplemente serás tú y el enemigo. Lo único que tendrás serán las armas y el entrenamiento forjado por Dios en la soledad de tu desierto; y aquellos sparrings que el Señor uso para capacitarte para la lucha “cuerpo a cuerpo”.

Observemos la historia de David en 1 Samuel 17:1-2, dice que “Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra, y se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. También Saúl y los hombres de Israel se juntaron, y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos”.

Hasta acá, el escenario es de una batalla entre ejércitos. Una guerra entre grupos pertenecientes o debajo de una bandera que los congregaba. Cada soldado debía hacer su parte en la estrategia de batalla para conseguir una victoria grupal. Pero de pronto, todo cambia.

“Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenia de altura seis codos y un palmo. Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil ciclos de bronce. Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros. El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos ciclos de hierro; e iba su escudero delante de él”. 1 Samuel 17:4-7.

Toda esta descripción tiene la finalidad de mostrar el poderío visual que experimentaban los testigos de este paladín, quién se mostraba cual león dispuesto a devorar su presa. Según estudios, su altura era de 2.90 metros. Llevaba una armadura que pesaba más de cincuenta kilos.

Simplemente su espada pesaba más de 6 kilos. Todo su cuerpo estaba cubierto de acero excepto su frente. En los versos 8 al 10, Goliat comenzó a vociferar contra los escuadrones de Israel, diciéndoles: “¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla?”. El enemigo leyó a su oponente y se dio cuenta que esos soldados no estaban a la altura de su preparación individual para la pelea cuerpo a cuerpo. Podían participar de la guerra pero en grupos de miles. Individualmente ninguno se sentía o estaba capacitado.

“¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos, y nos serviréis. Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo”.

“Dadme un hombre” gritó el filisteo y sabía muy bien lo que hacía. No en vano dice la Escritura que “Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo”.

Observa el énfasis “gran miedo”.

Para contextualizar el estado de ánimo del ejército debemos observar el estado armamentístico de ellos, tanto como su preparación. 1 Samuel 13:19-22 dice: “Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada y lanza… Así aconteció que en el día de la batalla no se hallo espada ni lanza en mano de ninguno del pueblo que estaba con Saúl y con Jonatán, excepto Saúl y Jonatán su hijo, que las tenían”. Aunque esta descripción se refiere a una batalla anterior, podemos deducir que la situación no hubiera cambiado demasiado.

Pienso en los soldados que observaban al filisteo y su imponerte estatura, sumando a esto, la armadura y las armas con las que contaba, que necesitaba de un escudero que lo ayudara a transportarla al campo de batalla. Además era un soldado preparado desde su juventud. En contrapartida, ellos no eran de la tierra de los gigantes; tampoco era mucha ni de calidad el armamento que tenia; y su preparación era escasa. Sin duda, mediante este análisis entendemos el gran miedo reinante.

Ahora, volvamos nuestra mirada a nuestras batallas. Hay situaciones a las cuales podemos hacerle frente en grupo. Sea esto por medio de la congregación eclesiástica, o quizás, problemas familiares que unidos lo resolvemos con la ayuda del Señor. Pero, hay ocasiones en que el enemigo elige el campo de batalla y las condiciones de combate. Nos señala y nos elige, y desafía individualmente. Cuerpo a cuerpo.

En estas batallas no están ni el padre, ni la madre, ni los hijos. Tampoco está el esposo ni la esposa; ni el pastor, ni la congregación. Al observar a nuestro contrincante lo vemos enorme y nuestros recursos personales muy poco. En esos momentos, que seguramente llegaran, porque a todos nos llega, solo tu preparación de hoy y el uso de las armas que Dios te da serán tu garantía de victoria.

Observa la omnisciencia del Creador, y confía.

1 Samuel 17:12-31: “Y David era hijo de aquel hombre efrateo de Belén de Judá, cuyo nombre era Isaí, el cual tenía ocho hijos; y en el tiempo de Saúl este hombre era viejo y de gran edad entre los hombres. Y los tres hijos mayores de Isaí habían ido a la guerra Y dijo Isaí a David su hijo: Toma ahora para tus hermanos un efa de este grano tostado, y estos diez panes, y llévalo pronto al campamento a tus hermanos Se levantó, pues David de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, se fue con su carga como Isaí le había mandado; y llegó al campamento cuando el ejecito salía en orden de batalla, y daba el grito de combate He aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos, y habló las mismas palabras, y las oyó David

Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? Fueron oídas las palabras que David había dicho y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir”.

Reduje el relato bíblico para observar los acontecimientos históricos alrededor de esta batalla, y la introducción de David en ella. Parecería que todo es una red de casualidades, pero, los que conocemos a Dios sabemos que no es así. David esta en el lugar justo y en el momento oportuno preparado por Dios.

Hay algo que Goliat ignoraba, y el enemigo que te enfrenta también, la disposición de Dios sobre los tiempos y su soberanía sobre los acontecimientos. Goliat llevó la batalla a su mejor terreno: el individual. Ignoro que Dios ya estaba trabajando con anterioridad en la preparación de ese hombre que él buscaba en su desafío. Estaba seguro que nadie respondería a su reto, y hasta ese momento lo consiguió por cuarenta días. Pero el Señor siempre va delante de nosotros, del enemigo, y de todo pensamiento.

1 Samuel 17:32-51: “Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo”. Podemos con mucha facilidad imaginar las risas y las miradas incrédulas de los guerreros que rodeaban a Saúl, aun del mismo rey, antes las palabras decididas de David. Pero, el joven cantor de Israel no era un desquiciado soñador. Sabía lo que estaba diciendo porque tenía una visión diferente y una historia de vida diferente.

David no tenía apariencia de soldado, ni entrenamiento para este tipo de batalla, por eso Saúl le dice: “No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud”. Desde su experiencia en tantas batallas y su conocimiento de la guerra, seguramente Saúl tenía razón. Pero desde la experiencia de vida de David, estaba equivocado.

Siempre hoy hablar de la valentía de David, pero hoy quiero resaltar la lógica que expone y mediante la cual convence a Saúl. Él demuestra que es una persona adiestrada para las batallas personales, cuerpo a cuerpo, tal cual es el desafío de Goliat. No se trata de ser valiente ciegamente, sino confiando en el proceso de preparación a la que el Señor nos expuso para llevar adelante su propósito.

“David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venia un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejercito del Dios viviente”.

El argumento de David no está basado en una fe ciega, sino en una fe lógica sustentada en la experiencia personal con Dios, en cada situación difícil que le tocó vivir en el desierto. No habla su conocimiento del Señor desde la letra sino desde una comunión vivencial con Dios. “Aquel que me libró entonces, puede hacerlo hoy” es la lógica fe de David.

Además, debemos ver que los sparrings que Dios usó cuando David cuidaba las ovejas, no variaban en tamaño ni en ferocidad con Goliat. El bramido de un oso o del león era similar a la vociferación del gigante filisteo. Un oso sobre su dos patas o el león desafiando con sus dientes y garras, eran más aterrador que el armamento del paladín. Dios ya vio esta batalla y preparó a su quijote en su propio terreno y con sus propias armas.

“Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. Y ciño David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas”.

Me encanta esta última declaración: “David echó de sí aquellas cosas”. En nuestras luchas personales, cuerpo a cuerpo, no debemos olvidar quiénes somos y de donde Dios nos sacó. El valor de nuestra historia y experiencia de vida la ponemos nosotros. De acuerdo a la valoración que te das a ti mismo será el potencial de tus armas. No uses historias ajenas, ni experiencias de otro porque esta es tu pelea, y es todo lo que tienes y en lo que has sido entrenado.

Recuerdas a la Reina Ester ante las estrategias de Amán para destruir al pueblo de Israel. Mardoqueo su tío le muestra copias del decreto firmado para destruirlos, y le pide a Ester que interceda ante el rey por el pueblo. Ester dice que no puede porque no fue llamada y si alguien ingresa ante el rey sin ser llamado, es condenado a muerte. “Entonces dijo Mardoqueo que respondiesen a Ester: No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna parte para los judíos; más tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” Ester 4:13-14.

¿Quién sabe? Dios lo sabe. Porque él es Señor del espacio y del tiempo. El Espíritu Santo trabaja en tu vida glorificando a Cristo en cada circunstancia que te aflige y, aunque hoy no lo entiendas, mañana dirás: Para esta hora he llegado al reino. Mediante Ester se produjo la liberación de Israel, porque Dios había diseñado su porqué en la historia, como diseño su propósito divino contigo.

Pienso en Job (libro de Job). Su historia es la de una lucha personal. Satanás realiza un pedido ante Dios directamente sobre él. El arma de Job fue su adoración y conocimiento personal del carácter de Dios. “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo Salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” Job 1:20-22. Atribuir despropósito es creer que Dios hace las cosas porque les place, sin un propósito. Job entendía que Dios sabia el porqué, que “su redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” Job 19:25.

Las armas de Ester era su influencia como reina en el palacio. Las de Job eran su devoción y conocimiento de un Dios de propósitos. Las de David eran aquellas que usó tantas veces en el desierto, y le dieron tan buenos resultados.

“Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano y se fue hacia el filisteo”. Todo lo que escogió David es lo normal que escogería un pastor de ovejas, salvo por el numero de las piedras.

Escuché muchos comentarios referentes a esto, pero me inclino por pensar que es un número profético. Los príncipes de los filisteos eran cinco, y ese era el número de sus principales ciudades.

“Cuando vieron esto los cinco príncipes de los filisteos, volvieron a Ecron el mismo día. Éstos fueron los tumores de oro que pagaron los filisteos en expiación a Jehová: por Asdod uno, por Gaza uno, por Ascalon uno, por Gat uno, por Ecron uno” 1 Samuel 6:16-17. Sin lugar a dudas, David quería una victoria total para Israel sobre los cinco príncipes de los filisteos. Al fin, solo una piedra bastó para derribar al gigante, y David lo sabía.

“Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo”.

En la historia de David queda siempre manifiesto lo poco que vemos realmente en las personas. Lo superficial que es nuestra mirada. Desde Samuel al ir a la casa de Isaí, y observar a los hijos de éste buscando al que debía ungir; o el padre de David que no lo tuvo en cuenta; o sus hermanos viendo maldad en él al ir al campo de batalla; o Saúl al no creer que podría con el filisteo; y ahora, Goliat. Todas miradas que juzgan superficialmente.

Lo oculto era el corazón de David. Lo que Goliat no veía era la preparación de su oponente detrás de la fachada pastoril, pero por encima de todo esto, no observaba a su Dios como poderoso gigante en medio de ellos. Quizás debería haber pensado que lo empujaba a este muchacho a enfrentarlo. David se lo dijo, pero no lo entendió porque estaba velado a sus ojos.

“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado”.

El es nuestro Dios, por lo tanto, todo desafío o provocación que es dirigida hacia nosotros es direccionada hacia él. Es algo que el enemigo no puede entender porque no entiende el amor. No sabe lo que es la fidelidad y el amor. Esta relación intima que hay entre Dios y sus hijos mediante Jesús. Nunca va a entender porque Cristo dio su vida por nosotros. La respuesta es una sola: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16. Esta verdad nunca la entenderá Satanás. No entiende nuestra relación reciproca de amor con Cristo.

“Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos”.

La enseñanza era dirigida a toda la tierra: “Hay Dios en Israel”. Las naciones que oyeren lo que sucedería ese día entenderían que no era gratis subestimar a Israel; no por lo que ellos eran como guerreros, sino por el Dios que los escogió. A la vez, Israel entendería que su Dios es un Dios de procesos y propósitos; y que sus armas son poderosas para la destrucción de fortalezas, pero no carnales. Y que quien los persigue, a él lo persigue; porque suya es la batalla. Valga esta enseñanza para nosotros en este día.

“Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo David su mano en la bolsa tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.

Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron”. 

Es bueno hacer hincapié en esto: No es la piedra la que mata, sino la espada.

El apóstol Pablo nos aconseja diciendo: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerzaTomad toda la armadura de Diosceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe,... y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” Efesios 6:10-18.

En tus peleas personales, cuerpo a cuerpo, extremadamente personales, solo necesitas entender que no hay despropósito en Dios. Que nuestro Padre tiene sus procesos conforme a las batallas que vas a enfrentar; batallas diferente y única donde tu preparación también es única y personal. Que no en vano has llegado hasta aquí y a esta hora; la omnisciencia de Dios dirigió tus pasos y adiestró tus manos para la batalla, según su lógica.

Debes cuidar de estar siempre vestido con la armadura de Dios, sabiendo que tu lucha no es contra sangre y carne. Por lo tanto, tus armas no pueden ser carnales, sino poderosas en Dios para destruir fortalezas. Es la Espada del Espíritu la que corta la estrategia (cabeza) del enemigo.

lunes, 14 de octubre de 2024

EL REINO DE DIOS


 El Reino de Dios

Jesús principia su ministerio con una proclamación que marca el centro de su anuncio terrenal. El foco del mensaje de Cristo no fue referido a la sanidad física o emocional (aunque sanó física y emocionalmente). Tampoco se concentró en predicar sobre el Espíritu Santo (aunque lo hizo). Ni sobre el perdón de los pecados y la salvación aunque lo leamos en sus obras y discursos. El centro de su mensaje es el Reino de Dios.

Para graficar esta idea observemos lo siguiente: La palabra reino aparece aproximadamente 55 veces en Mateo, 20 veces en Marcos, 46 veces en Lucas y 5 veces en Juan… pero la frase Reino de Dios y expresiones equivalentes aparecen aproximadamente 80 veces.

En un análisis general de todos los temas predicados por Jesús entendemos que no hay otro tema central que el mensaje de la manifestación del reino de Dios.

Al analizar el principio de su ministerio podemos leer en Marcos 1:15 lo siguiente: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Sobre esta base de su pronunciación vamos a meditar en su significación para nuestra salvación, consagración y posterior servicio en su reino. Siendo parte de éste tanto en sus beneficios como en las obligaciones que conlleva.

EL TIEMPO SE HA CUMPLIDO

Debemos entender que todo en el reloj de Dios tiene su tiempo. Aunque Él sea eterno y su habitación sea la eternidad, sin embargo, no hay diferencias en los tiempos sino en su duración. Es decir, el tiempo eterno es por siempre y el mortal es pasajero, pero, todo es tiempo de Dios. En este contexto, era necesario que el tiempo de Cristo se alineara con los del Padre venciendo la tentación constante de adelantar esos tiempos, como se registra en diferentes pasajes bíblicos.

Juan el Bautista era la alarma del reloj de Dios que señalaba con su vida que el tiempo se había cumplido. Primeramente porque él leyó muy bien cuál era el centro del mensaje. En Mateo 3:1-2 leemos: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Pero, también, porque el final de su ministerio marcaba el principio del tiempo de Cristo. Un versículo anterior al leído en Marcos 1 en el verso 14 dice que “después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios”. Su mensaje al comenzar su ministerio como su encarcelamiento, dando final a su ministerio público y posterior muerte, nos muestra como la vida de Juan el Bautista era solo la alarma del despertador que indicaba el cumplimiento de los tiempos.

Cristo dijo que “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley”, Lucas 16:16-17. Contextualizando con Mateo 11:11-14 donde dice: “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos mayor es que él. Desde los días de Juan hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga”.

El ministerio de Juan fue de tanto impacto, no por milagros o manifestación extraordinaria, sino por lo explicito que era en los tiempos de Dios. Con él finalizaba el tiempo profético sobre el Mesías y el cumplimiento de la ley de Dios en Cristo. Provocó una consternación tal que todos querían entrar en el reino a cualquier precio, pero sin respetar la ley moral y espiritual de Dios. Lo vemos en el rio Jordán y la interpelación de Juan a las multitudes que acudían a él. A la vez, desde los días de Juan hasta ahora, dijo Jesús, se produjo una característica en el reino de los cielos que es la violencia que experimenta, y los violentos lo arrebatan. En este sentido, entiendo que la palabra violencia se entiende como “fuerza”, “vehemencia”, “dedicación”.

Sabiendo que la salvación es por gracia, no obstante, aunque todos quieren entrar, es necesario respetar la ética y moral de Dios manifiesta en su palabra. Y esto va a requerir mucha fuerza de voluntad, vehemencia y dedicación, tanto como esfuerzo.

El esfuerzo lo rescato de Lucas 13:22-25 que dice: “Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procuraran entrar, y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando afuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de donde sois”.

EL REINO DE DIOS SE HA ACERCADO

Sin perder de vista la gracia, hacemos hincapié en que este reino anunciado no es de este mundo, como esperaban los judíos (Juan 18:36). Poder ver este reino que no es de este mundo requiere nacer de nuevo, como Cristo le dijo a Nicodemo en Juan 3:3. Y, como vimos anteriormente, es necesario fuerza, vehemencia, dedicación y esfuerzo, a lo cual agregamos, que es un reino que debe buscarse con diligencia (Mateo 6:33), con el fin de ser las semillas de este reino (Mateo 13:38), y conocer los misterios de este reino (Mateo 13:11).

Vemos que las escrituras describen, también, lo que no es el reino de Dios: No consiste en comidas y bebidas, es decir, en lo externamente religioso, (Romanos 14:17). Y, tampoco consiste en palabras huecas enseñadas por sabiduría humana o el simple palabreo carismático y secular (1 Corintios 4:20).

ARREPENTIOS.

Decimos que el arrepentimiento significa cambiar la dirección de nuestra vida. Para que esto
suceda es necesario cambiar la manera de pensar para que cambie la manera de vivir. Esto lo leemos del apóstol Pablo en Romanos 12:2, según esta versión: “No viváis conforme a los criterios del tiempo presente; por el contrario, cambiad vuestra manera de pensar, para que así cambie vuestra manera de vivir y lleguéis a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que es perfecto” (DHHE: Dios Habla Hoy Versión Española).

El arrepentimiento no tiene que ver con lo que hacemos porque eso es activismo. Tampoco con lo que somos exteriormente porque eso es religiosidad. Tiene que ver con aquello en que nos transformamos mediante la renovación de nuestra mente. Acto necesario para comprobar cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Es necesaria esta transformación para poder creer en este nuevo evangelio presentado por Cristo. Que, a la vez, relacionaba todo con un nuevo reino proclamado y un tiempo cumplido. Veamos estas verdades fundamentales no desde la óptica religiosa sino política.

CREED EN EL EVANGELIO

Hablar de “buenas nuevas” equivale, por supuesto, a hablar del “evangelio”. Me sorprende saber que esta palabra no proviene de lo religioso, como toda mi vida cristiana lo creí, sino desde lo político, y que no empezó con Cristo sino que tiene un trasfondo histórico.

Primeramente observemos que el término “evangelio” procede del griego euaggélion, que significa básicamente, “buenas noticias”. Aunque suene extraño, el término no nació en la iglesia cristiana. Según el erudito William Barclay, en el griego clásico, “evangelio” originalmente significaba “la recompensa dada a un mensajero por traer buenas noticias”.

Para el tiempo en que nace Jesucristo, ya circulaba una inscripción romana que comenzaba con las palabras “El principio del evangelio de César Augusto…”. En ella se presentaba el nacimiento del emperador romano “como el comienzo de una serie de buenas noticias para el mundo”. 

En innumerables ciudades-estado, reinos e imperios de la antigüedad, los gobernantes políticos seculares también afirmaban ser dioses. Tal propaganda también fue empleada con éxito en muchos casos. Y cuando tenía éxito, era inmensamente útil para aumentar el poder del rey y asegurar la obediencia al estado. Desde Alejandro Magno hasta los reyes de la costa mediterránea de Asia, pasando por los faraones egipcios, innumerables gobernantes afirmaban ser “hijo de Dios”. 

A finales del siglo I, el emperador Domiciano empleaba el título de “amo y dios”. El nombre original de Augusto César era Cayo Octavio. Era el sobrino, hijo adoptivo y sucesor designado por Julio César. Después de la muerte de Julio, Octavio tuvo que luchar para consolidar el control, pero, cuando finalmente aseguró su posición como primer emperador romano, reinó durante más tiempo que todos los Césares descendientes de Julio, desde el año 63 a.C. hasta el 14 d.C.

Octavio recibió el nombre de Augusto, que significa "grande"; o "venerable"; o "digno de reverencia"; en el año 27 a.C., lo cual es una insinuación de que era digno de adoración. En el año 42 a.C., el Senado deificó formalmente a Julio César como divusIulius (el divino Julio). Esto hizo que, a su hijo adoptivo, Octavio, se le conociera como divifilius (hijo del dios), título que adoptó Augusto César. Las monedas acuñadas por Augusto mostraban la imagen de César y las inscripciones "Divino César e Hijo de Dios". Una inscripción egipcia considera a Augusto César como una estrella "que brilla con el resplandor del Gran Salvador Celestial".

Durante el reinado de Augusto explotó la adoración al emperador, especialmente en Asia Menor que más tarde se convirtió en un centro de persecución de los cristianos. (Asia Menor fue la zona que Pablo recorrió en sus dos primeros viajes misioneros, así como la ubicación de las siete iglesias que reciben cartas en el Apocalipsis).

Por lo que sabemos de Augusto y de la adoración que se le rendía, está claro que Lucas está
contando la historia de Jesús de tal manera que a Cristo se le ve como el auténtico poseedor de los títulos atribuidos a Augusto. No es Augusto quien es el Salvador y el Señor, sino "que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor" (Lucas 2:11). No es Augusto, sino Jesús el Hijo de Dios (Lucas 1:32). Y no es con Augusto donde ha llegado el punto decisivo de las épocas, sino con Jesucristo, quien introduce el reino de Dios (Lucas 4:43).

El credo romano decía: "El César es el Señor", sin embargo, los cristiano sólo reconocemos a Jesús como Señor. A causa de su larga historia de monoteísmo, a los judíos se les concedió un permiso para no tener que adorar al emperador. Mientras el cristianismo fue considerado una secta del judaísmo, los cristianos también estaban exentos de ser obligados a adorar al emperador romano. No obstante, cuando los judíos comenzaron a denunciar a los cristianos y a expulsarlos de las sinagogas, ya no se les permitió esta excepción. Así pues, el gobierno romano fue el instrumento de la persecución judía en gran parte del Nuevo Testamento.

Vemos el primer caso de esto en los cargos presentados contra el propio Jesús (Lucas 23:1-2). Esto volvió a suceder con Pablo y Silas en Tesalónica, donde algunos judíos incrédulos agitaron a la multitud diciendo: "Todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús" (Hechos 17:7). Augusto César murió poco después del nacimiento de Jesús. 

En el Nuevo Testamento sólo se menciona a César Augusto una vez, al principio de la conocida historia del nacimiento de Jesús registrada en Lucas 2:1 "Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de César Augusto, para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado". Como consecuencia de este decreto, José tuvo que volver a su casa ancestral, Belén, y se llevó con él a María, quien ya esperaba al niño Jesús. Mientras estaban allí, en Belén, nació Jesús, tal como había predicho el profeta Miqueas: "Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad" (Miqueas 5,2). El censo que obligó a José y María a ir a Belén fue el impacto más evidente de César Augusto en la historia bíblica. Aunque Augusto y los emperadores que le siguieron pensaron que estaban construyendo su propio reino, simplemente fueron protagonistas sin saberlo, y a menudo sin quererlo, en la edificación del reino de Dios.

Nosotros que estamos familiarizados con las escrituras cristianas notamos, por supuesto, las
similitudes aquí con una proclamación posterior de “buenas noticias” que se encuentra en el
evangelio de Lucas. Lucas escribe sobre el nacimiento del nuevo «salvador, que es Cristo el
Señor». Este salvador es también el «Hijo de Dios», que traerá «la paz a los hombres». Sin embargo, al utilizar ese lenguaje, los evangelios cristianos y los cristianos estamos estableciendo un conflicto irreconciliable: este rey recién nacido no era el César. Además, también estaba claro que César y Cristo no podían lógicamente ser ambos gobernantes universales. Sólo uno podía ejercer el verdadero dominio, y sólo uno podía ser el verdadero salvador que traería una nueva era de paz.

El propio nacimiento de Cristo es visto como una grave amenaza para Herodes, que gobierna
como rey cliente del César. Cuando Herodes exige a los Magos que le informen sobre el paradero del niño, los Magos deciden desobedecer y engañar a Herodes. Por este motivo, José huye con Jesús y María a Egipto. La bancarrota moral de Herodes se ilustra posteriormente con su masacre de los inocentes.

Pero Cristo no era una amenaza sólo para Herodes. Como dejan claro los evangelios, este nuevo rey era también el único y verdadero salvador e hijo de Dios, en contraste con el mero César. Todo este trasfondo socio histórico y religioso nos permite entender, desde otro punto de observación, la relación de Jesús con los poderes monárquicos desde su nacimiento. Sin lugar a dudas, creer en el evangelio era bien entendido por aquellos que vivían en esos tiempos, más que por nosotros en la actualidad.

CONCLUSION.
Desde esta óptica, podemos decir que dentro de las cuatros verdades fundamentales de Marcos 1:15, es decir:

1- El tiempo se ha cumplido: Marcaba el comienzo del ministerio de Cristo como el inicio de un nuevo reinado universal.

2- El reino de Dios se ha acercado: Ese acontecimiento era el acercamiento a los hombres de su reino. Algo que Jesús dejo plasmado en su oración modelo con el pedido “Venga tu reino”, dejando claro que es Dios quien viene hacia nosotros y no nosotros hacia él. Este reino sempiterno eleva al Rey y requiere de nuestra aceptación a su autoridad sobre nuestra voluntad. El reino mesiánico.

3- Arrepentíos: En solicitud, este reino requiere una transformación en una nueva criatura nacida de nuevo, con el cambio de nuestra manera de pensar secular hacia la ética y moral de Dios. Una transformación a la imagen de Jesús acorde a su mente.

4- Creed en el evangelio: Pero, sobre todo, es necesario creer en este anuncio de “buenas nuevas”. Creer en este evangelio es aceptar ese nuevo reinado mediante el cual “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quién tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” Colosenses 1:13-14.

Falta un cumplimiento en los tiempos de Dios cuando Jesús venga por su iglesia. “Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.

Porque todas las cosas las sujeto debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa a aquél que sujeto a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”. 1 Corintios 15:23-28.

Por fin, el tiempo se ha cumplido. Su reino se acercó a nosotros. Esto produce un nuevo nacimiento que nos impone el no conformarnos con los estándares pecaminosos de la potestad de las tinieblas, sino una transformación a la imagen de Cristo. Mediante la renovación de nuestra mente cambiamos nuestra manera de vivir, a la manera de la mente de Jesús. Estas son las “buenas noticias” en la que hemos creído que transciende todos los tiempos y los reinos perecederos de los hombres.